Se quemaba un cigarrillo, partido al medio por ser incendiado del lado incorrecto; incendio en miniatura, provocado por otro cigarro proveniente de un estado natural, alterado sólo y únicamente por un golpe en la mesa de madera que se queja por no estar bien nivelada. Golpe fuerte, grito al aire, cartas fuera de la mesa, cigarrillos desacomodados y suerte de una en tantos que uno resultara quemado por la mitad, más aún la extrañeza de dejar un cigarrillo completo sin quemar en el cenicero; de tantas bebidas y pérdida de desconocimiento, los presentes estaban sólo presentes de cuerpo, mas ausentes de mente que lo natural.
Uno gritaba, exclamaba que la apuesta no había sido justa, que de haber sabido qué carta exactamente estaba en juego, él no hubiese dado toda su fortuna a que ganaría, se queja de que no pudo ver bien por el humo de los cigarrillos y por su lente roto del ojo izquierdo, la cual que aunque muy brillosa y hermosa por el dorado de su color, podía de vez en cuando no resultarle bien sus resultados en la vista, pero aun así era apreciada. Candente estaba el ambiente, quemaban los pulmones el aire contaminado de humo que parecía ser ente propio por forma a sí mismo darse con tanto mal augurio que dominaba y absorbía. Mientras tanto, otro, un segundo, respondía con gritos, que sólo eran puras excusas, que de haber sabido o no, por su orgullo el primero terminaría apostando todo sin importarle nada, porque eso es lo que es y lo que todos ellos son, orgullosos viendo quién sobrevive más tiempo y es digno realmente de mostrar dicho sentimiento. Y como muestra de orgullo, sin notarlo hizo un acto pequeño en el que este se ajustó su reloj de la mano izquierda, y por un momento en el reflejó se vio el paquete de cigarrillos abierto. El segundo sacudió su mano en gesto de asco y volvió a observar su reloj con admiración, un objeto brilloso aunque de color plateado, y que si bien no marcaba bien los minutos por tener una de las manecillas rotas, era un objeto bien apreciado.
Un tercero demostraba alegría, sin parar de reírse por semejante mentira que el primero contaba. No se creía capaz de reír tanto como para ahogarse entre sus propias carcajadas, volviéndose su rostro de color rojo y luchando por mantener el aire. Ahorcándose a sí mismo en un atisbo por rescatar su garganta, ya rota por el desfase de sus cuerdas vocales en poca o ninguna sintonía con el grito y enojo del primero, sumándole también el insoportable dolor que sufrían sus pulmones por el humo de los cigarrillos que tanto odiaba. La rabia y la risa desencadenadas en compañía del segundo que con sus palabras intentaba armar un pilar de lógica en la conversación. Este tercero trato de recomponerse con ayuda de su bastón, para así no caer al piso, y este bastón aunque mucho apoyo no le ofrecía por estar roto en la base, de igual manera aprecio le tenía por serle su compañía más preciada en momentos de tristeza y alegría.
A ellos tres les seguía un cuarto que si bien agregaba risas a la discusión, también buscaba tranquilidad y paz entre todos, ofreciendo parte de su dinero para que el primero siga en juego. Dios de toda expresión de la palabra paz mezclada con un poco de disfrute por la ocasión era aquel cuarto. Único que quizás buscaba una solución, actuar típico del que busca soluciones a problemas sin soluciones. Eso sí, no se le ha de escapar en ese fajo de billetes que ofrecía su moneda papel más importante, la que lleva a todos lados y procedió a guardar luego en su bolsillo; un papel moneda del valor más alto, arrugado y manchado con tinta, parecía serle importante por haber sido de los primeros que habrá generado con alguno de sus negocios para otorgar tanto dinero así al resto como si nada. El billete estaba manchado, su valor era inútil, pero no por ello menos importante para él, quien aprecio mucho le tenía
Bullicio, y entre los cuatro gritando, un quinto con desamor por el cigarro tomaba un trago de esos baratos pero que aparentan ser finos sólo por tener una alta graduación de alcohol, se trataba de una de sus bebidas favoritas, el whisky Hoshi, cuya botella se encontraba al lado del vaso con hielo que estaba bebiendo. No estaba fuera de la conversación, tampoco quería desaparecer de esta, pero sí era claro que su presencia no era la mayor ni más influyente de todas; un promedio, un número real mas no uno en específico, un hombre con piernas, cabeza, torso y manos. Manos que se deslizaban por un costado de la mesa, haciendo a un lado el cenicero y el paquete de cigarrillos que el quinto no disfrutaba. Se deslizaron y bajaron hasta tocar con un objeto de extraño sentir al tacto; frágil pero pesado, ligero para mover aunque con mal agarre, corto de calidad para un rey pero abundante de belleza para un carpintero. Una caja de madera fue traída sobre la mesa, atrayendo la atención de todos y olvidando la discusión por un momento.
