Dinamica de lo impensado [Priv. Yūgure]
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Última modificación: 29-01-2023, 01:17 PM por Rukasu Uchiha.
Venimos de aquí
Bosque del País del Fuego 

 
El ave negra surcaba los cielos a toda velocidad, el cielo comenzaba a aclarecer poco a poco, casi sin notarlo habían pasado toda la noche entre todo lo sucedido y el cansancio paulativamente comenzaba a hacerse notar en los allí presentes, pero la responsabilidad del Uchiha de llevar a todos a buen puerto lograba superar cualquier obstáculo que pudiera presentarse.

El clima era agradable, el alba comenzaba a asomarse tímidamente en el horizonte y en conjunto con ello Yatagarasu comenzó el proceso de aterrizaje manteniéndose alerta ya que conforme a lo sucedido cualquier cosa podría llegar a pasar. Una vez en tierra firme  Rukasu ayudo a Yatako a descender del ave para luego cargar a Kureha sobre sus hombros para empezar el recorrido hacia la ubicación exacta de Bishamon. Sin tiempo que perder, Yata realizo un sello para reducir su tamaño al de un cuervo ordinario para poder guiar al grupo hacia el destino final, claramente si habían soñado un reencuentro, hubiera sido completamente lo opuesto a este pero lo importante es que todos expusieron sus valores y calidez humana a la hora de proteger a sus seres queridos. 

El trayecto fue corto, atravesando varias hectáreas de una parte del frondoso bosque del fuego, hasta que de un momento para otro el camino parecía abrirse y dejar entrever ente la ultima fila de arboles un viejo cuartel shinobi abandonado y maltrecho, al parecer perteneciente a las antiguas grandes guerras ninja. Cierta paz momentánea invadió el cuerpo de Rukasu en ese momento, solamente restaba esperar que Bishamon se encontrara bien y lista para trabajar. El Uchiha avanzo lentamente aun cargando a Kureha hasta ingresar en el interior del templo donde allí se encontraría con la Kunoichi rubia.

- Parece que pedirte ayuda no fue una mala idea... 

Dijo Rukasu mientras observaba a Bishamon aun de espaldas y procedía a recostar a Kureha en el piso, sin lugar a dudas encontrarse con Yatako seria algo inesperado para la Senju pero no era momento de dar explicaciones, la prioridad era solucionar el desmadre del momento. Tras esto, Yata se poso sobre el hombro del Uchiha y tras realizar un mínimo movimiento con su cabeza desapareció en una pequeña nube de humo, había cumplido su labor con creces ahora era momento de descansar y recuperarse de cara al futuro incierto que los deparaba.  

Cuartel en Ruinas
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Tras más de un día de búsqueda incansable, el grupo detectó el rastro de Bishamon y, gracias a la velocidad del ave compañera de Rukasu, habían logrado pisarle los talones a la kunoichi médico. Yatako había dudado desde el principio en qué podía ayudarles una persona cuya especialidad era la medicina y no el rastreo, y que para más inri se mantenía bajo el yugo imperial en Konoha. Yatako no tenía conocimiento sobre los rumores sobre el grupo rebelde de su villa natal, pero pudo suponer que quizá Rukasu se dirigía a ella por manejar información clasificada. La otra razón para haber elegido a Bishamon como primera opción, quizá se debía también al débil estado en el que se encontraba Kureha.

Y es que a pesar de todo, la joven pelirrosa había comenzado a recuperarse, pero su deteriorado organismo aceptaba la comida lentamente todavía. Dejando a ambos ninjas a una distancia prudencial, Yatako se adelantó sin mediar palabra y comenzó a buscar rastros recientes de pisadas que, serpenteando entre los árboles con el corazón latiendo feroz. Cada pisada más lenta de su máximo era tiempo perdido para encontrar a su hermano, y podría estar cada vez más y más lejos... y si algo sostenía los cimientos de su vida, era la promesa de, al menos, mantener a salvo a alguien sin culpa como Yōgen.

