Tensiones [priv.Hana]
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En el corazón bullicioso de Kirigakure, las calles eran un hervidero constante de actividad y vida. Sus habitantes, con sus trajines diarios, componían una danza constante de conversaciones y desplazamientos que daban un pulso vital a la aldea. Sin embargo, en medio de esa bulliciosa cotidianidad, un aire frío y distante parecía envolver a Issei y Hana mientras paseaban con Roku.

A pesar del gentío que los rodeaba, la tensión entre ellos era tan densa que podía cortarse con un cuchillo. Hana mantenía su mirada fija al frente, su rostro era un mármol de impasibilidad, como si estuviera mirando más allá de la multitud, hacia algún horizonte invisible. Por su parte, Issei, con su semblante endurecido, lanzaba miradas furtivas y cargadas de amargura hacia su esposa, como si cada paso que daban juntos le recordara un pasado del que preferiría escapar.

El pequeño Roku, ajeno a la tormenta emocional que se desataba a su alrededor, jugueteaba con curiosidad, intentando capturar las sombras que se proyectaban en el suelo con los rayos del sol. Sin embargo, su risa infantil y sus travesuras no lograban disipar el ambiente denso que envolvía a sus padres.

De repente, la figura enérgica de Ichi apareció en el horizonte, resaltando entre la multitud por su uniforme de patrulla. Al percatarse de su presencia, Issei forzó una sonrisa, tratando de disimular el malestar que lo embargaba.

Hola, Ichi ─saludó intentando controlar su tono de voz pero con un deje de tensión evidente─. ¿Cómo va la patrulla? Espero que no te estés metiendo en problemas.

Con una mirada aguda y directa, Ichi contestó─. Todo en orden, aunque no puedo decir lo mismo de la relación entre ustedes dos.

Hana, incapaz de contenerse, intervino con un tono sarcástico─. ¿Ahora resulta que eres un experto en relaciones familiares? Quizás deberías concentrarte en tu trabajo y dejar de juzgar.

Las palabras de Hana resonaron en Issei como un golpe directo al corazón. Su rostro se tensó, y su mano se alzó en un gesto instintivo por toda la rabia que llevaba acumulada, listo para golpearla. Sin embargo, antes de que pudiera actuar, Ichi se interpuso, adoptando una postura firme y decidida.

¡Basta, padre! ─exclamó con una voz rebosante de determinación─. No permitiré que vuelvas a levantarle la mano a mi madre.

El llanto de Roku se elevó en intensidad, haciendo que su angustia resonara en el aire y reflejara la tensión del momento. Issei, al darse cuenta de la atención que estaban atrayendo, sintió una mezcla de vergüenza y rabia que lo embargó por completo.

¡No te metas, Ichi! ─ replicó con voz temblorosa pero cargada de furia─. Esto es entre tu madre y yo.

No, padre, esto nos afecta a todos ─ respondió Ichi con determinación─. No puedo quedarme al margen viendo cómo te comportas de esta manera.

Hana, con una mirada de desaprobación hacia Issei, agregó─. Tal vez si cambiaras tu actitud, no estaríamos en esta situación.

Las palabras mordaces de Hana y la intervención decidida de Ichi hicieron que el llanto de Roku se intensificara, convirtiéndose en un grito desgarrador que resonó por todo el lugar. Su angustia desconsolada añadió una capa de drama y vergüenza a la ya tensa escena familiar que se estaba desplegando.

Issei, sintiéndose humillado y desbordado por la situación, observó a su alrededor y se percató de que todos los presentes los estaban mirando. Las miradas curiosas y los murmullos de la gente acentuaban su sentimiento de vergüenza. Sin pronunciar una sola palabra más, Issei se volvió abruptamente y se alejó del tumulto, encaminándose hacia un bar cercano para refugiarse de la situación.

Al llegar al bar, solicitó con gesto apresurado una jarra de cerveza de un litro. Sin perder tiempo, empezó a beber a grandes tragos, buscando en el alcohol un escape momentáneo para las intensas emociones que lo abrumaban. Cada sorbo era un intento de ahogar el remordimiento, la ira y la frustración que lo consumían.
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En la aldea de la niebla la gente es más tranquila y no suele formar mucho alboroto por cualquier problema, ya sea personal o que se halla presentado en esos momentos, mas alla de eso por ser una aldea con un poder militar enorme, muy superior a la de las otras aldeas la tranquilidad es prospera y duradera.

