Rango D- Mantenimiento al Sol
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Era un día tranquilo en la ciudad del vapor, aquella espesa neblina cubría todos los alrededores de la villa, algo que era muy común, era más raro ver la ciudad despejada de niebla o con un día soleado, en realidad a Akami le causaba curiosidad el origen de aquella niebla, ¿era por que la aldea se encontraba rodeada de una masa de agua? o ¿era un jutsu secreto? fuese cual fuese la razón, para la joven sacerdotisa aquella niebla era mística y misteriosa.

El día de hoy Akami se encontraba en el interior de la iglesia Amaterasu dando un recorrido por la misma- Sensei... este lugar... se siente solitario sin su presencia- murmuró la pelirroja con un gran pesar en su voz, recorriendo el lugar memorias iban rondando, en su mente momentos que había pasado con Victtorio, llevando un gran rencor por la decisión que había tomado, abandonada en esta iglesia con una tristeza encerrada.
 
Por lo que se dio cuenta de algo mientras paseaba por los alrededores de la iglesia y es que la misma estaba totalmente abandonada y descuidada un gran pesar recorrió su cuerpo al darse cuenta de que había descuidado por total el mantenimiento de la iglesia debido a la pérdida de Victorio Chesares por lo que decidió recurrir a la academia para poner un pequeño anuncio para shinobis que buscase no solamente pasar al rato sino también ganar algo de dinero y así mismo lo hizo.

Putando una fecha en aquel anuncio de La academia esperaría pacientemente el día acordado ahí que los shinobis que decidieran tomar esta misión se presentarán en la entrada de la iglesia allí los esperaría ella con sus vestimentas sacerdotisa en la entrada de la misma para darles una calidad de bienvenida a aquellas almas bondadosas que venían a dar su ayuda para el mantenimiento de la iglesia.

Sí era mantenimiento lo que debían darle a la iglesia en primer lugar... Algo de limpieza y así... Aquella iglesia estaba en su peor momento y todo por culpa de aquel estado depresivo que le había durado más de un año... Los ventanales de encontraban empañados y llenos de polvo y leves partículas heladas, algo típico considerando el frío invernal que siempre azotaba la aldea.

El tapiz de las paredes se encontraba en un estado de deterioro lamentable... Los pisos estaban horribles también, no podía describirse con palabras simples lo horrible que estaban... Quizás habían algunas ventanas rotas... Las habitaciones de la parte residencial y de hospedaje estaban hechas un lío, las camas desordenadas, con sábanas y fundas sucias y polvorientas...

La biblioteca también estaba hecha un desastre... Libros tirados por aquí y por allá... Estanterías semi vacías y pilas mal acomodadas de libros tirados en el piso... La cocina también estaba horrible... Una gran pila de platos sucios... Una cocina mugrienta... Parecía que nadie había pisado ese lugar en años... Y así era, Akami ni siquiera había salido de aquella habitación donde dormía en todo este tiempo... Había estado arrinconada en aquel cuarto durante un año...

Aunque eso ya es historia para otro tema... Justo ahora la sacerdotisa, después de espabilar de aquel estado depresivo, se encontraba esperando a que los shinobis voluntarios vinieran a aceptar aquella "misión".

 
Iglesia Amaterasu


Off
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Después de pasar por la compra del fin de semana para llenar la despensa de casa, crucé varias calles hasta poder llegar a esta, la zona comercial de Kirigakure era amplísima, dado que las rutas marítimas comerciales de todo el continente pasaban por el país, por lo que su mercado central era rico en variedades de todo tipo y el espacio que ocupaba en la villa era proporcional a tal variedad.

Queriendo llegar a casa, y ya fuera del cordón comercial, los edificios residenciales empezaban a aparecer en las aceras, y entre otros, uno de los más característicos de la aldea era su academia ninja donde las jóvenes promesas se forjaban. Su tablón en el exterior recogía diferentes misiones para que los estudiantes y otros genins pudieran realizarlas, y así adquirir experiencia, además de poderse ganar alguna remuneración económica que otra. Yo no era muy diferente a ellos y debía de cubrir gastos, por lo que siempre me asomaba a ver qué tipo de retos podía ofrecer cada día el tablón. Uno de ellos me pareció factible para realizarlo además de la buena causa que implicaba su realización, pues sí que era cierto que la iglesia Amaterasu no tenía un buen mantenimiento y era un secreto a voces en la villa que su derribo podría ser inminente si no se cubrían sus desperfectos, por lo que sin dudar ni reparar en otras misiones del tablón accedí a tomarla.

Pasé antes por casa para soltar y organizar los alimentos que compré y acto seguido me dirigí hacia la ubicación de la iglesia, la cual no andaba muy lejos de mi casa. Al llegar a ella, se palpaba que su exterior presentaba ya un aspecto desmejorado y deteriorado también por la humedad característica de la niebla de la villa, que mellaba los materiales y deformaba las estructuras de madera que los edificios más antiguos de la aldea aún mantenían.


Caminé decisivo hasta la puerta carcomida de la iglesia, mirando también como las bisagras de estas se presentaba algo oxidadas, y a la par que lamentaba su estado, toqué la puerta hasta tres veces para internarme con respecto en aquel lugar de culto. Esperando los tres o cuatro segundos de cortesía, abrí la puerta con cuidado y entré en ella acompañado de un chirriante sonido que estremecía por su agudeza. Ya dentro, una chica pelirroja permanecía en su centro, quieta y algo reflexiva, en cuanto la vi, me salió presentarme cortésmente pero debía de recortar metros con un andar tranquilo para formalizar mi presentación.

- Oh hola -

Dije mientras caminaba hacia la joven, una vez me situé a una distancia prudencial, al rededor del metro o metro y medio, alcé mi ruda y áspera mano para estrechársela.

- Mi nombre es Fujitora, es un placer, ¿tú también vienes a ayudar? -

Le pregunté mientras le informaba sobre mi nombre, pues en principio no sabía su rol en aquella labor de mantenimiento del sitio. Repasaba segundos después todo lo que concernía al interior de la iglesia, desde su suelo hasta su techo así como sus inmuebles, por no hablar de las zonas o habitaciones que aún no había visto, sin duda alguna, aquella tarea iba a necesitar de más de cuatro manos.
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Aunque el País del Agua siempre fue su tierra natal, fueron contadas las veces que visitó en carne propia la villa que esta lúgubre esquina del mundo contenía: La Aldea Oculta entre la Neblina. Las pocas veces que entró, era imposible para él abandonar el extraño sentimiento de intranquilidad y tensión en los instantes que sus pies recorrían de manera vagabunda las calles que componían la aldea y la habían visto crecer y caer en más de una ocasión. Quizá tan solo eran remanentes del instinto que se vio forzado a forjar por sí mismo en pro de la supervivencia suya y de su hermanita, aquel que le mantenía con un ojo abierto cada noche... Porque conocía de primera mano la otra cara de Kirigakure.

Un lugar donde la fuerza de los mejores servía no para defender a los débiles, sino para imponerse sobre ellos y tomar su sustento en una vanidosa demostración de falsa, pútrida superioridad. Fue solamente gracias a eso fue que aprendió a proveer para dos y defenderse como cuatro, algo por lo que siempre encontró retorcidos sentimientos mixtos en los que desconocía si la acción mas adecuada era agradecer que su cabeza seguía pegada a sus hombros, o si maldecir las condiciones que llevaban a sus habitantes a rincones tan extremos de su psique.

Aun así, eran contadas las ocasiones en las que podía permitirse sopesar su comodidad en contra de su necesidad de llegar a fin de mes y que resultara victoriosa la primera. Las decisiones puestas en una balanza de oro eran difíciles cuando a tu lado tenías que velar por una segunda alma, y todavía más cuando la susodicha carecía de cualquiera manera de solucionar su situación más que depender de ti. Con esto en mente, aceptaría una misión que llegaría a él por medio de un contacto residente del País del Agua que aprovecharía el pasaje del joven albo por el País de las Olas, quien alegaba encontrarse en contra de la demolición de la Iglesia Amaterasu en respuesta a su decadente estado por falta de mantenimiento. 

Su primera reacción sería la de dudar, como bien podía entenderse, la extraña naturaleza de una petición con un objetivo como ir a buscar a una persona tan específica como lo podía ser Yukine, siendo que cualquier otro empleado del área podría hacer un mejor trabajo de lo que él haría en una tarde. La respuesta que encontró a cambio fue la indiferencia de la mano de obra local a la situación, que solicitaba grandes sumas de dinero que la institución era incapaz de proveer sin verse en aprietos financieros. Comprensible, dado el tamaño de la estructura y el trabajo que requería.

