El reino de los Acantilados, un lugar bello y con preciosas vistas, un paraíso para los turistas. Se decía que, en el interior, los trabajadores y empresarios llevaban un buen trato gracias al comercio internacional que se generaban en aquellas costas sureñas que atraían a los mejores mercaderes y pesqueros de la zona. Barcos tripulados por piratas a veces rondaban las zonas, otras veces simplemente mercaderes que viajaban a tierras lejanas, un sistema de comercio exquisito podía permitir a este reino exportar cuarzo y sal en grandes cantidades, piedras preciosas y estalactitas que permitían que el reino dotase sus tejados y faldones de los cerros con enormes cantidades de tierra blanca, blanca y salada, una hermosa vista para quienes visitaban por primera vez el lugar.
Ulti Ryū, una kunoichi autoproclamada visitaba el lugar coincidentemente mientras aquel reino solicitaba el apoyo de diversos ninjas que quisieran aportar en una situación de crucial importancia, ya que, un reino tan bello como este, también tenía su lado oscuro, un grupo de traficantes que harían lo que fuese para detener la reconstrucción de este faro, ya que la presencia de tantos barqueros de distintos lares y diversos buques de guerra imperial eran un problema para estos comerciantes de drogas ilícitas…
Pero a que vamos, tanto rodeo para nada, Ulti estaba lista para empezar la misión y como era de costumbre para ella, se sentaría en un risco a escondidas del mundo y vería directamente al lector solo para decirle una cosa – hey tú, lector – si, como dije, se dirige a ti – ya cállate narrador, estoy hablando con ellos… carajo… ya miren, chicos, solo lleguen y juntémonos en… bueno, no se… una taberna, ¿les parece? – oh dios… Ulti, ¿Por qué tan idiota como siempre?... bueno… como sea…
Estaba Ulti sentada en un bar de la zona, era rustica, de madera mal tratada por doquier, algunas bollas decoraban el lugar y algunos alcohólicos decoraban el suelo, la iluminación era bastante escasa y la joven Ulti se encontraba bebiendo una jarra de cerveza en compañía de, quien parecía ser, aquel que había solicitado aquella misión. Era un hombre joven de pelos castaños, lentes marrones y una barba mal recortada, tenía una camisa blanca mal puesta y su pantalón de marino mal ajustado a la cintura, era el encargado de entregar la misión, esperaban ahí a la llegada del resto – Ulti-chan… ¿Qué esperamos? – tu solo aguarda, ya verás… - diría Ulti, mientras bebía y miraba con desafío a la puerta de aquella vieja taberna, rompiendo sutilmente la cuarta pared frente a un NPC olvidable…