Sin cuidado alguno, saltó desde el último árbol y atravesó ramas y zarzas, hasta aterrizar, jadeante, frente a un templo, viejo y destartalado. Parecía haber funcionado en un pasado lejano, y abandonado antes incluso del auge del Imperio. Caminó, apurada, escrutando la penumbra con ansiedad; y solamente con ver a una rubia de espaldas, sus labios se separaron y dejó salir unas palabras que sonaron más a orden que a súplica.

—Necesito tu ayuda.
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Había llegado un día antes. Su necesidad de controlarlo todo, su ansiedad por dar avance a sus intereses y sus formas al ser una frenética con el tiempo, le impedían definitivamente moverse con calma. Tenía que salir de la aldea y asegurarse de mil formas que nadie la siguiera. Si ese era el caso, debía hacer una parada improvisada, quedarse amaneciendo en un pueblo y luego, salir cuando menos se lo esperaran y lograr que perdieran su pista. Cada vez más, moverse, salir o hacer cualquier cosa sin supervisión era más complejo, sin embargo, por fortuna o desgracia, nadie había entorpecido su camino. La rubia se había hecho amistades en las puertas de la aldea y sin quererlo, conocían de sus salidas con fines investigativos, por lo que no era un foco de vigilancia. Esto, aunado a que, por ser chica, médico, nadie temía lo dañina que pudiera ser. De hecho, se le creía bastante débil como para poder dar problemas, claro, finalmente habían pasado quince años y a Bishamon, nadie más que sus camaradas, de los que no quedaba ninguno, la conocía en batalla.

Sus pasos la llevaron al lugar acordado, en donde luego de aquella misión había decidido reencontrarse con Rukasu. Sus caminos, sin quererlo cada vez iban a ser más sincrónicos así que lo mejor era estar más cerca el uno del otro, total querían lo mismo para el futuro de su aldea. El bosque por otro lado era un lugar lleno de misterios, nunca se sabía que podrían encontrar allí, pero de una u otra forma, aquel lugar era seguro. Dieron sobre las cinco de la tarde, antes de que la rubia llegara al sitio sin complicaciones. Una vez allí entró a lo que parecía ser un antiguo templo budista abandonado. Nadie jamás buscaría nada allí, ni por sospecha. La fachada del edificio estaba caída, maltrecha y con un logo del símbolo de los Uzumaki en el piso. El techo tenía varios agujeros y las escaleras que los llevarían a la entrada del sitio, un espacio que significaba que, efectivamente, el lugar podría caerse en cualquier momento.

Vaya… no había podido decidir peor lugar, aunque para esto… capaz sí, sea lo mejor— se dijo a sí misma a unos diez metros del lugar y con la derecha en la cintura.

Paso a paso, la rubia se hizo camino hasta entrar al lugar tratando de no tumbar nada ni terminar por despedazar lo que quedara de aquel templo. Al ingresar, la rubia tendría trabajo que hacer. Iba a pasar la noche ahí, así que, no se iba a arriesgar a que las cosas se le cayeran encima. Solidificó con doton los muros de la pared con una técnica de tierra básica que al menos impediría un caos. Posteriormente pasaría la noche y temprano, justo cuando el amanecer empezara a darse, la rubia se había despertado, tenía sus utensilios y su kit médico a la mano y organizaba los mismos sobre una especie de altar que había al final del templo.

No pasó demasiado, antes que los ruidos empezaran a sentirse afuera. ¿Era Rukasu? Como fuera, la rubia estaba preparada. Si era alguien más, lo más fácil era salir por su ubicación para tener un enfrentamiento fuera de las paredes del sitio, no obstante, la voz del Uchiha se hizo sentir en medio de la oscuridad dejando cierta tranquilidad a la rubia, quien le miraría por encima del hombro derecho y sonreiría tranquila.

¿Y como estás tan seguro de eso joven Uchiha?— respondió al primero antes de sentir una voz adicional. Sus sentidos sin poder evitarlo se alertaron, haciendo que se detuviera en su tarea de golpe. No estaba en planes de Rukasu llegara con alguien, y tampoco que aquella voz le exigiera ayuda. Instintivamente alzó su ceja y se giró despacio. Su semblante, sin embargo, cambió de inmediato a uno de sorpresa. Las facciones básicas de Yatako era muy afines a las de su padre, así como lo era un poco el maquillaje que usaba.

