Por ahora, el trayecto ha sido tranquilo. Ya había perdido la costumbre de viajar solo, pero poco a poco la ha ido recuperando. Buscar su propia comida y que los descansos no sean tan tranquilos, pues nunca se sabe cuándo se puede recibir un ataque mientras se duerme. Sin embargo, en la actualidad, ya con una fuerza superior a la de hace unos meses, la confianza en él ha incrementado. De hecho, han sido inevitables los enfrentamientos contra algunos grupos de bandidos o ladrones. No tuvo problemas para derrotarlos, lo cual le hacía rebosar una confianza que nunca había tenido. Si bien aún no logra dominar el chakra Kujaku, maneja técnicas de rango viento que extraoficialmente se les diría de rango C. No es mucho, pero un avance sí es. Recordemos que Samuru no tuvo una educación ninja. Todo lo va aprendiendo desde cero.
En sus manos no tenía un mapa ni nada. La misión que tenía en su entrenamiento era simplemente sobrevivir, por lo que iría hacia donde su instinto lo lleve. Su primer paradero fue el Reino de los Acantilados. Al llegar, no tardó mucho en darse cuenta que era un lugar diferente a todos los que visitó en el pasado. Se veía un lugar muy próspero para vivir. No se veían problemas ni nada. Las edificaciones mantenían en color azul y blanco, le gustaban. Incluso llegó a pensar que hubiera sido increíble nacer ahí. Probablemente no habría tenido que sufrir la pérdida de su familia ni la persecución que viene experimentando desde hace mucho.
Sin embargo, por mucha paz que irradie el ambiente, en el fondo seguía teniendo esa preocupación de que en cualquier momento uno de esos tipos lo encuentre. Si ni siquiera en una cárcel estuvo seguro, aunque suene raro, ya Samuru se espera cualquier cosa. Solo le queda seguir con su práctica en las artes ninjas para que llegue el momento en donde él sea más que suficiente para proteger su vida.
Lo primero que llamó su atención en concreto respecto a la gente fue una multitud agrupada en un rincón de la ciudad en que estaba. Se acercó y con esfuerzo se coló para llegar al frente. Una mujer de cabellos morados estaba frente a un hombre en posición de combate. Los separaban cinco metros. En la pared había un cartel que decía que, si pagabas 1000 ryos y derrotabas a la luchadora, podrías llevarte el triple de eso. Debe ser el típico caso en donde hacen eso porque saben que la persona no será derrotada. La peculiaridad es que la fémina sostenía un arco. Cuando el tipo se lanzó hacia ella para golpearla, una flecha en el pecho le hizo detenerse. Luego una más en cada muslo lo hicieron caer. La velocidad y puntería con la que disparaba eran dignos de admirar. — Hay que ser muy rápido para esquivarlas. Quizás bloquearlas es la mejor opción.
Cuando sacaron al caído, Samuru se presentó ante todos. Llevaba un pequeño bolsito y lo dejó a un costado. Sacó el dinero correspondiente y lo depositó en una bolsa que había en el piso con lo recolectado. La cara de la mujer lo dijo todo, no se creía que un muchacho tan joven se atreviera. Aunque ella no atacaba a matar, el daño era letal. Le incomodaba utilizar su fuerza contra quien consideraba un niño, así que intentó advertirle.
— Ey, esto no es un juego. Admiro tu valor, pero si no te retiras, te aseguro que no me contendré.
— No se preocupe. No piense en mí como alguien joven, solo como un oponente.
Se escucharon muchos murmullos entre el público durante unos cuantos segundos, pero luego los protagonistas fueron los gritos de apoyo debido al valor que estaba demostrando Samuru. La cara de la fémina estaba seria. Ella es muy recta, directa, con valores concretos. Sin embargo, nunca dudaba al momento de actuar. Tenía objetivos que cumplir y conseguir dinero era necesario. Solo afirmó con su cabeza y Samuru se paró a los cinco metros que estaban delimitados con rayas en el suelo. Lo curioso es que no adoptó ninguna pose combate. La mujer llegó a pensar que la subestimada era ella, pero no permitió que esto la desconcentre.
Cuando un hombre dio el silbido que iniciaba el combate, la arquera disparó en una ráfaga increíble tres flechas. Las tres hacia diferentes zonas del cuerpo de Samuru. Este no dudó. Un leve movimiento de sus manos creó una corriente de aire que desvío las flechas y de inmediato contrató con un puñetazo directo al rostro de ella. Kujou, como la llamaremos desde ahora, quedó anonadada con eso. Reconoció de inmediado el uso de ninjutsu, pero era la primera vez que aparecía un shinobi a enfrentarla ahí. Esto hizo que se tragara el golpe en la mejilla, aunque pudo soportarlo. El que Samuru se haya pusto en un combate de rango cercano le impedía disparar, pero, para desgracia del muchacho, ella también sabía pelear. Le lanzó un contraataque con la zurda a la mejilla, pero este pudo bloquear con el brazo. — Es fuerte. — Lo que no se esperó fue el segundo ataque desde el mismo costado, una patada a la zona de las costillas que lo hizo volar dos metros hacia la pared. Tras el impactó cayó al piso.
