[Evento de Halloween - D] Los restos de la noche de brujas
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El alba aún no se asoma en la capital del País del Agua, cubierta por una densa capa de cielo nocturno que, ya sea por la contaminación lumínica o la habitual densa capa de niebla que la cubre a estas horas, no deja ver estrella alguna. Pese a todo, ya se pueden escuchar pasos y conversaciones matutinas a lo largo de sus calles; comerciantes, tenderos, trabajadores y algunos ninjas o agentes de seguridad ya han amanecido y parten apresuradamente en dirección a las tareas que se les han asignado...

Es para una de estas labores que tres ninjas han sido citados en la plaza central de la ciudad. Aún tranquila a causa de la total ausencia de luz solar -si bien completamente iluminada por farolas y diversos focos-, la plaza ha visto días mejores, pues el suelo de la misma es pegajoso al tacto y las decoraciones Halloweenescas que la cubren, antaño llamativas, ahora están mojadas y arrugadas. En el centro de la plaza, sentado en el borde de una fuente estoica tallada en mármol -cuyos chorros de agua aún no acompañan la decoración, posiblemente por la hora- espera un hombre moreno, algo regordete y de aspecto desaliñado, mascando con incómoda sonoridad lo que parece un bastón de regaliz.

- ¡Ya era hora de que llegarais! - Grita en un tono quizás demasiado alto para la hora actual - Gastom Prick para serviros, en fin, vamos al grano... Tenemos varias tareas por hacer y no se van a hacer solas; por ahora podéis elegir entre estas tres, cuando terminéis, volved a este mismo lugar y se os asignarán otras tantas. Yo os ayudaría, pero es que tengo algo de flato y no me pagan por hacerlo.

Una vez presentados los shinobi, el hombre les mostrará una lista con las tareas a realizar:
  • Desincrustado de los caramelos derretidos entre las baldosas de la plaza central (Se os proporcionarán varias estacas y espátulas)
  • Recogida de las calabazas abandonadas en las calles que rodean al centro neurálgico de la ciudad (Se os proporcionará un carro, vos sois la mula)
  • Recogida y guardado de las decoraciones de Halloween que aún siguen expuestas en farolas, fachadas y puntos de interés.

Elegid que tarea deseáis llevar a cabo.
Normativa
Recordatorio de la misión
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Sora se acercó al hombre moreno, Gastom Prick, y le dedicó una cortés inclinación de cabeza. Observó el entorno con una mezcla de interés y ligera resignación ante las tareas propuestas. La plaza, una vez viva y colorida, mostraba ahora signos de haber sido despojada de su encanto por la oscura mezcla de caramelos derretidos y decoraciones arrugadas.

Un placer, Gastom Prick. Soy Sora, estoy aquí para ayudar. — Se presentó con una sonrisa, manteniendo su postura respetuosa. La figura del hombre mascando el bastón de regaliz le causó cierta curiosidad, preguntándose si era una costumbre local o simplemente un hábito peculiar del hombre.

Cuando Gastom les mostró las opciones de tareas, Sora se aproximó a la lista y leyó detenidamente. Mientras reflexionaba sobre cuál elegir, no pudo evitar pensar en la ironía de la situación: un ninja, entrenado en artes marciales y tácticas de combate, enfrentándose a la tarea aparentemente mundana de limpiar caramelos derretidos.

Sus pensamientos se reflejaron en una expresión momentánea de diversión antes de que decidiera verbalizar sus elecciones. — Creo que me encargaré de los caramelos derretidos. Parece una tarea que requiere precisión y habilidad, algo que puedo aportar. — Dijo con confianza, consciente de que su destreza en el manejo de herramientas y su agilidad podrían ser útiles en esa tarea específica.

Con una paleta en mano, Sora se dirigió hacia la zona designada y comenzó a desincrustar con cuidado los caramelos derretidos entre las baldosas. Se esforzó por mantener una actitud diligente, aunque no pudo evitar que su mente divagara sobre la naturaleza de la misión. La ironía de un ninja dedicado a la guerra enfrentándose a la tarea de limpiar dulces derramados no dejó de amargar su sentido del deber.

Con cada movimiento de la espátula, Sora encontraba una extraña satisfacción en el proceso. La tarea, aunque simple, requería su atención y habilidades específicas. Se centró en el trabajo, buscando la eficiencia y la perfección en su tarea aparentemente común. Aunque no era lo que esperaba de una misión ninja, comprendió que las habilidades de un shinobi no se limitaban a la batalla.

Mientras avanzaba con su tarea, Sora no podía evitar notar la mirada de algunos transeúntes que observaban con curiosidad la presencia de ninjas en una tarea tan peculiar. Suspiró, resignado ante la inevitabilidad de las responsabilidades que se les asignaban. Sin embargo, una pequeña chispa de satisfacción surgió al imaginar cómo, al final del día, la plaza recuperaría parte de su esplendor, incluso si era gracias a la labor de desincrustar dulces derretidos.
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Última modificación: 17-12-2023, 11:50 AM por Fujitora. Razón: Cambio de color en el pensamiento.
Amanecí tirado cuál perro callejero en el interior de uno de los puestos de la plaza, cobijado de la llovizna de la niebla que cada día humedecía todo el contorno de la villa y que se intensificaba durante los amaneceres, extendiéndose hasta bien entrada la mañana. Con diversas mantas que ni sabía de donde aparecieron, dormí calentito dentro de las posibilidades y con un terrible dolor de cabeza, un cuerpo de escombros, y la mente desorientada. Sin lugar a dudas, estaba en mis horas más bajas.

Me levanté de manera poco ortodoxa, como pude, recuperando tanto la verticalidad como la poca dignidad que aparentaba tener, quería encontrar a aquel vendedor de licor de calabaza y reventarle la tráquea de un puñetazo, por el veneno que vendía. Eché a andar mientras masajeaba mis piernas para descongestionarlas, las notaba tensas y agarrotadas tras la noche y el mal descanso, tenía tan mala sensación de responsabilidad conmigo que no hacía nada más que darle vueltas a lo poco que recordaba de la noche.

- Maldita sea mi estampa y la de aquel desgraciado, menuda vergüenza doy -

Musité con mis primeros pasos, para después continuar la lenta y costosa marcha. Cruzando la plaza, mientras arrastraba como podía mi cuerpo, un hombre rechoncho postrado en la inactiva fuente de esta, llamó mi atención mientras pasaba a pocos metros de su costado, recriminándome una demora que desconocía pues no recordaba haber mantenido con él contacto alguno, sin embargo, como iba más borracho que una cuba no descartaba que durante la noche lo hubiera hecho, por lo que por pura vergüenza le seguí el rollo.

- ¡Oh si! Disculpe señor Prick, me lié algo más de la cuenta durante los festejos, ya sabe... -

Y me acerqué hasta él, y hasta un joven que también estaba. 

- Fujitora, un gusto -

Dije presentándome hacia ambos, disimulando una enfermedad llamada resaca, aparentando una dignidad que no sabía si transmitía. Me aproximé hasta la lista de tareas que ofrecía el hombre, con el ceño fruncido por mi malestar, leí punto por punto los objetivos.

- ¿Tan borracho iba que me comprometí a hacer esta mierda?, maldita sea... -

Pensé tras ver que todo era recogida de los efectos de la festividad, pero resignado, solté un leve soplido. El joven se adelantó cogiendo la tarea de los caramelos, por lo que yo accedí a responsabilizarme de la siguiente.