Un tercero demostraba alegría, sin parar de reírse por semejante mentira que el primero contaba. No se creía capaz de reír tanto como para ahogarse entre sus propias carcajadas, volviéndose su rostro de color rojo y luchando por mantener el aire. Ahorcándose a sí mismo en un atisbo por rescatar su garganta, ya rota por el desfase de sus cuerdas vocales en poca o ninguna sintonía con el grito y enojo del primero, sumándole también el insoportable dolor que sufrían sus pulmones por el humo de los cigarrillos que tanto odiaba. La rabia y la risa desencadenadas en compañía del segundo que con sus palabras intentaba armar un pilar de lógica en la conversación. Este tercero trato de recomponerse con ayuda de su bastón, para así no caer al piso, y este bastón aunque mucho apoyo no le ofrecía por estar roto en la base, de igual manera aprecio le tenía por serle su compañía más preciada en momentos de tristeza y alegría.
A ellos tres les seguía un cuarto que si bien agregaba risas a la discusión, también buscaba tranquilidad y paz entre todos, ofreciendo parte de su dinero para que el primero siga en juego. Dios de toda expresión de la palabra paz mezclada con un poco de disfrute por la ocasión era aquel cuarto. Único que quizás buscaba una solución, actuar típico del que busca soluciones a problemas sin soluciones. Eso sí, no se le ha de escapar en ese fajo de billetes que ofrecía su moneda papel más importante, la que lleva a todos lados y procedió a guardar luego en su bolsillo; un papel moneda del valor más alto, arrugado y manchado con tinta, parecía serle importante por haber sido de los primeros que habrá generado con alguno de sus negocios para otorgar tanto dinero así al resto como si nada. El billete estaba manchado, su valor era inútil, pero no por ello menos importante para él, quien aprecio mucho le tenía
Bullicio, y entre los cuatro gritando, un quinto con desamor por el cigarro tomaba un trago de esos baratos pero que aparentan ser finos sólo por tener una alta graduación de alcohol, se trataba de una de sus bebidas favoritas, el whisky Hoshi, cuya botella se encontraba al lado del vaso con hielo que estaba bebiendo. No estaba fuera de la conversación, tampoco quería desaparecer de esta, pero sí era claro que su presencia no era la mayor ni más influyente de todas; un promedio, un número real mas no uno en específico, un hombre con piernas, cabeza, torso y manos. Manos que se deslizaban por un costado de la mesa, haciendo a un lado el cenicero y el paquete de cigarrillos que el quinto no disfrutaba. Se deslizaron y bajaron hasta tocar con un objeto de extraño sentir al tacto; frágil pero pesado, ligero para mover aunque con mal agarre, corto de calidad para un rey pero abundante de belleza para un carpintero. Una caja de madera fue traída sobre la mesa, atrayendo la atención de todos y olvidando la discusión por un momento.