Dos fueron los factores que suprimieron cualquier vacilación que pudiera manifestar: Un favor y un nombre. Siendo que le debía un favor al hombre, el informante optó por la imperiosa alternativa de invocar un favor con el cual mantenía deuda desde hace poco, de suficiente peso para arrebatar la posibilidad de mirar al otro lado. Con respecto al nombre, el ver una copia del boletín y el nombre de su solicitante provocó que abriera los ojos en expresiva sorpresa, un conjunto de letras cuyo fonetismo murmurado por el contrario le resultó en demasía familiar. Aceptó y tomó rumbo a la edificación referida, con media sonrisa dibujada en su rostro.

El viaje hasta el lugar donde se encontraba la iglesia, pues incluso con cualquier modificación que hubieran realizado a la metrópoli en su tiempo de ausencia, ésta no dejaba de ser su tierra natal que había memorizado como la palma de su mano. Conocía atajos, pasajes y zonas que muchos foráneos nunca llegarían a utilizar por el peligro inherente de usarlos, cortes en el camino que en buenas manos resultaban en una considerable reducción de tiempo si se quería llegar de un punto a otro de la ciudad. Pronto arribó al destino que la solicitud citaba, pudiendo observar a la distancia un hombre que se le había adelantado. ¿Un integrante de la iglesia, quizá? Desconocía la vestimenta que los sacerdotes de la iglesia llevaran, y sin una prenda fuera de sitio que le permitiera al peliblanco categorizar al hombre tocando la puerta, lo mejor que podía hacer era abordarlo como una situación cotidiana: Evitar contemplar la situación de más y acercarse a preguntar. 

Avanzó detrás de la primera persona entrando al edificio, con tan solo un minuto aproximado de diferencia. Tocó la puerta tres veces y esperó apenas unos instantes para recibir una contestación verbal que lo autorizara a pasar -o pasaría si no la recibía- en luz de que quizá ya se encontraban ocupados conversando en el interior. Una vez dentro, se encontraría con el rostro familiar que mencionaba en la solicitud, y un segundo rostro el cual estaría más que dispuesto a conocer. 

-¡Buenas! He venido por el anuncio. Esta es la Iglesia Amaterasu, ¿verdad?- Se anunció junto a su intención además de intentar confirmar que fuera el lugar, un intento de introducirse en la conversación pre-existente intentando no mostrarse demasiado intrusivo. Sus ojos primero fueron a quien era un desconocido para Yukine, esperando que pronto dejara de serlo. -Soy Yukine, un gusto.- Extendió su mano hacia el hombre en ademán de saludo si aceptaba el apretón de manos, dejando que sus facciones dejaran ver una benévola sonrisa. Y una vez este gesto de presentación cortés finalizara, su mirada ahora pasaría a la chica pelirroja. -Hola, Akami.- Saludó, levantando su mano a la altura de su frente y ondeándola un par de veces, un gesto notablemente más confianzudo y despreocupado. -¡Bien! ¿Que es lo que hay que hacer? Cuanto mas temprano empecemos, más temprano acabamos seguro.- Preguntó, haciendo su intento por crear un ambiente afable desde el primer momento. Cuanto mejor pudieran llevarse todos, mejor.
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Otro día aburrido para nuestra querida Origami en el alejado y aislado País del Agua, buscando información sobre ya saben qué y si no saben, bueno, sobre la Secta Jashin, ella no descansaría hasta encontrarlos y obtener su poder. Vueltas y vueltas entre el País de la Tierra, el País de las Aguas Termales y el País del Agua ya la tenían harta y desgastada pero que más podía hacer, si quería obtener los misteriosos poderes de Jashin, debía buscarlos ella misma ya que nada te cae del cielo, ¿Verdad?

Justo ahora, se encontraba dentro de su Aldea Oculta, Kirigakure. Una aldea totalmente cubierta por una densa niebla que para los forasteros podría ser difícil ver a través de ella, casi nunca daba el sol de lleno y el frío en el ambiente era alto y muy presente. Es por eso que la chica llevaba siempre su abrigo cuando visitaba ese País.

Ella caminaba tranquilamente por la aldea buscando un sitio en donde pudiera hospedarse durante su estadía en aquella Aldea, y mientras buscaba pudo ver una pequeña posada en donde podría pasarla. Ella ingresó, pero no tardó mucho en salir al darse cuenta que no traía mucho efectivo en los bolsillos, estaba tan acostumbrada a derrochar el dinero a lo estúpido cuando se encuentra en Iwagakure que fue a hacer lo mismo a Kirigakure. La diferencia es que, en la aldea del País del Agua, no posee cerca la fortuna de su familia, así que tenía de dos. O se iba de la aldea, o se ponía a buscar algo con lo que ganar un poco de dinero y completar para su estadía.

Ya que, si pagaba toda la posada, no iba a comer bien, y sí comía bien, no pagaba la posada completa, así qué enfadada consigo misma, se puso a buscar algún “trabajo”. No tardó mucho en encontrar algo, un pequeño papel pegado en el tablón en las puertas de la Academia Shinobi de Kirigakure fue su salvación. En él, se encontraba un anuncio sobre ayudar con la limpieza de la Iglesia Amaterasu a cambio de ganar experiencia en misiones Genin y algo de dinero, la experiencia no le interesaba, ella ya la tenía, pero el dinero sí que le interesaba. Sin perder mucho el tiempo, comenzó a caminar a paso lento hacía la Iglesia decidida a cumplir esa misión con éxito.

Al llegar, pudo ver el estado lamentable de la Iglesia, ella miró con desinterés un poco la Iglesia antes de suspirar y comenzar a caminar hacía los portones de madera que servían como entrada a aquel recinto. Al ingresar, se pudo topar con dos sujetos, un chico peli blanco y un hombre corpulento, y junto a ellos, una chica peli roja con vestimentas largas, como las de una sacerdotisa.

Kurami solo caminó en silencio hasta ellos mirando que la iglesia se encontraba peor por dentro que por fuera, si fuera por ella, ya la habría demolido, pero eso ya es otra cosa. Cuando logró posicionarse a varios centímetros de los presentes, aclaró un poco su garganta para poder hablar

- Soy Kurami de Iwagakure, un gusto y bla bla bla… supongo ya se saben eso… vengo por lo del anuncio que se encontraba en el tablón de la Academia… -

Ella llegó momentos después de que los sujetos se habían presentado, así que aún no sabía sus nombres. Su bandana de Iwagakure se encontraba en su cabeza a modo de cintillo, así que lo que decía era cierto, era una Ninja de Iwa. A sus espaldas, un gran palo de madera, bastante duro y contundente, básicamente, un Bō. Y vestida con su ropa para las misiones, esperó de pie frente al trío presente con una gran sonrisa, las indicaciones…
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La densa neblina abrazaba los contornos de la ciudad del vapor mientras Kaito seguía los pasos indicados por su sensei Akami hacia la Iglesia Amaterasu. El marionetista comenzaba a acostumbrarse a los cada vez mas habituales encunetros para seguir a su sensei en diversas actividades, entrenamientos o misiones, encontrando en cada experiencia un nuevo aprendizaje.

Al llegar, Kaito observó con atención la iglesia en desuso. La tristeza que envolvía el lugar no pasó desapercibida para él, la estructura dañada clamaba por reparación urgente, pero el Chiakamtsu no entendía porque es que este lugar sería de importancia.

En el interior de la estructura, las figuras de aquellos que antes que él habían llegado se encontraban acompañando a su sensei, y Kaito, con una inclinación respetuosa dirigió el primer saludo a la pelirroja.

—Hola, Akami Sensei. Estoy listo para ayudar en lo que pueda. Este... es extraño y triste, tiene una atmósfera única, ¿no crees? —mencionó Kaito, con sus brillantes ojos rojos curiosos explorando la iglesia.


Tras encontrarse más cerca, Kaito notó la presencia de otros shinobis conocidos entré lo shaí presentes. Fujitora y la shinobi Kurami también habían respondido al llamado de ayuda. Una sonrisa se dibujó en el rostro del marionetista al ver caras familiares.

—Que tal, Fujitora, Kurami. Parece que estamos todos aquí para darle un poco de amor a este lugar — dijo Kaito, saludando a los compañeros con un gesto amistoso. Tras una leve pause, volvió su mirada a aquella figura que no reconocía —Mi nombre es Kaito, un gusto, ¿Tu eres?— dijo tratando de no desentonar en el tono de su saludo al otor shinobi

La neblina se colaba por las rendijas de las ventanas, creando un escenario etéreo dentro de la iglesia. Kaito se sentía inspirado por la tarea que tenían por delante, listo para poner en práctica sus habilidades únicas y trabajar codo a codo con sus camaradas.


De nuevo mirando a Akami quien para Kaito sería la figura de autoridad más clara en el sitio —Sensei, estoy preparado para comenzar. ¿Hay algún área específica que necesite atención inmediata?— expresó Kaito, tratando de esconder su confusión ante la importancia de estas actividades en un velo de entusiasmo casi genuino por contribuir a la restauración de la iglesia.

