[Monotema] Primera apertura: La tormenta en el mar.
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~ La tormenta en el mar. ~


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El murmullo matutino cobraba fuerza cada mañana a primera hora con el paso de los primeros madrugadores para empezar su jornada laboral; mercaderes, armeros, artesanos… y con ellos, las ruedas de sus viejos y carcomidos carros retumbaban con los baches encharcados de la calle transportando pesadas cargas de tela, madera, pieles o víveres, con el destino puesto en la zona comercial manzanas más abajo. Una serie de ceremonias ordinarias de la sociedad que quién sabe quién también, además de este lobo solitario es capaz de ver y hasta disfrutar, pues era como un mar en calma, activo y con una marea dócil, sin pausa, imparable cada día y tan necesario como peligroso.

Durante la meditación de la mañana, podía percatarme de todo lo exterior a mi casa sin la necesidad de estar ahí. Desde el silencio, la contemplación a veces no necesita visión y basta con escuchar y sentir lo que hay al otro lado de los muros, incluso metros más allá. Los tonos de voz, la rueda de los carros como antes dije, son rasgos suficientes para saber si alguien empezó mal su mañana por no descansar bien la noche anterior, o va con prisa hacia su puesto por el ritmo desenfrenado que llevan las ruedas de su carromato. Creo que son detalles que personas que al fin y al cabo disfrutan de la soledad se percatan, pues el silencio en su entorno agudiza sus sentidos, además de facilitar ese viaje hacia su interior que tanto puede aterrar.

- La tormenta en el mar -

Muchas veces, desde esos pensamientos intrusivos que el subconsciente nos tira a la cara salen las peores y mejores decisiones que una persona toma a lo largo de su vida, ya sea por su tormento o motivación hacia ellos, es algo que a veces nos empuja a realizar o centrarnos en algo. Pero había una frase que me causaba a partes iguales motivación y tormento, pues con el paso de los años, le había otorgado presencia en mí desde un contexto interior que agolpaba sensaciones venideras de mi juventud. Me hacía temblar a veces, y era la causante de un hormigueo estomacal nervioso que me inquietaba, pero que a la vez provocaba que un latir fuerte y constante se alzara en mi pecho.

- Creo que demasiada importancia te has cobrado durante todo estos años, aunque no puedo mirar para otro lado, pues siempre te inmiscuyes hasta en mis más íntimas recogidas, para hacerlo explotar todo, para levantarme y sacarme de esta zona de confort que me he labrado -

Desde el suelo alcé la barbilla y comencé a desdoblar las rodillas para deshacer la posición de loto que tanto me acompañaba para meditar, me incorporé y alcancé el cazo de hierro que dejé cociendo para prepararme el té de cada mañana. La humedad hoy parecía retrasarse, y tras una rápida mirada al poco cielo que aparecía en la ventana, deduje que probablemente hoy el día fuera seco y frío. Preparé cuál ritual la pequeña malla donde colocaba las hierbas secas y machadas que infusionaba con el agua caliente del cazo, soltándola al fondo del vaso de barro cromado con el que asiduamente bebía té, añadiéndole posteriormente el agua y tapándolo con el mismo platito donde más tarde lo usaría para apoyar el vaso. Cogiéndolo para templarme las manos, caminé con él hasta la única silla de la mesa del comedor, era inservible tener más. Destapándolo, el agua se teñía hacia un verde oscuro debido a lo opaco del vaso, aunque podía ver perfectamente la superficie del agua y las pequeñas hojitas que se escapan de la malla y que tan poco me gustaba encontrármelas mientras bebía. Un primer sorbo comprobó que la temperatura del agua aún estaba demasiada alta como para disfrutar del té.

