givers and takers — priv. samuru
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Ella parece feliz.

Está feliz.

Te has dado cuenta, ¿verdad? En su mirada es imposible de pasar por alto, o en la mueca que sus labios marcan. Tan obvio es su sentir que ridículo resultaría que te equivocases en descifrarlo, ¡hasta el tintineo que producen los cascabeles alrededor de su cuerpo suenan más alegres que de costumbre! Cada paso que da solo suena más juguetón.

«¿Por qué? ¿Pasa algo?»

Preguntas, pero no responde, ni hace el intento. No nota tu presencia, o quizás la ha ignorado deliberadamente, como ha estado aprendiendo a hacerlo los últimos años. Ya deberías estar acostumbrado. ¿Quizás eres nuevo? Si eres de esos, pronto verás que no somos los únicos aquí.

Aunque responderé tu pregunta, ya que te extraña tanto sentimiento en ella cuando el lugar por el que pasea ella destrozado, todo en ruinas. Por peores lugares ha pasado, así que el miedo no elige ser su acompañante en esta travesía. Además, ya ha estado aquí antes, cuando las cosas eran un poco diferentes, pero no mejores: la pólvora siempre presente, junto a los conflictos.

¿Acaso eso no le agrega color a su escenario? Porque hoy es una aventurera sin temor a tomar riesgos, todo en búsqueda de algo en especial para su amada obra. ¿Qué es? ¡Nadie sabe! Sobre todo ella, en su cabeza no hay certeza de lo qué es… o quién es. Nada raro realmente, cuando caracterizadas por la espontaneidad son sus acciones.

Al menos aceptará que lo que busca no es a ese hombre que se le acerca con una sonrisa demasiado fingida, le falta práctica… y fea luce en él. Todo de él grita feo, en verdad. Sin embargo, Shizuku también es una aventurera que no discrimina por la apariencia, ¡por más horrible que sea!

Con pequeños saltos, ignorando la extrañeza que jala hacia arriba las cejas del desconocido grandulón, ella se acerca a él. Es la curiosidad quien la maneja cuando, a unos pasos de él, sus brillantes ojos se pasean por la silueta del amigo. Vestido pobremente con ropa sucia, un cuchillo enfundado en su cintura, las suelas de sus sandalias a punto de despegarse y en la mano… ¿un pan con hongo?

Oh, definitivamente él querrá algo de ella, pero ella no quiere nada de él y tampoco le dará nada. Un paso hacia atrás ella da, y él da otro hacia adelante. ¡Qué entretenido!

«Corre. No, no lo hagas. Quizá él tenga más que mal olor.»

Opciones escucha, y puede que la primera sea la más acertada a seguir. Aquello no quita lo aburrido que sería tomar la decisión más inteligente, sobre todo cuando este es el perfecto momento para que alguien más aparezca: ¡un héroe!

«U otro enemigo.»
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Un lugar peligroso siempre es emocionante de visitar. Se prometió a sí mismo a no alejarse demasiado de la Hierba durante un tiempo, para así siempre poder regresar y ver que todo marche bien. Este país está a unos días de distancia, pero sigue siendo cercano. La labor que tiene es simple, necesita seguir estableciendo contactos o posibles aliados que le sean de ayuda a corto, mediano o largo plazo en su nuevo hogar. Sabe que Kusagakure no está a la altura de las grandes naciones en su estado actual, pero el objetivo es que sea incluso superior a futuro. Con los recursos actuales no basta, por lo que debe obtener nuevos.

Uy, por aquí huele a hongos. ¿Aoi habrá compartido su receta de la merienda? — Comenta en voz alta una vez ya se ha adentrado en las ruinas. No usa un tono alto, así que los individuos a su alrededor no son capaces de oírlo. Y mejor, porque capaz se enfaden al escuchar que un recién llegado insulte de esa forma el olor de su momentáneo hogar.

Hay que aclarar que Samuru no es un total desconocido aquí. Si viene es porque tiene un conocido que se comprometió a ayudarlo con mano de obra. Tipos sin mucho que perder en la vida son fácilmente encontrables por ese tipo, así que, a cambio de unos cuantos billetes, puede reunirlos para luego ponerlos a trabajar para el de sombrero. Si bien puede ser peligroso meter criminales a la villa, su amigo se encarga de estudiarlos para elegir solo a aquellos que quieran trabajar utilizando su fuerza y no aprovecharse de las circunstancias.

¡Buenos días! — Un saludo característico que el otro reconoce de inmediato.

