La luz del sol finalmente logró sobrepasar las nubes y luego las ventanas de la recámara en donde dormía Kin, haciendo que estos rayos chocaran levemente con sus párpados que cubrían cuidadosamente sus ojos. Esto hizo que el Uchiha los abriera lentamente, cayendo en cuenta que el día había comenzado. Para ese día no tenía muchos planes ni labores que cumplir, ese día solo se iba a limitar a descansar un poco de todo el entrenamiento constante y misiones en las que había participado con anterioridad.
El pelinegro se levantó de su cómoda y suave cama para poder vestirse y bajar a tomar un desayuno ligero, su siguiente paso sería salir de su casa para tomar un poco el aire libre, un día normal parecía, hasta que sus ojos ámbar pudieron ver un pequeño papel doblado en una mesita a un lado de la puerta de su recámara. El Uchiha sabía que ese papel de tamaño medio había sido colocado ahí momentos atrás, pues no recordaba haberlo visto ahí antes. Se acercó a paso lento y tomó el papel con sus manos, quitando los dobleces de la hoja hasta poder ver su contenido.
Sus ojos recorrieron todas las letras y palabras escritas en aquella hoja de papel, mientras más avanzaba en la lectura, más se elevaba su preocupación por la Uchiha albina, sabía que el renegar de una aldea te ponía directamente en los libros bingo y automáticamente te convertían en un criminal. Kin no quería que aquella Uchiha que solo necesitaba algo de amor y comprensión se convirtiera en una criminal perseguida por la aldea. Rápidamente dejó la carta en la mesa y salió disparado de su recámara con dirección a la puerta de la casa.
Su rápido avance no pasó desapercibido para Kan, quien se encontraba en la sala de estar leyendo un libro tranquilamente cuando escuchó a su hijo correr y salir de la casa, el hombre no estaba confundido ni se le hizo raro el actuar de Kin, pues sabía claramente que estaba sucediendo. Los pasos del espadachín lo llevaron hasta el patio frontal de la casa y cuando estaba por tocar la calle principal para salir del distrito Uchiha, una voz femenina lo llamó de forma tranquila y relajada.
Era imposible no reconocer aquella voz, el Uchiha sabía que era su madre. Kin se giró sobre sus talones para mirar a Miko, vestida con su uniforme de Jounin, ya preparada para comenzar su día como Kunoichi de la Hoja. — ¿A dónde vas de forma tan desesperada? —. Miko ya también lo sabía, pero quería escucharlo de la propia boca de su hijo. — Ren… Ella se fue de la aldea… Debo ir a buscarla y traerla de vuelta, es cuestión de tiempo para que sea considerada una criminal… —. La preocupación del Uchiha era palpable en sus palabras, él ya se disponía a alejarse pensando que su madre no lo detendría, pero cuando se giró nuevamente y quiso empezar de nuevo su carrera, una estrella Shuriken rozó su mejilla y se clavó en un árbol cercano.
Miko había atacado con aquella estrella a su propio hijo, pero la Jounin experimentada no falló por mala puntería, falló a propósito pues su intención nunca fue atacar de muerte a Kin. El pelinegro estaba sorprendido por el actuar de Miko, pero todo aquello tenía una explicación. — No... No puedes ir por Ren —. — ¿Y porque no? Sabes bien lo que va a suceder si pasa más tiempo, tengo que ir a traerla de vuelta a Konohagakure —. — No, y no te dejaré que lo hagas, se lo prometí… así que… regresa aquí y déjame explicarte —. La Jounin hizo un leve gesto con su mano con dirección a la casa, pero Kin empezaba a desesperase pues realmente estaba preocupado por la albina.
