El ciclo de guerras continuaría, la venganza traía más venganza. Había visto eso innumerables veces y definitivamente ella no sería quien pararía el ciclo. Una cosa estaba clara y es que después de haber visto tal crueldad, y casi que sentirla en carne propia, se le hacía imposible perdonar a los ejecutores de la rubia y no solo eso, sino que como actual líder del clan sentía el fuerte compromiso de aclarar de una vez por todas lo que pasaba de frente a los asesinatos de las líderes del clan. Sus manos, puestas sobre su ropa, se apretaron con fuerza, evidentemente esta se arrugaría y no pasaría desapercibido por Adán.
Siguió escuchando a Adán sin decir mucho, lo siguió hasta donde pudo con la mirada, justo antes de girarse un poco para verle de frente a la ventana y notando como la lluvia seguía cayendo. Lo siguiente fue verle girar y mencionar sobre el hiraishin. En algún momento, como jounnin había escuchado de aquello, pero desconocía del todo cómo funcionaba. Su mano derecha, al ver la mirada de Adán, de inmediato se movió al vientre. Ya sabía, lo había notado apenas sus ropas fueron despojadas y tenía la intención de preguntárselo, pero no había tenido el espacio.
Entendió todo en un instante. Esa había sido la forma en la que había legado a Bishamon y por el mismo motivo él había expuesto su vida en salvarla. Su sello, era cierto, no se veía mal. Afirmó despacio a las intenciones de Adán, reconociendo que parte de ella sentía la seguridad que el Yamanaka le transmitía. Notó como se le acercaba y posteriormente dejaría que Adán tomara sus manos y como promesa, sellara aquel acuerdo.
—No creí que… fueras poseedor de tal arma— dijo mirándolo también fijamente, con sus dedos entrelazados y a escasos centímetros. —No me queda más que darte las gracias. Sería la segunda vez que estás casi que protegiendo la vida del líder del clan Senju, eso no tengo cómo pagártelo… Pero quiero que sepas que, así como tú, yo también estoy contigo… Pase lo que pase, jamás te abandonaré. Seré su escudo o tu espada si llegas a necesitarlo— los ojos de la Senju irradiaban fuego. El pacto estaba creado, no había nada, ni nadie que pudiera romper aquel acuerdo.
Sin más, le soltó despacio y se acercó para abrazarlo quizá con un poco más de fuerza. De verdad quería hacerle sentir que no estaba solo. Ella estaba y estaría para él bajo el contexto que fuera. Mientras, así como Adán tenía la forma de salvarla, lo único que pensaba Kaname era la forma en la que ella también podría llegar hasta él sin necesidad de tener aquella técnica. ¿Habría forma?