 La neblina afuera y la calidez compartida dentro de la iglesia creaban un ambiente que prometía transformación y renovación.
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Ya era la hora acordada y la el sol estaba en su punto naciente, el ambiente era el típico paisaje nebluzco que siempre azotaba la aldea de la niebla, la cual siempre se encontraba rodeada por aquel fenómeno natural que tanto renombre le daba a la villa desde su fundación de antaño. Incluso llevando un jutsu con su nombre... Kiri... Kirigakure... era interesante... aquella espesa neblina que cubría todos los alrededores de la villa, algo que era muy común, era más raro ver la ciudad despejada de niebla o con un día soleado, en realidad a Akami le causaba curiosidad el origen de aquella niebla, ¿era por que la aldea se encontraba rodeada de una masa de agua? o ¿era un jutsu secreto? fuese cual fuese la razón, para la joven sacerdotisa aquella niebla era mística y misteriosa.

 Pero hoy la prioridad era el manteniendo de la Iglesia Amaterasu, la cual se encontraba en un estado pésimo, y nuestra sacerdotisa caia en cuenta de ello cada vez que mirada la iglesia... Algo de limpieza y así... Aquella iglesia estaba en su peor momento y todo por culpa de aquel estado depresivo que le había durado más de un año... Los ventanales de encontraban empañados y llenos de polvo y leves partículas heladas, algo típico considerando el frío invernal que siempre azotaba la aldea.

El tapiz de las paredes se encontraba en un estado de deterioro lamentable... Los pisos estaban horribles también, no podía describirse con palabras simples lo horrible que estaban... Quizás habían algunas ventanas rotas... Las habitaciones de la parte residencial y de hospedaje estaban hechas un lío, las camas desordenadas, con sábanas y fundas sucias y polvorientas...

La biblioteca también estaba hecha un desastre... Libros tirados por aquí y por allá... Estanterías semi vacías y pilas mal acomodadas de libros tirados en el piso... La cocina también estaba horrible... Una gran pila de platos sucios... Una cocina mugrienta... Parecía que nadie había pisado ese lugar en años... 


 Y justo recordando todo eso fue que cayo en cuenta de sus propios pensamientos, sumergida en ellos fue incapaz de percatarse de que alguien había tocado la puerta de la iglesia, y dándole la espalda a la puerta mientras reflexionaba y rezaba para sus adentros las palabras de aquel hombre la despistaron un poco- Eh... ¿Eh?- - ligeras vociferaciones de impresion escaparon de sus labios antes de espabilar y darse cuenta de la situacion.

 Si, aquellas personas que la academia ninja habia mandado estaban empezando a llegar y aquel hombre con un calmado y admirable temple, quien se presento como Fujitora, era el primero de ellos- E-es un placer Fujitora-san...- serian sus palabras con un tono calmado y digno de su posición como Obispo, claro había aceptado aquel saludo formal con un gran gusto- Mi nombre es Akami y Soy la actual Obispo de la Iglesia Amaterasu... mis mas sinceras disculpas... me encontraba algo pensativa- explico sobre su reacción anterior- Ohayo Yukine-san- diria saludando al albino imitando aquel saludo tan amable que el viajero hizo con anterioridad.

 No pasaria mucho para que un chica se presentara bajo el nombre de Kurami- Es un placer... soy la actual Obispo de esta Iglesia... Akami...- diría haciendo una pequeña reverencia para que luego, uno de sus alumnos entrara en escena- Kaito, ha pasado algo de tiempo... me alegra verte por estos lares- diría con una amable sonrisa a su alumno- De verdad os agradezco mucho vuestra ayuda chicos... quiero devolverle a esta Iglesia su brillo de antaño... de cuando el anterior Obispo aun la dirigía... por eso... se los pido...- diría inclinando su cuerpo en forma de una ligera reverencia- Ayúdenme a cumplirlo...- diría antes de escuchar que todos estaban listos para empezar.

 - Creo que lo mejor seria empezar por la biblioteca y la cocina...- pensaría un poco antes de comentar- Ya que somos 5... 2 se encargaran de la Cocina y los demás de la biblioteca... Kaito, conozco tus habilidades... puedes usarlas...- diría refiriéndose a las marionetas del contrario- Con eso dicho, Kurami-san y Kaito os encargareis de la cocina... mientras que Yukine-san, Fujitora-san y yo nos encargamos de la biblioteca...- esperaría para confirmar si todos estaban de cuerdo para después decir-  bien... entonces... vamos...- diría con una pequeña sonrisa mientras avanzaban- Por cierto... esta iglesia es neutral... Imperiales y Rebeldes no existen aqui... asi que les pido que no perturben la paz de este santuario...- diria con una petición proveniente desde lo mas profundo de su corazón.

 - Esta prohibido cualquier intento bélico en contra de los demas... si eso esta claro... podemos comenzar- luego de aquello guiaría a Kaito y Kurami en dirección a la cocina la cual también estaba horrible... Una gran pila de platos sucios... Una cocina mugrienta... Parecía que nadie había pisado ese lugar en años... y luego de eso se dirigiría con los demás a la biblioteca para ordenar los libros y sacudir el polvo. Pero antes de separarse, Akami dejo muy en claro que cualquier intento de robo a las reliquias o informaciones de la Iglesia, terminaría muy mal para el que lo intentara. Cabe destacar que Akami estaria dispuesta a responder cualquier, o casi cualquier, duda o pregunta que los demás tuvieran.


Vestimenta de Akami


El tiempo para postear de 32 horas ya ha expirado.



OFF: Inicia la 2 ronda de la mision, os deseo suerte(?)
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El chikamatsú, con una sonrisa cortés, correspondió al saludo de su sensei. Se dispuso a escuchar con atención, comprendiendo que, a pesar de la aparente sencillez de la tarea asignada, tenía una importancia personal para la pelirroja. Akami, con eficiencia y determinación, organizó a los equipos presentes, y a Kaito le tocó colaborar consu ya conocida chica origami, Kurami. Aunque Kurami no era una mala compañera y le tenia algo de aprecio de sus andanzas en Yamikusari, Kaito no pudo evitar sentir cierta envidia al ver que Fujitora y Yukine fueron asignados a una tarea que, a su parecer, sonaba más divertida, el orden y limpieza . "Maldición, daría cualquier cosa por estar entre libros en lugar de entre platos", pensó Kaito con un dejo de amistosa envidia hacia sus compañeros antes de seguir a Akami hacia la cocina.


Al llegar a la cocina, el impacto del desorden y la pestilencia, claramente resultado de años de abandono, golpeó fuertemente los sentidos del Chikamatsú. Antes de sumergirse en las tareas asignadas, se acercó a su sensei con curiosidad y respeto. -Amaterasu, este culto no es precisamente popular en mi desierto. ¿A qué rinden culto aquí, sensei? No creí que alguien como usted fuera religiosa-, expresó Kaito con interés genuino. Tras la respuesta de su sensei, dio un paso al frente y se dirigió a Kurami. -Bueno, pues habrá que comenzar por ordenar-, pronunció Kaito.

Casi al instante, y tras extender las manos al frente decenas de delgados hilos brillantes emergieron de los hábiles dedos de Kaito. Los hilos comenzaron a tomar objetos de la caótica cocina. Con precisión y velocidad, las decenas d ehilos que flotaban en el aire dirigidos por la aguda mente del chikamatsu clasificó cada artículo por tipo, apilándolos ordenadamente sobre una de las numerosas encimeras. Simultáneamente, descartó los objetos en mal estado debido al abandono. Cuanto más ordenaba el Chikamatsú, más emergía el desorden y la suciedad, como si la cocina misma estuviera resistiéndose a la limpieza.
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Las indicaciones estaban más que claras, los Shinobis recién llegados harían parejas y se repartirían las zonas de la gran iglesia de Amaterasu para proceder con su limpieza. Una actividad que Kurami sentía inferior debido a que siempre estuvo acostumbrada a que la limpieza se la hacían los sirvientes, pero que más daba, necesitaba esa valiosa recompensa por completar con éxito aquella misión y así lo haría.

La Origami fue puesta con el Chikamatsu que había conocido en la fundación de Yamikusari, aquel joven de cabellos azules y con un complejo de científico loco, él y el niño raro de piel pálida se le hacían gente súper extraña a Kurami, pero que más se le podía hacer. Eso sí, antes de dar inicio con sus actividades, la chica peli roja (La cual se había identificado como la sacerdotisa de la iglesia) advirtió que, dentro del recinto, los ideales no importaban, solo se estaba ahí para rezar, pero bueno, tampoco es que Kurami fuera a intentar algo, está loca, pero tiene límites, o eso creo...

