Con una mirada profunda y melancólica, Ren se sumergió en sus pensamientos, como una viajera perdida en un océano turbulento de recuerdos y reflexiones. Le costaba aceptar la realidad que la rodeaba, una realidad marcadamente diferente a la que había conocido. El mundo, una vez vibrante y lleno de vida, había empezado a esfumarse lentamente ante los ojos de la humanidad. Recordaba vívidamente los momentos felices—risas en los parques, las luces de las aldeas brillando como estrellas en la distancia, y la calidez de los abrazos sinceros. Sin embargo, esa nostalgia se tornó en amargura al ser invadida por la imagen aterradora de la onda de energía que había llegado sin advertencia, como un monstruo acechante y voraz.
Era una devastación inminente, una onda oscura que se extendía a través de la nación, engullendo paisajes, silenciosos pueblos y vidas en su camino hacia el final del mundo. Los informes hablaban de un destello brillante precedido por un rugido ensordecedor, un heraldor de muerte y desolación. Una energía implacable que parecía tener voluntad propia, arrastrando todo a su paso y dejando un rastro de cenizas y sombras. Para Ren, cada noticia que llegaba era como una punzada en el pecho; su corazón latía con fuerza cada vez que pensaba en todos aquellos que había querido y que ahora enfrentaban la extinción.
Mientras la brisa gélida acariciaba su rostro, ella desvió la mirada hacia su mano, donde un pequeño anillo de plata descansaba en su dedo anular, brillante a pesar de la penumbra que la envolvía. Era un recuerdo tangible, un símbolo de promesa y amor, un regalo de alguien que había dejado una huella indeleble en su vida. La historia detrás de ese anillo era una de ternura y complicidad: fue una promesa de permanecer juntos más allá de las tormentas, más allá de las adversidades. A menudo se preguntaba cómo había podido llegar a perderse en un océano de desesperanza, olvidando el amor que siempre había sido su faro en la oscuridad.
Con una pequeña sonrisa que se asomaba en sus labios, Ren sintió cómo esa simple joya despertaba en su interior una chispa de resistencia. Era un recordatorio de que, a pesar de la devastación que la rodeaba, aún había amor que preservaba el sentido de la vida en medio del caos. Esa sonrisa, tenue y frágil, era su forma de rechazar el desánimo, de recordarse a sí misma que aunque el mundo se tambaleaba al borde de la destrucción, sus sentimientos podían desafiar incluso a la mayor de las tormentas.
Mientras el viento susurraba a su alrededor, Ren comenzó a visualizar imágenes llenas de vida que la invitaban a recordar lo que había sido. Un campo de flores silvestres que se abalanzaban en un mar de colores, el sonido de las risas resonando como melodías en su mente, y finalmente, la calidez de una mano entrelazada con la suya, que le ofrecía consuelo y... compañía.
En ese rincón del universo donde el tiempo parecía haberse detenido, se dio cuenta de que su lucha no era solo por sobrevivir, sino por recordar, por honrar a quienes habían quedado atrás. Sabía que el final del mundo podía ser inminente, pero eso no significaba que debiera ceder al pánico ni a la desesperanza. Con un renovado sentido de propósito en su pecho, ella cerró los ojos y respiró hondo, dejando que la brisa le trasmita un mensaje de esperanza irreversible: incluso en medio de la oscuridad más profunda, siempre habrá un rayo de luz que brille a través de las sombras, una promesa de que el amor y la memoria perduran hasta el último aliento.
El tiempo para postear de 48 horas ya ha expirado.
Hablar/Pensar/jutsus