La joven estaba trabajando de mesera en el bar/restaurante de su madre, quien se encargaba de hace años debido a la muerte de su esposo, no era un cargo muy grande el ser mesera, nada más se debía saber cómo tratar a los clientes y de paso saber tratar con las personas que venían allí por morbo, ya se habían presentado problemas en que la chica terminaba por sacar a patadas hombres y mujeres borrachos por igual, algunos por pasarse de copas y otros por pasarse de acosadores, era la única chica joven del lugar debido a que el resto del equipo de trabajo eran chicos o señoras ya de una alta edad, aunque esos problemas eran muy raros gracias a que Hana adoptar su forma de gata y pasar desapercibida.

Un día, estando ella en su descanso noto como un sujeto discutía arduamente con su mujer en las afueras, los observaba por la ventana así que sus compañeros, que eran como un equipo de 6 meseros, 3 hombres, 2 señoras y ella, al notar que tenía una intensa rabia encima al momento de entrar quisieron por un momento dejar que se calmara pero Hana indicó que ella se encargaría de el personalmente, asi que antes de que entrara salto hacia el otro lado de la barra y lo saludó en cuanto este mismo se sentó. -Buenos días, sea bienvenido, en qué le puedo servir?-. Dice de manera alegre para subirle un poco los ánimos, esperando su orden.
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Al adentrarse en el bar, Issei percibió la mirada curiosa de la joven camarera. Con su imponente estatura, cabello oscuro y una cicatriz marcada que atravesaba su rostro, potenciando su aspecto amenazador, parecía un hombre con el que definitivamente no desearías tener un malentendido.

La tensión que lo había acompañado desde su enfrentamiento con Hana y su hijo mayor aún estaba palpable en su interior. Cada paso que daba resonaba con el eco de sus pensamientos, reviviendo la discusión y las palabras no dichas. Se sentía atrapado en un torbellino de emociones, buscando un refugio ante el caos interno.

La súbita amabilidad de la camarera lo desconcertó. Aunque inicialmente su ceño se frunció en desconfianza, no pudo evitar que una chispa de curiosidad se encendiera en su mente. ¿Por qué una joven como ella trabajaría en un lugar como este? ¿No sería demasiado para alguien de su edad?

Con el ceño todavía ligeramente fruncido, Issei observó detenidamente a la camarera, intentando descifrar su actitud. No obstante, algo en la calidez de su sonrisa y la sinceridad de sus ojos logró que relajara un poco su postura defensiva. Empezó a preguntarse si quizás la estaba juzgando mal y si podría encontrar en ella un breve respiro ante sus turbulentos pensamientos.

Eh... solo tráeme una jarra de cerveza, la más grande que tengas, por favor ─respondió el Chuunin, con un tono más suave de lo que había planeado inicialmente.

Después de un breve silencio, sus pensamientos inquietos lo llevaron a formular un comentario impulsivo, sin filtro alguno─. Pareces muy joven para estar trabajando en un bar de borrachos como este ─comentó, tal vez buscando desviar la conversación y distraerse de la tensión del momento anterior.
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El sujeto era intimidante, Hana nada más le podía ver a la cara si hacia el gesto de mirar hacia el cielo, con su enorne estatura, cicatriz y su traje delatante de militar de kiri le hacian ver a todos que iban a chorrear sangre si se le sacaba de de sus cavales.

Esperaban que la jovencita le diera una bienvenida alegre y de paso su convencional actitud hacia las fuerzas militaristas hiciera efecto y evitara una molestia que podría pasar a mayores, su sistema de seguridad (la misma Hana) aun estaba en su fase de entrenamiento y cualquier decisión de parte de los shinobis entrantes harían que el equipo tomase medidas de precaución.

Hana noto como el sujeto la miraba detenidamente, como si su mente diera vueltas a un asunto en concreto, ella también intentaba decifrar de que trataba esa observación, tomando otras respuestas antes de las mas alarmantes. El sujeto se sentó finalmente y pidió una cerveza. -De inmediato-. Dijo mientras que se asomó por debajo de la barra donde se encontraba su suministro de vasos y de allí saco una jarra extra grande de cerveza, cuando estaba sirviendo el elixir en ella el señor pregunto sobre que hacia ella en un lugar como ese siendo tan joven. -Era el bar de mi padre, yo misma quise trabajar aquí, en cuanto a los borrachos no han habido muchos problemas-. Dijo para calmar las ansias del sujeto de indagar en ella. Aunque por la notoria forma en que entró despertó el espíritu curioso de la joven y no se resistió en encontrar una respuesta al misterio. -Problemas familiares?-. Cuestionó, esperando que el sujeto le diese una respuesta, mientras que a su vez le servía la jarra llena de cerveza como pidió, disponiéndose a limpiar la barra.