Kaito y la Origami fueron llevados a la cocina para comenzar, una cocina bastante sucia y con un olor que hizo que Kurami pusiera una mueva de asco mientras se aclaraba la garganta, una clara señal de que las náuseas estaban presentes, pero al final no hizo el ridículo vomitándose ahí mismo

- Muy bien científico loco, empecemos y terminemos con esto de la forma más rápida posible, no creo que a ti te guste estar oliendo este olor tan pútrido -

Talvez la chica estaba exagerando con sus palabras, pero así era siempre cuando algo no le parecía. El primero en empezar fue el Chikamatsu, soltando algunos hilos visibles desde sus dedos hasta los objetos de la cocina, separándolos de forma rápida y asombrosa, la Origami por su parte, tomaría algunos trapos de cocina y luego de humedecerlos un poco con el agua disponible de la tarja, comenzaría a darle un trapazo a las zonas en donde ya no había objetos, pues Kaito los estaba retirando y acomodando

- No te vayas a pasar científico loco, algunos de esos platos requieren lavado, será mejor que los coloques dentro de la tarja, no los juntes con lo poco que ya está limpio -

Diría Kurami sin mirar a Kaito, pues ella ya se encontraba ocupada intentando quitar las manchas de aquellos lugares en donde no hubo limpieza desde hace ya mucho tiempo
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Era evidente que aquella tarea necesitaba de muchas manos, la iglesia, por gracia o por desgracia, presentaba un estado deplorable aunque salvable si se arrimaba el hombro entre cualquiera que quisiera cooperar en ello. Yo sinceramente no es que fuera muy simpatizante de este tipo de cultos, sin embargo, me parecía un hábito muy sano todo el respeto, disciplina y sobre todo silencio que se procesaba entre los parroquianos y el lugar, algo que apreciaba con sumo placer.

La chica pelirroja me devolvió el saludo entre disculpas por su distracción, su educación parecía que le precede, y era un signo que apreciaba en gente de la cual me quería rodear por ahora, me sentía más cómodo con ello. Poco a poco, fueron viniendo el resto de actores de esta obra, personificándose en el lugar por el mismo sitio por el que entré. Primero, un esbelto joven peliblanco, de sano porte, que de forma agradable entró y parecía conocer a la joven pelirroja. Acto seguido, se interno una chica de lengua impulsiva que parecía tener algo de prisa para presentaciones y quería pasar directamente a la acción, aunque dicha acción fuera ordenar lo que hubiera. Por último, un chico de cara familiar llegó hasta la iglesia, tras reconocerlo, fue él mismo hasta que se acercó más al grupo que realizó su presentación, y al igual que el primer chico, reconoció a la joven que nos esperaba.


- Un placer entonces Akami, no te preocupes por el despiste, todos tenemos derecho a abstraernos y no elegir cuando, nunca está de más... un gusto también conoceros a todos, y me alegro de volver a verte joven Kaito, siempre es bueno dar con gente que sabe arrimar el hombro debidamente... Bien Akami, ¿qué tareas tenemos que hacer? -

Le pregunté a la peliroja para saber que actividades deberíamos comenzar a cubrir, compartía también algo de la forma de actuar que la chica pelinegra, Kurami, pues apreciaba la optimización del tiempo en cada una de sus aristas, y realizada ya todas las presentaciones no había excusas para darle el lavado de cara que merecía aquella iglesia. La obispo no tardó mucho en repartir los quehaceres, y pronto nos dividimos en dos grupos para dar una mayor cobertura a los trabajos. Parecía que la parte de la biblioteca merecía más manos que la cocina cuando en ella fuimos hasta tres de nosotros, Akami, Yukine y yo. Tomé la iniciativa de acompañar a la joven hasta donde esperaba que nos aguardase un desastre bíblico (ja ja ja), una vez allí, pude contemplar como muchas de las estanterías yacían caídas y muchos libros por el suelo, incluso demasiado para tres personas. Anduve hacia uno de los costados mientras evaluaba la sala de arriba a bajo, me arrimé hacia las estanterías para verificar su estado, a simple vista, parecía que la humedad no las había calado ni estropeado la estructura de madera que las componía, algo sumamente importante. 

- Iré verificando una por una como están las estanterías, ¿os parece?, quizá sea óptimo ver que están en buen estado, levantarlas, colocarlas correctamente y una vez puestas comenzar a clasificar los libros en ellas... si os parece, iré adelantándome checkeando todas y levantando las que no estén roídas por la humedad ¿okey?, podéis ir amontonando los libros alfabéticamente y cuando acabe los metemos los tres -

Dije en primera instancia mientras ponía de pie la primera estantería, de la cual, con el movimiento, dejó caer algún libro que otro más. Aún con mi orden, no tenía problemas a seguir otras directrices que contemplasen la chica y el joven, pues si tenían un mejor método sería apto contemplarlo para llevarlo a cabo para la tarea. Estaba seguro de que este estropicio era obra de niños y vándalos, porque no era signo ver tantos libros caídos por dejadez, sino que alguien tuvo que provocar eso en un acto de intentar divertirse y no dedicar su tiempo a algo productivo, aunque en fin, para algo estábamos aquí.
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En poco tiempo, la lista de voluntarios se extendió hasta casi el doble de los presentes. Concretamente, las bienvenidas presencias de dos personas más se hicieron presentes en la escena, dos pares de manos más que harían la tarea a la mano mucho más llevadera y sobre todo de menor duración que cuanto intento prever el joven albo. Una enorme suerte que provocó confort en él, siendo que un escaneo rápido al estado de la iglesia dejaba en claro cuán verdaderamente grave el estado del lugar. Como si hubiese sido abandonado, debían compensar el desuso, desgaste y descuido que había acumulado en sus materiales en una única tarde.

Recibió un inesperado saludo de uno de los presentes de los que conocía poco, y con idéntica razón de como si se tratara de un amigo de toda la vida, regresaría la presentación informal del hombre de mechones dicromáticos en mimética manera: Un saludo que imitó al de él, a la vez que acompañaba el ademán con una sonrisa corta que pretendía dar un aire de cordialidad. De misma manera, la presentación de la chica indiferente no pasaría desapercibida aunque no hiciese especial mención a nadie; un saludo que ondeó su mano en dirección a ella, a la distancia, aunque previendo que pasaría mayormente ignorado por la naturaleza ya exhibida, ni pretendía que fuera diferente para no buscar el lado malo de nadie. -Soy Yukine, el gusto es mutuo.- Respondió al primero, inicialmente dirigiendo su línea de visión hacia Kaito y luego regresándola a Kurami, una acción que intentaba expresar que su presentación no se limitaba a una respuesta sino que buscaba aludir a ambos. 

Sin desviar un segundo más, arribó la hora de empezar la razón por la que se reunían en este edificio en primer lugar: Revertir todo lo que el ojo podía abarcar en el interior de la iglesia a sus años mozos, o en una mínima magnitud, al menos hacer el mejor trabajo que les fuera humanamente posible para conseguir ese objetivo. Tras dividir al grupo en dos, su asignación al grupo de los deberes en la biblioteca sería bien recibida por el peliblanco -algo que pronto exteriorizó al asentir con la cabeza-, aunque admitía que no tenía una preferencia por ninguno de los dos lugares. La cocina siempre había sido un sitio de repetida estancia para él, y casi se sentía terapéutico limpiar una vez acababas de usar todos los trastes. Con eso dicho, imaginaba que podía sonsacar la misma cantidad de calma en ordenar la librería. 

De acuerdo! Biblioteca será.- Permitió su cuerpo instintivamente siguiera el caminar de Akami y Fujitora, mientras que se abstraía un instante en la disparidad de los grupos, pequeña pero existente, y de allí al posible desastre por biblioteca que estaban a punto de encontrar, tan pronto arribaran al lugar. Un manojo de pesadillas supuestas que pronto pudo confirmar con sus propios ojos: Estanterías derribados, un suelo que se conformaba más por libros que por lo que yacía debajo de éstos y una capa de mugre que perfectamente podía confundirse con una telaraña por la densidad que ocupaban las hiedras que podían formarse si intentabas sacar un trozo con el dedo. La reacción visceral que provocó fue acompañada por un escalofrío que le subió desde la espalda hasta formar una expresión visible en su rostro por un instante; no es que tuviera aversión a la suciedad en general, sino que su mente simplemente no procesaba el escenario frente a él, una antítesis del orden y la higiene en un lugar tan tranquilo como una iglesia.

Se sacó del estado de shock al agitar su cabeza de manera caricaturesca, un gesto de exagerado movimiento que esperaba pasara desapercibido lo más que fuera posible por sus acompañantes. Lo siguiente fue responder las palabras de Fujitora, que inmediatamente empezaría con su aporte. -¡Entendido! Entonces yo empezaré a levantar todos los libros que pueda del suelo, y los pondré en varias torres para que sea más fácil clasificarlos después. Así tendremos más espacio para movernos sin peligro de dañar algunos, y podremos empezar a remover la suciedad del suelo y los lomos cuanto antes. Lo que me lleva a preguntar...- La orientación de su cuerpo dejó de encarar a Fujitora para ahora apuntar hacia Akami, de quien pidió atención un segundo. -¿Que sucederá con los libros dañados? ¿Se dejarán, tirarán o se enviarán a restaurar?- Preguntó, un intento por conocer por adelantado el destino de aquellos que no fueran tan afortunados de sobrevivir las condiciones actuales. Mejor aún, quería saber si podía llevarse a casa un par de libros aunque fuese literatura básica como lo podrían ser relatos sencillos o cuentos. Su hermana adoraba leer, no dejaría pasar la oportunidad si se presentaba en frente. 