- Joder... -

Respondí tras sentir molestia en el labio por la leve quemazón, provocando que colocase de forma descontrolada la base del vaso sobre el platito, alterando el agua que contenía en su interior y desencadenando los primeros nubarrones de este mar. Fue algo así como una visión personal y subjetiva aquello que contemplé desde arriba y que me dejó abstraído, teletransportándome al medio de dios sabe qué océano, inmerso en él y con el agua hasta el cuello intentando flotar en la leve marejada. Estaba incómodo, confuso y desorientado. Un impulsivo giro de cuello buscando algún tipo de salida celestial o ayuda me hizo ver que a mi espalda, un frente oscuro en el cielo se avecinaba trayendo consigo una tormenta tan densa como infinita. Abrumado y sobresaltado, abrí los ojos y tras rebotar en la silla, sequé mi sudor con la manga de la yukata, tenía la boca seca y la respiración acelerada.

- Es obvio, y no puedo esconderme más de mi mismo, mi momento ha llegado. -
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Última modificación: 01-02-2024, 02:27 PM por Fujitora. Razón: F link del video
~ La tormenta en el mar ~

Es difícil de asimilar que una revolución tan importante a nivel interno provenga de una alucinación con una taza de té, pero siendo sinceros, no era más que la explosión final de un largo letargo que gestaba una liberación sin parangón en la búsqueda y el crecimiento personal. Mi ritmo de vida a lo largo de todos estos años andaba amparado en un ascetismo que, aunque me haya ayudado como persona, también me ha privado de otros pareceres que si bien no han tenido presencia alguna, son igual de válidos e importantes como los que si he ido adquiriendo.
Aquella tormenta que me perturbaba durante todo este ciclo desde que apareció, no era más que la apertura a un nuevo mañana, un comienzo que como tal fenómeno atmosférico, llegaría imparable quisiera o no, y la lectura final de dicho efecto era, que nadie es tan buen marinero cuando solo navega en aguas tranquilas, pues la tormenta y la fiereza del mar es lo que verdaderamente te curte para bregar con sus inclemencias y te hará un mejor marinero. Ahora, apliquemos esto a la vida. Pues dentro de mis sueños y delirios estando despierto, el oscuro frente me alcanzaba para ponerme aprueba, pero impávido frente a él e iluminado fugazmente por sus relámpagos internos intentaba mantenerme a flote mientras se embravecía el oleaje, soportando la incesante BSO que traía consigo los truenos, la cual latía inagotable y rellenaba de clamor todo su dominio para encender y sobre todo liberar el fervor intrépido de mi corazón.