Son muchas las personas que se refugian en el alcohol para ahogar sus penas y sentirse libres de sus cadenas, está dependencia de libertad y despreocupación a través de este elixir genera una adicción o incluso una peligrosa depresion, que es un indicio del alcoholismo, por lo cual esos problemas deberían empezar a detenerse inmediatamente.
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Issei clavó su penetrante mirada en la camarera, sus ojos oscuros reflejaban una mezcla de curiosidad y desconfianza. La inesperada pregunta de la joven lo había sacado de su guardia, y aunque su semblante duro y su postura erguida proyectaban la imagen de un hombre imperturbable, en su interior un torbellino de pensamientos se agitaba frenéticamente.

«¿El bar de su padre?» reflexionó el shinobi de cristal, sintiendo una punzada de incomodidad ante la revelación. «Eso justifica su juventud, pero no su audacia para confrontarme de esta manera.» Aunque sus palabras habían sido directas y su tono firme, algo en la mirada penetrante de la joven y en su respuesta calma y compuesta lo hizo dudar de sus propias acciones.

«¿Quién es esta joven para hacerme preguntas con tanta confianza?» se preguntó, sintiendo cómo la intriga se mezclaba con la irritación en su interior. A pesar de su exterior calculado y frío, la inquisitiva mirada de la camarera y su audaz interpelación habían logrado penetrar ligeramente su coraza, haciendo que su mente trabajara a toda velocidad para encontrar una respuesta adecuada.

Con una mirada que intentaba ocultar su molestia, Issei se mantuvo erguido, como si estuviera preparado para cualquier confrontación. «Tendré que ser cuidadoso con mis respuestas. No puedo revelar demasiado»

No, no hay ningún problema ─ declaró, su voz era firme pero cuidadosamente controlada para ocultar su irritación─. Solo estaba buscando un lugar tranquilo para tomar algo y relajarme un poco. Es un día complicado y necesitaba un respiro.

Internamente, el Chuunin se maldijo por la necesidad de mentir, pero se mantuvo firme en su relato, esperando que sus palabras fueran suficientes para disipar cualquier duda y cerrar el tema.
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La chica rebosaba una aura de confianza en si misma y en los demás, siendo rápidamente notado por el Kenju quien al parecer no sabia como responder la audacia de la chica. 

No era mucho de interactuar tanto con los clientes militaristas, aunque debía de hacerlo, tal ves aprendía algo más, estaba en pleno camino a convertirse en una shinobi que sirviera a su aldea y a sus alrededores. No conocía de dónde provenía el sujeto, ni su rango, ni su edad, aunque por su apariencia se podría notar que es un hombre relativamente mayor a 30 años, 35?, no sabría, eran meras especulaciones de la joven.

-Meow...su esposa parece que sigue molesta-. Comento mirando brevemente hacia la ventana, aquella mujer no le causaba buena vibra con la escena inicial, era su culpa tal ves?, o la de el?, solamente una pregunta atrevida lo descubriría. -Ademas de camarera intento ayudar a los clientes, y se que hablar con otra persona de lo sucedido siempre funciona a liberar los sentimientos reprimidos, puede desahogarse si quiere-. Dijo no tratando de sacarle información aquel hombre, sino para que liberara su peso que tenía encima desde hacía rato.

No habrían muchos inconvenientes visibles si aceptaba, ella sabía llevar los problemas de la gente y sugerirles soluciones, porque lo que se habla en un bar se queda en el bar o eso dicen.
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Issei frunció el ceño, sus ojos centelleaban con una mezcla de sorpresa y molestia. La tensión en su mandíbula era palpable, revelando el esfuerzo que le costaba mantener la compostura─. ¿De qué estás hablando? — preguntó con una voz áspera y cortante—. Prefiero que te mantengas al margen de mis asuntos y me dejes beber tranquilo.

Sus palabras, envueltas en una frialdad protectora, revelaban el anhelo de Issei por mantener las barreras altas y resguardarse de cualquier atisbo de intrusión externa. La cerveza en su mano se transformó en un refugio momentáneo, un escudo efímero contra los pensamientos y sentimientos que lo atormentaban. En el silencio que siguió a su respuesta, buscaba un respiro, un momento de paz en medio del caos.

Si la mujer insistía, Issei optaría por ignorarla con un silencio deliberado, sumergiéndose aún más en sus propias memorias, desconectándose del mundo exterior.