Esperaría la contestación de la pelirroja y, tan pronto supiera lo que quería -e indiferente a la respuesta que le concedieran-, empezaría con la actividad que mencionó: Se arrodillaría sobre el suelo para alcanzar la altura de la literatura caída y tomaría uno a la vez, empezando a formar una torre conformada por varios libros apilados hasta la altura máxima que pudiera tolerar antes de empezar a tambalearse. Si en sus cercanías había una mesa, también la utilizaría para colocar más de estos libros y que no estuviesen más en contacto directo con el suelo, un intento de prevenir que más suciedad pudiese acumularse en las páginas y estropear sus contenidos.
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Vista General:
 Todos los shinobis se encontraban en la Iglesia, eran 4 total y 5 si contábamos a la sacerdotisa quien estaba lista para empezar con las labores asignadas dividido yo no sé en dos grupos el primero iría a la cocina a encargarse de la misma lavando los platos limpiando y el segundo se encargaría de la biblioteca organizando los libros el estado de las estanterías y demás una vez con los grupos listos empezaría la tarea de limpiar aquella iglesia y una pequeña sonrisa se formó los labios de la sacerdotisa recordando el sentimiento de nostalgia que había vivido a lo largo de su vida en este lugar o al menos su vida en el país del agua...- Victorio-sensei... Si usted viera esto estoy segura de que estaría orgulloso...- fue el pensamiento que pasó por su mente antes de empezar con aquellas actividades.

Cocina:
El primer grupo estaría conformado por su alumno aquel joven marionetista de pelo azul que parecía compartir su mismo interés por los viajes y el conocimiento. Y por Kurami quién aparentemente no conocía realmente pero parecía ser alguien de confianza aunque su actitud parecía ser un poco... Arisca...- ¿A qué rendimos culto?...- aquella pregunta era bastante válida por parte del marionetista... La iglesia amaterasu rendía culto principalmente a la diosa del sol naciente...
 
Kaito:
- Amaterasu es considerada una diosa de carácter amable y compasiva con quienes la adoran...- fueron las primeras palabras que salieron de sus labios como respuesta a la pregunta de su alumno- esta iglesia basa su religión en la igualdad aquí es totalmente asunto de desinterés si perteneces al imperio o a la rebelión aquí nada de eso importa realmente... El culto Amaterasu es para celebrar y honrar que puede existir una paz entre nuestros integrantes hay Rebeldes, Rounins e Imperiales... Sin embargo a ninguno le importa eso realmente...- y en efecto ese era todo el concepto o al menos el significado básico del culto amaterasu... Una vez que aquella respuesta fue dada El joven marionetista empezaría con su tarea...

Kurami:
 Mientras que la joven peli negra del país de la tierra parecía demostrar más conocimiento y delicadeza a la hora de cumplir con su tarea aunque aquella expresión de náuseas era bastante evidente a simple vista era claro que aquel lugar era repulsivo y repugnante debido a la falta de mantenimiento y cuidados necesarios por un momento un grave sentimiento de culpa inundó a la sacerdotisa antes de retirarse pues la situación actual de aquella iglesia en parte era culpa de ella y era algo que ella quería olvidar... 

Biblioteca:
El panorama de la iglesia no era realmente muy diferente al de la cocina en cierto aspecto estaba igual de desordenado o desorganizado y cuánta cosas más pudiésemos decir... Libros desgastados y tirados por todos lados... Estantes tirados pero con buen estado al menos eso era evidente y muy importante libros en buenos en buen estado e incluso libros intactos pero que estaban regados por todo el lugar por un segundo la sacerdotisa recordó el porque de eso... Pues cuando cayó en aquel estado semidepresivo por culpa de la muerte de su antiguo mentor y amigo... Sí el obispo anterior de la iglesia Victorio Chesares... Ella frecuentaba bastante la biblioteca para intentar leer y olvidarse de todo y siempre terminaba haciendo un desastre lo que hacía con los libros aquella iglesia había sido totalmente descuidada por su culpa...

Fujitora:
 El almirante de la niebla tuvo una gran iniciativa al decir que revisaría los estantes y estanterías de la biblioteca para ver su estado actual una tarea realmente importante si le preguntaban a la sacerdotisa.... Mientras el almirante empezaba a revisar las estanterías y ver que su condición era la óptima también notaría que en una de ellas había un pergamino envuelto con un lazo dorado el diseño del papiro era similar al de dos tragones que se entrecruzaban a lo largo del mismo ¿Acaso el almirante le prestaría atención a este pergamino o simplemente área de la vista gorda?.

Yukine:
 Y no podemos olvidarnos ya que el peliblanco que también ofreció su ayuda a la iglesia el albino tomó la iniciativa de revisar libro por libro y asegurarse el estado de los mismos e incluso haría una pregunta que dejaría un momento pensando en la sacerdotisa- la verdad prefiero mandarlos para que lo restauren... Muchos de estos libros contienen información muy importante de diferentes temas del mundo ya sea en registros históricos historias cuentos y demás... Perder alguno de estos libros podría ser un impacto negativo sobre los conocimientos de la iglesia por eso aquellos libros que estén desgastados... Póngalos en una pila a un lado y me encargaré de mandarlos a restaurar...- una pequeña sonrisa se demostraría en el rostro de la sacerdotisa mientras saqué el grupo ayudaba y se encargaba de la biblioteca.
 Vista general:
 
 Cuando la cocina y la biblioteca estuviesen limpias los dos grupos se volverían a reunir en el centro de la iglesia para recibir las próximas tareas- bien ahora tocará limpiar el recibidor de la iglesia y encargarse del jardín- tras decir aquello la sacerdotisa se quedaría un momento pensando sobre a quiénes dividiría esta vez... - Fujitora-dono... Kurami-dono... ¿Le gustaría usted desencargarse del jardín?- era claro que la misma sacerdotisa los acompañaría debido a que el jardín requeriría más ayuda que el recibidor- yo los acompañaré mientras que Yukine-dono y Kaito-san se encargan de recibidor- tras eso dividiría de nuevo los grupos dejando al primero en el recibidor de la iglesia y el segundo grupo sería directamente al jardín.

 El recibidor sería posiblemente el lugar menos desordenado pues solo requeriría un poco de limpieza y ya barrer y ese tipo de cosas que podrían considerarse más útiles.
 
 Del mismo modo el jardín también requeriría simplemente cuidados sencillos como lo sería arrancar alguna maleza regar las plantas y ese tipo de cosas.
 
Off


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La chica del Clan Origami terminaría de cumplir con sus tareas de limpieza dentro de la cocina con ayuda del joven Chikamatsu de cabellos azules, Kurami mostró una buena técnica de limpieza, algo refinada, pues había visto como los sirvientes en de su hogar se esforzaban al máximo por limpiar los trastes que usaba la familia de Kurami para comer, y pues ella solo copio lo que veía y aunque su técnica no era tan perfecta como la de los sirvientes, si que tenía “nivel” por así decirlo.

En cuanto terminaron de limpiar la cocina, Kurami no pudo evitar sonreír sutilmente victoriosa, para una persona como ella, que se toma cada cosa como un reto, cumplir con algo tan simple la llenaba de satisfacción. Nuevamente serían llevados al centro de la gran Iglesia de Amaterasu en donde serían informados que la limpieza aún no terminaba y ahora serían repartidos de forma diferente, talvez para fomentar la socialización entre los Ninjas… o eso pensó Kurami cuando fue agrupada junto al gran hombre con una cicatriz en la frente, Kurami solo haría un sutil movimiento de arriba abajo en respuesta a la pregunta de la sacerdote pelirroja

- ¡Muy bien grandote!, ¡Nos toca el jardín! -

Parece ser que a la chica le estaba gustando la misión y es por la misma razón de siempre ponerse retos en cada cosa que veía. La Origami comenzaría a caminar por aquel largo pasillo para salir de la Iglesia y dirigirse al patio del recinto, un patio para nada bonito y bastante maltratado, pero aún tenía reparación y si no la tenía, Kurami lo haría, pero de que no fracasa, no fracasa. Antes de sí quiera salir y admirando el patio desde la puerta, Kurami se giraría para ver a Akami y alzar un poco su voz para ser escuchada

- ¡Sacerdotisa!, ¿¡no tendrás alguna herramienta que nos pueda facilitar el trabajo en el patio!? -

Kurami es rara, le gustan los retos, pero si puede facilitárselos, ¡que mejor!, o quizás no es rara, simplemente es un poco bipolar, pero eso ya es otro tema. La chica solo esperaría la respuesta de la pelirroja y la ayuda del Almirante para comenzar con la limpieza y arreglo del patio
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La efectiva colaboración del joven Yukine fue primordial para recoger la mayor parte de los libres, y aunque yo estuviera levantando y revisando también el estado de las librerías, cogía algunos volúmenes en buen estado para devolverlos a sus respectivos módulos por orden alfabético.