- Aprovecharé el físico para hacer de mula para el carromato, me encargo de las calabazas -

E intentando poner buena cara, asentí con la cabeza tras mis palabras y levanté esta girándola hasta ver un pequeño carro destartalado en las inmediaciones, dando por hecho que sería el indicado para la labor. Me acerqué hasta él y empecé a arrastrarlo desde su parte frontal, recorriendo los puntos de la plaza donde se amontonaban calabazas reventadas y mojadas, tirándolas hacia su interior para empezar a llenarlo con ellas. Que bonito el halloween, si, me encanta.
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Las festividades siempre eran épocas de júbilo, de festejo y deleite para quienes conseguían mantener un esbozo de espíritu infantil como para disfrutarlas sin miramientos. Podía ser año nuevo, halloween, noche buena, poco importaba el nombre mientras que una muchedumbre de absolutos desconocidos fuera capaz de reunirse en una plaza a levantar sus copas, dulces y regalos tan algo como les fuera posible, arrojaran un temático berrido que se perdiera en las corrientes de aire y sobreescribieran cada trazo de silencio que amenazaba con adormecer el ambiente.

Pero estaba de más decir que tras cada celebración nacía un gran desastre. No uno figurativo, sino la literal acumulación de cada uno de los accesorios que se usaría para decorar la zona festiva, que permitiría llevar a cabo la fecha de la forma mas inmersiva posible; todos adoraban hacer la fiesta en casa de alguien más, porque estas mismas personas eran completamente conscientes de que nadie quería limpiar el desorden después del brindis final y el borrón de memoria consecuente.

Esta vez Yukine perteneció al equipo de limpieza, el que había sido encargado con la tarea de meter mano al susodicho desastre y de restaurar las calles a su estado impoluto que le permitía disimular la despiadada naturaleza del País del Agua. Aunque admitía que en parte habría aceptado el encargo a regañadientes por la descuidada perdida de una tonta apuesta en el punto cumbre de una fiesta donde involucró más alcohol del que su cuerpo pudo procesar y arrojar de una forma u otra, una parte de él prefería mantenerse optimista y observarlo como dar una mano a los civiles que todo el día concurrían el área y que el día de mañana, luego de la resaca, tendrían que volver a sus apacibles actividades.

Inclusive y visto por otro lado, una forma de compensar su desastrosa toma de decisiones en aquella misión con el hombre lobo y la novia cadavérica, por poco específica que fuese la ayuda aportada individualmente. Si lo repetía las suficientes veces sin parar hasta que se convirtiera en un eco rebotando en cada ángulo de su cavernosa cabeza, tenía fé ciega de que calaría lo suficientemente profundo para hacerse parte de su subconsciente... O bueno, al menos eso esperaba.

Arribó a la zona, arrancado de cualquier pensamiento errante por el grito de volumen desmedido que jugó en contra de la sensibilidad auditiva de la mañana, algo que le hizo arrugar un lado de la cara, imperceptible para quien no estuviera prestando minuciosa atención a sus expresiones fáciles al momento. Con suerte, el solicitante de la misión tendría su atención lo suficientemente dividida entre todos los presentes como para ignorar el involuntario gesto malacaroso que su rostro había exteriorizado como un tick responsivo. 

-¡Buenos días, señor! Yukine, encantado de saludarlos a todos.- Por una vez -y esperaba la última- se permitió usar su afabilidad aprendida como una máscara a una actitud desganada que quería lidiar con el problema y echarse una larga siesta en total ausencia de ruidos por encima de un susurro, que si bien intentaba alimentar el susodicho mal humor por medio de la positividad que habitualmente conseguía irradiar con indiferencia al trasfondo, tal que consiguiera observarla situación bajo una luz más radiante... Era notablemente más difícil realizar este ejercicio cuando tenías un mareo nauseabundo y persistente, producto de haberte pasado de copas por un descuido que encadenó otros tantos más.

Las tareas habían sido puestas sobre una metafórica mesa, dejándolos para repartirse las tareas entre el grupo presente; con sus compañeros adelantándose a escoger la que realizaría cada uno, en su regazo recaería la tarea de remover y guardar todas las decoraciones de Halloween dispersas a lo largo de la ciudad. Una tarea sorprendentemente terapéutica, teniendo en cuenta que incluía la posibilidad de dar recorridos a la ciudad al paso que considerara necesario, y que el esfuerzo físico sería mínimo. Lo único y más importante a tener en cuenta era no hacer una tontería que acabara en daños materiales por los que acabara respondiendo.

-Bien, me encargo de las decoraciones entonces.- Confirmó verbalmente, antes que dejarlo como una suposición suelta en el aire para el resto. Y con eso empezó a caminar hacia la aglomeración decorativa más cercana en la que tomaría entre sus manos cada decoración a la vista, intentando reunir todas en pequeñas pilas separadas por tipo, tal que pudiera facilitar su posterior guardado o su desechamiento según ameritara; telarañas, pequeñas arañas de juguete, imágenes festivas adheridas a la pared o calaveras que confiaba fuesen suficientemnete falsas como para no colgar una cotidiana denuncia de apuñalamiento a un lado de la plaza. 

Inhala profundo, exhala en igual medida. En un parpadeo estaría tumbado en un cómodo mueble tomando un galón de agua para recuperarse de la resequedad en sus labios y la pérdida de líquidos de una amnésica noche.
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Última modificación: 17-12-2023, 06:49 PM por Skuld Samuru.
Las presentaciones se desarrollan con la tranquilidad esperada, y aunque Prick no respondería verbalmente a ninguno, se dignaría a sonreír misteriosamente a Fujitora cuando este expusiera una disculpa basada en los "festejos", ya que el propio Gastom sabía bastante al respecto. Con respecto a la posición moral en la que quedaba el Kaguya al estar al mismo nivel conversacional de Gastom Prick, es algo sobre lo que este narrador prefiere no comentar al respecto...

Sin más entretenimiento, comenzarían a realizar sus tareas diligentemente, quizás con más velocidad de la esperada.

Sora tomaría los recursos otorgados por la organización y marcharía dispuesto a arrancar todos los caramelos de la zona asignada... Aquella tarea, monótona y mucho más física de lo que podría parecer en un principio, le acabaría llevando a descubrir en poco tiempo la joya de la corona. Oculta a los ojos de la mera plebe, entre un pequeño jardín de arbustos y dos bancos -claramente una zona de botellón- había un escalofriante pero fascinante amalgama de caramelo, crema, chocolate y... más cosas... Todo ello seco y con alguna que otra botella incrustada en una composición de arte abstracto y grotesco que representaba a la perfección el final de aquellas efímeras festividades.

- Ah si, ya has visto eso. Yo probaría a derretirlos o humedecerlos un poco - Se escucharía gritar a Prick en la lejanía - Pero no aconsejaría lamer, igual te encuentras más de una sorpresa desagradable - La sonora y gutural carcajada de Gastom llenaría la plaza, haciendo girar el rostro a todo transeúnte que paseara actualmente por la misma. Algunos incluso miraban a su reloj tras dicha exposición, como si intentaran justificar aquel comportamiento de alguna forma con la hora; sin demasiada suerte en el intento, cabe añadir.
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Por su parte la tarea de Fujitora transcurriría con monótona tranquilidad. Algunas calabazas, pisoteadas o aplastadas, eran más laboriosas de recoger que otras, pero en principio no parecía una tarea que requiriera demasiada habilidad... Aunque las apariencias, engañan. Tras unos minutos recogiendo calabazas y una vez los pasos del Shinobi le guiaran hasta una de las intersecciones marcadas dentro del área a limpiar, los primeros restos de, como la llamaban los aldeanos "La epifanía del rey calabaza" se apoderarían de la escena.

Se trataba de una pequeña plaza peatonal, otora de aspecto cuidado y elegante, que en el presente dejaba claro haber visto días mejores... Algunos ladrillos, parte del suelo y un par de farolas habían recibido el impacto de lo que parecían ser artefactos explosivos. Hasta ahí no había problema alguno, la restauración no era parte del trabajo asignado a Fujitora... El problema surgía con la presencia de puré de calabaza salpicando en todas las direcciones en las zonas afectadas por aquellas explosiones, casi como si alguien hubiera tirado hortalizas cargadas de dinamita... Algo que, como le contarían los transeúntes al interesado en caso de preguntar, era exactamente lo que había ocurrido.