Pero después de unos minutos, en una pausa prolongada donde el murmullo del bar se convertía en un fondo lejano, Issei rompió el silencio. Su voz, ahora suave y cargada de un dolor que raramente dejaba ver, resonó en el aire tenso del lugar─. Mi esposa lleva años molesta conmigo por una decisión que tomé —confesó, su mirada estaba clavada en la jarra de cerveza frente a él, como si pudiera encontrar respuestas en su espuma—. Aunque entiendo el motivo de su rabia, es difícil para mí enfrentar su decepción día tras día.
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Última modificación: 13-04-2024, 04:57 PM por Hana.
El hombre era duro consigo mismo y con la joven, negándose a dejar escapar sus rabias contenidas y que lo carcomian por dentro, pero ella sabia algo que el no, ningun humano tiene la mentalidad suficiente para aguantarse en dejar escapar sus males cuando tiene la oportunidad y con insistirle o incluso dejandolo un momento podría hacer que hablara.

-Hablo de que libere sus frustraciones aquí y ahora, eso lo hará sentir mejor y capaz encontremos una solución-. Dijo alegremente para corroborar sus propias palabras, aunque el Kenju no quería hablar del tema.

"5...

4...

3...

2..."


Hizo una cuenta regresiva mental para ver cuánto aguantaba el hombre en expresarse, desafortunadamente para ella no logro terminar la cuando habló. "Aguantese hasta el 1 tan siquiera meow...". Pensó sintiéndose frustrada pero se dedico a escucharlo, una desicion estaba transformando ese ambiente familiar en uno hostil?, era probable que el dolor de algo perdurara por siempre?, infidelidad?.

Las palabras del Kenju rebosaban de lastima y tal ves no se le había ocurrido arreglarlo. -Ha intentado hablarlo con ella?, tan siquiera lo ha pensando?, o cuando lo hace evade la conversación?

Quiere esto en su vida?-
. Preguntó, algunas personas sienten su vida destruida cuando se presentan los problemas, pero a veces no entiendes que las palabras son un arma importante para el ser humano, y esto Hana lo sabía muy bien, un arma y bendición muy importante, pero no era la única.
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Issei sostuvo la mirada de la camarera. A pesar de haber mantenido un velo de control sobre sus sentimientos, las palabras de la muchacha habían logrado penetrar su armadura emocional. La rigidez de su mandíbula se suavizó ligeramente, y en sus ojos, que aún portaban vestigios de sorpresa y molestia, brillaba ahora una centella de introspección y comprensión.

Pues claro que he intentado hablar con ella —respondió Issei con una voz calmada, y sus palabras estaban ahora cargadas de una triste resignación—. Pero cada vez que lo intento, la distancia entre nosotros parece aumentar. A veces, evita la conversación, y otras veces, simplemente se va, dejándome solo.

El Kenju hizo una pausa, llevando la jarra de cerveza a sus labios para tomar un largo trago. Aunque no podía verbalizar abiertamente la fuente del profundo resentimiento de su esposa, era consciente de que su decisión de unirse al Imperio había sido un detonante. Con aquella decisión buscó proporcionar a su familia una vida más próspera, llena de riqueza, prestigio y protección, pero para Hana, el Imperio era un recordatorio doloroso de su pasado: habían sido ellos los causantes de la muerte de sus padres y hermanos. El peso de su elección, agravado por el remordimiento de sus acciones pasadas, le pesaba como una losa, y aunque comprendía la raíz de la ira de su esposa, enfrentar su desilusión y el distanciamiento diario era una tortura emocional.

No quiero esto para nosotros —confesó el shinobi de cristal. Sus palabras estaban impregnadas de genuina sinceridad y angustia—. Pero me siento perdido, sin saber cómo repararlo o cómo reconstruir la confianza y el amor que hemos perdido. Ellos, Hana y mis hijos, son lo único que tengo —agregó, entrecerrando los ojos con pesar, incapaz de sostener la mirada de la camarera—. Sin embargo, no puedo evitar sentir un profundo resentimiento hacia ellos. Todas las decisiones que tomo son pensando en su bienestar, y parece que no quieren comprenderlo.

Con estas confesiones, Issei liberó una porción del agobiante peso que llevaba consigo, admitiendo su dolor y su anhelo de encontrar una solución.
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La joven del apellido Haishiri prestaba atención a las palabras del hombre, centrando su mirada en sus acciones y expresiones faciales para entender la razón de su melancolía, forzando esa armadura emocional que usaba el hombre para no enfrentarse a sus problemas a ceder y dejar escapar sentimientos retraídos que cada día, lo llevaban por un mal camino.

Comentó que había intentado hablarle, y convencerla de que todo lo que hacía era por su familia, pero al parecer la mujer tampoco dar colaboración, estaba tan sumida en que la culpa era de el que no se daba cuenta que lo que destruía el matrimonio eran también sus acciones. -Asi que ella tampoco es tan cooperativa-. Dijo intentando encontrar un hueco en esa armadura que la mujer también tenía.

