[Misión Autonarrada Rango D] Un mozo diferente.
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Motivado por la misión que escogí, seguí la estela de los acontecimientos anteriores. Decidido a dar los primeros pasos, volví sobre la calle del barrio residencial donde vivía para dirigirme al sitio donde comenzaría la misión, la cual, que tendría que ser acorde a mi rango no era más que un trabajo de ayuda y vigilancia de mercancías, las cuales se cargan y se descargaban en la zona de comercio de la villa para su venta del día siguiente. Una tarea de apoyo sin peligro, que aun así realizaba una importante función para el correcto funcionamiento de una villa, pues este tipo de trabajos además de optimizar el tejido comercial de la villa, ayudaba a los shinobis principiantes a dar sus primeros pasos como protectores de la villa, personas que velan por su bienestar sea de la índole que sea.
Volví a revisar la hoja de misión para cerciorarme finalmente de la ubicación del almacén, se encontraba a poco más de dos manzanas, por lo que llegaría a él en breves minutos. La calle no había cambiado un ápice y seguía manteniendo la misma afluencia agobiante de gente, gente que al toparse conmigo cambiaba levemente de orientación para no chocarse, ya que mi envergadura iba algo más allá de la media. Crucé una de las esquinas de las muchas bocacalles que fluían hacia la principal, adelanté 2 ancianos que andaban cargados de frutas y comencé a buscar por encima de las cabezas de la muchedumbre el número del almacén al que debería de dirigirme. Pronto, divisé a lo lejos el número específico y mi dirigí hasta él, cuando una vez allí llamé la atención a uno de los ancianos que andaban dentro del espacio, era encorvado y calvo, realizaba sus tareas mientras fumaba y al ver mi gran silueta produjo un gesto de extrañeza hacia mí.
- Buenos días, creo que andan buscando a alguien para el transporte de mercancías... soy su hombre. -
El gesto del abuelo se tornó jocoso al mismo tiempo que aprobaba mi presencia mientras recorría con sus ojos mis anchos hombros, seguramente, causado por el continuo servicio de shinobis jóvenes y flacuchos que se habrían ofrecido anteriormente, y que a diferencia de un hombre como yo, no llegaban a cubrir las necesidades al 100% del anciano. Pronto apareció otro más cajas más al fondo, recobró la verticalidad pues estaba agachado y cruzó una mirada inquietante hacia a mí.
- ¡Satoshi! - 
El primer viejo ni se inmutó a pesar del grito.
- ¡Satoshi! ¡Eh Satoshi viejo sordo! ¿Quién es el grandullón? -
[Imagen: 20231127_013118.gif?ex=664f3727&is=664de...813aae68f&]

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Los ancianos, delgaduchos y ya encorvados por los estragos de la edad, intentaban cargar frutas en cajas de madera apiladas entre sí. El del interior, que parecía más espabilado y menos sordo, soltó la que cargaba para acercarse hasta donde estábamos su compañero y yo.

- No sé qué coméis los jóvenes de hoy en día, pero envejecéis mucho peor que los de mi generación… ¿Cómo te llamas muchacho? ¿Y cuántos años tienes? -

- Hola señor, me llamo Fujitora, tengo 37 años... Creo que les voy a venir bien hoy para cargar con todas estas cajas, parecen robustas y pesadas -

- ¿¡¿¿37 años?!?!? ¿Qué estabas haciendo con 16 muchacho? Un genin con tanta edad... Igualmente, aunque no seas un adolescente podría ser tu abuelo, a si que menos rin tintín con las cajas y más respeto, porque podríamos con ellas de todas formas aunque no estuvieras aquí... mi nombre es Misho -

El viejo, orgulloso y algo chillón, clavó sus desgastados ojos en los míos esperando a que apartara la mirada, pero no fue así, estaría acostumbrado a mandar y desafiar a niños, pero por su sorpresa, no es que se encontrara a muchos adultos como yo para tal tarea, por lo que puede que esta vez pudiera aprender una nueva lección, que aunque sea octogenario siempre es de agradecer.

- Nosotros vaciamos los sacos en las cajas y tú las cargas al carromato ¿de acuerdo?, asegúrate de encajarlas bien unas con otras para que no se caigan en el traslado ¡y ni se te ocurra coger ni una pieza!, no te quito el ojo de encima muchacho -

La edad a veces nos puede volver tacaños y desconfiados, me limité a asentir con la cabeza tras sus indicaciones poniendo un gesto amable aunque interiormente no era del todo fiel, pues el viejo Misho, que también debería de acusar de algo de sordera, hablaba demasiado alto y tenía una voz estridente. La tarea no fue una tortura, pues agradecía a mis gruesos brazos poder cargar con hasta 4 cajas en cada viaje hasta el carromato, los ancianos trabajaban en silencio y premura, se notaban que eran de la vieja escuela y solo se limitaban a agachar la cabeza y centrarse en lo que hacían, hasta cierto punto, yo también compartía esa filosofía de vida. Los sacos finalmente se vaciaron y las cajas se cargaron todas en el carro, para a continuación subirnos a él para hacer el traslado.

Para el trayecto, tuve que hacerlo de pie en lo poco que restaba de espacio en la zona de carga del carro, agarrado a los laterales para no escurrirme. En el banco donde Misho aguantaba las riendas del caballo que tiraba del carro, no había suficiente espacio para los 3, y el muy desconfiado a veces miraba hacia atrás para ver que hacía o si robaba alguna pieza. Una vez concluimos el trayecto, nos paramos frente a un gran puesto, una de las fruterías más grande de los alrededores.

- ¡So!.. Abro atrás y cargas las cajas, después ya te puedes ir muchacho -

Volví a asentir sin mediar palabra, y mientras el viejo marchaba por detrás del puesto, donde tras subir una gran persiana de láminas de madera apareció un nuevo almacén aunque la mitad de grande respecto al anterior.

- Antes esta era mi frutería, ahora la lleva mi hijo... La edad ya te quita de muchas cosas y he quedado para los restos. -

Decía el anciano lamentándose, repasando cada rincón y cajas del pequeño almacén con la mirada. Poco a poco fui llevando las pesadas cajas y apilándolas donde me indicaba Satoshi, el otro anciano y del cual tenía la teoría de que era hermano o primo de Misho por su parecido, aunque tampoco tenía el menor interés en saberlo y me limité a terminar el trabajo lo antes posible.

- Muchas gracias muchacho puedes marcharte, y disculpa a veces mis modales... la edad te vuelve receloso y cascarrabias -

- No se preocupe Sr. Misho, le comprendo... ¡Qué descansen! -

Acompañé mi despedida con una palmada fraternal sobre el huesudo hombro del viejo, que cambió su rostro a uno más apacible. El anciano levantó la mano mientras me marchaba y el sordo de Satoshi le copió posteriormente. Concluí mi primera misión con diversas sensaciones, entre ellas de satisfacción, aunque no fuera muy exigente.
[Imagen: 20231127_013118.gif?ex=664f3727&is=664de...813aae68f&]

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MISIÓN FINALIZADA
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