Por suerte o por desgracia -principalmente desgracia- limpiar cualquier resto de calabazas si entraba dentro de las tareas del shinobi.
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Por su parte, a Yukine -quien había sido el último en elegir- no le quedaría más remedio que dedicarse descolgar y recopilar todo el decorado expuesto por la ciudad. La mayoría de los elementos usados para esta decoración -consistente principalmente en luces rojizas y cartones con corte de terror festivo- se encontraban en un estado medianamente aceptable. Algunos de los restantes por otra parte; ya fuera por la lluvia ocurrida en días anteriores, la enorme carga de humedad causada por la constante niebla que cubría el país u otras causas menores; darían muestras de haber perdido todo su lustro, llegando incluso a ser irreconocibles algunas de las formas elaboradas de papel y cartón, que ahora eran poco más que pelotas de papel mojado.

De cualquier modo, la recogida transcurriría con relativa normalidad. Lo que para ciudadanos normales era un trabajo tardía y delicado (Pues requerían de grúas o escaleras para descolgar cada nuevo decorado) resultaba particularmente sencillo para cualquiera con la capacidad de caminar por superficies verticales o saltar varios metros de distancia con relativa facilidad. Así pues, no debería de resultarle demasiado complejo terminar de recoger el decorado.

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Sora se sumergió en la tarea de desincrustar los caramelos derretidos entre las baldosas de la plaza central. Inicialmente, pensó que sería una labor tediosa y física, pero pronto descubrió un rincón oculto que cambiaría su perspectiva. Entre un pequeño jardín de arbustos y dos bancos, se encontró con una amalgama de caramelo, crema, chocolate y otros elementos. Era una creación grotesca y fascinante que encapsulaba el final de las efímeras festividades de Halloween.

El arte abstracto y grotesco, compuesto por restos secos de caramelos, capturó la atención de Sora. Sin embargo, las palabras de Gastom Prick le advirtieron sobre la posibilidad de sorpresas desagradables. Aun así, la curiosidad pudo más, y Sora se agachó para explorar la composición con detenimiento. Observó las distintas capas de dulces derretidos, fragmentos de envolturas y alguna que otra botella incrustada en la masa. La visión era impactante y, al mismo tiempo, inspiradora en su extrañeza.

Aunque inicialmente pensó en seguir la sugerencia de Prick y probar a derretir o humedecer la creación, la cautela lo detuvo. En lugar de eso, decidió documentar la escena con su teléfono, tomando fotos desde diferentes ángulos para capturar la singularidad de aquel "arte" efímero. Las luces tenues de la plaza le otorgaban un toque especial a las imágenes, resaltando la textura y los colores de la amalgama.

Mientras realizaba su tarea principal de limpiar los caramelos derretidos, Sora no pudo resistirse a compartir su descubrimiento con sus compañeros de misión. Tomó algunas fotos adicionales para mostrarles la obra peculiar que se escondía en aquel rincón olvidado. Aunque la tarea de desincrustar los caramelos continuaba, la experiencia se había transformado en algo más que una simple limpieza: se había convertido en la exploración de un rincón insólito en medio de las labores rutinarias.

Sora se preguntaba qué pensarían sus compañeros al ver las imágenes y si alguno de ellos se aventuraría a acercarse al curioso montón de dulces y restos. La plaza central, inicialmente marcada por la monotonía de la limpieza postcelebración, cobraba vida de una manera inesperada para el joven shinobi.
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Su receso, cada vez a más distancia, se vería retrasado en presencia de la verdadera magnitud del trabajo que había asumido. Tan reducido como pudiera parecer, no fue sino hasta que levantó la cabeza hasta la verdadera altura de las construcciones que rodeaban la plaza que se pudo percatar de todos los decorativos que restaban en la escena. Un suspiro tendido se escuchó a la vez que su mirada se entrecerró como una manifestación de su estado de ánimo, pero a esta altura de su toma de decisión, poco más le quedaba sino tolerar el mareo y seguir para delante sin sobrepensarlo.

Cuantas menos de sus neuronas dedicara a entender cuánto de la actividad de saneación restaba por completar, mejor; como un camino que se estiraba a sus pies cada que intentaba llegar hasta la otra punta, la única solución real era cerrar los ojos y caminar con fe ciega, si de todas maneras la única salida era seguir marchando hacia su frente. 

Cada pila cargaba consigo un tipo diferente de decorativo, y si bien tenía apartado a un lado varios pequeños montones de los que aún permanecían en un estado relativamente aceptable -al menos el suficiente para intentar su restauración y habilitar su reúso en una futura estancia de la festividad-, hubo uno de éstos amontonamientos en particular que destacaba de entre el resto. Un montón de papel humedecido, contorsionado sobre sí mismo y cargando tal deterioro que un simple tacto descuidado haría que se desmoronara con una frustrante facilidad. Si no estuviese en la mitad de un lugar público, con transeúntes que podían pasar las consecuencias de una decisión irracional y apresurada, seguramente una técnica Fuuton bien arrojado podía... No, no podía repetir esa tontería... Bueno, podía pero no debía.

Ahora llegaba la parte... tediosa. Si bien moverse por un terreno completamente vertical no suponía el mas mínimo problema para cualquier Shinobi con un mínimo de experiencia, el problema de facto estaba en la presencia del molesto mareo que plagaba su cabeza, persistente e indispuesto a abandonar su sistema nervioso con la mas mínima brevedad. 

Kinobori no Waza

Concentró chakra en la planta de sus pies y por extensión su calzado, esto hasta conseguir formar la capa fina necesaria para adherirse a las superficies; dio un primer paso en la pared mas cercana, seguido de un segundo en la cual su cuerpo necesariamente se reorientó para alinearse con su nueva superficie de soporte. El primer segundo que trajo consigo el primer retumbar en su cabeza, molesto como ninguno, agradecidamente duró poco menos de un segundo, un malestar que consiguió zarandearse de encima al agitar su cabeza de un lado a otro. 

-Cuánto antes acabemos con esto, mejor.- Murmuró, dirigido a nadie más que su propio medidor de paciencia. Lejos de tomarse su tiempo con cada una de las decoraciones húmedas y, para este punto, imposibles de reutilizar, se ahorraría el viaje de descenso y ascenso al convertir cada adorno irreversiblemente moldeable en una pequeña pelota con suficiente peso como para no ser obstruida por el viento, dirigida de un lanzamiento de un lanzamiento planeado a hacerla formar parte de la gigantesca pila ya formada. Si podía confirmar que los artículos susodichos no estaban dispuestos para recogida y almacenamiento, lo mas práctico que podía hacer era perder cada gramo de cuidado vertido en éstos y usar el tiempo ganado para los que sí requerirían toque delicado.
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Era tan palpable la suma cantidad de calabaza malgastada durante los festejos, como la incongruencia de este, o al menos para mí, y aunque perjudicado por ello y por no encontrar el chasiu a tiempo, me veo ahora inmerso en recoger las mierdas de todos los demás, con fuerza interna maldecía una y otra vez todo lo relativo a halloween y lo que conllevase. 

La tarea, además de denigrante, me lapidaba como clavos en la planta del pie pues no podía con mi cuerpo, un malestar físico inundaba cada centímetro de este saco de huesos y era un verdadero suplicio cada vez que me agachaba a recoger una calabaza, no hablemos cuando encima no estaban de una pieza. Pero por pura vergüenza cargaría con tal penitencia, también por mí para que me valiera de recordatorio, alcohol igual a mierda. Mis pasos me llevaron hasta una plaza que estaba en muchas de sus zonas salpicadas con calabaza por todos lados, un verdadero estropicio solo al alcance de los más grandes timadores de arte del país del agua.

