No, cualquiera sea el combustible, cualquiera sea el detonante, incluso... Cualquiera sea la intensidad de un ardiente fuego, aquel elemento siempre estaría destinado a encontrar un solitario final. La intensidad de las flamas en cualquier condición en la que se encontraran estaría siempre ligada a la cantidad de recursos que pudiesen consumir para poder seguir viviendo, por más duradero que fuese un incendio siempre habría maneras de extinguirlo y aun si no se encontrase una fórmula sencilla, el propio desgaste y consumo apresurado de oxígeno determinaría que, lo que alguna vez pudo ser un estallido rico en oportunidades, terminase siendo un montón de escombros, cenizas que el viento, el agua o las rocas fácilmente podían dejar en el olvido. Aquellas reflexiones habían acompañado al Enmascarado durante todo su trayecto hasta el País del Fuego; desde su profunda conversación con Ryth y aquel otro tipo de sombrero, una idea había quedado fija en una mente que por momentos se volvía bastante peligrosa... Aquel debate sobre la posición del mundo y la implicancia de los shinobi una vez más en una disputa ideológica había apresurado el nacimiento de una postura mucho más activa de lo que él acostumbraba a realizar. La similitud entre aquella reflexión y las voluntades humanas eran muchas más de las que en un principio él hubiese estimado: Al igual que los incendios, los discursos se propagaban frenéticamente entre las conciencias de los hombres y mujeres del mundo, consumían sus sueños y transformaban sus entornos, se alimentaban de sus espíritus provocando mucha más fuerza en sus movimientos, transformaban las simples brisas en oleadas de un fuego abrasador que rápidamente tomaban posesión de otros cuerpos en un frenético avance hasta el completo dominio de un determinado lugar o grupo de personas... De ahí que las palabras tuviesen un poderío tremendo, de ahí que quizás el arte más complejo de manipular y dominar fuese el de los propios discursos, de ahí que quizás los grandes líderes de aquella nación habían dominado el arte de la "Voluntad de Fuego", una de ambrienta conquista, espíritus valerosos capaces de consumir todo a su alrededor .-Según la información, probablemente el lugar se encuentre a unos 70 metros hacia el Nororiente.- Mientras una figura oscura recorría un lejano bosque en medio de la noche, su mente no paraba de trabajar en las motivaciones que lo habían llevado justamente a ese lugar, a la realización de un trabajo particular de características nunca antes realizadas por él.
¿Qué ocurría cuando los discursos terminaban por consumir los espíritus? ¿En qué se anclaba una ideología que no llevaba consigo más material del cual alimentarse? Así como los incendios, las palabras biensonantes y enriquecedoras del espíritu muchas veces terminaban avanzando demasiado rápido como para asentarse finalmente en las conciencias del mundo... Pareciera ser que la trascendencia únicamente correspondía a la dimensión de las deidades o los monstruos, el folclore y las costumbres, no para los seres humanos y sus pretensiones, pues allí no había más que finitud .-"Dos jóvenes, ella mayor que él, no la necesitamos pues bien podría resultar ser demasiado problemática... Enfócate en el chico, lo necesitamos vivo y preferentemente sin daños. En cuanto a la otra, la prioridad es su eliminación, no deben haber testigos".- Esas habían sido las indicaciones generales de un acuerdo un poco extraño. Un trato que incluso dentro del bajo mundo tenía tintes bastante oscuros... El solicitante: Una máscara que representaba a Dios, la solicitud: La encarnación viva de la inocencia, el apego y la lejanía... Finalmente el solicitado: Otra máscara, una que había perdido parte de su humanidad y aun así, intentaba defenderla.
Un trato de conveniencia casi unilateral, al menos en el papel, el secuestro de un joven habitante de un país lejano a cambio de una cuantiosa suma de dinero, reconocimiento y algunos contactos... Todo demasiado trivial viniendo de una figura que en el pasado había luchado por cosas mucho más grandes. ¿Por qué aceptar algo como eso entonces? ¿Por qué supeditar su trabajo y renombre hacia una tarea tan deshonrosa y mal vista? Sencillamente por lo que ya antes había discutido con aquellos shinobi en el País de los Pájaros: Alguien debía manchar sus manos con sangre si es que buscaban el progreso.
Y así como las brazas ofrecen una latente posibilidad de volver a encenderse, por ese entonces Shujin creyó que el mundo lo necesitaba igualmente, tal y como Surazal en el pasado le había enseñado, para un correcto avance dentro del mundo era necesario que el viento jamás dejase de soplar... Ese mismo viento, nacido en las profundidades de Nueva Iwagakure, formado y madurado en el desierto de Sunagakure, tenía que ser el encargado de promover, una vez más, el surgimiento de una nueva llamarada de esperanza que lograse iluminar las conciencias, porque las luces de un dios eran demasiado resplandecientes como para permitir que el mundo pudiese ver sus alrededores, luces enceguecedoras que promovían la parálisis y el orden absoluto, en cambio... ¿Qué ocurriría con una propuesta nacida desde el fuego y descontrol? Las flamas de un incendio eran volátiles, pequeñas chispas se esparcirían por el mundo encendiendo a otras conciencias y violentando a quienes se sintieran incómodos ante aquel calor insoportable, el fuego no sólo provocaría luz en el mundo, también daría espacio a las sombras y junto a ellas, la esperanza de una muerte igualitaria.
.-Hace ya 15 años les declaré la guerra.- Escondido entre los árboles, un rostro cansado observaba una pequeña cabaña en medio de la nada .-Quién diría que hoy se deba revivir un legado para combatir otro... Una enfermedad que compita con otro malestar... Un cuerpo podrido que sólo busca descansar.- Aquel objetivo de secuestro no era otro sino un descendiente directo de, quien en algún momento fue, uno de los shinobi con mayor habilidad de los que se habló durante la guerra contra el Imperio del Rayo. El legado de los Kage en cada aldea parecía estar completamente extinto, pero bien lo sabían los partidarios del Imperio actual que una figura como la de Eifen Uchiha aun podía llegar a despertar adhesión en un porcentaje no menor de disidentes, aun cuando estuviese su figura encarnada en su propio hijo. Fuera de todo valor político que pudiese tener una captura de esas características, no dejaba de ser valioso el poder adueñarse de un linaje tan relevante como lo era el de los ojos rojos... Definitivamente aquellos que se asumían como personificaciones de dios en la tierra, comenzaban a tramar algo y, llegados a ese punto, Shujin entendía que debía permitir que el incendio comenzara. .-El mundo ha cambiado... La paz se ha apoderado de los corazones de todos, resignación a una normalidad en apariencia inquebrantable.- El antiguo shinobi de Nueva Iwagakure guardó su tan característica máscara entre sus ropas, aquella misión la haría a rostro descubierto, el motivo era sencillo, un acto como aquel requería de un rostro inexistente y el de él, no era más que el rostro de un difunto, un rostro fantasmal. .-El mundo necesita un espectáculo, la vida misma es un teatro que debe ser bien representado... Hoy inicia una obra que será aclamada incluso en los cielos... El último acto de un fantasma en la tierra.- Sus ojos por primera vez en mucho tiempo mostraban vida, el antiguo líder de Rieki finalmente se dirigió velozmente hacia aquella pequeña cabaña, Shujin tendría que realizar la mejor obra posible.