Durante diez minutos, ambos individuos hablan del pago y ciertas condiciones que deben cumplirse para finalizar el negocio. Claro, nuestro protagonista no es tan confiado como parece. Siempre que realiza una venta o una compra, lo hace con tales arreglos para ser él el mayor beneficiado. Con el paso de los años ha aprendido ciertos trucos que permiten esto.

Lamentablemente, debe esperar unas cuantas horas hasta que el pequeño escuadrón de refuerzos se reúna ahí. Esto desmotiva a Samuru, y se ve en su rostro, pero rápidamente se encuentra con algo que llama su atención. Ahí, una juguetona sonrisa ilumina su rostro, y procede a retirarse sin mencionar una palabra más a su compañero.

La escena tiene a un tipo grandote queriendo intimidar a una muchacha. Uno pensaría que es la joven de bellos rasgos los que atrae a Samuru, pero la realidad está muy alejada. Con unos pasos silentes propios de un ninja experimentado del más alto rango posible, se acerca desde la espalda del varón. Mientras avanza, su mano diestra se viste con un guante de color negro.

Desde la perspectiva de Shizuku, ella puede ver todo el recorrido de Samuru, así que su aparición no será una sorpresa. El de sombrero, demostrando gran habilidad, roba el sándwich descompuesto. Lo huele un momento y, tras hacer una mueca de asco, lo aleja de su nariz.

Ey, ¿acaso le has pedido consejo culinario a uno de mis compañeros? Vaya mal gusto. — Qué forma de aparecer.
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Oh, ¡allí está a quien esperaba!

En forma de una curva sobre sus labios la diversión se posiciona al darse cuenta de la nueva presencia en el lugar. Qué llamativo es, la escuchas reconocer en un pensamiento mientras deja caer a un lado su cabeza con el único propósito de observar al recién llegado. Pese a eso, sus pies no están quietos, rehúyen todavía de la cercanía del hombre feo. Da un salto hacia atrás, tal vez dos, pero él sigue adelante en su intento de atraparla. ¿Se cansará en algún momento y simplemente la atacará? ¿O es que acaso cree que ella le teme cuando en verdad solo le causa risa su ansioso caminar?

De pronto, lo entretenido en menos de un parpadeo se ha vuelto aburrido. Oh, por favor, a ese grandulón ya no quiere llenando su campo de visión. ¿Por qué? Porque sí, porque es el nuevo quien llama su mirada ahora. ¿Acaso no lo sientes? No puedes siquiera negarlo: el interés reflejado en sus ojos brillando al posarse sobre ese gran sombrero, las ansias de tenerlo en sus manos. Oh, cuánto desea llamarlo suyo. ¿Será este su desconocido tesoro? Tal vez es el objeto que necesita para su obra, aunque su dueño parece ser un buen adicional en el escenario. ¿No iba a ser su héroe? ¿O era su enemigo? Con tanta facilidad no debía descartarlo, o dejarlo ir.

De hecho, le gusta su humor.

Es burbujeante la risa que de su garganta proviene cuando al dueño de su futura propiedad escucha hablar. La atención del grandulón incluso es jalada hacia el hombre tan pronto siente su comida deslizarse de su mano. Oh, mira lo desesperado que luce por recuperarla, tirándose ahora a por el hombre, pero Shizuku, siendo tan amable como es, le ofrece un apoyo especial, le da un empujoncito para que lo alcance… Un empujoncito en la espalda con el pie que termina siendo una patada.

Ahora el feo está en el suelo, quejándose, pero así ya no existe muralla entre ella y lo que quiere. El ambiente se llena de tintineos con cada salto que ella da al rodear al nuevo desconocido, viéndolo de arriba para abajo sin ningún atisbo de vergüenza instalada en su mirada.

¿Qué hace alguien como usted por aquí? ¿Robando comida? —Genuina es su curiosidad, pero también lo es la burla filosa que apunta hacia él. No espera decepciones al pasearse sus ojos fucsias por las facciones ajenas, solo saber más de él a través de cada movimiento suyo. Está atenta a él. — Mi estimado don Sombrero, usted no parece de esos —Pero ella tampoco, ¿verdad? E incluso así, allí estaban, en medio de ruinas y con el aire llenándoles la vestimenta de polvo y pólvora por igual.

«Puede que busque algo. Quizá esté necesitado. ¿Y si lo echaron de su aldea? No, dijo tener compañeros.»

Vaya suposiciones ella escucha, una tras una. ¡Hasta tú te has unido, máscara veinticinco! Qué rápido has aprendido, aunque otra vez ella no responde a las palabras de nadie. De hecho, trata de acortar más la cercanía al estirar el brazo hacia el muchacho, tocar cualquier parte de él… Sin embargo, una mano enredándose en su tobillo la jala hacia abajo y ella sonríe en lo que parece será su caída.

