Ioa Ioa Gaiden: Las Crónicas de Nekokamura
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26 de enero, 16 DK
Valle al oeste del País de la Lluvia, a 70 km. de la frontera con el País de los Pájaros, 03:12 PM


Si bien la lluvia era característica de las tierras donde se asentaba la imponente y lúgubre Amegakure, el País de la Lluvia tenía regiones más lluviosas y otras menos. De hecho, algunas poblaciones incluso no solían ver demasiado la lluvia, pese a que el sol tampoco era su amigo de todos los días. En esa época del año las lluvias menguaban un poco en el oeste, acercándose y elevando más la altitud respecto a la gran Cordillera del Oeste. Sin embargo, aquella tarde el valle anterior a los Pájaros sería azotado por una brutal tormenta eléctrica, con abundantes niveles de lluvia que harían al suelo sufrir, impidiéndole drenar correctamente y rebalsando varios de los drenajes artificiales construidos a lo largo de los años por la administración de país.

— Blair. — Aoi llamó la atención a su compañera felina mientras corrían entre rocas de apagado color, allí en un valle que llevaba a otro aglomeramiento montañoso. Las mismas estaban húmedas como acostumbraban a estarlo aquellos páramos desolados del país, pero no había llovido en un par de días. El peliazul observó al cielo y Blair lo imitó, viendo como negros nubarrones comenzaban a asomar al oeste, hacia donde avanzaban. — Debemos buscar un lugar donde refugiarnos. — Aoi negó un par de veces, intentando localizar con su vista algún refugio o reparo. Estaban a la intemperie.

Ya llevaba un par de días viajando con Blair. Desde un par de horas salido de Konoha, Aoi invocó a la gata, en un intento por compartir más momentos con ella y fortalecer el vínculo entre ambos. Sabía que ella era una gran aficionada al mundo y la cultura de los humanos, por lo que viajar y recorrer distintas poblaciones mientras avanzaban hacia Hoshigakure sería sin dudas un gran espectáculo. A Blair se le encendió la lamparita en ese momento. — Tengo una idea mejor. Ven aquí. — Se frenó en seco. Aoi continuó por inercia un par de metros, pero frenó poniendo los talones y derrapando con sus botas, girando con el mismo movimiento y observando un tanto extrañado a la felina. Decidió confiar en ella y se acercó. — Ahora haz la cadena de sellos para ejecutar el Kuchiyose no Jutsu. Pero cuidado, debes concentrarte y enfocar tu chakra en tus pies. Intenta poner presión en el suelo, como si quisieses hundirlo. — Aoi la observó sin entender demasiado. — ¿Tengo que derramar sangre y colocar el sello en el suelo? — Blair negó. — Iremos a Nekokamura. Ahí es más seguro descansar, no alcanzaremos un lugar donde detenernos en este sitio desierto. Eres uno de nosotros, así que serás bien recibido. Podemos recuperar fuerzas, comer algo y luego regresaremos a este mismo punto y continuaremos el viaje. — Aoi ladeó la cabeza, interesado en la propuesta. Ir a la Ciudad Perdida de los felinos, sin duda era un privilegio al que pocas personas tenían chance de acceder a lo largo de su vida. Un mundo completamente diferente, incluso podría decirse que ni compartían plano físico, o era muy complicado acceder a él de otra forma. Estaba aprendiendo la manera, y Blair confiaba en él como para llevarlo allí a descansar y meditar un poco.

Realizó los sellos y siguió las indicaciones. Blair se colocó entre las piernas de Aoi, levantando sus patas delanteras para formar el sello del tigre también y cerrar los ojos. De repente, al finalizar, el dúo desapareció en una voluta de humo, ejecutando el Kuchiyose inverso.

Ciudad Perdida Nekokamura, 03:20PM

Un sol abrazador acogió a dos nuevos visitantes. Bueno, uno nuevo y otra no tanto, pues antes de ser convocada, estaba descansando allí en su hogar. El sonido del agua cayendo de una gran cascada a la izquierda, poco y nada de bullicio y algunos insectos resonando entre los juncos y la flora tan colorida y viva del lugar, atraparon a Aoi en una atmósfera reconfortante. El frío y sin color páramo de la Lluvia era como un campo de concentración junto a la viva Nekokamura. Pese a estar "abandonada", los gatos y felinos se habían encargado de habitar en ella, en armonía perfecta con la naturaleza. Se fusionaban en uno con ella, y todo parecía ir en ruedas. — Bienvenido a Nekokamura, Aoi-san. Ven, te llevaré a mi hogar. — Blair emprendió la marcha por un sendero empedrado, que conducía a lo que a la distancia podía verse eran las casas y edificaciones de la ciudad gatuna.