El hombre llevo la jarra a su boca para tomar un gran sorbo del elixir e intentar ahogar sus penas, lo dejo un rato pensar para aclarar sus propias palabras y ver que opciones tenía. -Quien si quisiera eso para su matrimonio?-. Cuestionó, haciéndose una pregunta interna, la cual obvia respuesta era no, nadie debía pasar por eso viendo pasar su vida juntos.

Hasta que las palabras del Kenju ganaron su batalla interna y dijeron unas palabras que la misma Hana se preguntaba si había escuchado bien, pero decidió responder de todas maneras. -Pero aún así siguen siendo tus hijos no?, con errores y todo, con imperfecciones jamás dejarán de serlo, es resentimiento que tienes también colabora en la ruina de su relación...ahora, usted recuerda como fue el día más feliz de su familia?, al menos un solo día en que todo ese dolor, resentimiento, y frustraciones de parte de todos ustedes se fue y por fin disfrutaron estar en compañía del otro?-. Sus palabras tal ves sonaban locura, pero la chica creía que si se podía recrear tal suceso, la familia se uniría nuevamente, o al menos, hacer algo de tal magnitud.
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Issei escuchó con atención las palabras de la camarera, sintiendo cómo cada una de ellas se adentraba en su corazón y resonaba en las profundidades de su alma. Las palabras de la joven eran como un espejo que reflejaba sus dudas, conflictos internos y las barreras emocionales que había construido a lo largo del tiempo. Cada frase pronunciada por ella parecía iluminar esos rincones oscuros de su mente, forzando a su armadura emocional a ceder y permitiendo que afloraran sentimientos reprimidos y emociones retraídas.

Al oír a la mujer resaltar la falta de colaboración por parte de Hana y sugerir que su resentimiento también era un factor que contribuía a la ruina de su relación, el Chuunin sintió un peso adicional sobre sus hombros. Las palabras de la joven le recordaron las profundas responsabilidades y el inmenso amor que sentía hacia su familia. Sin embargo, también lo confrontaban con la dolorosa realidad de las consecuencias de sus propias acciones y decisiones, haciéndolo cuestionar su papel en la deteriorada relación con su esposa e hijos.

Tienes toda la razón —respondió con una voz suave y llena de pesar, pausando por un momento para reflexionar sobre las profundas implicaciones de sus palabras—. A pesar de todas las dificultades, son mis hijos y los amo con todo mi ser. Reconozco que mi resentimiento y las decisiones que he tomado han erigido una barrera entre nosotros, una barrera que parece insuperable en estos momentos.

Con estas palabras, el pelinegro mostró una sincera voluntad de confrontar la realidad de su situación familiar, reconociendo el papel activo que ha desempeñado en la creación de las tensiones y las divisiones que actualmente los separaban.

Sumido en un silencio introspectivo, Issei buscó en los rincones más profundos de su memoria ese día especial que la camarera había mencionado. Buscaba ese momento que representara la esencia pura y verdadera de su familia, ese día donde las risas y los juegos habían borrado las sombras de los problemas y las diferencias.

Recuerdo un día... —comenzó con una voz temblorosa. Sus ojos vidriosos reflejaban la nostalgia y el anhelo de tiempos pasados—. Fue hace varios años, antes de que todo esto sucediera. Fuimos de excursión al lago, y ese día quedó grabado en mi memoria como un oasis de felicidad en medio del desierto de nuestras vidas complicadas. Fue un día maravilloso; todos estábamos juntos, riendo, jugando, compartiendo momentos de alegría y disfrutando de la compañía del otro. Por un breve momento, olvidamos nuestras diferencias, nuestros problemas y las tensiones acumuladas, y fuimos una familia en el sentido más puro de la palabra. Pero esos momentos han sido escasos últimamente, y siento que nos estamos alejando cada vez más.

El espadachín dejó escapar un suspiro profundo y lleno de emoción. Su mirada se perdió por unos instantes, sumergiéndose en el recuerdo vívido de aquel día especial. Mientras se sumergía en ese recuerdo, anhelaba con todo su ser poder recrear esos momentos de felicidad y recuperar la conexión y el amor que alguna vez compartieron como familia.

Deseo con todo mi corazón poder volver a esos tiempos, a esa felicidad compartida que parecía tan natural y sincera —confesó con una sinceridad conmovedora. Su mirada estaba llena de tristeza, pero también de determinación y esperanza—. Quiero encontrar una manera de superar nuestras diferencias y resentimientos, y reconstruir el amor y la confianza que hemos perdido en el camino. Porque, a pesar de todo, ellos son mi familia, mi todo, y haré todo lo que esté a mi alcance para recuperar lo que hemos perdido y restaurar la armonía en nuestro hogar.