Ah, qué manera de interrumpir conversaciones.
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Estira su cuello y eleva la mirada. El grandulón lo fija como su nuevo enemigo, pero repentinamente comienza a caer hacia el frente. Casi como si hubiera desaparecido, Samuru se ve en una posición más retrasada, a salvo de ser aplastado por el original dueño del pan. — Busco nuevos amiguitos. ¿Has visto a alguno, o alguna, interesante por aquí? — Acto seguido, arroja el supuesto alimento al piso, muy cerca de la víctima que yace molesta sobre la tierra. No es de extrañar que esta zona no posea ciertos estándares mínimos de limpieza, por lo que caerse puede arruinar completamente la vestimenta. Claro, no es como que ahí se preocupen mucho de su apariencia física. Solo se esfuerzan por sobrevivir.

Llama su atención que la fémina se acerque tan confianzuda a él. De hecho, incluso nota como quiere establecer contacto directo con su piel. El rostro de nuestro protagonista no cambia su expresión tranquila, pasiva, como si de un humilde muchacho se tratase. Cualquiera que lo viera, pensaría que este no es lugar para él. Pero eso es algo que se encuentra demasiado alejado de la realidad. Parece frase usada en exceso, pero es verdad que no puedes juzgar un libro por su portada. Samuru es la prueba viva de ello.

De pronto, una ligera sonrisa ilumina su rostro y es finalmente él quien establece el contacto con ella. Apenas nota como el cuerpo ajeno se ve afectado obligado por la gravedad, sin pudor alguno toma su mano y la fuerza a mantenerse en pie. No solo eso, sino que el culpable de la posible caída también cesa el agarre de forma voluntaria. O tal vez sí fue un poco obligado.

Un Shuriken se encuentra incrustado en su mano, el cual rápidamente se esfuerza en sacar y arrojar lejos. La sangre brota al instante, llegando hasta el piso. Samuru jala un poco a Shizuku, evitando que el líquido carmesí llegue hasta ella, aún manteniéndola atada entre sus dedos.

No te lo tomes personal, sabes que aquí reina la ley del más fuerte. — No es que sea un tipo demasiado egocéntrico, pero sabe que no puede mostrarse débil en sitios donde el más mínimo cazador desea despedazar cualquier presa que ose meterse entre sus dientes. Además, está ahí para buscar trabajadores que le obedezcan, y el dinero no es la única forma de ganarse el respeto del resto. El factor fuerza, ejercer la violencia, puede ser un método más inmoral, pero incluso más efectivo.

La víctima del bullying se ve molesto, pero ya entiende que no tiene nada que hacer ahí. Mientras presiona la herida con la otra mano, queriendo evitar que continúe el sangrado, se retira corriendo. ¿Volverá con sus amigos? ¿Simplemente se rendirá? Hay varias posibles respuestas y escenarios, pero Samuru no posee la habilidad divina de predecir el futuro. Él vive el momento a paso a paso, experimenta el minuto a minuto. La diversión de vivir radica en obtener sorpresas en cada rincón que visitas.

Recién aquí, una vez ambos protagonistas se encuentran a solas, es cuando Samuru suelta la mano ajena, no sin antes dar un pequeño apretón. Quizás en forma de saludo, quizás en forma de establecer cierta posesión. O puede que solo para fastidiar un poco. Con él nunca se sabe.

Con que Don Sombrero, me parece un apodo simpático. — Y, con total confianza, se quita aquel aditamento tan característico de él y lo posa sobre la otra cabeza, la de Shizuku. — No te ves mal.
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Qué extraño es él.

También lo piensas, ¿verdad? Cuando un escenario tan hostil ante ella se alza, lo inimaginable se vuelve real. Esperarías de todo en esas tierras cuando con un desconocido tan abruptamente cortas distancia: que se alejase con un empujón o que te atacase. Nada de eso te hubiera sorprendido, a ella tampoco, pero vaya que la sonrisa que le entrega a la fémina te descoloca, ¿y a ella? Oh, él solo logra avivar esa pequeña llama de interés en su pecho.

Vaya giro da la historia. ¿Obtendrá más de esos a lo largo de la historia que ha decidido formar ese día nuestra pequeña aventurera? Por sí sola la respuesta ella encuentra al sentir su piel contra la suya, en un toque inesperado con el que incómoda no se encuentra, aunque sí divertida. La caída no existe, tampoco lo hace ya el agarre que pudo provocarlo. Desaparece todo gracias a él. 