- Fiuuu... y esto es calabaza, por lo cual no me queda otra que recogerlo -
- Eh eh eh, no te desanimes, se te ve joven y fuerte -

Dijo extrovertido un comerciante cargando de su venta, vaciaba su puesto de halloween en aquella plaza, posiblemente para devolverlo hasta su almacén. Lo fulminé con la mirada cuando me dió la espalda, y no le procedí más que silencio y algo de rabia. Comencé quitando los rastros de calabazas más fáciles, por todos los rincones que pude y raspándome las manos con algunas superficies más ásperas, como los adoquines o algunas esquinas, ya que el frío había solidificado esos restos.

- Ey, anda toma, yo ya limpié el puesto, puedes cargar el cubo de agua limpia ahí en la fuente, ten cuidado y no pierdas la pastilla de jabón de dentro o te quedarás sin él, puedes quedarte el cepillo si quieres... ¡y no te deslomes tanto! -
- Ah joder, muchas gracias por esto, mi espalda te lo agradece... esta calabaza sale fatal -

El mismo hombre había vuelto, al mismo al que le dediqué una mirada asesina, ahora me ofrecía un largo cepillo de cerdas bastante duras, un cubo y jabón para limpiar correctamente. Con algo de culpa por lo que le procesé al vendedor, no tenía más remedio que aprovechar esa ayuda y limpiar más a fondo y más alto por cada rincón de la plaza restregado de calabaza, con aquel cepillo enjabonado, los restos se reblandecían y los barría directos al alcantarillado, perdiéndose por el desagüe. La labor me estaba cargando los hombros demasiado, y aunque estaba exhausto, con mucha falta de sueño y ya puestos de una ducha calentita, veía tras cada barrido el fin de todo ese puré de calabaza salpicado. Maldito halloween.
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Casi todos los implicados acabarían sus tareas (En el caso de Sora, quedando la oda a la podredumbre por arrancar del suelo), pudiendo volver a la plaza central a por el siguiente trabajo. Gastom Prick les esperaba sentado en la misma fuente, solo que en esta ocasión, en lugar de un palo de mascar, tendría un vaso de plástico lleno de café caliente en sus manos - ¿Hace frío eh? - Señalaría con sorna poco antes de dar un sorbo al cálido líquido, sin desviar ni un instante su mirada de los shinobi.

- Bueno. Como la mayoría ha realizado adecuadamente sus tareas y me siento generoso, os daré un descanso de diez minutos - Casi parecía estar masticando con rencor las palabras de aquella primera sentencia, especialmente al mencionar a "la mayoría" - Tu no peliblanco - Diría con clara molestia en la voz, percatándose tras esto de que, de hecho, tenía a dos jóvenes de blancos cabellos en frente - Joderse con las modas emo góticas juveniles...

- Me refiero a ti - Diría ahora señalando a Sora con su mano derecha, claramente arreglando el error anterior - Usa ese tiempo para limpiar eso que has dejado por ahí antes de que esta plaza parezca una residencia Aburame y luego te vas a lo que te hayan dejado tus aliados - Matizó, refiriéndose claramente a la "escultura" que Sora había dejado sin recoger, que casi parecía empezar a brillar con misticismo ante las primeras luces del alba. Además, y como había indicado con sus palabras, Prick retiraría al joven Sora la posibilidad de elegir primero o segundo una tarea a realizar, algo que dibujaría una maléfica sonrisa en su cara.

Sin más dilación, Gastom buscaría entre sus bolsillos, hasta extraer una libreta, cuyo contenido expondría ante los tres shinobi:
  • Ayudar a desmontar el escenario de música y espectáculos.
  • Barrer la plaza principal (Centrarse en eliminar los vasos de tubo, papel de envolver, cartones alimenticios...).
  • Limpiar los aseos públicos cedidos para estas festividades.
  • Traerle a Gastom Prick un café. (No Gastom, no, ya vale de editar las listas de tareas. Ultimo aviso)
- Elegid sabiamente - Diría Prick, sonriendo con malicia, completamente consciente de la situación que estaba propiciando.

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Sora, después de arrancar con habilidad los caramelos derretidos entre las baldosas, observó con satisfacción la zona ahora libre de esa pegajosa y colorida contaminación. Sin embargo, su atención fue atrapada por el intrigante espectáculo que se escondía entre arbustos y bancos: una amalgama grotesca de caramelos, crema, chocolate y más, formando una peculiar obra de arte de decadencia post-festiva.

Ante la sugerencia de Prick de no lamer semejante maraña, la sonora carcajada del hombre resonó por la plaza. Sora se limitó a asentir con una sonrisa, apreciando el peculiar sentido del humor del hombre. No obstante, su deber estaba cumplido, y se disponía a volver al punto de encuentro.

Al llegar, encontró a Gastom Prick disfrutando de un vaso de café caliente. El comentario sarcástico sobre el frío no hizo más que resaltar la expresión de Sora, quien, a pesar de estar acostumbrado a situaciones similares, no pudo evitar sentir el helado mordisco del viento de la madrugada. Las palabras de Prick sobre un breve descanso parecieron sorpresivamente amables, aunque la sutil crítica dirigida a cierto "peliblanco" resonó en el ambiente.

Sora fue señalado, inicialmente malinterpretado por su cabellera. La corrección y la referencia a la moda "emo gótica juvenil" provocaron una ligera mueca de confusión en el joven. Sin embargo, el tono se suavizó cuando se dirigió específicamente a él, indicándole que aprovechara el tiempo para limpiar la escultura que había dejado en la plaza.

Claro, lo haré enseguida — respondió Sora, tomando la sugerencia con calma y agradeciendo internamente el breve respiro.

Dirigiéndose al "monumento" que había creado sin querer, Sora reflexionó sobre cómo su habilidad para arrancar caramelos no se traducía en la misma destreza para limpiar el desastre artístico que había dejado. Con determinación, comenzó a desmantelar su "escultura", recogiendo los restos dispersos y limpiando meticulosamente para restaurar la plaza a su estado original.

Con el tiempo a su favor, Sora se esforzó en dejar la plaza impecable. Cada pedazo de caramelo, chocolate y crema fue retirado con cuidado. Aunque su tarea era más humilde que algunas de las que había realizado antes, le dedicó la misma atención y destreza, convirtiendo la limpieza en un acto meticuloso y casi artístico.

Una vez completada la tarea, Sora se dirigió hacia el grupo, preparado para el siguiente desafío que Gastom Prick tenía reservado para ellos. La libreta del hombre reveló tres opciones: ayudar a desmontar el escenario de música y espectáculos, barrer la plaza principal centrándose en eliminar los residuos festivos, o limpiar los aseos públicos cedidos para las festividades. La elección recaía en los hombros de Sora, y la maléfica sonrisa de Prick indicaba que la decisión no sería fácil.
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Tras volver de dejar como los chorros del oro aquella plaza con el cepillo, no me quise desprender de él para posibles nuevas tareas que el descastado del señor Prick mandase de nuevo a hacer. Por ello, me presenté de nuevo con el cepillo en una mano y el cubo en otra, con la cara algo desencajada y cara de pocos amigos, literalmente le rompería el palo de aquel gran cepillo en la nuca a ese gordo insolente, pues su actitud era de todo menos cercana a compadecerse de nosotros tres, y aún más desconsiderada con uno de los jóvenes peliblancos que allí también estaban conmigo, el cual, no habría hecho algo correctamente y tuvo que volver a ello. Por mi lado, no iba a perder mucho más tiempo, pues era vital empezar cuanto antes para terminar antes también.

