La información clave y todo aquel detalle que él Chikamatsu pudiera necesitar venía detallada en el pergamino, el cual reveló el paradero de un hombre alto y diestro en la espada. Un individuo aparentemente ciego, un espadachín hábil cuyo nombre resonaba en la memoria de Kaito: Fujitora. El marionetista recordó haberse cruzado con este misterioso guerrero durante una misión conjunta en el hospital, destacaba por su agudo inteelcto. Sin embargo, la información adicional sobre su ceguera agregó un matiz intrigante a la imagen que Kaito ya tenía de él.
Rhooh delineó los objetivos de la misión de reclutamiento, y la tarea no era simplemente convencer a Fujitora de unirse a Kakusei, sino también moldear sus ideales y perspectivas. La organización buscaba no solo fuerza bruta, sino mentes afines que abrazaran la visión de Kakusei para un nuevo mundo.
La estrategia de reclutamiento incluía exponer a Fujitora a la realidad cruda del mundo, revelándole el sufrimiento causado por la prolongada lucha entre las fuerzas rebeldes y el Imperio. Kaito debía mostrarle el dolor generado por la destrucción de lugares como Suna, su tierra natal, a manos de deidades despiadadas. La imagen del Dios, kami sama, arrasando con su hogar sería un recordatorio brutal de la crueldad del mundo para el Chikamatsu.
El siguiente paso era hacer que Fujitora comprendiera que tanto los Rebeldes como el Imperio eran culpables de derramamiento de sangre inocente. La batalla entre ambas facciones dejaba un rastro de muertes colaterales, y Kaito debía hacerle ver a Fujitora que mientras estas fuerzas persistieran, el mundo seguiría sumido en un ciclo interminable de sufrimiento y conflicto.
El ideal de Kakusei, según Rhooh, era eliminar ambas facciones y establecer un régimen justo donde el dolor y el sufrimiento fueran cosas del pasado. Aunque Kaito y Rhooh compartían el deseo de un mundo sin sufrimiento, su enfoque y métodos tenían matices más sombríos. Ambos eran conscientes de que para construir un nuevo orden, algunos sacrificios y actos cuestionables serían necesarios, por lo que determinar si Fujitora estaba dispuesto a aquello era crucial
Con esta misión encomendada, Kaito se embarcaría en la tarea de reclutar a Fujitora, llevando consigo no solo la fuerza bruta de un guerrero hábil, sino también la semilla de las ideas que Kakusei quería plantar en las mentes de aquellos que se unieran a sus filas. La danza entre la luz y la sombra continuaba, y Kaito, como marionetista de su propio destino, tejía hilos invisibles en el tejido del mundo que buscaba cambiar.
La información proporcionada por Rhooh llevó a Kaito a las brumosas calles de Kirigakure. La neblina que envolvía la aldea era cómplice de su sigiloso avance, y entre las sombras y la bruma, el marionetista se encaminó hacia una taberna local, un lugar donde la información fluía tan libremente como la bebida.
La taberna marcada resonaba con risas y murmullos, y Kaito, con su manto, se deslizó sin llamar la atención hacia un rincón estratégico. Allí, entre la penumbra, distinguió lo que parecía ser la figura reconocible del almirante Fujitora, quien al parecer se encontraba inmerso en sus propios pensamientos, ajeno a la presencia de Kaito.
El chikamatsu se dispuso a entrar en calma. Una vez dentro con una inclinación casual de la cabeza, Kaito se acercó a la mesa de Fujitora. La atmósfera de la taberna permitía un tono menos formal, y el marionetista decidió adoptar un enfoque más relajado.
—Fujitora, ¿eh? —saludó Kaito con una sonrisa astuta—. ¿Te importa si me uno a la fiesta? Kaito se sentó, la mesa entre ellos albergando la complicidad de misiones compartidas. La taberna ofrecía un telón de fondo animado para su encuentro, y Kaito decidió mantener el tono liger.
—Bueno, parece que no me informarón mal, que pdria verte en Kirigakure —comentó Kaito con una risa sutil—. Me dijeron que estabas aquí, y pensé que podríamos tener una charla-