Muchos sucesos habían tenido lugar en la vida de Kin desde que decidió convertirse en un ninja. A pocos años de haberse graduado como Genin de la Academia Shinobi de Konoha, conoció a una chica pelirroja de nombre Akami, su encuentro fue algo extraño, pues la chica simplemente se presentó para combatir, pero al final, terminó tomándolo como su discípulo y ayudándolo en su camino ninja, eso a la vez que le daba la oportunidad de formar parte de las filas de Ichigan, una organización en contra del Imperio.
Pero lo realmente trascendental en la vida del espadachín comenzó cuando éste finalmente ascendió al Rango Chunin. Su maestra fue asesinada por alguien a quien Kin aún no conoce, tuvo que ver morir a su mejor amigo frente a él; si bien esto trajo consigo el despertar de su Mangekyou Sharingan, Kin preferiría siempre que Saki estuviera vivo y no hubiera muerto aquel día. Tiempo después, Ren Uchiha, una Uchiha que se había instalado en el hogar de Kin y que en parte era su interés amoroso, decidió renegar de la aldea en busca del poder absoluto, un poder que aparentemente no podía conseguir formando parte de Konohagakure.
Desde entonces, Kin ha estado medianamente solo, tiene a su madre y a su padre que lo apoyan siempre, pero éstos suelen estar fuera de casa por cuestiones de trabajo, por lo que el Uchiha queda solo la mayor parte del tiempo. Si le hubieran dicho que éstos hechos sucederían así en su vida en el pasado, probablemente no lo hubiera creído, pero la vida es un mar, aveces es precioso y otras veces trae consigo desgracias. Pero a pesar de todo, nunca se dejó vencer, siempre continuo firme con sus ideales de ayudar a la gente y ser de utilidad para las generaciones futuras, como cuando tomó bajo su tutela a una pequeña niña del Clan Onikuma de Iwa, entrenándola e incluso enseñándole el Rasengan, una técnica muy conservada de Konohagakure.
Ya en la actualidad, el espadachín se encontraba de visita en las instalaciones de la Academia Ninja de la aldea, siempre era satisfactorio visitar y encontrarse con muchos jóvenes, graduados o no, buscando mejorar sus habilidades en los campos de entrenamiento. Sus visitas eran tan recurrentes que el personal de la Academia ya lo conocían, eso sumado a que su estadía como alumno fue un tanto problemática. Su espalda estaba recargada en la pared de un edificio de la Academia, su mirada ámbar exploraba los campos de entrenamiento, a la lejanía, algunos jóvenes aspirantes a ninja entrenaban con muñecos de madera, nada interesante.
En ese momento, Kin se preguntaba si vería algo más interesante que simples chicos golpeando de forma torpe los muñecos de entrenamiento. Su vestimenta era la de siempre, camisa negra y pantalones negros, portando con orgullo del Chaleco Táctico de los Chunin de Konoha. Sus dos Katanas enfundadas una encima de otra en su costado derecho, listas para ser desenvainadas pata la batalla. La manga derecha de su camisa tenía bordado a la altura del hombro el símbolo del Clan Uchiha, un símbolo que de igual forma portaba con mucho orgullo. Contrariamente, su manga derecha y a la altura de su hombro izquierdo, la placa metálica de la bandana de Konohagakure se encontraba bordada.
Los minutos pasaban, las hojas de los árboles cercanos caían y los jóvenes aspirantes abandonaban el campo de entrenamiento, ¿talvez ya no vendría nadie más?
Pero lo realmente trascendental en la vida del espadachín comenzó cuando éste finalmente ascendió al Rango Chunin. Su maestra fue asesinada por alguien a quien Kin aún no conoce, tuvo que ver morir a su mejor amigo frente a él; si bien esto trajo consigo el despertar de su Mangekyou Sharingan, Kin preferiría siempre que Saki estuviera vivo y no hubiera muerto aquel día. Tiempo después, Ren Uchiha, una Uchiha que se había instalado en el hogar de Kin y que en parte era su interés amoroso, decidió renegar de la aldea en busca del poder absoluto, un poder que aparentemente no podía conseguir formando parte de Konohagakure.
Desde entonces, Kin ha estado medianamente solo, tiene a su madre y a su padre que lo apoyan siempre, pero éstos suelen estar fuera de casa por cuestiones de trabajo, por lo que el Uchiha queda solo la mayor parte del tiempo. Si le hubieran dicho que éstos hechos sucederían así en su vida en el pasado, probablemente no lo hubiera creído, pero la vida es un mar, aveces es precioso y otras veces trae consigo desgracias. Pero a pesar de todo, nunca se dejó vencer, siempre continuo firme con sus ideales de ayudar a la gente y ser de utilidad para las generaciones futuras, como cuando tomó bajo su tutela a una pequeña niña del Clan Onikuma de Iwa, entrenándola e incluso enseñándole el Rasengan, una técnica muy conservada de Konohagakure.
Ya en la actualidad, el espadachín se encontraba de visita en las instalaciones de la Academia Ninja de la aldea, siempre era satisfactorio visitar y encontrarse con muchos jóvenes, graduados o no, buscando mejorar sus habilidades en los campos de entrenamiento. Sus visitas eran tan recurrentes que el personal de la Academia ya lo conocían, eso sumado a que su estadía como alumno fue un tanto problemática. Su espalda estaba recargada en la pared de un edificio de la Academia, su mirada ámbar exploraba los campos de entrenamiento, a la lejanía, algunos jóvenes aspirantes a ninja entrenaban con muñecos de madera, nada interesante.
En ese momento, Kin se preguntaba si vería algo más interesante que simples chicos golpeando de forma torpe los muñecos de entrenamiento. Su vestimenta era la de siempre, camisa negra y pantalones negros, portando con orgullo del Chaleco Táctico de los Chunin de Konoha. Sus dos Katanas enfundadas una encima de otra en su costado derecho, listas para ser desenvainadas pata la batalla. La manga derecha de su camisa tenía bordado a la altura del hombro el símbolo del Clan Uchiha, un símbolo que de igual forma portaba con mucho orgullo. Contrariamente, su manga derecha y a la altura de su hombro izquierdo, la placa metálica de la bandana de Konohagakure se encontraba bordada.
Los minutos pasaban, las hojas de los árboles cercanos caían y los jóvenes aspirantes abandonaban el campo de entrenamiento, ¿talvez ya no vendría nadie más?