- Aaghh... a ver esa lista... supongo que barrer la plaza, tengo el cepillo a si que haré buen uso de él barriendo todo eso, os veo aquí de que acabe chicos -

Alcé el cepillo con la misma mano y lo llevé hasta el mismo hombro, sobresaliendo su extremo por detrás, y tomé camino hacia la plaza. Por el camino, aproveché para ir barriendo todo lo que se especificaba en la lista, también era cierto, que el hecho de no ver calabazas por todos lados aliviaba y parecía mucho más llevadero el trabajo y más alcanzable una limpieza más plena.

- Toda esta basura habrá que meterla en algún lado -

Pensé mientras iba haciendo montones, para ir despejando partes de la plaza. Levanté mi vista, y por suerte, un enorme carromato tirado por dos caballos yacía cargando desperfectos de los puestos comerciales de la plaza, y con picaresca y algo de buenas formas, me acerqué hasta el hombre que parecía comandar aquello.

- Hola disculpe buenos días, mire... ando también barriendo la plaza para limpiarla, al igual que sus compañeros tirando lo roto de los puestos... ¿le importa que tire aquí todo lo de los montones? le haría un favor también a la villa para que no queden por aquí -

- Ah buenos días, ¡si adelante!, falta mucho espacio porque volvemos de descargar, echale ahí lo que quieras -

Y gracias a la pasiva colaboración de aquel señor, fui montón por montón echando sobre el enorme depósito del carro los vasos, envoltorios, cartones y otros tipos de deshechos indeseables que fui recogiendo del suelo. Al cabo de un buen rato, y el carromato por la mitad, terminé de echar toda la basura en él, un verdadero suplicio al que ahora tocaba de seguir quizá con otra tarea.
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Última modificación: 19-12-2023, 08:54 PM por Yukine.
Por fin había conseguido finalizar su parte. Un enorme montón de papel humedecido que se había disuelto y fusionado en un único bulto gigantesco de apariencia casi cancerígena se levantaba por encima de los otros de menor tamaño, un contraste que le hizo imposible no considerar la cantidad de desechos que se generaban en una única festividad tan pasajera como lo podía ser Halloween; no estaba en contra de que la gente festejase, al final del día muchas de las personas presentes tenían que vivir del día a día y ya llevaban suficiente estrés encima como para encima otorgarles un descanso aburrido y poco atractivo. Pero... Desde el fondo de su corazón, genuinamente se impresionaba de la cantidad de desechables que se utilizaban, y cómo la mitad de estos podrían ahorrárselos para invertir en otros implementos más... duraderos. O como mínimo, reciclables. 

Sea como fuere, no vertió de más su cabeza en el asunto. Recuperado del mareo que lo atormentaba instantes atrás, se separó de la superficie vertical de un único salto que lo aterrizó nuevamente en el suelo, dejando los montículos separados por categoría en donde se encontraban para que la siguiente ronda de personal se encargara de la parte fácil: Su transporte a cualesquiera que fuera la bodega utilizaba para su almacenamiento hasta la próxima fecha festiva pertinente y alineada. 

Arribó a la fuente donde se encontraba el encargado de supervisar sus tareas, el mismo hombre que recibiría al grupo con un comentario quizá no malintencionado, pero definitivamente sádico en el núcleo de su naturaleza.

Sí, hacía un frío para cagarse y el hombre estaba tranquilamente tomándose un café que le permitía mantenerse caliente. Lejos de permitir que esto afectara sus manierismos visibles, inhaló y exhaló profundamente para contener cualquier fuga de emoción de su persona, una acción que disimuló perfectamente como el albo exhalando sobre sus manos para frotarlas con tal de calentarlas. 

Escuchar una denominación común hacia él provocó que un escalofrío le descendiera por la espalda a modo de alerta, preocupado de que quizá hubiese visto mas allá de su fachada y ¿honestamente? sorprendido por la celeridad con la que lo había conseguido. Una falsa alarma que sería aclarada con brevedad al momento en que señalara a su compañero, que si bien sintió un alivio por dentro, por otro lado sintió un tick de molestia por como se refería a uno de sus compañeros. 

Intentando invertir el mayor tiempo posible en las tareas por encima de otra cosa -mas que nada para acabar cuanto antes-, ahora dirigiría su atención a la lista nueva. Y aunque esperaría a que los otros escogieran las tareas, hubo una en particular que no llamaba su atención en lo absoluto: Limpiar los aseos de las festividades. No era desconocido a saber la poca higiene que podía llegar a existir en éstos lugares, y en vista de que su otro compañero se mostró indeciso ante su elección final, tomaría la decisión aún disponible por la que no encontraba rechazo.

-Me quedo con desmontar el escenario entonces.- Y partió hacia el lugar señalado, esperando que todas las herramientas necesarias estuvieran en los alrededores inmediatos de los props a desmontar. 

A su llegada, la presencia de otras personas llamó la atención del albo, anunciando su presencia antes de ser confnudido por un ladrón de poca monta que intentaba hacerse con un par de tuercas para revenderlas. -¡Buenas! Me han enviado a darles una mano, ¿me pueden indicar dónde están las herramientas?

Su petición fue contestada con un ademán vago y desinteresado de una de sus manos, que ni siquiera se vería acompañado por una contestación verbal aunque fuese de mala gana. Aunque lo vería como un acto de mala educación de parte de los encargados, podía entender que ya tenían suficiente en su plato haciendo su propio trabajo como para darle un grano de atención al recién llegado más allá del absoluto mínimo necesario. 

Suspiró y se dirigió a donde asumió que habían señalado anteriormente, encontrando allí a plena vista una enorme pila de herramientas de todas las formas y colores que servirían para separar las uniones más firmemente puestas en el escenario. Y se pondría a ello, desatornillando cada punto que pudiera encontrar y removiendo cada tabla, soporte o prop que aflojara lo suficiente como para removerlo de un suave tirón, cuidadoso de empezar por los cuales aguantaran menos peso sobre sí mismo, y los que se encontraran más arriba del todo sin caer estrepitosos al suelo.
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Para cuando Sora acabara con el trabajo, seguido de cerca por Yukine y Fujitora, Gastom se encontraría distraído mirando a la gente pasear (Habiendo empezado a amanecer, cada vez más personas caminaban por la plaza). Al ver a ambos shinobi, su rostro se torcería por la sorpresa, dejando claro que no esperaba verlos de vuelta hasta al menos unos cuantos minutos más.

- ¡Pero...! - Gastom se llevaría una mano al rostro, frotándolo con cierta incredulidad antes de pasar a hurgar su espesa barba en la aparente búsqueda de apaciguar un picor incómodo - Al final sí que iba a ser verdad que los ninjas de rango barato hacen mejor las tareas que mis asalariados comunes. ¿No habéis pensado en dedicaros profesionalmente a la limpieza? - Aquel comentario, pese a que quizás se trataba del primer y único alago de corazón emitido por el hombre, podría llegar a ser insultante para los guerreros entrenados que tenía ante él... O quizás no, todo dependía de como quisieran tomárselo.