— Lo siento, pero no. Iré por ella, te guste o no —. Los ojos de Miko se abrieron levemente, era la primera vez que su hijo mostraba insubordinación a sus órdenes, si así se puede ver. — Entonces debo detenerte… —. Fue lo único que pronunció la boca de la Uchiha mientras sus ojos se cerraban y al abrirlos, esta dejó ver un bonito patrón parecido a una flor de cerezo tallado en aquella pupila carmesí en su globo ocular. Kin supo que Miko iba enserió, había activado su Mangekyou Sharingan y ya estaba preparándose para desenvainar la Katana que sostenía en su cintura. — Kin Uchiha, Chunin de Konohagakure, quedas arrestado —. A pesar de la seriedad de la situación, Miko dijo aquello de forma amable y hasta burlona, no la culpen, necesitaba hacerlo.
El pelinegro replicó todos los movimientos de su madre como buen Uchiha que es, activando de igual forma su Mangekyou Sharingan recién conseguido y preparando sus manos para desenvainar. — Muy mal, hijo… Usarás ahora un poder que todavía no dominas, eso lleva a la perdición la mayor parte de las veces —. Dijo la mayor antes de lanzarse hacía el pelinegro a una velocidad abismal, un movimiento tan rápido que de no haber sido por el Mangekyou de Kin, no hubiera sido capaz de ver. El Uchiha reaccionó de la forma más veloz que pudo para chocar la hoja de la Amaterasu No Ha contra la hoja de la Katana de Miko.
— Me siento mal… Levantas la hoja de la espada que te entregué… ¿contra mí? —. Aquellas palabras afectaron levemente a Kin, quien dudó y por un momento bajó su guardia, en ese momento, la Jounin aprovechó para soltar con una mano la empuñadura de su Katana y golpear el estómago de su hijo, quien sólo se dobló ligeramente y se apartó. Sí, la forma de luchar de Miko en ocasiones usaba las palabras para distraer a sus enemigos. A pesar de eso, la Uchiha dejó que Kin se recuperara de aquel fuerte golpe para continuar, en parte quería ver que tan fuerte se había vuelto su hijo después de tantos años entrenando.
Cuando el de los ojos ámbar recuperó el aliento, dio un leve suspiro y se lanzó contra su madre, a una velocidad más lenta comparada con la de Miko. La Uchiha reaccionó usando la hoja de su Katana para detener el ataque de Kin, la mirada de ambos se fijó en la del otro por un momento antes de comenzar con una serie de choques de espada. El sonido metálico inundó el ambiente por ese momento, Kin estaba decidió a vencer a su madre y correr para traer a Ren de vuelta, pero en ocasiones no importa lo motivado o determinado que estés, aveces aquella adversidad es más grande y fuerte que todo eso, por lo que se debe enfrentar cuando uno sea más fuerte.
Los movimientos de Miko denotaban maestría y elegancia, demostrando por qué eran una maestra de la espada, chocando y atacando ágilmente los ataques de su hijo. La Jounin empezaba a ganar más control sobre aquel choque de metales, y Kin empezaba a sentirse abrumado por la cantidad de ataques que tenía que bloquear, que nuevamente, si no fuera por el Mangekyou Sharingan, posiblemente ya habría perdido desde hace unos minutos. La barrera colocada por el Uchiha poco a poco empezaba a flaquear hasta que la Jounin pudo ver aquella apertura, su visión en cámara lenta le apoyó y aprovechó para llevar el mortal filo de su hoja hasta los dedos de Kin, generándoles un corte, pero no con la intención de cortarle los dedos, sino con la intención de hacerlo soltar la espada, lográndolo.
Con un pequeño grito de dolor, el pelinegro soltó la tsuka de Amaterasu No Ha, espada que hizo un ruido de metal chocando con tierra al caer en aquel pasto cuidadosamente cortado por Kan, éste último, mirando como su esposa y su hijo peleaban. — Uff… Tenía tiempo que no atacaba así… Realmente me sorprende que hayas resistido tanto, has mejorado Kin. Pero ese no es el punto… —. El pelinegro jadeaba levemente mientras su mano izquierda rodeaba los dedos de su mano derecha, con sangre goteando. — Te pido una disculpa hijo, pero no me dejaste otra opción… Ren, ella necesita encontrar su camino… Necesita encontrar quien es y qué es lo que necesita… Traerla a la fuerza a Konohagakure podría generar que ustedes dos peleen, su relación podría romperse y no veo la necesidad de acabar con aquella bonita amistad… —.