Tomar así a una señorita es irrespetuoso —Sin embargo, de su boca ningún quejido ha salido, algún reclamo. ¿Debería? Si ella su cercanía buscó en un principio, por distintas razones a las ajenas seguro, mas por alto no dejaría pasar ese hecho. En ese triste campo de guerra olvidado no existen más que ellos dos, lo ha decidido así. —¿Nada personal? Yo pensé que sería más especial.

El sarcasmo tintura sus palabras en una forma de tantear terreno y descubrir más de ese desconocido, aunque no por precisamente conocer los límites de lo que puede decir o no ante él… De todas formas lo haría y lo sabes, pese a que podía ser peligroso jugar con alguien que no conocía, más aún cuando quien poseía la desventaja era ella. ¿Miedo debería sentir? Una emoción que durante todo el viaje no presentó, ni siquiera con el hombre feo que, ignorado y herido, ahora corre lejos de ellos.

«Pobre. Regresará por ustedes. Deberían moverse ya. No hará nada, quédense.»

Y eso quiere, todo a la vez. Quedarse con él, ir a otro lugar, junto a la persecución del recién humillado. ¿No luce como una fantástica historia para ti? ¿O para ti, máscara cuarenta y tres? ¡Lo es, lo es!

Shizuku está segura.

Por eso alegría es lo que jala las puntas de su boca hacia arriba en todo momento. Necesidad de tristeza o enojo no hay, solo de diversión, esa que provoca él cuando la unión de sus manos se rompe. Una escena que Shizuku continua al deslizar sus ojos por la silueta de su rostro, por las expresiones que muestra y es particularmente interesante lo bien que el apodo se ha tomado, no encuentra pellizco de enojo en sus ojos siquiera.

Te caracteriza, es lo que más llama la atención de ti —Con cuidado sus dedos se deslizan sobre el sombrero una vez él lo ha colocado sobre su cabeza. Ah, conseguirlo fue tan fácil que devolverlo se siente como un crimen. No quiere hacerlo. —¿Acaso podrían llamarte por otro apodo que no fuese ese? —Y la espalda le da, dando unos cuantos pasos hacia adelante. —¿Tal vez por tu nombre?

¿Cuál es su nombre? ¿Debería intentar adivinarlo?

Sus pisadas no se detienen, alejándose más de él. Escapar no es lo que planea, simplemente jugar. ¿Le seguirá? No hay nadie más por allí a quien molestar, quizá hasta dentro de unos minutos. Ella podía ser todo, ¿pero por qué no dejar que Don Sombrero formase parte de su todo?

Es un poco grande, ¿cómo cargas con esto todos los días? —Parando sus pies, pregunta. Voltear no necesita para ser consciente que él sigue allí.
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Quizás tengo más apodos de los que me gustaría. — Se apresura en responder. Aunque, siendo sincero, él mismo se los crea, todo como una estrategia de marketing que le ayude a hacerse rápidamente conocido allá en los distintos sitios que visita. — Aunque me entristece que sea lo que más te llamó la atención. — Curiosamente, del saco que siempre lleva en su espalda con los productos que comercializa, extrae un nuevo sombrero. Tan solo lo sacude un poco antes de colocárselo, dando a entender que el puesto en Shizuku puede quedar en su posesión. Lo puede considerar como un pequeño regalo en ese lugar tan deplorable. Incluso en los peores sitios puedes encontrar sorpresas de apariencia agraciada.

Cuando la ve alejarse tras darle la espalda, infiere que el fugaz encuentro está por llegar a su fin. — Solo es un sombrero, cuando te acostumbras a usarlo, se vuelve parte de ti. — No alcanza a revelar su nombre cuando, por el rabillo del ojo, aprecia cómo su contacto le hace señas con el brazo estirado, pidiéndole asistir. Sin decir nada más, Samuru se retira sin despedida alguna con Shizuku. Después de todo, su alejamiento se resume en unos 30 metros, nada más que eso.

Se le indica que ya está reunido el grupo a contratar para llevar a Kusa. En cuestión de minutos se presentan todos ante él y, como si nadie lo esperara, el gigante de antes también se muestra. Su rostro expresa desconcierto y enojo. — Ey, Carrasquilla, nunca dijiste que el contratista era este enano. Necesitamos a alguien de fiar. — Juzgando las expresiones del resto del grupo, que se extiende hasta los diez integrantes, el grandote no es su líder o la figura de más jerarquía, pero sus palabras sí les generan ciertas dudas. Al fin y al cabo, todos buscan sobrevivir y ganar dinero mientras arriesgan sus vidas. No quieren sacrificarse por algo que no valdrá la pena.