- Vamos a ser sinceros zagales - Diría refiriéndose a Yukine y al propio Fujitora, con quien realmente no debía de estar demasiado separado en "experiencia vital" - No me esperaba que acabarais tan rápido. La verdad es que pese a la increíble rascada de nalga de vuestro compadre en su primer oficio, con el cúmulo de caramelo y... ehhh... crema... - Gastom carraspearía, volviendo a hablar antes de que la sonrisa diabólica que ocultaba saliera a la luz - Pues eso, que pese a todo no es que haya sido especialmente lento, llevaba buen ritmo. Pero bueeeeno, bueno, ¡bueno! Supongo que solo os quedan dos opciones - Alzaría su mano izquierda, elevando dos sendos y peculiarmente esbeltos dedos - La primera es ir a por un café caliente y sentaros conmigo a esperar que vuestro compañero acabe, que la verdad, va a ser una risa. La segunda es, si por algún motivo os tenéis poco aprecio y respeto a vosotros mismos, ayudarlo a acabar más pronto para que todos podamos irnos antes a casa... Que ya os advierto que el tiempo ganado os lo gastareis frotando vuestra piel con agua caliente - El panorama en los baños parecía estar pintado en tonos de color madera.
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Apartados a la entrada del callejón menos transitado que daba a la plaza central, una hilera de cabinas de plástico azul y blanco esperaban imponentes a la llegada del bravo guerrero que se atreviera a afrontarlos. Con una altura de dos metros sesenta, un ancho realmente escaso para lo que se precisaba hacer en su interior y un aroma a orín tan intenso que empezaba a captarse a unos diez metros de distancia, los orinales portátiles se alzaban como el enemigo final a superar en aquella abrupta mañana.

- Tenéis unos cubos de agua por aquí al lado, justo al lado de una caja con unos veinte litros de lejía dentro... Es poco, lo sé, llevo años quejándome - Diría Gastom señalando a la parte de atrás de la fuente - Por lo demás... Buena suerte - Y por segunda vez en lo que llevaban junto a él, el encargado de la misión parecía estar hablando de corazón - Nunca dije que fuera un trabajo fácil.

El tiempo para postear de 24 horas ya ha expirado.

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Volviendo de nuevo hasta la situación del señor Prick, me encontré de nuevo con Yukine que al parecer también realizó pronto sus tareas y se mantendría a la espera de nuevas órdenes si es que las hubiera. Caminaba exhausto y apoyando el extremo contrario del cepillo para ayudar a mi cuerpo a avanzar entre los húmedos adoquines de la calle, pues tenía el cuerpo tan molido que me costaba mantener la compostura, literalmente estaba reventado a causa de la noche de desenfreno que tuve, un descanso más hiriente que reparador y para colmo, todas las tareas de limpieza que tuve que hacer por no recordar si es que le debía algo o conocía a este señor.

Una vez llegué de nuevo hasta la fuente, el hombre parecía sorprendido por la optimización del trabajo, en un tiempo récord al parecer y con una eficiencia muy ejemplar. Me quedé parada frente a él, y a pesar de sus alabanzas, sus palabras me entraban por un oído y me salían directamente por el otro, pero no porque no me importara, sino porque había llegado hasta tal punto de cansancio que me abstraía de mí y por momentos solo era consciente de sus gestos fáciles, corporales y pocas palabras entrecortadas que nos dedicaba al otro joven peliblanco y a mí. Sin embargo, al parecer quedaba por terminar una tarea más, unos baños que sabría dios como estarían de toda la gente que pasaría por ellos, a cada cual más irresponsable y más cochina que la anterior.

- Estos 2 jóvenes estarán como una rosa, pero yo no puedo con mi pellejo lamentándolo mucho... Rozo los 40 como se me puede ver, y la resaca no sienta igual que con 20 años, por lo que si no os importa, voy a reposar el cuerpo de escombro que tengo aquí en el bordillo de esta fuente hasta que nos podamos ir a casa, no me lo tengáis tan en cuenta... en condiciones normales no me importaría peeeeeero, me quiero morir -

Sentencié acercándome hasta la fuente, dejando caer mi culo hasta el bordillo y clavando mis codos en las rodillas para cogerme la cabeza que se me iba hacia delante de lo cansado que estaba.

- Os dejo si queréis el cepillo, el cubo y la pastilla de jabón, pero no me da el alma para estar más tiempo de pie excepto el que tenga que estar para volverme luego a casa y en la ducha... Aunque estoy disponible para el café calentito, si hace falta pongo el dinero... tomad si cualquiera va a por él -

Dije terminando, mostrándome lo más entero que podía en ese momento, hasta estaba dispuesto a invitar los cafés con tal de no ir a por ellos y no moverme de aquel bordillo. También pagaría por estar en la cama duchado y dormido, pero además de que era prácticamente imposible, tal cosa no estaba aún al alcance de mi mano siendo realista. Odio halloween.
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Sora, con su tarea inicial concluida y la sorpresa de Gastom ante su eficiencia, se preparó para la segunda encomienda. Las palabras del hombre, mezcla de halago y sarcasmo, no dejaron indiferente al joven shinobi. Sin embargo, la sugerencia de un breve descanso o la opción de ayudar a Yukine a completar su tarea aceleró el ritmo de su corazón. Si bien la perspectiva de café caliente resultaba tentadora, el sentido del deber y el espíritu competitivo le impulsaron a optar por la segunda opción.

Ayudaré a Yukine a terminar más rápido — declaró con determinación, dispuesto a enfrentar el desafío que se avecinaba.

La visión de los baños portátiles al final del callejón no era precisamente reconfortante. Altos, estrechos y emanando un penetrante olor a orín, representaban un desafío que no muchos estarían ansiosos por aceptar. El comentario de Gastom sobre los recursos limitados y la lejía no hizo más que añadir un toque de desagrado a la situación.

Con el ceño fruncido pero sin dudar, Sora se dirigió hacia los baños. La caja de lejía y los cubos de agua indicaban que la tarea no sería una mera limpieza superficial. Armándose de valor, Sora comenzó a preparar los elementos necesarios. Con el cubo lleno de agua y un paño en mano, se dispuso a enfrentar el reto de higienizar los baños portátiles.

El proceso fue lento y desagradable. Cada limpieza desvelaba más capas de suciedad y mal olor. Sin embargo, Sora se mantuvo enfocado en la tarea, recordando las palabras de Gastom sobre la dificultad del trabajo. La resistencia al aroma nauseabundo se convirtió en parte del desafío, y cada cubo de agua arrojado y cada paso dado hacia la mejora del estado de los baños se convirtieron en pequeñas victorias personales.

A medida que avanzaba, Yukine se le unió, y juntos trabajaron en silencio para superar el reto impuesto. El aire empezó a cargarse con el aroma a lejía, eclipsando el olor anterior, y la transformación visual de los baños proporcionó una sensación de logro. La dedicación compartida en esa tarea ingrata forjó un vínculo peculiar entre los dos shinobi.

Terminada la limpieza, Sora se volvió hacia Gastom Prick, mostrando el resultado de su arduo trabajo con una mirada de satisfacción. Aunque el hombre rara vez expresaba elogios, el brillo de aprobación en sus ojos indicó que, al menos en ese momento, había reconocido el esfuerzo de los shinobi.
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Finalizada la labor realizada anteriormente y reunido con el grupo nuevamente en la fuente donde descansaba Gastom, la legítima reacción de sorpresa que exteriorizó al observar los frutos del trabajo que los Shinobis habían realizado consiguió sonsacar de su interior más profundo y primigenio un destello de satisfacción del mas inocente tipo de sadismo que podía invocar: Gusto en ver como, más metafóricamente de lo que le gustaría, el hombre se caía de culo ante la incredulidad de los resultados exhibidos frente a él.

Sentimiento que se vio cortado repentinamente ante el comentario que los tres recibirían, un halago con tintes de broma que al inicio lo confundieron mucho más que algunos de los Genjutsus que había atajado con la cabeza en medio de las misiones; manteniendo su optimismo, intentó tomarlo como la mejor forma posible, que al final del día podía mutar a un extraño pero digerible halago.

Ahora venía la parte difícil, y probablemente una de las decisiones más magnánimes que había tomado en toda su vida... Ayudar a limpiar los baños. Para bien o para mal, aún contaba con las suficientes energías para realizar las tareas, y no se sentía capaz de abandonar a un compañero en tragarse de frente olores hediondos que pronto serían reemplazados por aromas asesinos para los filamentos y tejidos nasales. De desechos a lejía, el disgusto y el mal rato estaban garantizados en toda la condenada experiencia. Cuanto antes acabaran, antes regresarían a hacer absolutamente cualquier otra cosa. 

