Entre Samuru y Renji se coordinaron como si lo tuviesen planeado de antemano, pero muy casualmente. Las raíces del chico de la Tierra enraizaron a los genin, y de los pergaminos del Kujaku salieron una cantidad de armas formadas de chakra que inhabilitaron el movimiento de los shinobis de la Hierba, y sumado a la inmovilización de las técnicas de raíces, lograron neutralizar a los ninjas hostiles.
La voz de Samuru, ahora enaltecido por una raíz, fue oída por el conjunto de shinobis de Kusa que habían permanecido pasivos. Esos mismos sujetos, y también todo el grupo de Kakusei, oyó una voz. Se trataba, al parecer, de alguna maniobra de comunicación. Pronto todas las radios de onda de los shinobis de Kusagakure recibirían un mensaje, una directiva de una de las personas más queridas y respetadas por todos allí en la Hierba.
El grandísimo Dendé lo comunicó a todo el mundo, e inclusive los shinobis de Kakusei pudieron oírlo, por una extraña razón. Las habilidades comunicativas del pequeño jovencito verde trascendían barreras tecnológicas: una absoluta leyenda. — Kuroro-sama ha caído. El Comandante Shirou igual, y hemos tenido numerosas bajas. Como consejero del Kusakage y asesor de nuestro príncipe de la Hierba, yo Dendé, anuncio que Kusagakure ha sido vencida. Solicito un alto al fuego de todos nuestros hombres, y espero que el enemigo esté dispuesto a dialogar. Nos han doblegado, solo les imploro que ya no corra más sangre.
Todos los shinobis allí presentes se quedaron estáticos, y algunos incluso tiraron sus armas al suelo. ¿Qué decidirían hacer los miembros de la organización invasora? ¿Darían cese a la violencia perpetrada hasta el momento? ¿O arremeterían hasta pisotear por completo el espíritu de un pueblo ya rendido?
— ¿Quién es el líder? Identifíquese con mis hombres y me dirigiré hacia allí para negociar nuestra rendición indeclinable. Desde ya decir que no intentaré ninguna artimaña. — pronunció el hombre verde nuevamente.
Mientras tanto, entre Arata, Kuma y Kaname se suscitaba algún dilema que involucraba prisioneros. Los genin allí presentes observaban estupefactos. Los miembros de Kakusei se debatían y se negociaban cuerpos humanos como si de mercancía se tratase, atendiendo a las órdenes de un tal Adan Yamanaka, a quien, los más avispados y conocedores, identificaron como el capitán rebelde de Konoha.
La voz de Samuru, ahora enaltecido por una raíz, fue oída por el conjunto de shinobis de Kusa que habían permanecido pasivos. Esos mismos sujetos, y también todo el grupo de Kakusei, oyó una voz. Se trataba, al parecer, de alguna maniobra de comunicación. Pronto todas las radios de onda de los shinobis de Kusagakure recibirían un mensaje, una directiva de una de las personas más queridas y respetadas por todos allí en la Hierba.
El grandísimo Dendé lo comunicó a todo el mundo, e inclusive los shinobis de Kakusei pudieron oírlo, por una extraña razón. Las habilidades comunicativas del pequeño jovencito verde trascendían barreras tecnológicas: una absoluta leyenda. — Kuroro-sama ha caído. El Comandante Shirou igual, y hemos tenido numerosas bajas. Como consejero del Kusakage y asesor de nuestro príncipe de la Hierba, yo Dendé, anuncio que Kusagakure ha sido vencida. Solicito un alto al fuego de todos nuestros hombres, y espero que el enemigo esté dispuesto a dialogar. Nos han doblegado, solo les imploro que ya no corra más sangre.
Todos los shinobis allí presentes se quedaron estáticos, y algunos incluso tiraron sus armas al suelo. ¿Qué decidirían hacer los miembros de la organización invasora? ¿Darían cese a la violencia perpetrada hasta el momento? ¿O arremeterían hasta pisotear por completo el espíritu de un pueblo ya rendido?
— ¿Quién es el líder? Identifíquese con mis hombres y me dirigiré hacia allí para negociar nuestra rendición indeclinable. Desde ya decir que no intentaré ninguna artimaña. — pronunció el hombre verde nuevamente.
Mientras tanto, entre Arata, Kuma y Kaname se suscitaba algún dilema que involucraba prisioneros. Los genin allí presentes observaban estupefactos. Los miembros de Kakusei se debatían y se negociaban cuerpos humanos como si de mercancía se tratase, atendiendo a las órdenes de un tal Adan Yamanaka, a quien, los más avispados y conocedores, identificaron como el capitán rebelde de Konoha.
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