De madera, con las esquinas en forma puntiaguda y una punta extra por la parte de atrás al medio, agresiva a la mirada, casi sin hendiduras mas que para la apertura y unas por debajo para el fácil agarre. Por lo demás una textura, de vuelta, agresiva, pero esta vez al tacto. Patrones sin mucha descripción de lo que ocultan, pero patrones sobre los patrones habían. Belleza extraña, atractiva hasta para el ciego y el manco, porque al chocar las uñas en contra de su madera, un crujiente sonido que replicaba el sonido de un choque contra la corteza de un árbol y el de un río contra las piedras se escuchaba. Pregunta yacía sobre lo que dentro de esa caja habitaba, mas su textura, su forma, su sonido, su presencia de por sí un augurio extraño otorgaba, siendo mucho más presente y fuerte el misterio que el deseo por descubrirlo en sí.
Empieza el interrogatorio.
El primero de repente se olvidó de sus graves problemas económicos y de mal juego, y empezó a mirar la caja como un adicto a las drogas mira el tiempo pasar lento luego de consumir su dosis diaria, estaba prestando atención y en un estado de paz y aceleración combinados. El segundo estaba desentonado, transitando un mundo fuera del que los demás habitan, sin la posibilidad de volver a tierra porque con sus herramientas de lógica, el desentrañar semejante misterio sobre cómo volver atrás en el tiempo no era posible. El tercero mantuvo compostura, ojos fijos, parpadeo lento, respiración tranquila y con un temple único que jamás se le había visto nunca. El cuarto se guardó sus ofertas de paz, como un mercader con malas costumbres acomodó todo su capital y se preparaba para ponerlo a disposición del quinto para que este le otorgara la caja. Pero el quinto no buscaba ofertas, pues cómo saber a qué precio vender algo si ni el mismo vendedor conoce de lo que tiene entre manos, eso sólo resultaría en un mal negocio.
"¿Qué es eso?" Pregunta el primero, el tercero, el segundo y el cuarto. Casi al unísono, coordinados en lo descoordinado de sus tonos de voces. Más de uno se volvió a sentar en su lugar y observar con gran atención y calma lo que en el centro de la mesa se presentaba. Más de uno tenía dudas sobre qué se trataba, mas menos de uno se hacia idea. "Ni yo lo sé" respondía el quinto, con risas de por medio, reconociendo lo irónico de la situación, pues más de uno esperaba que supiese y más de uno deseaba saber la respuesta, mas menos de uno pensó que el quinto no sabría ni lo que traía entre manos. "No sé bien, pero ¡No lo toquen! Si lo tocan me quedaré con la caja, será mía y de nadie más" exclamó el quinto, quien ahora pasaba a ser el segundo más importante protagonista de esta conversación, siendo el primero obviamente la caja.
El primero pasó a estar sediento, tomó el paquete de cigarrillos de la mesa y lo golpeó contra la mesa, a eso le añadió un buen fajo de billetes que provenían de la zona del cuarto. Estaba claro que hacía una oferta, y reafirmó el hecho al grito de "Mil ryos y un paquete de cigarrillos de regalo, ¡Dame la caja!". Sin embargo, no tardó en tomar su dinero de vuelta el cuarto y exclamar: "¡Nada de eso te pertenece! Dame esto..." Tomó el fajo de billetes mas no los cigarrillos. El segundo y el tercero querían sin embargo empatar o aumentar la oferta, pero apenas fueron a por sus bolsillos, el quinto les negó con la mano y advirtió: "Lo que aquí se encuentra, no se compra ni con la más grande cantidad de dinero, pues su valor no se ha de igualar por métodos sencillos".
Una caja, de textura extraña, con puntas agresivas, de color marrón y un poco rojizo se posaba en el centro de la mesa, teniendo a su frente un paquete de cigarrillos y a los alrededores un grupo de cinco personas, todas interesadas por lo que el protagonista en escena escondía. ¿Qué era lo que allí se escondía? Ni el que trajo el tema a la mesa sabía, pero estaba dispuesto a terminar con el misterio y develar el secreto que a él también le generaba ansiedad.
"¡¿Entonces qué quieres por ella?!" Exigía respuestas el segundo, desquiciado por el deseo de obtener la sazón de la verdad. Estaban todos ansiosos por descubrir la verdad, mas irónicamente se encontraban tranquilos a la vez, pues la presencia de la caja les otorgaba tanto deseo insaciable por el sabor como paz eterna por tenerla frente a sus ojos.