Tomó aire profundo, un acto que bordaba la comedia en todo el contexto de la situación, y respondió con enormes segundos pensamientos rebotando en su cabeza. -Yo... ayudaré a limpiar los baños.- Si intentaba observar la poca luz que había al otro lado del tunel, desde una perspectiva casi idealista, al menos no tendría que aguantar sino la mitad del mal rato. Con suerte un tercio si apretaba cada fibra muscular y hacía todo a una velocidad inhumana. 

-Acabemos con esto.- Murmuró para sus adentros, intentando distraer su cabeza con palabras vacías. Antes de unirse al hediondo campo de batalla, daría una última, innecesariamente melodramática vista por encima del hombro a Fujitora. Si esto fuese un cómic, un destello de caricatura seguramente se manifestaría en el rabillo del ojo. -Te aceptaré el café si regreso.- Y no cuando. Si le buscaban, el chico tenía una maña para el drama.

Y se uniría a la labor. La nube de pestilencia a su inmediata presencia en el horizonte de sucesos de los desagradables aseos públicos le asaltó la nariz, provocando que inmediatamente se alejara unos pasos, tomara una enorme bocanada de aire, se cerrara la nariz con dos dedos y apresuradamente tomara todos los implementos para iniciar. 

Incluso siendo la persona que mantenía todo su hogar limpio dentro de su familia de dos, su experiencia pasada se quedaba corta para cuán desagradable podían estar las letrinas que colgaban en eventos así, un nuevo nivel de desagrado que a duras penas escapaba a su rosada, novata imaginación.

Desinfectó, roció, froto y ocupó cada espacio donde parecía que emergiera el horroroso hedor hasta que todo lo que conseguía entrar por su nariz era el olor concentrado de la lejía usada para el proceso de higienización, algo que comparativamente era un gusto a pesar de los agónicos gritos que sus pulmones le estarían dedicando, si es que tuvieran unas cuerdas vocales para hacerlo en primer lugar. 

Y regresó. Una memoria que quemaría con encendedor y gasolina, pero que le serviría para elevar su optimismo innato a nuevas alturas; el mejor maestro capaz de impartir vistas idealistas era una despreciable experiencia que hiciera contrapeso al otro lado de la balanza. Independiente, intentando mantenerse orgullo de su trabajo, esbozó una sonrisa de satisfacción ante la meta que habían cumplido. E incluso, si estaba dispuesto a aceptarlo, le levantaría el puño a Sora para que lo chocara, una seña de afabilidad hacia quien sirvió como su compañero de guerra en el aseo al váter.
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Gastom Prick haría un hueco en la fuente a Fujitora, para dejar que este se sentara a su lado. En caso de hacerlo, el shinobi podría observar como, visto de cerca, aquel hombre estaba curtido por años de trabajo al aire libre; líneas de expresión marcadas por largas sesiones de frío, manos fibrosas y fuertes, extrañamente delgadas para su composición corporal y unos hombros voluminosos que indicaban una capacidad de carga bastante extraordinaria - Puede que os haya prejuzgado apresuradamente - Diría el hombre mientras sacaba un termo y un vaso sin usar de su gabardina, sirviendo el mismo con café templado y ofreciéndoselo al hombre que estaba a su lado, visiblemente agotado - Bebe, los jóvenes tienen energía de sobra. Ya les daremos algo cuando acaben.

Pasarían los minutos, largos y hediondos minutos, en los que Gastom no dejaría de observar con cierto horror -basado en demasiadas experiencias pasadas- las labores de ambos peliblancos en su lucha por eliminar los restos de unas festividades que habían sido más largas de lo esperado. Poco a poco, el agua dejaría de salir negra de cada fregado, tras ello abandonaría el tono marrón y finalmente un saludable y translúcido líquido saldría como resultado de las últimas pasadas de cepillo... Las heridas mentales serían horribles y solo el tiempo y una ducha con el jabón más abrasivo que haya conocido el hombre borrarían las cicatrices dejadas... Pero la guerra estaba ganada, los retretes estaban impolutos y el trabajo, por lo tanto, había terminado.

Gastom reiría sonoramente, con clara alegría, al ver aproximarse a los muchachos. Parecía estar más relajado, como si casi todas sus anteriores malas palabras hubieran sido por mera desconfianza a aquellos que tenía en frente. Con una sonrisa de satisfacción marcada en el rostro, se giraría ligeramente, agachándose con dificultad hasta sacar un bastón de madera de los pies de la fuente, oculto a plena vista - Sinceramente, es una pena que posiblemente no os vallan a mandar más a menudo a ayudarnos con la limpieza... Últimamente no dejaban de enviarnos a pura carroña vaga e incompetente. Pero basta de cháchara, acercaos, que toca firmar que habéis cumplido.

Pasando a apoyar la mitad de su peso en el bastón -una vez llegados a este punto, era fácil darse cuenta de que nadie le había visto caminar anteriormente- el encargado de la misión resoplaría extrañamente agotado, comenzando a buscar con su otra mano entre los ropajes, hasta dar con lo que parecía una carpeta bastante bien cuidada. Abriendo la solapa de la misma, extraería unos documentos perfectamente organizados y empezaría a ojearlos de arriba a abajo, asegurándose de que todo estaba en su sitio - Oh... Uiiiii… - Su rostro se congelaría un instante, alzando la cabeza para mirar a Fujitora con una sonrisa torcida en el rostro; la disculpa podía percibirse en su rostro antes que en sus palabras aún no mencionadas - ¿Tu segundo nombre no será por casualidad Thome, verdad? - Intentando contener una risa de tonalidad más avergonzada que humorística, carraspearía levemente antes de tachar el nombre recién mencionado de la hoja para escribir a mano el que le había dado el hombre ante el al presentarse con el grupo - Parece que ha habido un error, Thome tendría que haberse presentado y nunca llegó, y como en su lugar apareciste tú... Pues bueno, lo siento - Casi ni se atrevía a mirar al rostro de Fujitora - ¡Pero eh! Obviamente el pago y el mérito son solo tuyos y ya me ocuparé de que penalicen al tránsfugo.

Una vez entregada la hoja de misión a Fujitora -con el nombre de Thome correctamente tachado y el del hombre escrito debajo con una perfecta caligrafía, una explicación del problema y la firma de Gastom- el encargado aprovecharía para "huir" en dirección a los dos peliblancos, entregándoles sendas hojas de misión, estas sí, con su nombre correctamente reflejado y la respectiva firma del hombre.

- En fin, con esto estaría todo. Y de nuevo ya disculpareis los modales, pero son demasiados trabajos aguantando a empleados con suerte mediocres. Así que... ¿un cafecito?

Final
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Con un sincero pesar, me mantuve sentado junto con el corpulento señor Prick al no poder ayudar a los chavales con la denigrante tarea de los baños. Me sentía totalmente derrotado ante la jornada y la noche, algo que podría apreciarse perfectamente a simple vista en mi actitud corporal. Muy gentilmente, el curtido señor de todos estos trabajos sacó un termo y vasos del interior de su gabardina, ofreciéndomelo para beber algo caliente que reconforte al cuerpo.

- Estamos hechos de otra pasta eh, pero los años no pasan en balde... Salud -

Dije brindando y mirando con nostalgia también hacia los 2 jóvenes peliblancos, los cuales rebosaban juventud y vitalidad. Añorando como enérgicamente limpiaban estos, devolví una mirada de gratitud hacia el hombre, el cual al igual que yo, parecía bien trabajado y presentaba un porte ejemplar.