- Los tambores y esta tormenta son el empuje hacia un nuevo ciclo, me remueven y revolucionan... los siento como una enorme hoguera que alumbran el camino que ha de seguir... -
Poco a poco, de estar con tan solo la cabeza fuera del agua y la mayor parte de mi cuerpo bajo ella, fue emergiendo. De repente pude apoyar las palmas de mis manos e incrustar mis dedos sobre la superficie del agua como si del suelo se tratara, levantando mi cuerpo que también brotaba, primero una rodilla y luego la otra, hasta recuperar la verticalidad natural mientras surfeaba las grandes olas que intentaban desestabilizarme. Los tambores se hacían más intensos, añadiendo diferentes ritmos e incluso nuevas percusiones.
- Con que es esto. -
Sequé mi cara e intenté retirar el exceso de mis ojos, levanté el rostro y pasé de mirar mi posición y mis pies a clavar la mirada fijamente hacia el negro cielo, violento y absoluto, sin fin en ninguno de sus puntos ni su forma.
- ¡Estoy aquí y al final lo entendí todo, no puedo seguir mirando hacia otro lado más! -
Gritaba a pleno pulmón como si a una deidad implorase una clemencia inmerecida, sin embargo yo daba las gracias.
- ¡Lo haré con todo mi ser y con toda la fuerza que estos tambores me transmiten, los tambores de la liberación... De mi liberación! -
Y de repente, a partir del último pestañeo que finalizó en sincronía con la frase, todo amainó. El estruendo de los tambores se aplacó aunque el legado de su efecto encendió el fuego de mi corazón, la tormenta infinita se esfumó dejando y cielo celeste imperturbable y por último, el mar, me mecía con un fino oleaje. Seguía de pie, mirando hacia arriba pero a nada en concreto salvo a mí, pues eran miles las escenas que a lo largo de todos estos años recorrían mis ojos y ahondaban en mi memoria, buenas, malas, tristes o felices, ninguna me restaba, pues todas me han ido construyendo según su naturaleza hasta convertirme en el hombre que hoy se alza frente a este mar, incólume y estimulado para seguir buscándose a sí mismo, a su familia, aprender y sobre todo crecer. Después de cerrar durante unos segundo más los ojos los volví a abrir, me encontraba de nuevo frente a la mesa y el vaso de té que me preparé, y aunque parecía que habían pasado varias horas, el vaso aún rezumaba un calor residual del agua caliente, humeante al igual que el cazo donde la herví. Disfruté parsimoniosamente del té hasta el último trago, pues sabía quizá pasaría mucho tiempo hasta volver a prepararme otro igual, sonreí, me incorporé y fui en busca de mis útiles al dormitorio, cambié las vendas de mis brazos, el manto por uno nuevo y lancé una última mirada hacia donde tantas noches había estado conmigo, lanzando una despedida silenciosa a la estancia.
- Todo se quedará aquí mejor, necesito lo más indispensable. -
Y tras realizar la última visual al cuarto, me paré en dirección al bastón de hueso que tenía desde hace ya muchos años, del que no tenía más información que de la que era de mi familia, padre, madre, hermanos o abuelos. Pero era un legado Kaguya, hueso verdadero del clan y un legado con el que no perder de vista uno de mis cometidos. Me desplacé hacia el, lo tenía sobre un soporte en madera clara que tallé hace ya un tiempo sobre la pared, contrastando con su marrón oscuro pero casi del mismo color que los kanjis que realicé en su mango. Lo levanté con ambas manos, y mirándolo fijamente salí con él del dormitorio.
- No debo de darte más importancia de la que tienes, pues no eres más que un recuerdo material de lo que abandono y no deberías de tener cabida alguna en este nuevo ciclo, aun así serás mi totem para que tampoco pierda el rumbo -
Debido a su pintura, parecía un fino bastón de madera, aunque en peso y tacto no concordara. Acaricié los kanjis y posando la mano derecha sobre ellos, solté de la izquierda su otro extremo, tocó el suelo y acompañó mis pasos, alzándose por encima de mi cintura. Me clavé en medio del salón y empecé a mirar de nuevo de izquierda a derecha, girando también sobre mi eje, callado y reflexivo. Posé los ojos en la taza de té y después en el cazo, determinando que ambos se quedarían donde están y no volverían limpios y secos a su sitio. Enfilé el camino hacia la puerta de casa, 5 pasos, 4, 3, 2 pasos, 1 hasta acariciar el pomo y pasar con el dedo índice el espacio entre la puerta y su marco, lo agarré para girarlo y salí. Libre.
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~ La tormenta en el mar ~