"Déjenme explicarles. Esta caja como observan, no es cualquier caja. Pues para ser honesto no sé bien de dónde proviene pues la obtuve por medios no convencionales, pero lo que sí sé que la primera vez que la observé no pude quitar mis ojos de ella, es como si me hubiese enamorado por primera vez de nuevo, pero no exactamente así. Era una sensación de aprecio, de admiración, de único e inigualable respeto. Es extraño porque ahora la observo y me sigo sintiendo igual que la primera vez. No reconozco semejante experiencia en ningún otro momento de mi vida, pero el que tal ha de estar aquí presente me otorga...No es felicidad, es algo más, un estado que se balancea entre la paz y la lujuria misma. Me convierte en el equivalente a un criminal protegido y que adora a las fuerzas de la ley. Ley y orden, caos, arbitraje, debate, dolor, llanura, alegría, desierto, fuego, papel, peso, canto, masaje, ligero, suave, guerra, sufrimiento, amor, destiempo; todo, lo siento todo al observar esta caja. Pero obviamente todos queremos saber lo que aquí dentro yace, y ya descubrí cómo..."
El quinto sin más percances tomó su botella de whisky favorito, el Hoshi y lo acomodó en una de las puntas, específicamente en la trasera que era la más cercana a él. Seguido a ello miro al resto de los presentes en la mesa y dijo: "Ofrezcan algo suyo, algo de valor, algo que les importe mucho, algo con lo que estén conectados en el día a día o en toda la vida".
El primero quitó la lente roto de su ojo izquierdo con la cual observaba con un poco de claridad la caja, y ahora miraba un poco borroso, pero era un cambio excelente si así podría obtener el misterio resuelto sobre lo que allí dentro habitaba. Este acomodó su lente en una de las esquinas y luego le siguió el segundo. Este segundo por otro lado, un objeto que con mucho orgullo portaba, era hora de dejarlo a un lado para darlo como ofrenda ante la caja. Se quitó su reloj brilloso y plateado, para acomodarlo también en otra de las esquinas. Por último faltaban el tercero y el cuarto, quienes luego de mirarse a los ojos, entendieron la tarea y cada uno otorgó algo de ellos mismos. El tercero, quien carecía de un objeto pequeño para apoyarlo cerca de la caja, otorgó su bastón el cual apoyó sobre una de las esquinas, cayendo el resto del bastón por fuera de la mesa. Y faltaba el último, el cuarto, que de no ser por las palabras del quinto y la presencia de la caja, nunca hubiese puesto tan valioso billete en la última esquina puntiaguda disponible de la caja.
En la mesa, varios objetos presentes. Por un primer lado la caja, luego un bastón roto, un papel moneda manchado, una botella de whisky barato, una lente quebrada, un reloj con manecilla disfuncional y una caja de cigarrillos abierta con un cenicero al lado. Algunos ofrendas, otros por el momento sólo restos de la mesa. Pero he allí el protagonista de todos, la caja que parecía estar accionando un mecanismo, se escuchaba como giraban engranajes. Era por fin el momento de que el misterio se desentrañara, la ansiedad de todos se sentía como un terremoto que no cesaría hasta que sus deseos sean cumplidos. La caja también temblaba, emitía una luz, se dejaba ver poco a poco por dentro, el ambiente estaba tenso, las paredes temblaban, las sillas y mesas se hundían, los gritos y chillidos eran fuertes, las paredes temblaban, las sillas y mesas se hundían, los gritos y chillidos eran fuertes, las paredes temblaban, las sillas y mesas se hundían, los gritos y chillidos eran fuertes
Un bebé.
Una caja, de textura extraña, con puntas agresivas, de color marrón y un poco rojizo se posaba en el centro de la mesa, teniendo a su frente un paquete de cigarrillos y a los alrededores un grupo de cinco personas, todas interesadas por lo que el protagonista en escena escondía. ¿Qué era lo que allí se escondía? Ni el que trajo el tema a la mesa sabía, pero estaba dispuesto a terminar con el misterio y develar el secreto que a él también le generaba ansiedad.