- Sabe... ¿no tiene la sensación como que estamos tan de paso, que hasta las más altas acciones con terribles o inmejorables repercusiones pasan como si nada?... no sé, o quizá es un delirío de dormir poco y mal, en fin... por cierto, voy a serle sincero, tengo una suposición con usted de haber tenido un contacto o algo parecido la noche de ayer, pero con tanta fiesta ni me acuerdo, y tal era la vergüenza al llamarme la atención cuando pasaba y no acordarme de usted, que accedí a limpiar toda la mierda de la plaza... suena raro, pero ya sabe, la educación del pudor de nuestra generación -

Me sinceré con Prick y dí un último sorbo a aquel vaso calentito, mirando con pena su fondo pues estaba verdaderamente rico su interior. Tras esa declaración delirante, volvieron los jóvenes, y el hombre accedió a sacar los correspondientes informes de la misión de una carpeta que guardaba.

- ¿Qué más guarda en esa gabardina? Por el amor de dios, como saque un gato me tiro a la fuente -

Pensé jocosamente, pues obviaba las cavidades de su abrigo y todo el almacenaje de este. 

- ¿Ah, Thome? Maldita sea, ¿hay alguien que puede llamarse así? -

Dije extrañado y sorprendido. Recibí la hoja y la revisé detenidamente para que todo estuviera en orden, lo único que parecía estar fuera de lugar era el nombre de ese tal Thome tachado y en su lugar el mío, pero nada más lejos de ese inconveniente todo parecía estar correcto. Seguí al hombre tras levantarse, acudiendo a la llegada de Yukine y Sora, pues era la misma dirección que llevaría hasta mi casa, además, así podría despedirme de ellos.

- Chicos un placer haber coincidido con vosotros, siento no haber arrimado el hombro hasta el final como os dije, la próxima vez que nos veamos lo recompensaré... portarse bien gente, y adiós señor Prick, yo me retiro ya a casa a lavarme y a descansar de tanta fiesta y trabajo -

Y tras esa despedida, guardé la hoja en el interior de mi yukata, y medio tambaleándome acudí a la acera que conduciría por las calles pertinentes para llegar a casa, al fin sí, al fin en casa. Maldito halloween, lo odio.
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Sora, exhausto pero satisfecho por haber superado las tareas impuestas por Gastom Prick, observó con interés cómo el hombre curado por los rigores del trabajo le ofrecía un asiento. A pesar de las anteriores muestras de desconfianza, la atmósfera parecía haber cambiado. La oferta de café templado llegó como un gesto inesperado de camaradería.

Gracias — expresó Sora con una sonrisa agradecida, aceptando la taza que le ofrecía Gastom. El calor del líquido proporcionó un confort bienvenido tras la ardua tarea.

Mientras disfrutaba del café, Sora no pudo evitar observar con cierta morbosidad los esfuerzos de Fujitora y Yukine en la tarea final. Aunque el aroma a lejía y el trabajo arduo les acompañaban, el estado inicial de los baños portátiles parecía haber mejorado notablemente. El sonido de las risas de Gastom al percibir la llegada de los dos shinobi resonó en el aire, indicando que, de alguna manera, su rendimiento había sido apreciado.

Cuando Gastom solicitó que se acercaran para firmar la conclusión de la misión, Sora se levantó y se unió al grupo. La disculpa inesperada por el error en el nombre de Fujitora agregó un toque de humor a la situación. Sora apenas pudo contener una risa al ver la expresión de disculpa en el rostro de Gastom.

No te preocupes por eso, la confusión es comprensible — respondió Sora, mostrando comprensión por el malentendido.

Una vez resuelto el pequeño inconveniente, Sora recibió la hoja de misión con su nombre correctamente reflejado y la firma de Gastom. El gesto de ofrecer café nuevamente reforzó la idea de que, a pesar de sus métodos poco convencionales, Gastom Prick apreciaba el trabajo bien hecho.

Claro, estaría bien un cafecito antes de regresar — aceptó Sora, llevándose la mano a la nuca en un gesto relajado.

Con las tareas cumplidas y las formalidades resueltas, Sora se despidió de Gastom y sus compañeros de misión. Mientras se dirigía de vuelta a Iwagakure, reflexionó sobre la experiencia. Aunque las tareas eran inusuales y desafiantes, la camaradería inesperada y la apreciación de Gastom Prick dejaron una impresión duradera en el joven shinobi.
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El olor que se le había pegado por limpiar los baños... Ugh. Como si caminara con la letrina con su pútrido hedor ahora removido, no era difícil captar las ocho o nueve pestes bíblicas que el baño de uso público cargaba consigo. ¿Qué narices podían comer las personas que frecuentaban eventos así como para generar tal nivel de repelús olfativa? 

Aunque solo un pensamiento sin ninguna articulación verbal, pudo sentir el sonido de disgusto mas gutural y visceral subirle por la garganta sin permitirle pasar de allí, un hecho que se rehusaba a cambiar de ninguna manera; aunque le pillaran en una de las peores circunstancias, haría tanto como le fuera posible para mantener una expresión estoica que no contuviera fuga alguna de emoción indeseada, tanto que solo una poderosa técnica de interrogación conseguiría sonsacar de él cualquier expresión genuinamente negativa.

A su regreso, una cara nueva y contrastante del Gastom que hace tan poco tiempo conocían sería lo que recibiría a ambos albos. Mostrándose jovial, inclusive -mirando mas allá de la ausencia de explosividad física que demostrara-. De entre las sombras removió un bastón que, justificante fidedigno de su falta de movilidad en todo el traumático desarrollo de la actividad sanitaria y las anteriores a ésta, llamó la atención del peliblanco a primera instancia.

Quizá había juzgado al hombre muy prematuramente, y es que debía admitir para sus adentros que tenía una bizarra debilidad por quienes -voluntario o no- exhibían cierto grado de debilidad aunque no fuese incapacitante. Un hecho que tenía claro le costaría un corte al cuello un día de éstos, y que debía aprender a suprimir con urgencia en cualquier cantidad por encima de un mínimo de empatía.

Sea como fuere, una nueva novedad consiguió sacarle un esbozo de sonrisa en una comisura de sus labios, casi una expresión visible si no fuera por el esfuerzo impuesto en suprimir el esquicio de carcajada que le precedía y que acabó deformando la expresión resultante a un intento de mueca que no llegó a culminar en nada, pronto suprimida por el autocontrol de Yukine. Eso si, con la tontería al menos se había llevado un momento gracioso, algo que le ayudó a olvidar por un instante el olor a cloaca que llevaba encima y que no tardó en resaltar su presencia poco después.

Con el malentendido solventado a la mejor de las capacidades presentes, era hora de recibir la paga e irse a casa. O, en este caso y por ser una actividad mayormente comunitaria, un certificado para reclamar la pasta y el mérito de haber estado aquí. Un buen vendaje con efecto analgésico para las heridas de batalla que habían dejado el nocivo váter. Recibiría la hoja y la doblaría en varios pliegues hasta que su mano pudiera llevarla con facilidad y sin deformarse con el viento, sin guardarla en ningún sitio con terror a que alguna mancha en sus vestimentas se extendiera hasta el documento, y se dispondría a partir por su camino, deteniéndose solamente por el comentario de Fujitora. 

-El gusto es mío, ha sido... Bueno, no ha sido buena experiencia, pero me entiendes. Al menos ha dado gusto pasar rato con dos rostros amigables.- Comentó a los otros, con una sonrisa afable acompañante a sus palabras. -Y si, espero que podamos cruzarnos nuevamente en otra ocasión para tomarte esa invitación.- Añadió para finalizar, ya retirándose del sitio para sacarse todo el estrés y ante todo la pestilencia con un buen baño de burbujas.
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