Los pensamientos de Kin estaban llenos de preocupaciones hacia Ren, pero las palabras de Miko empezaron a tranquilizarlo, talvez aquello que decía era cierto. La albina necesitaba encontrar su propio camino y volver por su cuenta, no a la fuerza. — Ren… sólo quiero que ella esté bien… —. — Yo quiero lo mismo, pero obligarla a hacer algo que no quiere, no le traerá felicidad, tampoco digo que huir y olvidarse de todo aquí la haga feliz, pero ella necesita encontrar su camino, ya sea aquí, o en otro lado… —. Las palabras no le salían a Kin, no tenía como debatirle a su madre, sabía que todo eso que ella mencionaba era cierto, lo más que podía hacer era desear y esperar que ella estuviera bien y talvez en algún futuro poder buscarla, pero no para obligarla a volver, sino para hablar con ella y tratar de convencerla, porque sí, Kin quería obligarla en un acto de desesperación.
— Ya entiendo… Discúlpame por ese arrancón… —. Miko sonrió mientras volvía a envainar su espada y recogía del suelo la Amaterasu No Ha, pero no se la entregó a Kin inmediatamente. Usando una de sus manos libres, la Uchiha comenzó a canalizar una gran cantidad de Chakra, cosa que Kin pudo ver gracias a su Mangekyou Sharingan, quedando confundido con la acción de Miko. — Tienes que descansar un poco más hijo, creo que te faltó dormir, dulces sueños, y no te preocupes, yo me encargó de tu herida —. Kin estaba por irse rápidamente, pero Miko era más veloz, chocando su poderoso puño en la cara de su hijo, mandándolo unos cuantos metros lejos a la par que esté caía inconsciente.
La Jounin suspiró mientras empezaba a caminar hacia la misma dirección para recoger a Kin y llevarlo de nuevo a la casa. Alguien más se unió a su caminata, Kan, su esposo. — No creo que eso fuera necesario —. — Talvez no, pero el combate no termina hasta que uno quede completamente vencido, ¿no crees? —. — Las misiones ya te afectaron, mujer… —. Ambos siguieron caminando hasta Kin mientras seguían hablando de sus cosas, por ahora, Kin ya estaba en un profundo sueño.
El pelinegro se levantó de su cómoda y suave cama para poder vestirse y bajar a tomar un desayuno ligero, su siguiente paso sería salir de su casa para tomar un poco el aire libre, un día normal parecía, hasta que sus ojos ámbar pudieron ver un pequeño papel doblado en una mesita a un lado de la puerta de su recámara. El Uchiha sabía que ese papel de tamaño medio había sido colocado ahí momentos atrás, pues no recordaba haberlo visto ahí antes. Se acercó a paso lento y tomó el papel con sus manos, quitando los dobleces de la hoja hasta poder ver su contenido.
Sus ojos recorrieron todas las letras y palabras escritas en aquella hoja de papel, mientras más avanzaba en la lectura, más se elevaba su preocupación por la Uchiha albina, sabía que el renegar de una aldea te ponía directamente en los libros bingo y automáticamente te convertían en un criminal. Kin no quería que aquella Uchiha que solo necesitaba algo de amor y comprensión se convirtiera en una criminal perseguida por la aldea. Rápidamente dejó la carta en la mesa y salió disparado de su recámara con dirección a la puerta de la casa.
Su rápido avance no pasó desapercibido para Kan, quien se encontraba en la sala de estar leyendo un libro tranquilamente cuando escuchó a su hijo correr y salir de la casa, el hombre no estaba confundido ni se le hizo raro el actuar de Kin, pues sabía claramente que estaba sucediendo. Los pasos del espadachín lo llevaron hasta el patio frontal de la casa y cuando estaba por tocar la calle principal para salir del distrito Uchiha, una voz femenina lo llamó de forma tranquila y relajada.