- Gracias por encargarte de la mayor parte de los libros Yukine, pronto tendremos la librería... eh, mira esto -

En pleno agradecimiento, un extraño pergamino con un elegante lazo que lo cerraba, cayó mientras levanté el apartado que lo contenía, alargando mi mano hasta el montón de libros donde cayó y alzándolo de cara al joven peliblanco y hacia la obispo Akami.

- ¡Eh Akami! disculpa por la distracción pero mira esto, ¿sabes a caso que puede ser? -

Le dije mientras caminaba hacia ella, ofreciéndole aquello, pues no veía con buenos ojos abrir documentos pertenecientes a la iglesia sin el permiso de esta. Mientras esperaba su respuesta, no iba a demorarme en colocar las últimas estanterías, una vez las coloqué debidamente en su sitio, y ayudado a Yukine también a recopilar algunos libros que quedaban esparcidos por el suelo. Tras ello, y tras recuperar levemente el aliento, la biblioteca presentaba un mejor estado, aunque era muy visible los huecos en sus estantes ya que algunos libros parecían no encontrarse en las mejores condiciones para quedarse ahí, y bien serían mandados a restaurar o los que tuvieran un estado irrecuperable llevados a eliminar. La pelirroja alzó la voz para dar nuevas indicaciones tras acabar aquel apartado de la iglesia, obviamente habrían más que necesitaban rehabilitarse, y tras su orden, parece que esta vez me tocó al jardín con la joven impulsiva, seguro que su ímpetu resultaría útil, pues las labores de jardinería siempre implicaban esfuerzos mucho más allá de barrer y quitar el polvo.

Sin perder el tiempo, aticé la cabeza hacia el jardín para hacerle un gesto cooperativo a Kurami, y ambos nos dirigimos con decisión al patio donde se encontraba. La chica, emitió un grito hacia la pelirroja sacerdotisa para intentar dar con unas herramientas aptas para la tarea, mientras ello, pude divisar bajo unos matorrales, un voluminoso cofre de madera, algo viejo y roto, su tapa tan solo estaba sobre puesta. Con curiosidad, levanté esta dejando ver algunas herramientas para el cuidado de plantas y el trabajo de la tierra.

- Mira Kurami, no te preocupes aquí están -

Le dije, mientras agarraba un zacho para empezar a levantar la mala hierva.

- Hay rastrillo, tijera de poda, una hoz algo embotada e incluso una pala, sírvete, están para esto -

Y tras ofrecerle de nuevo el dispensario para la labor, me puse a zachar la zona y a comenzar a retirar todo aquella maraña silvestre asalvajada, con decisión y con premura, las raíces se iban levantando y las iba llevando hasta un rincón, pronto la tierra marrón húmeda empezó a relucir y aquel patio comenzaba a verse en todo su esplendor.
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Un apilado tras otro, el ritmo que el joven peliblanco empezó a adoptar empezaba a tornarse cada vez más rítmico conforme intentaba anteponer muy necesaria organización en la caótica emulación de biblioteca sepultada bajo el océano de literatura. Un movimiento hacia adelante y otro hacia atrás, su cabeza abandonó el intento de procesar activamente cada repetición que realizaba para pasar a hacerlo de manera automática, instintiva, percatándose minutos después de lograr el resultado que había formado tantas torres de libros como la equivalencia de media estantería para los libros. Y las que quedaban por hacer.

Fuese papel, cartón, plástico o cuero, un indicio de tristeza tomaba raíz en su cabeza cada vez que veía cada una de las fuentes de información acumularse en la pila, siendo imposible de ignorar el estado decadente que tenía cada una.

La cantidad de polvo y notable degradación en cada cubierta era una clara consecuencia del desuso por el que había sido sometido cada libro, y con ello la impresionante falta de muy necesario mantenimiento diario que daba por hecho dejaría permanentemente manchada la tapa, algo que difícilmente podía solucionarse sin profundizar aún más en el daño; no siendo su tarea cuestionar lo que hubieran o no hecho, ni de dónde obtendrían los fondos para la hercúlea tarea de reparar todos los libros, intentaría no ponerle demasiado peso y continuar con su tarea comprometida.

Su pregunta eventualmente encontraría respuesta por parte de la sacerdotisa. Una que, aunque se alejaba monumentalmente de la respuesta que hubiera querido recibir, entendía perfectamente la razón por la cual su petición había encontrado una negativa, argumentado aún más a profundidad por la propia Akami. Documentos sensibles, información delicada, incluso si era en una de las naturalezas más didácticas e infantiles que pudiera imaginar en primera instancia, esto no los alejaba de ser bancos de información con un etiquetado de alta sensibilidad. Y aunque la curiosidad empezaba a picar su puerta, prefirió omitir los detalles más a profundidad que pudieran existir; no era un asunto en el que quisiera enredarse por una pregunta tonta, ni tampoco le estaban pagando lo suficiente para otorgarle importancia.

-Hmm... Entiendo. Es una pena, me hubiera encantado poder llevarme a casa un par o más de ellos para mantenerlos en casa como lectura de entretenimiento ocasional, pero comprendo si son de los que tienen mucho peso encima. Al contrario, preferiría no tener un documento tan importante en mi hogar, no paso el suficiente tiempo en él como para asegurarme de que no entrarán a destrozar todo solo para llevárselo.- Comentó en respuesta, sacando una pequeña oportunidad en medio de las líneas para arrojar un comentario afable que buscaba apelar al sentido del humor de los presentes, aunque fuese en una mínima cantidad.

Su pesar demostró ser poco duradero, pues sería subsanado por el inesperado agradecimiento de Fujitora ante el esfuerzo que el joven albo intentaba realizar en pos de facilitar la movilidad por el lugar. En respuesta, una sonrisa honesta se dibujó en su rostro, la cual acompañó a sus palabras. -¡No tienes que agradecerme! Lo hago encantado, y a decir verdad, encuentro cierta paz en poner orden a... situaciones caóticas como ésta, hacen una buena terapia relajante. Al menos desde mi punto de vista.- Respondió, para ahora atender el hallazgo con el que el hombre había dado. ¿Un pergamino? De intrínseca decoración además, casi exhibiéndose impoluto a la suciedad a su alrededor. Un descubrimiento interesante, pero uno con el que compartía su idea con el contrario; no estaba bien meter ojo en propiedad ajena, mas aún cuando ya se había expresado la naturaleza sensible de éstos. 

Había intentado mantenerse lo más eficiente posible, despejando notables claros entre la marea de hojas y tomos dispersos a lo largo del suelo que se redujeron a simples pilas repartidas a lo largo de los espacios libres. Algunas llegando hasta la altura promedio de los presentes, otras mas reducidas pero numerosas y muchos tantos más sobre las múltiples mesas repartidas a lo largo de la instalación, pero todos ordenados de tal manera que fuese imposible tropezar con ellos accidentalmente y ocasionar un desastre que reiniciara todo el trabajo realizado. 

Ahora, los grupos se reasignarían y su nuevo compañero de deberes sería Kaito. -¡Entendido! Al recibidor entonces.- Asintió en sincronía con sus palabras, siguiendo la guía de Akami hasta llegar al mencionado lugar, y una vez llegó, su mirada paseó por el lugar en un intento de formar una idea sólida de los lugares a restaurar. -Hmm... Un poco sucio, pero ha sido mucho más difícil en la biblioteca. Esto podemos acabarlo pronto.- Comentó, manteniéndose positivo y agradeciendo el enorme contraste, tanto en el trabajo a realizar como en el área que debería cubrir incluso estando acompañado. Con ello, tomaría una escoba cercana y empezaría a barrer el suelo del lugar, intentando juntar todo el polvo en un único punto para posteriormente recogerlo y desecharlo en el contenedor de basura más cercano, y repetir cada que fuera necesario.
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Siguiendo las sugerencias de Kurami, Kaito demostró una meticulosidad asombrosa al organizar y limpiar el desordenado espacio. La agilidad de sus manos manipulando la Origami resultó en una eficiencia que transformó el lugar repugnante en algo tan reluciente como permitían las circunstancias. La colaboración de Kaito y la marioneta equivalía a la fuerza laboral de diez hombres.