En la frente de Kujou, por primera vez, se vio una gota de sudor cayendo. A una distancia prudente de ahí, una figura se encontraba viendo el enfrentamiento, uno que recién comenzaba, pues Samuru no tardó en comenzar a levantarte. La fémina apuntó con su arco.
— Ríndete. — Si él enseñaba más trucos, podía meterla en problemas.
¿Qué hará nuestro protagonista?
En sus manos no tenía un mapa ni nada. La misión que tenía en su entrenamiento era simplemente sobrevivir, por lo que iría hacia donde su instinto lo lleve. Su primer paradero fue el Reino de los Acantilados. Al llegar, no tardó mucho en darse cuenta que era un lugar diferente a todos los que visitó en el pasado. Se veía un lugar muy próspero para vivir. No se veían problemas ni nada. Las edificaciones mantenían en color azul y blanco, le gustaban. Incluso llegó a pensar que hubiera sido increíble nacer ahí. Probablemente no habría tenido que sufrir la pérdida de su familia ni la persecución que viene experimentando desde hace mucho.
Sin embargo, por mucha paz que irradie el ambiente, en el fondo seguía teniendo esa preocupación de que en cualquier momento uno de esos tipos lo encuentre. Si ni siquiera en una cárcel estuvo seguro, aunque suene raro, ya Samuru se espera cualquier cosa. Solo le queda seguir con su práctica en las artes ninjas para que llegue el momento en donde él sea más que suficiente para proteger su vida.
Lo primero que llamó su atención en concreto respecto a la gente fue una multitud agrupada en un rincón de la ciudad en que estaba. Se acercó y con esfuerzo se coló para llegar al frente. Una mujer de cabellos morados estaba frente a un hombre en posición de combate. Los separaban cinco metros. En la pared había un cartel que decía que, si pagabas 1000 ryos y derrotabas a la luchadora, podrías llevarte el triple de eso. Debe ser el típico caso en donde hacen eso porque saben que la persona no será derrotada. La peculiaridad es que la fémina sostenía un arco. Cuando el tipo se lanzó hacia ella para golpearla, una flecha en el pecho le hizo detenerse. Luego una más en cada muslo lo hicieron caer. La velocidad y puntería con la que disparaba eran dignos de admirar. — Hay que ser muy rápido para esquivarlas. Quizás bloquearlas es la mejor opción.
Cuando sacaron al caído, Samuru se presentó ante todos. Llevaba un pequeño bolsito y lo dejó a un costado. Sacó el dinero correspondiente y lo depositó en una bolsa que había en el piso con lo recolectado. La cara de la mujer lo dijo todo, no se creía que un muchacho tan joven se atreviera. Aunque ella no atacaba a matar, el daño era letal. Le incomodaba utilizar su fuerza contra quien consideraba un niño, así que intentó advertirle.
— Ey, esto no es un juego. Admiro tu valor, pero si no te retiras, te aseguro que no me contendré.
— No se preocupe. No piense en mí como alguien joven, solo como un oponente.
Se escucharon muchos murmullos entre el público durante unos cuantos segundos, pero luego los protagonistas fueron los gritos de apoyo debido al valor que estaba demostrando Samuru. La cara de la fémina estaba seria. Ella es muy recta, directa, con valores concretos. Sin embargo, nunca dudaba al momento de actuar. Tenía objetivos que cumplir y conseguir dinero era necesario. Solo afirmó con su cabeza y Samuru se paró a los cinco metros que estaban delimitados con rayas en el suelo. Lo curioso es que no adoptó ninguna pose combate. La mujer llegó a pensar que la subestimada era ella, pero no permitió que esto la desconcentre.
Cuando un hombre dio el silbido que iniciaba el combate, la arquera disparó en una ráfaga increíble tres flechas. Las tres hacia diferentes zonas del cuerpo de Samuru. Este no dudó. Un leve movimiento de sus manos creó una corriente de aire que desvío las flechas y de inmediato contrató con un puñetazo directo al rostro de ella. Kujou, como la llamaremos desde ahora, quedó anonadada con eso. Reconoció de inmediado el uso de ninjutsu, pero era la primera vez que aparecía un shinobi a enfrentarla ahí. Esto hizo que se tragara el golpe en la mejilla, aunque pudo soportarlo. El que Samuru se haya pusto en un combate de rango cercano le impedía disparar, pero, para desgracia del muchacho, ella también sabía pelear. Le lanzó un contraataque con la zurda a la mejilla, pero este pudo bloquear con el brazo. — Es fuerte. — Lo que no se esperó fue el segundo ataque desde el mismo costado, una patada a la zona de las costillas que lo hizo volar dos metros hacia la pared. Tras el impactó cayó al piso.
En la frente de Kujou, por primera vez, se vio una gota de sudor cayendo. A una distancia prudente de ahí, una figura se encontraba viendo el enfrentamiento, uno que recién comenzaba, pues Samuru no tardó en comenzar a levantarte. La fémina apuntó con su arco.
— Ríndete. — Si él enseñaba más trucos, podía meterla en problemas.
¿Qué hará nuestro protagonista?