Era imposible no reconocer aquella voz, el Uchiha sabía que era su madre. Kin se giró sobre sus talones para mirar a Miko, vestida con su uniforme de Jounin, ya preparada para comenzar su día como Kunoichi de la Hoja. — ¿A dónde vas de forma tan desesperada? —. Miko ya también lo sabía, pero quería escucharlo de la propia boca de su hijo. — Ren… Ella se fue de la aldea… Debo ir a buscarla y traerla de vuelta, es cuestión de tiempo para que sea considerada una criminal… —. La preocupación del Uchiha era palpable en sus palabras, él ya se disponía a alejarse pensando que su madre no lo detendría, pero cuando se giró nuevamente y quiso empezar de nuevo su carrera, una estrella Shuriken rozó su mejilla y se clavó en un árbol cercano.
Miko había atacado con aquella estrella a su propio hijo, pero la Jounin experimentada no falló por mala puntería, falló a propósito pues su intención nunca fue atacar de muerte a Kin. El pelinegro estaba sorprendido por el actuar de Miko, pero todo aquello tenía una explicación. — No... No puedes ir por Ren —. — ¿Y porque no? Sabes bien lo que va a suceder si pasa más tiempo, tengo que ir a traerla de vuelta a Konohagakure —. — No, y no te dejaré que lo hagas, se lo prometí… así que… regresa aquí y déjame explicarte —. La Jounin hizo un leve gesto con su mano con dirección a la casa, pero Kin empezaba a desesperase pues realmente estaba preocupado por la albina.
— Lo siento, pero no. Iré por ella, te guste o no —. Los ojos de Miko se abrieron levemente, era la primera vez que su hijo mostraba insubordinación a sus órdenes, si así se puede ver. — Entonces debo detenerte… —. Fue lo único que pronunció la boca de la Uchiha mientras sus ojos se cerraban y al abrirlos, esta dejó ver un bonito patrón parecido a una flor de cerezo tallado en aquella pupila carmesí en su globo ocular. Kin supo que Miko iba enserió, había activado su Mangekyou Sharingan y ya estaba preparándose para desenvainar la Katana que sostenía en su cintura. — Kin Uchiha, Chunin de Konohagakure, quedas arrestado —. A pesar de la seriedad de la situación, Miko dijo aquello de forma amable y hasta burlona, no la culpen, necesitaba hacerlo.
El pelinegro replicó todos los movimientos de su madre como buen Uchiha que es, activando de igual forma su Mangekyou Sharingan recién conseguido y preparando sus manos para desenvainar. — Muy mal, hijo… Usarás ahora un poder que todavía no dominas, eso lleva a la perdición la mayor parte de las veces —. Dijo la mayor antes de lanzarse hacía el pelinegro a una velocidad abismal, un movimiento tan rápido que de no haber sido por el Mangekyou de Kin, no hubiera sido capaz de ver. El Uchiha reaccionó de la forma más veloz que pudo para chocar la hoja de la Amaterasu No Ha contra la hoja de la Katana de Miko.
— Me siento mal… Levantas la hoja de la espada que te entregué… ¿contra mí? —. Aquellas palabras afectaron levemente a Kin, quien dudó y por un momento bajó su guardia, en ese momento, la Jounin aprovechó para soltar con una mano la empuñadura de su Katana y golpear el estómago de su hijo, quien sólo se dobló ligeramente y se apartó. Sí, la forma de luchar de Miko en ocasiones usaba las palabras para distraer a sus enemigos. A pesar de eso, la Uchiha dejó que Kin se recuperara de aquel fuerte golpe para continuar, en parte quería ver que tan fuerte se había vuelto su hijo después de tantos años entrenando.
Cuando el de los ojos ámbar recuperó el aliento, dio un leve suspiro y se lanzó contra su madre, a una velocidad más lenta comparada con la de Miko. La Uchiha reaccionó usando la hoja de su Katana para detener el ataque de Kin, la mirada de ambos se fijó en la del otro por un momento antes de comenzar con una serie de choques de espada. El sonido metálico inundó el ambiente por ese momento, Kin estaba decidió a vencer a su madre y correr para traer a Ren de vuelta, pero en ocasiones no importa lo motivado o determinado que estés, aveces aquella adversidad es más grande y fuerte que todo eso, por lo que se debe enfrentar cuando uno sea más fuerte.