Mientras Issei compartía sus sentimientos y anhelos con la camarera, su hijo mayor, Ichi, había entrado sigilosamente en el bar. Se había escondido entre la multitud, manteniéndose al margen, pero lo suficientemente cerca como para escuchar cada palabra que su padre decía. Sus ojos, oscuros y llenos de un profundo resentimiento, se fijaron en el Chuunin con una intensidad gélida. A medida que escuchaba, su expresión se endurecía, y su semblante reflejaba un odio palpable y desconfianza hacia aquellas palabras.

Mientras el más mayor expresaba su deseo de reconectar con su familia y restaurar el amor y la confianza perdidos, Ichi negó con la cabeza en silencio, como si rechazara y descreyera cada una de las palabras. Para él, las acciones pasadas de Issei habían causado un daño irreparable, y sus palabras sonaban vacías y carentes de sinceridad. A pesar de las lágrimas que amenazaban con asomarse en los ojos del espadachín, Ichi no mostró signos de comprensión o empatía, manteniendo su postura de desconfianza y resentimiento.

Con el corazón lleno de heridas y el alma cargada de rencores, permaneció en silencio, observando a su padre desde la distancia, sin hacer ningún movimiento para acercarse o intervenir en la conversación. Su presencia en el bar y su reacción silenciosa, pero elocuente, eran un testimonio mudo del abismo emocional que separaba al shinobi de su familia, especialmente de su hijo mayor, y de la ardua tarea que le esperaba para reconstruir los lazos rotos y restaurar la confianza y el amor perdidos.
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El señor presente ante ella parecía estar aparentemente arrepentido de sus actos previos, queriendo remendar todo dicho por el mismo, una barrera se creo con el tiempo, parece insuperable pero no lo es, solo le parece que es así porque nunca ha intentado cruzarla, si te dicen que una barrera es impenetrable jamás tendrás la convicción de intentar atravesarla.

-Mau...-. Maullo por un momento en señal en señal de decepción. -Tal ves creas que lo has intentado, pero si te rindes jamás tendrás el valor de querer arreglarlo-. Dijo tratando de animar al señor, su compañero estaba sirviendole a los otros clientes en la ausencia de su compañera quien, estaba inmersa otra vez en un tema de otra persona. Busco en sus memorias, y lo logro, encontró un día increíble donde habían dejado ir sus problemas y eran una familia unida; Fue hace varios años, antes de que todo esto sucediera. Fuimos de excursión al lago, y ese día quedó grabado en mi memoria como un oasis de felicidad en medio del desierto de nuestras vidas complicadas. Día inolvidable, todos unidos, rebosando sus sonrisas, divirtiéndose, agradeciendo tener una compañía . Breves instantes, olvidando sus males, siendo por fin una familia. -Eso fue hermoso Miau...- Dijo pasando su dedo por sus parpados, intentando que no se le saliera una lagrima, era algo curioso, le habia recordado a papá, lo cual no podia ser, ya que nunca lo conoció.

-No se diga más, Mamá!-. Grito llamando a su madre quien estaba en una de las habitaciones dentro del bar, quien salió rápidamente al ver que su hija la estaba llamando. -Que sucede Hana?-. Preguntó dándose cuenta del hombre que estaba conversando con su hija, le dió algo de nervios porque podía ser otro de los acosadores de siempre debido a que no es muy satisfactorio ser la única chica joven de un bar tan visitado. -Puedes darme el boleto?, tengo por fin planeado que hacer con el-. Dijo sonriente la chica mientras su madre asentía y se iba a buscar el objeto, al traerlo, era un boleto azul que trataba de un viaje turístico por el país del agua.

-Bien, espero esto no esté vencido, me lo dieron hace 1 mes atrás, se trata de un paseo en barco por distintas islas del país del agua totalmente gratis, así tendrán un día divertido en qué no centrarse en sus males y tal ves, ayude a mejorar su relación-. Dijo sonriente mostrándole el objeto al señor, era buena idea para recrear un día así, que inclusive era mucho mejor que un día en el lago.

Kurosu, otro trabajador de allí muy amigo de nuestra chiquilla se acercó al joven, hijo de issei y le reconoció al instante como el sujeto con quién peleaba hace rato. -Saludos joven, desea algo?, espera, usted tiene permitido estar aquí?-. Preguntó dejando en duda la razón de su entrada, debido a que, en cuanto a autorización, Hana era la única menor de edad que podía entrar por ser trabajadora.
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Última modificación: 18-05-2024, 09:35 AM por Kenju Issei.
Issei tomó el boleto turístico que Hana le ofrecía, sus dedos rozaron el papel con una mezcla de sorpresa y gratitud. Miró el billete durante unos segundos, permitiéndose un momento de esperanza en medio de su turbulenta vida. La calidez del gesto de la muchacha le llegó al corazón, recordándole que aún había bondad en el mundo, incluso en los lugares más inesperados. Sus labios se curvaron en una sonrisa genuina, algo raro en su expresión endurecida por los años de dolor y lucha.