Ya…Yatako.— dijo con esfuerzo al tiempo que notaba como la niña con la que se llevaba apenas unos años ahora era una mujer. —Vaya, eres… idéntica a él— exageró, quizá, pero después de más de quince años sin ver a Eifen, lo normal era que la chica trajera recuerdos del ex hokage. —Claro ¿qué necesitas?— Se acercó con premura al ver que alguien más les acompañaba. Entendió de inmediato que la ayuda no era para la Uchiha ni su acompañante masculino, sino para quien traían a cuestas. Hizo de inmediato un par de sellos, sabía que iba a necesitarlo. El chakra verdoso de inmediato surgió de sus manos —Déjala en el piso, la examinaré, mientras, me cuentan que ha pasado—.

La rubia vestía mallas como medias hasta la media pierna y botas negras desde la mitad de la pantorrilla dejando libre sus pies. Guantes negros dejando ver sus dedos. Un top en malla también con bordes negros y un kimono corto con detalles blancos, abierto en los hombros dejando ver la malla que tenía por debajo y un cinto negro que tapaba su bandana ninja. Claro, en cuanto volviera a la aldea la dejaría ver de nuevo.

Art Concept.
[Imagen: Firma-Bishamon.jpg]
Hablo - Pienso - Narro
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La vida era muy efímera y delicada. Al final del día habia que comprender una cosa, los humanos son muy frágiles. Kureha se encontraba en un estado físico que podría asemejarse al de una momia. Su piel estaba seca y marchita, con un tono extremadamente pálido, perfectamente grabada sobre sus huesos, su cabello era largo, pero débil como la paja y de un tono claramente más blanquecino de lo habitual. No obstante, algo aun permanecía en ella, incluso en aquellas lamentables condiciones, hasta desmayada, ella aun sonreía. 

En condiciones normales aquel débil y deplorable estado lo habría podido tratar ella misma. No obstante sus reservas de chakra quedaron completamente mermadas en sus años de meditación y abstemia en la sombra de Yatako. Incluso así como buena experta en las artes medicas contaba con una reserva secreta en caso de emergencias, la cual habría servido para restaurar su ser hasta una condición humana. Pero el peligro inminente que se cernió sobre Yatako la impulso a destinar aquellas ultimas chispas de chakra en un movimiento kamikaze, exagerado y con cero preocupación por su propia integridad. 

Con aquel ultimo reseñan se iban las esperanzas de que la joven regresara a la normalidad o incluso vivir. Pero en la vida la esperanza es lo ultimo que se pierde. Y la joven Nara ahora habia caído en las manos de alguien muy particular, era raro que no hubieran coincido nunca en la aldea, pero aquella persona emprendió un difícil camino cuando Kureha apenas estaba entrando en la academia y bueno despues el mundo se volvió muy confuso. Pero ahora el destino cruzo sus caminos y el ultimo hilo que sostenía la vida de Kureha quedaba en manos de la Senju de cabellos dorados, Bishamon.
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Haber tomado precauciones fue fructífero prácticamente gracias al imperio tenían la oportunidad de poder contar con una Kunoichi medica en el grupo, parecía una parodia, pero claramente no lo era. El equipo comandado de momento por Rukasu, llego a aquella improvisada guarida donde se encontrarían a salvo y podrían descansar pero había un problema mas con el que lidiar, primero asistir de emergencia a Kureha y por otro lado como explicarle a Bishamon el causante de todo esto y darle a entender que nada de lo que allí pasara podía darse a conocer. 

- Este es el motivo por el cual pedí que te quedaras... mis sospechas eran ciertas, necesito tu ayuda prometo luego explicarte todo... 

Las palabras de Rukasu eran frías como de costumbre pero mostraban sinceridad y compromiso, estos últimos quince años le habían dado al joven Uchiha la experiencia suficiente para saber llevar estas situaciones delicadas y sobre todo ser resiliente. Acto seguido daría media vuelta para dejar a la rubia trabajar tranquila y poder dirigirse hacia Yatako.