Al regresar a la sala central, Akami sensei aguardaba con nuevas instrucciones. En esta ocasión, Kaito se emparejaría con Yukine, el único entre ellos que aún le resultaba desconocido. Mientras Akami se retiraba con Kurami y el almirante, dejando a Kaito y al joven albino en el recibidor de la iglesia, el Chikamatsu dirigió su mirada a su compañero.—Entonces, ¿cómo prefieres comenzar? —preguntó Kaito, caminando hacia una de las múltiples estatuas dentro de la iglesia. Observó con cierta incredulidad las figuras inmóviles, ya que no comprendía del todo el concepto de fe—. ¿De dónde eres, Yukine? ¿Te atrae la idea de creer en estas, ¿cómo llamarlas?, deidades? —Luego de formular sus preguntas, realizó rápidos sellos de manos, expulsando una corriente de aire de su boca que despejó el polvo acumulado sobre la estatua, revelando su imponente presencia.
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Las cosas en la Iglesia se movían bien a un ritmo bastante bueno, la limpieza habia empezado con buen pie dividiendo a los presentes en dos grupos para ir cada grupo, o dúo, a cumplir con una labor especifica. El primer grupo se encargaría de la cocina mientras que el segundo grupo de la librería. Y la pelirroja acompañaría al grupo de la librería para ayudar alli, sabiendo que era el lugar mas desordenado, comparado con la cocina claro esta. Y en el proceso una duda del albino le llamo la atención... Era sobre los libros de la iglesia...

 Biblioteca Yukine-Fujitora:

 Yukine:

  - Hmm... Entiendo. Es una pena, me hubiera encantado poder llevarme a casa un par o más de ellos para mantenerlos en casa como lectura de entretenimiento ocasional, pero comprendo si son de los que tienen mucho peso encima. Al contrario, preferiría no tener un documento tan importante en mi hogar, no paso el suficiente tiempo en él como para asegurarme de que no entrarán a destrozar todo solo para llevárselo.- Aquella fue la respuesta del albino ante las palabras de la pelirroja- Mmm... así que buscas algo para leer después...- murmuraría la pelirroja mientras recogía algunos libros y los colocaba cuidadosamente en los estantes- Supongo que podría darte algunos... solo debería ver bien su contenido... igual conozco la información de algunos de los libros que están aquí...- le diría mientras pensaba un poco- Pero... me gustaría que termináramos aquí primero... ya después veremos eso... ¿Te parece bien Yukine-san?- le comentaría con una notable sonrisa.

 Fujitora: 

 No pasaría mucho antes de que el Kaguya volviera a donde estaban los mas jóvenes hablando a la par que cumplían con la labor de organizar la biblioteca... librería... como quisierais llamarle... Mostrando un pergamino bastante llamativo- Oh... un pergamino... gracias Fujitora-san - diría algo sorprendida mientras tomaba el pergamino en sus manos y lo miraba con detenimiento- Eh?...- la curiosidad le habia consumido y termino por abrir aquel llamativo pergamino leerlo de reojo- Mmm... posee información sobre el Kenjutsu... No es algo que me interese mucho...- diría envolviendo el pergamino de nuevo para después ponerlo en una de las estanterías- El Kenjutsu... es un arte bélica... no es algo que me atraiga mucho...- murmuro tranquilamente para seguir con aquella tarea de limpieza.

 Cocina Kurami-Kaito:

 La limpieza de la cocina habia sido un exito en manos del marionetista y la origami, quienes dejaron el lugar totalmente impecable y acto para el uso... algo que dejo bastante sorprendida a la pelirroja cuando fue capaz de contemplar una cocina tan limpia asi. Luego de eso, los grupos se dividirían una vez mas... 

 


Recibidor Yukine-Kaito:

 La pelirroja habia dejado acabo de la limpieza del recibidor a aquellos dos chicos que habían llamado su atención de un modo u otro... Mas en el aspecto personal que otra cosa, por lo que antes de retirarse les desearía buena suerte a ambos antes de retirarse para ayudar en el grupo del jardín.

 Jardín Fujitora- Kurami:

 Y una vez mas, la pelirroja se uniria al grupo donde estaba aquel kaguya nombrado Fujitora... Mientras que la pelinegra antes de sí quiera salir y admirando el patio desde la puerta, Kurami se giraría para ver a Akami y alzar un poco su voz para ser escuchada- - ¡Sacerdotisa!, ¿¡no tendrás alguna herramienta que nos pueda facilitar el trabajo en el patio!?  - Herramientas? Bueno en...- antes de siquiera contestar, el almirante ya habia cumplido con la petición de la pelinegra- O bueno... allí lo tienen jeje- comentaría con un poco de gracia- Bien... empecemos con esto- diría para dar inicio a aquella tarea.

 Off: De nuevo me disculpo, pero como ya les comente en discord, la navidad me cayo encima esta vez ;-;

Off2: Vamos que nos faltan dos turnos...

 GO GO GO GO 

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Ni si quiera hizo falta que la Sacerdotisa de cabellos rojos respondiera a los gritos de la Origami puesto que el gran Almirante logró obtener antes las herramientas para el cuidado del jardín, sacándolas de un baúl de madera algo viejo y desgastado con la tapa apenas colocada. Kurami miró con detenimiento todas las herramientas dentro de aquel cofre antes de soltar algunas palabras

- ¡Bien! Yo me encargo de darle forma a los pequeños árboles con las tijeras… Las hermosas y afiladas tijeras… -

Eso último lo diría tomando las tijeras entre sus manos y viéndolas con admiración, con una sonrisa algo sádica en su rostro, posiblemente imaginándose aquellas cuchillas cubiertas con sangre de alguna pobre alma que haya tenido la desgracia de toparse de frente a una Kurami enfadada, aunque rápidamente retomó su compostura y se acercó a los árboles para comenzar a cortar con precisión las ramas y hojas, todo con tal de acomodar el tamaño y darle una forma elegante y hermosa al jardín, que seguro que con ayuda del trabajo del Almirante de Kirigakure, dejarían el jardín tan hermoso como el día en el que se fundó la iglesia.

Pero no se conformaría con darle forma a los árboles, sino que también ayudaría a Fujitora a arrancar la mala hierba del suelo usando sólo sus manos una vez terminara con los árboles. Algo le decía que no tenía que dar una imagen frente a los chicos que se encontraban en aquella misión, así que poco le importaba mancharse de tierra y pasto, incluso parecía que estaba disfrutando de limpiar los jardines de la iglesia y eso que ella detesta limpiar, cosas de gente bipolar…

(Creo que nunca antes había limpiado un jardín, quien diría que podría ser algo divertido de hacer, igual y cuando regrese a la mansión me pongo a limpiar el jardín, o talvez no, detesto limpiar, o talvez sí ya que es divertido)

Ahora la Origami estaba en una batalla interna de que debería hacer con el jardín de su casa una vez llegara a Iwagakure, todo mientras ayudaba a Fujitora a quitar la hierba seca que quitaba hermosura y elegancia al jardín…
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Mi corpulencia y mi físico, sumado a un buen manejo del zacho hicieron que aquella labor tan rudimentaria fuera verdadero pan comido, también gracias a la ayuda de la joven Kurami, cuyo trabajo de poda adelantó muchísimo aquella tarea del jardín. Fui distribuyendo y retirando la mala hierva que sacaba, amontonándola y llevándola con carretilla hasta el exterior de la iglesia para tirarla fuera, fue sorprendente ver tras una de esas idas y venidas, que la joven había terminado de darle forma con las tijeras a los árboles, y con motivación decidió ayudar con las malas hiervas que abundaban por doquier por todo el suelo del jardín de la iglesia, que aunque había retirado la mayor parte, aún se repartían por la tierra arraigadas con avaricia.

- Ah genial Kurami, gracias por prestar aun habiendo terminado de podar, terminaremos ya este jardín, nos quedó bien bonito -


Elogié su compromiso y colaboración, en un abrir y cerrar de ojos, el jardín finalmente quedó arreglado, y di por finalizado el trabajo tras entrar de nuevo en la iglesia, después de deshacerme de la última remesa de mala hierva que saqué de allí. Volví al jardín para depositar las herramientas que utilizamos en su respectivo sitio. Tenía las manos bastante labradas y llenas de tierra, porque la madera del zacho era áspera y seca, por lo que la piel de los callos de la palma se ennegrecieron y quedaron duros. Las sacudí con firmeza y me dirigí hasta la joven.

- Lo de por aquí ya está listo, volvamos dentro quizá el resto también haya terminado -

Le dije, ofreciéndole internarnos de nuevo en la iglesia para comprobar el estado de los demás y si la sacerdotisa Akami pensaba en arreglar otras zonas o podríamos haber cumplido con el cometido. Me dirigí en paz hasta donde estaban barriendo, a una distancia prudencial me dirigí de nuevo hasta la pelirroja.