Gracias por esto —dijo con total sinceridad—. Realmente significa mucho para mí.

Levantó la vista para encontrarse con los ojos amables de ella. Había algo en su mirada que le recordaba a tiempos más sencillos y felices, tiempos que pensaba que había perdido para siempre. La curiosidad sobre esta joven, que había mostrado tanta empatía, se despertó en él.

¿Cómo te llamas? —preguntó, queriendo conocer el nombre de la persona que había demostrado tanta amabilidad y quizás, sin saberlo, le había ofrecido un rayo de esperanza en un momento oscuro.

Antes de que Hana pudiera responder, Ichi irrumpió en la conversación, empujando bruscamente a Kurosu, el otro camarero, con una mirada de absoluto desprecio.

No te entrometas, idiota —espetó Ichi con una voz cargada de ira y resentimiento—. No sabes nada de lo que está pasando aquí.

Con paso firme y el rostro contorsionado por la rabia, Ichi se acercó a ambos. Su furia era palpable, como una tormenta que amenaza con desatarse en cualquier momento.

No te creas nada de lo que dice mi padre, es un ser despreciable —dijo Ichi, su voz estaba impregnada de veneno y amargura. Luego se volvió hacia el Kenju, con una sonrisa sarcástica y cruel—. ¿Y tú, viejo? ¿Ese billete lo vas a esconder para irte de viaje romántico con Hayato?

Aquel nombre, mencionado en ese contexto tan hostil, hizo que el espadachín sintiera un escalofrío recorrerle la espalda. La sorpresa y el miedo lo paralizaron momentáneamente, pero rápidamente se recompuso. Se levantó con una expresión de enfado y dolor en el rostro, dispuesto a enfrentar a su hijo.

No sé de qué estás hablando —dijo, tratando de mantener su voz firme aunque su corazón latía con fuerza—. No tienes ni idea de lo que dices. Hayato es solo un amigo, nada más. Te lo he dicho mil veces.

La burla en el rostro de Ichi no desapareció, pero Issei no iba a permitir que su hijo lo desacreditara frente a los demás. Sus ojos brillaban con una mezcla de tristeza y determinación.

¡Basta ya, Ichi! —exclamó Issei, con una autoridad que rara vez utilizaba—. No tienes derecho a venir aquí y faltarle el respeto a esta gente, ni a inventar mentiras sobre mí. Si tienes problemas conmigo, lo hablamos en casa, no aquí.

Ichi apretó los puños con rabia y confusión. La tensión en el aire era palpable, y por un momento, pareció que el joven podría arremeter físicamente contra su padre. Sin embargo, se quedó donde estaba, luchando por controlar la tormenta de emociones que lo dominaba.

Por otro lado, el guerrero lo miró fijamente, su mirada era firme pero cargada de dolor. La situación le resultaba insoportablemente familiar: la confrontación, el descontrol, el sufrimiento silencioso de los que lo rodeaban. Estaba agotado de las mentiras, del odio que parecía consumir a su hijo, y de la lucha constante por mantener una fachada de normalidad en una vida que se desmoronaba a su alrededor.

Apariencia Ichi
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La chía una vez entrego el boleto pudo observar con detenimiento la mirada del Kenju emocionarse y viéndolo sonreír después de tanto de lo que le habló, la chica ya tomaba esto como victoria y una gran forma de reconciliar una familia. Una vez su nombre fue preguntado se levantó de su silla y habló. -Airashi Ha-. No logro terminar hasta que un estruendo hizo que mirara hacia su derecha y viese a su compañero Kurosu derribado en el suelo con una mesa rondando a su alrededor, el empujón hizo que aterrizara en la mesa de un cliente volteando la en el proceso, se dió un buen golpe en la espalda en una zona para nada agradable que de ser más fuerte, le fuese dañado la cervical.

Un chico se alzó entre el público haciendo que todos los clientes se fueran rápidamente del lugar, incluso los que andaban a punto de entrar se regresaron por el problema que se acababa de formar, gritó repentinamente asustando a la madre de Hana quien no sabiendo que hacer fue donde Kurosu a levantarlo, quien solamente se tocaba la espalda por el mal golpe que se dió con el borde de la mesa. Hana solamente miraba al chico, su miraba irradiaba fuego y estaba que se le abalanzaba en ese momento, porque por más que le hablase de que es un mentiroso o cualquier tontería parecida no tenía derecho a tratar a alguien así y menos a Kurosu, que lo había tratado de buena manera.

