Sus palabras, aunque no consiguieron removerlo de la tarea en la que se encontraba ahora mismo, si consiguieron disminuir notablemente el ritmo del paso al que las realizaba, ralentizando notablemente la limpieza del polvo en el lugar y la organización de las decoraciones en el recibidor.
Aun así, la paz que generaba una tarea de movimientos tan repetitivos y poco proceso mental le permitía viajar a los confines de su mente, procesar aquellas ideas que estaban pendientes en su lista y liberar cualquier cantidad de estrés en cada movimiento del plumero o escoba, según dictara el momento.
-¡Ah, tienes razón! Cuanto más nos desviemos de la tarea, más tardaremos en acabar cada tarea en mano.- Asintió instintivamente, otorgando la razón a su compañero, accediendo a aumentar el rendimiento de las tareas de limpieza tal que pudieran acabar antes y, con suerte, quedar con abundancia de horas diurnas para lo que les apeteciera por ese día.
Un razonable tiempo más tarde, una nueva pregunta se manifestó en la interacción entre el peliazul y el albo. -¿A edificios religiosos, dices? Si tomara "explorar" muy literalmente... No mucho. Pero sí he visitado bastantes iglesias, si tomara esa palabra un poco más a la ligera. Mis viajes me han llevado a una cantidad de lugares con esa designación, cada uno con creencias tan diferente como el día de la noche. Es una experiencia bastante educativa mientras la tomes como una visita académica; las peleas entre religiones pueden tornarse bastante agitadas muy rápidamente, pocos les gusta ceder la razón en cuanto a sus creencias. Y lo mejor siempre es respetar a los locales por encima de todos, al final un viajero no es más que un visitante tomando de la comida y el tiempo de otros, por más estés pagando por ello.- Comentó en un tono alegre, agradecido por recibir tal cantidad de preguntas hacia su persona que le permitía divagar y extenderse de sobremanera con respecto a sí mismo. Era agradable dejarse llevar de tanto en tanto. Pero lo justo era otorgar el mismo trato de manera bilateral. -¿Y tu? ¿Has tenido oportunidad de hacer buenas experiencias en lugares así?-
La conversación se extendió hasta el agotamiento verbal, tal que el paso del tiempo se dilató y los transportó directamente hasta el final de su tarea. El recibidor brillaba del trato que se le había entregado, un tacto delicado que removía cada impureza reversiblemente adherida en los materiales que lo componía, además de algunos toques adicionales con el tiempo que sobró al equipo asignado al espacio presente. Y sin ninguna habitación más por arreglar, llegaba la parte que hacía brillar los ojos de los presentes: La recompensa.
Aunque antes de dirigirse a ello, respondería a la propuesta con una sonrisa vibrante en su rostro y el pulgar extendido sobre su puño cerrado, un ademán de aprobación amigable de parte del albo a Kaito. -¡Seguro, sería perfecto! Ayudaría muchísimo descansar un rato, y pude ver en la biblioteca multitud de contenido interesante que me agradaría llevar conmigo a casa; si Akami nos da el visto bueno, encantado los llevaría conmigo con todo el cuidado del mundo.-
Madera prístina que componía los enormes estantes de libros, losas de cerámica que brillaban con los rayos del sol que entraban por cada pequeño espacio disponible, un vibrante jardín verde que empezaba a retomar fuerza en su hipnótica apariencia y, finalmente, una entrada reorganizada que conseguiría encarrilar la experiencia de las visitas a un edificio en decadencia, con tal falta de mantenimiento que habría quien diría se trataba de la entrada a una catacumba hecha con los materiales y el mensaje incorrecto.
Gracias al esfuerzo proporcionado casi caritativamente por los cuatro Shinobis (porque ahora mismo estaban ganando notablemente menos que una persona profesionalmente dedicada a la limpieza por un edificio de estas proporciones), el edificio de carácter religioso pudo regresarse a si mismo a una época de estética en el que no parecía que un parpadeo con la suficiente fuerza tumbaría una viga de soporte, y de allí derribaría toda la integridad hasta que no fuese más que pilas de materiales resquebrajados y carcomidos por la hambrienta fauna y flora; un regalo del cielo para cualquier necesitado o buitre que quisiera apropiarse de los pedazos faltantes para hacerse con un billete rápido o una improvisada vivienda de cuatro paredes y un techo con filtraciones.
Podían inflar el pelo y caminar con orgullo, habiendo sido partícipes de sacar lustre a la Iglesia Amaterasu. Y aunque por supuesto no había sido una restauración total, pues sabía Dios quién estaría dispuesto a poner toda la mano de obra necesaria, al menos las fachadas se sostendrían por unas cuantas fechas más. Si los creyentes ignorarían la reputación que el edificio se había montado por su reciente estado decadente o no... Eso era algo que debía verse con el tiempo. Historia para otro día.
Por ahora venía la parte atractiva del trabajo: La paga. En la biblioteca, sobre una de las mesas más alejadas y ocultas entre las filas de libros organizados, habría un saco de monedas para cada uno de los integrantes presentes; todos contenían una cantidad idéntica de dinero, la compensación monetaria respectiva por los deberes desempeñados el día de hoy.
Aunque quizá un voto de fe enorme de parte de quien debería entregar el efectivo en mano, los perfiles de la mayoría eran lo suficiente sanos mentalmente como para no tener que vigilar que nadie se robara el dinero y saliera por la puerta grande. Y si resultara el caso contrario, era importante recordar que no sería difícil caer en manada al que intentara hacerse el listo de parte de los otros integrantes. Y que la monja encargada del sitio tenía un historial kunoichi capaz de poner alerta a muchos.