"¡¿Entonces qué quieres por ella?!" Exigía respuestas el segundo, desquiciado por el deseo de obtener la sazón de la verdad. Estaban todos ansiosos por descubrir la verdad, mas irónicamente se encontraban tranquilos a la vez, pues la presencia de la caja les otorgaba tanto deseo insaciable por el sabor como paz eterna por tenerla frente a sus ojos.
"Déjenme explicarles. Esta caja como observan, no es cualquier caja. Pues para ser honesto no sé bien de dónde proviene pues la obtuve por medios no convencionales, pero lo que sí sé que la primera vez que la observé no pude quitar mis ojos de ella, es como si me hubiese enamorado por primera vez de nuevo, pero no exactamente así. Era una sensación de aprecio, de admiración, de único e inigualable respeto. Es extraño porque ahora la observo y me sigo sintiendo igual que la primera vez. No reconozco semejante experiencia en ningún otro momento de mi vida, pero el que tal ha de estar aquí presente me otorga...No es felicidad, es algo más, un estado que se balancea entre la paz y la lujuria misma. Me convierte en el equivalente a un criminal protegido y que adora a las fuerzas de la ley. Ley y orden, caos, arbitraje, debate, dolor, llanura, alegría, desierto, fuego, papel, peso, canto, masaje, ligero, suave, guerra, sufrimiento, amor, destiempo; todo, lo siento todo al observar esta caja. Pero obviamente todos queremos saber lo que aquí dentro yace, y ya descubrí cómo..."
El quinto sin más percances tomó su botella de whisky favorito, el Hoshi y lo acomodó en una de las puntas, específicamente en la trasera que era la más cercana a él. Seguido a ello miro al resto de los presentes en la mesa y dijo: "Ofrezcan algo suyo, algo de valor, algo que les importe mucho, algo con lo que estén conectados en el día a día o en toda la vida".
El primero quitó la lente roto de su ojo izquierdo con la cual observaba con un poco de claridad la caja, y ahora miraba un poco borroso, pero era un cambio excelente si así podría obtener el misterio resuelto sobre lo que allí dentro habitaba. Este acomodó su lente en una de las esquinas y luego le siguió el segundo. Este segundo por otro lado, un objeto que con mucho orgullo portaba, era hora de dejarlo a un lado para darlo como ofrenda ante la caja. Se quitó su reloj brilloso y plateado, para acomodarlo también en otra de las esquinas. Por último faltaban el tercero y el cuarto, quienes luego de mirarse a los ojos, entendieron la tarea y cada uno otorgó algo de ellos mismos. El tercero, quien carecía de un objeto pequeño para apoyarlo cerca de la caja, otorgó su bastón el cual apoyó sobre una de las esquinas, cayendo el resto del bastón por fuera de la mesa. Y faltaba el último, el cuarto, que de no ser por las palabras del quinto y la presencia de la caja, nunca hubiese puesto tan valioso billete en la última esquina puntiaguda disponible de la caja.
En la mesa, varios objetos presentes. Por un primer lado la caja, luego un bastón roto, un papel moneda manchado, una botella de whisky barato, una lente quebrada, un reloj con manecilla disfuncional y una caja de cigarrillos abierta con un cenicero al lado. Algunos ofrendas, otros por el momento sólo restos de la mesa. Pero he allí el protagonista de todos, la caja que parecía estar accionando un mecanismo, se escuchaba como giraban engranajes. Era por fin el momento de que el misterio se desentrañara, la ansiedad de todos se sentía como un terremoto que no cesaría hasta que sus deseos sean cumplidos. La caja también temblaba, emitía una luz, se dejaba ver poco a poco por dentro, el ambiente estaba tenso, las paredes temblaban, las sillas y mesas se hundían, los gritos y chillidos eran fuertes, las paredes temblaban, las sillas y mesas se hundían, los gritos y chillidos eran fuertes, las paredes temblaban, las sillas y mesas se hundían, los gritos y chillidos eran fuertes
Un bebé.