Empezó una ardua discusión, Hana no tenía cabeza para nada, era una chica de muy poca paciencia y se le estaba ya marcando una pequeña vena en el cuello por la rabia que se estaba conteniendo, una vez salieron todos los clientes, la chica solamente camino serenamente hasta la puerta y la cerro, volteando el letrero de abierto a cerrado. Una vez terminó su pequeña rutina se acercó por la espalda a Ichi y le tocó el hombro para que el chico se volteara, una vez que lo hiciera la pelinegro sin piedad le propinaria una patada directo en su zona, ya sabemos cuál, esa entre las piernas con toda su fuerza sabiendo que cualquier hombre llama a su mamá con ese tipo de dolor, seguramente caería al suelo, y aprovechando también la oportunidad le propinaria otra patada está en la cara mirándose su ira. -COMO PUEDES TAN SIQUIERA VENIR, Y AGREDIR A MIS COMPAÑEROS...QUE NO TIENES CEREBRO MONO INUTIL?, DE PASO A CHILLAR SOBRE TU PADRE QUIEN INTENTA ARREGLAR LAS COSAS CONTIGO DE BUENA FÉ...QUE HACE LA ÚNICA NEURONA EN ESA CABEZA?, SOLO PARA CAUSAR PROBLEMAS SIRVE???-. Le gritó en su cara casi queriéndome arrancar ese cabello azabache al chico. Una vez las palabras de la chica se soltaron Kurosu se logró recomponer llevándose queriendo que se tranquilice, llevándose a Ichi a otra habitación de manera obligada.

Quedando sola Hana con Issei, ya que su madre decidió retirarse un momento, la chica estaba que se arrancaba el cabello de rascarse tanto. -Dios como odio a los chicos así...como sigue en pié tu estabilidad mental con ese bullicio en tu propia casa?-. Dijo tratando se calmarse hasta que finalmente después de respirar unas cuantas veces lo hizo. -Ahora, perdón por eso,...quien es Hayato?, enserio, por algo lo dijo, quiero la verdad, no a medias, toda-. Dijo calmandose y esperando respuesta.
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Ichi, todavía furioso y fuera de sí, no vio venir a Hana. Con una calma engañosa, ella se acercó por detrás y le tocó el hombro. Cuando el muchacho se volteó, ella le propinó una patada directa en la entrepierna. El joven dejó escapar un grito agudo, sus ojos se abrieron de par en par y cayó al suelo, acurrucándose en una postura fetal mientras gimoteaba de dolor. Después de eso, la camarera le lanzó otra patada en la cara, enviándolo aún más al suelo. Él balbuceaba en el suelo, incapaz de responder, mientras Kurosu, recomponiéndose de su propio golpe, se acercó rápidamente y, con esfuerzo, le arrastró hacia otra habitación. El joven seguía gimiendo y balbuceando incoherencias mientras era llevado lejos.

Issei observó la escena con los ojos muy abiertos; una mezcla de asombro y temor lo recorrió. «Las mujeres son aterradoras», pensó mientras su mente trataba de procesar lo que acababa de presenciar. El miedo y la sorpresa lo tenían paralizado momentáneamente.

Una vez que Ichi fue llevado fuera de su vista, Hana, todavía furiosa, se volvió hacia el Kenju, quien intentaba mantener la compostura. Mostró una sonrisa triste y resignada antes de responder—. Bueno, tiene una excusa... ha heredado mis genes. Es exactamente igual que yo cuando era adolescente —respondió, esbozando una mueca amarga al recordar sus propios años tumultuosos.

El espadachín, todavía un poco tembloroso por lo que acababa de ver, trató de recomponerse. Sabía que no podía revelar toda la verdad, pero tampoco quería mentir del todo. Tomó una respiración profunda antes de hablar—. Hayato es... mi mejor amigo —comenzó, tratando de sonar convincente—. Nos conocimos en la Academia Ninja en nuestra infancia, y actualmente estamos muy unidos.

Mientras decía esto, su mente voló a sus recuerdos más íntimos con Hayato: su primer beso, los momentos de amor que habían compartido en secreto, la calidez de sus abrazos en las noches frías. Una chispa de esos recuerdos brilló en sus ojos, delatando sus sentimientos por un breve instante antes de que lograra recomponer su expresión.

Él ha sido un pilar para mí en los momentos más difíciles. Eso es todo —concluyó, mirando a Hana con una expresión seria, intentando ocultar el cúmulo de emociones que estaba sintiendo.
[Imagen: Picsart-24-05-21-23-42-52-195.jpg]
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