El joven de la hoja estaba bastante impresionado por lo colorido y bien que se veía todo. El olor a flores, a pinos y a vegetación lo invadían a cada momento. Ciertamente disfrutaba de los momentos al aire libre muchísimo, por lo que estar allí era todo un lujo para conseguir descansar.

Tras avanzar durante unos minutos, llegaron a una vivienda de dos pisos, tomada por fuera por una enredadera con hojas amarillas y de verdes en diferentes tonalidades, bastante llamativa. A su vez, el empedrado de las paredes dejaba crecer flores silvestres entre sus grietas. Con su cabeza, Blair empujó la puerta, ingresando y dejando entrar a su compañero invocador. Lo primero que se encontraron cuando entraban fue a otro gato, atigrado y de ojos ámbar. De mirada profunda y de un tamaño bastante mayor al de Blair, colgaba una insignia en su cuello con el mismo símbolo que la gata: el del Clan Beckett de Nekonins. — Volviste. Tu madre estaba preocupada, pasa a saludar. — Luego de observar con bastante frialdad y de manera demasiado seria a su hija, Ojog dirigió una mirada a Aoi y realizó una reverencia. — Pasa, humano. Se ve que eres alguien responsable, no dejes que esta lunática te corrompa. — El padre de Blair cabeceó señalándola, a lo que ella revoleó la mirada y volteó, avanzando por el pasillo de la entrada hacia una habitación a la derecha. — Vamos, Aoi-san. — Aoi le sonrió a Ojog y realizó una reverencia también. — Es un placer, señor Beckett. Es un honor ser recibido en su tierra y en su hogar. — El gato ladeó la cabeza y se colocó un cinturón táctico que había en una muy baja repisa, ideada para gatos claramente. Parecía alistarse para salir. — Ha pasado mucho tiempo desde que un invocador de los nuestros ha venido a esta tierra. No son muy buena noticia, la verdad. Si me disculpas, estoy llegando tarde, pero es un gusto conocerte Aoi. — Pasándole por al lado, el gato mayor salió de la vivienda.

Aoi siguió los pasos de Blair y la encontró cuchicheando con su madre, allí en el comedor de la casa. Ambas parecían más unidas que Blair con su padre Ojog, por lo que el peliazul intuía que quizá la madre de su compañera sería más cómplice. — Con permiso. Buenas tardes, señora Beckett. Es un honor estar en su tierra. — Con una reverencia, mostrando los modales que sabía gustaban a los humanos, Aoi suponía que los animales eran similares. La madre de Blair, una gata negra de ojos verdes, con una apariencia más similar a su hija, se acercó a Aoi y comenzó a pasarle entre las piernas, olfateándolo. — Creí que nunca te conocería. Blair siempre soñó con irse al mundo humano, así que no creímos que jamás te trajera para acá.

El shinobi carcajeó y respondió con una sonrisa, negando con las manos. — Oh, tampoco pienso quedarme mucho tiempo, ¿no Blair? — La felina asintió. — Sí, mamá. Estamos viajando hacia el oeste y nos tomó por sorpresa una tormenta muy grande. Nos quedaremos a descansar y en unas horas volveremos al mundo de los humanos. — Artemisa agachó la mirada, un tanto apenada porque su hija se iría otra vez. Pero de golpe, como si su humor cambiase, sonrió y corrió a la cocina en un rápido desplazamiento que Aoi casi no pudo percibir. — ¡Aguarden! — Se escuchó un poco de ruido, y en cuestión de unos dos minutos, la madre de la casa apareció con una taza de café, de esas que los humanos utilizaban, ofreciéndosela al shinobi. — Muchas gracias, señora Beckett. — Aoi tomó la taza sin saber de qué se trataba, y tras ver el líquido y olerlo, supo que era café. Arqueó una ceja bastante impactado. — Pero... ¿El café no mata a los gatos? — Artemisa rió, y Blair la imitó mientras se volteaba a ir hacia un plato con su nombre que había junto a una pared, lleno de agua de la que bebió. — Oh, querido. Esto no es para nosotros. Este hogar solía ser una casa humana hace centenares de años, y hemos conservado muy bien algunos productos que les gustan a los tuyos. Después de todo, aunque ahora no sea tan común, antes del cambio de calendario, muchos shinobis compañeros de los nuestros visitaban Nekokamura.