- Ya estamos por aquí de nuevo, el jardín está incluso mejor que antes, ¿algo más por arreglar por aquí? -

Sentencié, cruzándome los brazos posteriormente, con una sonrisa de satisfacción y esperando la respuesta de la chica. Y aunque estaba algo cansado, tenía un sentimiento de paz por dentro bastante reconfortante, pues independientemente de que simpatizase en mayor o menor medida con la religión, si que respetaba toda clase de contucta o estilo de vida que se enfocase en la quietud, la contemplación y sobre todo el silencio, y la iglesia, apartando quizá momentos puntuales, tenía mucho de eso.
[Imagen: 20231127_013118.gif?ex=664f3727&is=664de...813aae68f&]

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Una negativa explícita que acabó por mutar en una probable positiva, una pequeña posibilidad de que la petición que el joven albo realizó anteriormente acabara por ser aceptada por la sacerdotisa. La idea se había transmitido perfectamente, y aunque el lector objetivo real se perdía en medio de ausencias de palabras, le bastaba con que el concepto general fuese tomado en cuenta: Eran para su hermanita, que seguramente no acabaría de sacarles mucho provecho más que para hacer más llevaderas las tortuosas horas dentro de casa en las que no podía hacer mucho más que observar al tejado en espera de algún suceso importante visible desde la ventana del piso superior.

La expresión del joven se adaptó al repentino cambio de decisión en la pelirroja, dejando ver una sonrisa amplia que iba a juego con su ser cotidiano. Y aunque admitía para sus adentros que aún tenía un indicio de confusión rebotando en su cabeza por la inesperada variación, era justamente el diente que no iba a verle a este caballo regalado. -¡Entonces te encargo eso! Te lo agradeceré mil veces si al final es posible.- Alegre claramente, aunque su tono no difería mucho de su jovialidad estándar. 

Y asintió una vez recibió la petición: Centrarse en terminar lo que ya habían iniciado con anterioridad. Después de todo, la actividad central de todo lo que sucedía a su inmediato alrededor residía lejos -metafóricamente- de la petición hecha por Yukine. -¡Por supuesto! Antes que nada acabar con la misión, y ya después de eso podemos sentarnos un rato del resto.- Una propuesta amigable, nunca dejaba de lado la posibilidad de tomarse un día con calma y quemarlo en una conversación agradable con alguien más, aún menos si se trataban de conocidos.

La llegada y permanencia del dúo en el recibidor de la iglesia iniciaría con una pregunta que iba directo al grano de parte de Kaito. Le agradaba, aunque siempre favorecía un poco más de conversación. -Mmm... Lo mejor de entrada sería remover el polvo de los sitios, juntar todo el que se pueda en pequeños montículos para luego recogerlos más fácilmente y que los objetos fuera de sitio no se estropeen con la película que ya se habrá formado.- Pausó un segundo, dando una nueva escaneada con su mirada a la zona en pos de verificar sus siguientes palabras.

-Quizá también sea una buena idea remover el polvo de los cosas antes de recolocarlas, no nos serviría de mucho reubicar todo si al final serán los propios objetos los que sumen al desastre.- Comentó y empezó a hacer, realizando las tareas en el orden descrito: Remover el polvo de cualquier posición mas elevada que el suelo, barrerlo en pequeñas agrupaciones para tratar con él más fácilmente, darle una mano de limpieza a los objetos -sobre todo a los que ya habían formado una película de polvo por encima- y finalmente regresar a su ubicación original cada objeto.

Pasando de 0 a 100, la siguiente pregunta de Kaito arrancaría una parte de la atención del albo en sus tareas para dedicársela al peliazul. Inesperada cuanto menos, pero haciendo lo posible para que esto no impactara en lo absoluto sobre su desempeño en los esfuerzo de limpieza. -Acabas de soltar una pregunta bastante profunda, ¿no te parece?- Su comentario antecedió una carcajada suave, una seña de que no se lo tomaba a mal en lo absoluto, solo no esperaba recibir preguntas sobre sus creencias al llegar en instancia tan inconexa como ésta, según lo que él consideraba y esperaba.

-Veamos... Es difícil decir si me llama o no la idea de creer en un ser superior. Después de todo, creer en algo tan poco empírico es difícil por no decir idealista. No es tan diferente de creer que todo está controlado por una deidad superior enmascarando un titiritero maestro, y que por ende el libre albedrío es mentira. Pero sería ingenuo pensar que porque los sentidos no pueden captarlo, no hay ni hubo nada allí en primer lugar. Y podemos volcarnos en esas preguntas retroalimentándose mutuamente hasta quedarnos hechos vegetales.- Carente de educación formal como fuese, no era un chico tonto en lo absoluto. Al contrario, era un buen lector que había comido su justa cantidad de contenido literario de todo tipo, de lo tonto hasta lo más avanzado. Caso contrario, ni entendería lo que es un sello de mano para este punto, mucho menos sus consecuencias con la correcta ejecución. -Si me permites respondértelo de manera un poco esquiva... Mi creencia está en hacer todo lo posible para ser mejor cada día, y obrar en el mejor interés propio y de todo el que se merezca una miga de atención, que nombrados de otra manera: Las personas que no desean un mal egoísta a otros. El resto vendrá cuando deba venir, y lo solucionaré exactamente como todo lo demás: Con lo mejor de mí.- Finalizó, un punto filosófico que tenía sus altibajos y críticas sin duda. Aunque su rostro no miraría al del peliazul, una sonrisa desinteresada pintada en su rostro señalaba a gritos la sensación de paz en su interior. Terapéutico como era el aseo y liberador como era hablar de sus pensamientos más profundos, acabó disfrutando de la sesión mucho más de lo que pensaba.
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Kaito escuchó atentamente las palabras de Yukine, y su rostro se mantuvo imperturbable, aunque sus ojos reflejaban una mezcla de interés y respeto por la respuesta del joven. Las siguientes palabras de Yukine, resaltando su enfoque en ser mejor cada día y actuar en el mejor interés propio y de aquellos que lo merecen, parecieron resonar de alguna manera en la filosofía de Kaito.

La corriente de aire que emanó de la boca de Kaito mientras realizaba sellos de manos pareció llevar consigo un suspiro, como si estuviera dejando escapar una reflexión interna. -Entiendo tu perspectiva, Yukine. En este mundo, a menudo nos enfrentamos a preguntas sin respuestas claras. La idea de mejorar constantemente y actuar con empatía hacia los demás es un camino noble.- Kaito se detuvo por un momento en su tarea, observando la estatua recién limpiada con una mirada pensativa.

Luego, como si cambiara de marcha, Kaito retomó su tarea de limpieza, pero esta vez, sus movimientos eran más pausados, como si estuviera sumido en sus propios pensamientos. -A veces, estas discusiones filosóficas pueden desviarnos de la realidad inmediata. Pero, en fin, estamos aquí para cumplir una misión. ¿Qué te parece si nos concentramos en organizar este lugar antes de seguir con nuestras conversaciones? Además, estoy seguro de que Akami sensei estará de vuelta pronto con nuevas indicaciones.- Kaito sonrió de manera ligera, intentando suavizar la atmósfera que a su parecer sus propios cuestionamientos habían provocado mientras volvía al trabajo.

La conversación había dejado una semilla de comprensión entre Kaito y Yukine, y aunque el peliazul estaba más acostumbrado a la soledad y la introspección, comenzaba a apreciar la presencia y perspectivas del joven albino. En sus ojos, se vislumbraba una chispa de curiosidad sobre qué más podría descubrir sobre su nuevo compañero mientras continuaban con la tarea asignada.

Mientras continuaban con la limpieza del salón de la iglesia, Kaito y Yukine se sumergieron en el ritmo tranquilo de su labor. Kaito, con su habilidad innata, manejaba los objetos con gracia y precisión, mientras que Yukine, con su enfoque meticuloso, contribuía al esfuerzo conjunto. La colaboración entre ambos shinobis demostró ser más que eficiente, dejando el lugar notablemente más ordenado.

En medio de la tarea, Kaito rompió el silencio con otra pregunta, esta vez más ligera. -Yukine, ¿alguna vez has tenido la oportunidad de explorar lugares como estos? Refiriéndose a las iglesias, claro está. A veces, estos sitios tienen historias fascinantes, aunque no todos compartan la misma creencia.- Mientras hablaba, Kaito recogía con cuidado algunos objetos, revelando el brillo y la belleza oculta que se escondía bajo el polvo acumulado.

El tiempo pasó, y el resultado de sus esfuerzos empezaba a notarse claramente. La iglesia, antes polvorienta y descuidada, ahora lucía como un lugar digno de ser venerado. Kaito miró a su alrededor, satisfecho con el trabajo conjunto. -Buen trabajo, Yukine. Parece que logramos devolverle un poco de esplendor a este lugar. ¿Qué te parece si descansamos un momento antes de recibir las próximas instrucciones? Tal vez al terminar Akami nos permita ver si encontramos algo interesante en la biblioteca de aquí.- Kaito sugirió con una sonrisa, indicando hacia la puerta que los llevaría de vuelta al salón

La relación entre Kaito y Yukine estaba tomando forma, y aunque cada uno era un misterio para el otro, la colaboración en esta tarea les estaba dando la oportunidad de descubrir más allá de las apariencias.
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