Salí de casa y como de costumbre notaba el desconcierto que siempre generaba mi presencia en la calle, la gente de alrededores, tanto vecinos como aldeanos de paso les causaba intriga mi existencia, algunos hasta temor. Es algo extendido que el desconocimiento sobre algo o alguien genere un tipo de rechazo, bien sea miedo, odio u otras conductas vinculadas, y es normal cuando por mi parte no existe relación alguna con nadie, ni siquiera intención, tan solo lo necesario para vivir en sociedad sin causar o tener problemas de ningún tipo. Por lo tanto, el aura misteriosa que me había ganado durante todos estos años de convivencia en sociedad, digamos que me lo tenía bien merecido siguiendo los cánones culturales de relación entre personas.
- Buenos días. -
Un anciano, que mantenía un puesto de piel seca de pescado en una esquina se quedó ojiplático cuando lo saludé junto con un gesto amable. Porque una cosa era ser un ermitaño que por decisión propia prefiere evitar el contacto humano, y otra no saber las costumbres, o el respeto que se despacha para tener unos buenos modales con las personas.
- Sinceramente, los tambores de la liberación y esta decisión de echarme a la mar han estado muy bien, pero no tengo ni pajolera idea de por donde empezar el camino shinobi que pintan tan bien. -
Y era obvio, porque pretendía dar un giro radical a mi concepción de vida, sin embargo, todo era cuestión de mostrar una implicación y dentro de ella, establecer algunas relaciones con más personas del gremio. La avenida empezaba a estar concurrida por cada minuto que pasaba en ella, y la gente se agolpaba en las calles más principales para ir a hacer sus cometidos, unos con más prisa y otros con más parsimonia al igual que yo, que seguía sembrando murmullos por donde pasaba. El gran ermitaño, pues el mote alcanzó mis oídos hace ya algunos años y era el título que el vecindario me puso, creo que visto en tercera persona, soy una gran masa sobresaliente por mi corpulencia de color morado y pelo negro, y supongo que mi semblante serio y ojos achinados no son de buen grado.
- Para esto seguramente empezaría desde abajo… buuff… no me gustaría mucho comenzar una relación con niños la verdad. -
Justamente divisaba gracias a mi gran altura lo que a simple vista eran dos kunoichis de la villa que venían de frente a mí hablando amigablemente, desconociendo su edad no tendrían más de 20 años, y quizá estaba siendo generoso.
- Es parte del trabajo, y como forma parte de ello, los prejuicios si no han tenido cabida en mí no lo tendrán durante esta fase tampoco. -
La desembocadura de la calle se abría dando lugar a un gran cruce donde transeúntes se juntaban con carros, algunos puestos callejeros y algún que otro shinobi. El vocerío cobró notoriedad formando una amalgama incómoda de sonidos, todos ellos irritantes y dispares que comenzaban a incomodarme, me paré en seco no más de 5 metros de acabar la calle por la que andaba, y pensativo escudriñé cada rincón y situación de la zona. Más allá, a unos 50 metros a las 2 en punto, un enorme tablón de madera se alzaba en una pared, y frente a él, un grupo de 5 jóvenes, todos con la banda de la villa en la frente lo miraban y hablaban entre sí.
- Puede que no sea mala ocasión para acercarme allí. -
Dije interesado por tal circunstancia sin apartar los ojos de allí. Me cercioré de cruzar la calle sin que ningún carro me atropellase y en poco llegué hasta el gran tablón, clavándome frente a él. Mi sombra se proyectó hacia los jóvenes más cercanos al tablón que se giraron con curiosidad para ver quién arrojaba tal sombra, mirándome de arriba abajo. Sin apartar la mirada, pude darme cuenta de algunos cuchicheos y más miradas atónitas, que sin tener que ser hirientes seguro que la extrañeza de mi presencia los colmaba de interrogantes.

- Son misiones… -


Dije hacia mis adentros cuando saltando de hoja en hoja pude darme cuenta de la función del tablón, pues albergaba misiones que todo shinobi podía escoger para realizarla y conseguir una determinada recompensa, que por razones obvias, guardaba relación con su dificultad y objetivos a cumplir. Una tras otra fui leyendo las descripciones, diferenciadas por rangos que se encontraban catalogados por letras desde la A hasta la D según su exigencia.


- Bien, pues sin duda este es mi punto de partida, aquí es donde definitivamente empezaré a buscar mis respuestas y a crecer. -


Di dos pasos más hasta alcanzar uno de los papeles clavados en la gran madera, releyéndolo de nuevo y jugando en mi mente con los diversos escenarios que se podían dar al aceptarla, y caminé con los ojos clavados en esa hoja hasta que la guardé dentro de la yukata. La primera misión.

~ Fin del acto ~
[Imagen: 20231127_013118.gif?ex=664f3727&is=664de...813aae68f&]

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