- Nos debemos una charla no crees?

Preguntaría Rukasu mientras se alejaba un poco para poder charlar con su compañera más tranquilos así poder explicar el motivo de su llegada, sus sospechas y en base a todo esto tomar una sabia decisión sobre el próximo paso a dar para solucionar el secuestro de su hermano que claramente tan preocupada tenía.
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Era la primera vez que veía a la kunoichi médico en persona, aunque había oído hablar algo de ella previamente —y en parte, por eso había accedido a viajar hasta allí—, pero no recordaba cuando ni por qué. Sospechaba que habría sido de boca de su padre, ya que tras haber entrado Yatako en la adolescencia había comenzado a confiarle y contarle cosas cotidianas de su puesto de Hokage. Y en cuanto Bishamon habló dirigiéndose a ella, pudo confirmarlo.

No esperaba que la mención de su padre siguiese siendo tan dolorosa. Bajó la mirada —una extra flaqueza puntual en su porte orgulloso y confiado— e inmediatamente pareció más débil que un niño pequeño.

—En realidad no me parezco tanto —murmuró sin mirar a la rubia a la cara, dedicándose solamente a observar a Kureha en el suelo, lista para recibir tratamiento. Si se pareciese a su padre, quizá el Imperio no sería la fuerza dominante en el mundo, y desde luego, habría cuidado mejor de su hermano.

Yatako cruzó los brazos, como si quisiera abrazarse a sí misma, y dejó que su espalda se apoyase en uno de los muros reforzados con piedra. La siguiente mirada con la que conectó fue con Rukasu.

—Sí... está claro que sí —la Uchiha cerró los ojos y suspiró hondo durante unos instantes que le sirvieron para recuperar la compostura y la audaz mirada habitual—. He venido aquí porque han secuestrado a mi hermano pequeño. Llevamos años viviendo en soledad, recluidos en uno de los milenarios bosques del Fuego, apartados de la sociedad. Sólo queríamos vivir y morir en paz con la naturaleza, ajenos de la vida humana... pero alguien ha venido a por nosotros. Fue hace dos días, en plena noche nevada. Ni siquiera pude ver bien al hombre, pero me explicó que el Imperio había secuestrado a Yōgen. Aún no le encuentro sentido al por qué lo hizo, quizá para atraerme a una lucha sin sentido y matarlo, pero... no me queda otra que buscarlo. La casa en la que vivíamos explotó, y no hay rastro de él así que... necesito ayuda, y Rukasu me ha hablado de ti, y no tengo otra opción más que fiarme de que no sea una trampa; y no es que no confíe, pero todo ha sido demasiado repentino. Pero si algo sé, es que no puedo enfrentarme sola a esto, y si algo aprendí de mi padre es que un individuo sólo hace la diferencia por su capacidad de reunir a otros.

Sin darse cuenta había llevado su mano derecha al corazón. Poco a poco fue bajándola, mientras pensaba si estaba siendo una estúpida por pedir a alguien que se enfrentase directamente al Imperio.

—Aunque la respuesta sea no, por lo menos, cura a mi amiga Kureha...
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No sabía que tipo de persona creía Rukasu que era la rubia, pero el tiempo le había enseñado a ser bastante fría con respecto a esos casos. No era de las que se dejaba imponer reglas; ella, era quien las imponía, muy a pesar de que su posición como médico fuera quedarse en la retaguardia, Bishamon era una excelente estratega. No diría nada, quería saber que más había detrás de todo aquello y acercarse finalmente a Yatako. Sabía bien que había podido pasar, pero necesitaba confirmarlo.

Rukasu por su parte parecía más intrigado en conversar con la hija del heredero de la voluntad de fuego, el fantasma del que hablaba Shujin. Mientras, la rubia examinaba el cuerpo con la palma verde puesta sobre el pecho y cuerpo de la fémina ahora tendida en el piso. Notó varias cosas, entre ellas, el débil chakra que quedaba y el estado en el que la chica se encontraba.