Los movimientos de Miko denotaban maestría y elegancia, demostrando por qué eran una maestra de la espada, chocando y atacando ágilmente los ataques de su hijo. La Jounin empezaba a ganar más control sobre aquel choque de metales, y Kin empezaba a sentirse abrumado por la cantidad de ataques que tenía que bloquear, que nuevamente, si no fuera por el Mangekyou Sharingan, posiblemente ya habría perdido desde hace unos minutos. La barrera colocada por el Uchiha poco a poco empezaba a flaquear hasta que la Jounin pudo ver aquella apertura, su visión en cámara lenta le apoyó y aprovechó para llevar el mortal filo de su hoja hasta los dedos de Kin, generándoles un corte, pero no con la intención de cortarle los dedos, sino con la intención de hacerlo soltar la espada, lográndolo.
Con un pequeño grito de dolor, el pelinegro soltó la tsuka de Amaterasu No Ha, espada que hizo un ruido de metal chocando con tierra al caer en aquel pasto cuidadosamente cortado por Kan, éste último, mirando como su esposa y su hijo peleaban. — Uff… Tenía tiempo que no atacaba así… Realmente me sorprende que hayas resistido tanto, has mejorado Kin. Pero ese no es el punto… —. El pelinegro jadeaba levemente mientras su mano izquierda rodeaba los dedos de su mano derecha, con sangre goteando. — Te pido una disculpa hijo, pero no me dejaste otra opción… Ren, ella necesita encontrar su camino… Necesita encontrar quien es y qué es lo que necesita… Traerla a la fuerza a Konohagakure podría generar que ustedes dos peleen, su relación podría romperse y no veo la necesidad de acabar con aquella bonita amistad… —.
Los pensamientos de Kin estaban llenos de preocupaciones hacia Ren, pero las palabras de Miko empezaron a tranquilizarlo, talvez aquello que decía era cierto. La albina necesitaba encontrar su propio camino y volver por su cuenta, no a la fuerza. — Ren… sólo quiero que ella esté bien… —. — Yo quiero lo mismo, pero obligarla a hacer algo que no quiere, no le traerá felicidad, tampoco digo que huir y olvidarse de todo aquí la haga feliz, pero ella necesita encontrar su camino, ya sea aquí, o en otro lado… —. Las palabras no le salían a Kin, no tenía como debatirle a su madre, sabía que todo eso que ella mencionaba era cierto, lo más que podía hacer era desear y esperar que ella estuviera bien y talvez en algún futuro poder buscarla, pero no para obligarla a volver, sino para hablar con ella y tratar de convencerla, porque sí, Kin quería obligarla en un acto de desesperación.
— Ya entiendo… Discúlpame por ese arrancón… —. Miko sonrió mientras volvía a envainar su espada y recogía del suelo la Amaterasu No Ha, pero no se la entregó a Kin inmediatamente. Usando una de sus manos libres, la Uchiha comenzó a canalizar una gran cantidad de Chakra, cosa que Kin pudo ver gracias a su Mangekyou Sharingan, quedando confundido con la acción de Miko. — Tienes que descansar un poco más hijo, creo que te faltó dormir, dulces sueños, y no te preocupes, yo me encargó de tu herida —. Kin estaba por irse rápidamente, pero Miko era más veloz, chocando su poderoso puño en la cara de su hijo, mandándolo unos cuantos metros lejos a la par que esté caía inconsciente.
La Jounin suspiró mientras empezaba a caminar hacia la misma dirección para recoger a Kin y llevarlo de nuevo a la casa. Alguien más se unió a su caminata, Kan, su esposo. — No creo que eso fuera necesario —. — Talvez no, pero el combate no termina hasta que uno quede completamente vencido, ¿no crees? —. — Las misiones ya te afectaron, mujer… —. Ambos siguieron caminando hasta Kin mientras seguían hablando de sus cosas, por ahora, Kin ya estaba en un profundo sueño.