La brisa marina, fresca y salada, acariciaba las fachadas de las casas de madera y piedra, llevando consigo el suave aroma del océano y el sonido rítmico de las olas rompiendo en la costa. Los puestos de mercado empezaban a cerrar, mientras los vendedores recogían sus mercancías y los clientes se despedían con amables saludos. En las plazas y parques, los niños jugaban, riendo y correteando, mientras los ancianos se sentaban en los bancos, disfrutando de la tranquilidad del atardecer y compartiendo historias de tiempos pasados.
Las luces de las farolas comenzaban a encenderse, iluminando las estrechas callejuelas y creando un ambiente cálido y acogedor. Las tabernas y bares abrían sus puertas, y el murmullo de las conversaciones y las risas llenaba el aire, mezclándose con el aroma tentador de los platos recién preparados.
Kenju Issei caminaba por las calles familiares de su aldea, con su típica postura erguida y su mirada fija en el camino, perdido en sus pensamientos. A pesar de la tranquilidad del atardecer, su mente estaba plagada de preocupaciones y dilemas.
Mientras avanzaba, una figura familiar captó su atención desde una distancia. Un hombre de mediana edad, con cabello rubio y ojos claros penetrantes, que llevaba una vestimenta que denotaba su posición como un shinobi de alto rango. Era Hayato, un viejo amigo y compañero de la academia ninja, con quien Issei había compartido muchas aventuras y momentos de juventud antes de que sus caminos se separaran.
— Issei —llamó Hayato, su voz cargada de emoción y sorpresa mientras se acercaba a él—. ¡Cuánto tiempo! ¿Cómo has estado?
Issei detuvo su paso, su expresión mostraba una mezcla de sorpresa y alegría al ver a Hayato después de tantos años. Aunque la vida los había llevado por caminos diferentes, los lazos del pasado aún permanecían.
— Hayato —respondió Issei, esbozando una leve sonrisa mientras estrechaba la mano de su viejo amigo—. Ha pasado mucho tiempo, ¿verdad? Me alegra verte.
Hayato asintió, y su sonrisa se fue ampliando mientras recordaba los días de su juventud.
— Sí, demasiado tiempo. Te he estado siguiendo la pista; no quieres llamar mucho la atención en las filas del Imperio, pero te has convertido en un guerrero de pies a cabeza. ¡Estoy impresionado!
Issei bajó la mirada y un destello de incomodidad cruzó sus ojos. Aunque su ascenso había sido rápido, había venido acompañado de sacrificios y decisiones difíciles que lo habían llevado por un camino oscuro.
— He hecho lo que he tenido que hacer —respondió el Chuunin con un tono cargado de seriedad—. El camino no ha sido fácil, pero he tratado de servir a mi gente lo mejor que he podido.
Hayato observó a Issei por un momento, con su mirada aguda percibiendo la carga emocional que pesaba sobre él.
— Entiendo —dijo Hayato mientras suavizaba su tono—. Todos llevamos nuestras propias cargas y luchas. Pero, dime, ¿cómo está tu familia? ¿Y Hana?
La mención de Hana hizo que el rostro de Issei se tensara ligeramente.
— Hana y yo estamos atravesando tiempos difíciles —admitió con preocupación y tristeza—. Pero estamos trabajando en ello, tratando de encontrar una forma de superar nuestros problemas y reconstruir nuestra relación.
Hayato asintió comprensivamente, sabiendo que las relaciones matrimoniales podían ser complicadas y difíciles de navegar.
— Espero que podáis encontrar la paz y la felicidad juntos —dijo con su voz llena de sinceridad.
Issei asintió, agradecido por las palabras de apoyo de su viejo amigo.
— Gracias, Hayato —respondió el ninja de cristal—. Significa mucho para mí.
Un silencio cómodo se extendió entre los dos hombres, ambos sumidos en sus propios pensamientos y recuerdos. Aunque el tiempo y las circunstancias habían cambiado sus vidas de formas inimaginables, el lazo de su amistad seguía intacto, recordándoles quiénes eran y lo que habían compartido en tiempos más simples.
— ¿Por qué no vamos a tomar algo? —propuso Hayato, rompiendo el silencio y ofreciendo una oportunidad para reconectar y compartir más momentos juntos.
Issei asintió con una sonrisa genuina iluminando su rostro.
— Me encantaría —respondió—. Hay mucho de lo que quiero hablar contigo. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que compartimos un momento como este.
Con esa simple invitación, los dos hombres se encaminaron hacia el bar más cercano. La promesa de un reencuentro y la oportunidad de compartir sus experiencias y reflexiones con un viejo amigo llenó el aire con una sensación de esperanza y expectación.