Por otro lado, los movimientos y acciones de Yatako permitían leer de ella varias cosas al tiempo. Se sentía vulnerada y estaba frágil. Se le veía, físicamente, como alguien imponente, decidida, contundente. Pero en aquel momento toda aquella fachada había quedado atrás, justo después de mencionar a su padre. Bisha logró sentirlo, ella misma sabía que recuerdos como esos no se desvanecían y que, por el contrario, llegaban momentos en los que pesaban más.

Aquel dolor sin embargo no duró mucho en el semblante de la chica. Luego de tomar impulso había parecido retomar las riendas de lo que sentía y controlarlo. Su intervención, por otro lado, a los ojos de la rubia parecía desesperada. Lo entendía, había perdido en efecto al ser quizá más importante que tenía en la vida y por otro lado, había confirmado sus sospechas sobre ella. —Efectivamente no quiere nada de esto… solo quería una vida tranquila. ¿Que hiciste, Shujin?— suspiró dejando soltar parte del peso que cargaba.

Las palabras de Eifen, sin embargo, aún estaban en sus labios y podría ser que, en efecto, luego de perder la mecha, aquella chica fuera quien les llevara a otras esferas y fuerza punta de lanza contra el imperio.

Tu amiga es médico y la técnica que usó solo es permitida por médicos de nuestro talante. Sin embargo, no sé por qué no usó sus reservas para curarse.— Sentenció. —Voy a necesitar ayuda si quiero proveerle chakra— rápidamente, la rubia dejó de sanarla y realizó un par de sellos para dar origen a una babosa de al menos treinta centímetros de largo y diez de alto. La invocación de la rubia no dijo nada. No parecía un buen momento para un reclamo elaborado como los que solía hacer.

Ha usado el máximo de su poder quedándose sin reservas. Necesitamos proveerle chakra mientras me enfoco en su curación. ¿Estás lista?— indagó la rubia a la babosa mientras la misma se posaba sobre la chica. —Si, princesa—.

La rubia empezaría a sentir como su fuerza de chakra era disminuía y al mismo tiempo, Kureha empezaría a recuperar el color. La transferencia de chakra de entrada le había permitido salir del estado agónico en el que estaba y al tiempo, la rubia se enfocaría, nuevamente, en seguir alimentando con el shosen las heridas de la chica.

Es una gran aliada, Yatako. No cualquiera llega a este punto por un ser querido.— desconocía por completo la razón, pero en su vida la rubia solo había recurrido a aquella técnica dos veces y en ninguna de las dos había podido salir con vida de no ser porque estaba respaldada por alguna persona o por algún plan extra. Kureha, sin embargo, había hecho mucho más por Yatako, el mero hecho de arriesgar su vida para apoyarla ya era mucho más de lo que Bisha había hecho por alguien.

Pronto estará bien, podremos estabilizarla.— guardó un breve silencio. —Tenía conocimiento sobre lo que te pasó, Yatako.— glosó aún a sabiendas de que podría tomarse aquello como el peor de los comentarios. —No sabía que tan cierto, y mucho menos sabía que tan certero podía ser, pero es real que el imperio ha solicitado a varios asaltantes y mercenarios traer tu cabeza. Esta, es solo una de las formas con las que esperan sacarte del lugar en el que habías estado escondida.— seguía centrada en el tratamiento a Kureha.

Algunos creen que Eifen sigue con vida, a pesar de que para muchos de nosotros solo sea un fantasma que habita en nuestra memoria y otros— la miró con cierta contundencia —creen que serás quien lleve al mundo a una especie de salvación.— era claro ¿no? —El imperio te quiere, porque no puede permitirse que la facción rebelde encuentre una posibilidad y si contigo la civilización tiene un haz de luz, una esperanza… Entonces…— el resto era sabido por todos los presentes.

Kureha, por otro lado, seguía con fuerza recuperando su semblante. Cada vez más, su cuerpo tomaba la tonalidad que requería, su piel, su cabello, toda ella parecía reformarse poco a poco, al tiempo que los años empezaban a notarse en Bisha. Ya no parecía la chica de 22. El paso de chakra propio al de la paciente empezaba a dejar entrever su edad real, aunque era muy poca la diferencia.

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