Poco a poco el joven iba conociendo más de la cultura de los felinos. Bebió de la taza mientras procesaba aquel dato que, sin dudas, era revelador. "Así que desde el cambio de calendario... ¿Por qué ya no han venido humanos aquí?". No podía quedarse con la duda. Artemisa lo invitó a tomar asiento en una mesa bastante baja, y ella y Blair hicieron lo propio acomodándose en sillas que las dejaban a la altura de Aoi. Tras unos minutos bebiendo su café y en algo de silencio, retomó el tema. — Me llama la atención algo que he notado y que comentó hace un rato. El que no vengan más humanos a esta tierra... ¿Tiene que ver con una política de ustedes los felinos? ¿O puede tener que ver con la existencia de cierto humano en los libros que tiene una imagen muy negativa en el curso de la historia? — Cierto era que, quien había enfrentado al régimen del actual dios del mundo era un shinobi a quien se denominaba como "malvado". Era alguien con una habilidad ocular mística, que con la oscuridad e invocando a unas criaturas felinas, osaba oponerse a la paz y armonía que el Kami-sama había traído al mundo. Sí, invocaba gatos, y por ello, Aoi suponía que quizá estas criaturas eran mal vistas por el Imperio, o al menos habían quedado con su reputación y honor manchadas para los humanos, dado el cambio de paradigma mundial.

Artemisa se incomodó un poco con la pregunta, pero Blair, desde su asiento, asintió tímidamente. Tras un instante, la madre retomó la palabra. — En efecto, no tiene que ver mucho con nosotros, sino con lo que se dice de nosotros. La desconfianza que nos tienen los humanos desde hace 16 años ha hecho mella en nuestra sociedad, y ya no confiamos tan fácilmente en los shinobis. En realidad, nos dan más igual. Intentamos no mezclar los mundos, y vivir en armonía y paz aquí, sin traer esos conflictos políticos. — No aclaró mucho respecto a la figura de esa persona, pero Aoi entendió que tenía algo que ver. Pese a ello, Blair quiso complementar la historia. — Él fue el último maestro humano. El maestro es el enlace entre los pactantes y nosotros los felinos, quien mantiene la balanza y la armonía entre ambos mundos. Se encarga de supervisar quiénes firman los contratos, sólo dándole la chance a quien sea verdaderamente digno. Además, es el enlace entre el Gran Sabio y los invocadores, transmitiendo sus enseñanzas y conocimiento, y defendiendo Nekokamura cuando se lo necesita. Él era un buen tipo, pero perdió. Y como él perdió, todos lo hicimos. Desde ese momento, decidimos mantenernos al margen de conflictos de gran escala, y sólo los nekonins que se alistan al Escuadrón de Invocaciones son convocados por los shinobis, aunque como habrás visto en tu mundo, no somos muchos a diferencia de otras invocaciones. — Sí, efectivamente Aoi había visto más aves, arañas, lobos e incluso tortugas que nekonins. Y era extraño, pues los gatos eran de las especies más comunes del mundo.

— Comprendo. No está mal, creo que tomaron la decisión correcta. Tomar un bando en el mundo humano te condena, te marca y te limita demasiado. Por eso yo decido ser un alma independiente. No quiero perderme conocer el mundo ni a otras personas sólo por una ideología que, en el fondo, jamás compartiré. — Tomó una pausa para beber café. Artemisa, al igual que Blair cuando lo conoció, también notaba la similitud del pensamiento y la actitud de Aoi con los gatos. Una sonrisa se le escapó involuntariamente, y Blair la observó levantando los hombros, en un gesto de "te lo dije". — Siento tener que arrastrar a Blair a esa realidad, pero es lo que nos toca vivir a los ninjas. Prometo no dejar que las ideas avariciosas y oscuras de los humanos la corrompan.

— ¿A dónde fue papá? — Inquirió la gata negra a su madre, mientras se bajaba del asiento. — Había una sesión del consejo de nekonins, Blair. El Gran Sabio tenía asuntos que tratar con ellos. — A la gata del sombrero en espiral se le iluminaron los ojos. — Aoi, vamos. Tengo algo que quiero mostrarte. — Artemisa se bajó de su asiento también, con gesto de preocupación, y se plantó frente a su pequeña. — Blair, ¿sabes dónde estás metiéndolo? Tu padre..-- — Blair la pasó de largo, dirigiéndose a la salida. — Lo sé. Vamos.
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