El viejo amigo de Samuru, Carrasquilla, se toma el rostro decepcionado. Se distrajo un momento y no se dio cuenta de que el comerciante y uno de los tipos esos se vieron envueltos en un problema uno contra el otro. Cuando quiere abrir la boca e interceder, el oriundo de Hoshigakure se adelanta.

Solo impedí que intentes propasarte con una joven. ¿Hay algo de malo en eso? — Su tono de voz es irónico, burlándose de él. El gigante se enfada y avanza dos pasos con clara actitud violenta. Sus compañeros de inmediato buscan detenerlo. — Si quisiéramos trabajar de guardaespaldas de un debilucho, buscaríamos a alguien más importante. — Ahora es él quien busca lastimar a través de las palabras, pero por parte de Samuru solo se encuentra una risita mientras se cubre la boca con la zurda en forma de puño.

Luego, extiende la mano y niega con el dedo índice. — Tranquilo, ya tengo los suficientes guardaespaldas en caso de necesitarlos. — De forma desafiante, ahora él avanza un paso, reduciendo la distancia. — Solo necesito gente fuerte para que me ayude en algunas cosas. Si quieren, pueden ponerme a prueba para ver si soy un buen contratista.

La respuesta la obtiene rápido.

Bien, niño, sobrevive 30 segundos sin que te molamos a golpes, y tendrás a un equipo increíble bajo tu mando. — No a todo el escuadrón le agrada la idea, pero terminan accediendo. Después de todo, Carrasquilla les prometió mucho de este contrato.

Samuru retrocede unos cinco metros y se voltea, dándoles la espalda. Incluso abre los brazos, provocándolos. Más allá es capaz de ver a Shizuku, a quien le guiña un ojo, demostrando la extrema confianza que tiene de sobrevivir.

¿Qué ocurrirá?
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Sin duda de que sigue acompañada, Shizuku da sus pasos, uno tras otro. No se detienen, hasta tú te confías en que nuestro querido Don Sombrero continúa tras sus pisadas, pero sorpresa: volteas junto a ella y encuentran polvo alzándose donde se supone se encontraría su nuevo amigo. ¿Ha desaparecido su compañía? ¿Confiarse demasiado hizo que lo perdiera? Tan breve fue su estancia que algo similar a la pena le nace en el pecho.

No debería sentirse mal por eso, en retrospectiva, menos decepcionada, pues lo que quería desde que lo vio había obtenido: el sombrero. Sin embargo, la aventura ha durado tan poco y tan fácil fue de conseguir todo que un regusto amargo inunda su paladar. Debe ser el sabor de la decepción, no hay otra explicación.

¿Qué tipo de obra es esta? Una que ni ella misma se atrevería a ver por lo corta y aburrida que ha sido, eso seguro. Además, lo quería a él más tiempo consigo.

«Lárgate sin más. Ve a buscarlo. Mejor vete tú. ¿Qué estás buscando aquí?»

Buscaba al de cabellos violetas, ¿a quién más? Claramente de brazos cruzados no se iba a quedar, no alguien como ella. ¡Una persecución era interesante también! A por él sus pies se movieron, siguiendo la misma dirección en la que fue dejada y, como esperaba, no tarda en tener a Don Sombrero una vez más dentro de su campo de visión... Solo que en un escenario algo particular.

Cualquiera dejaría que la incredulidad levantase su ceja al ver tal enfrentamiento. Y tú lo haces, ¿cierto? Por otro lado, Shizuku observa con diversión en los ojos por lo absurda que parece la situación. La tensión es más que palpable en el ambiente, puede verla nítida en la expresión de todos los presentes, menos en la de su protagonista. Notas el contraste, y a Shizuku le intriga lo suficiente para que sus pisadas se conviertan en breves y delicados saltos, acortando quince metros de distancia de manera para nada disimulada.

El tintineo de los cascabeles ha llamado la atención de los presentes, sería consciente de aquello incluso si Don Sombrero no hubiese volteado a verla, ¡pero vaya que agradece ver esa pícara confianza en él! Sí, le gusta, ¡le gusta definitivamente!

Es perfecto entre todos esos bravucones, tan confiados de su fuerza por su gran tamaño. Por supuesto que no ha ignorado del todo al feo de antes, quien poca cautela tiene a diferencia del resto de hombres, realizando los sellos con rapidez pese a la herida en su mano. Admira su determinación, también admira el arte que de en sus manos se crean unas golondrinas de hielo que como objetivo claro tienen a Don Sombrero.

Preocupada como tú por él no está, máscara veinticinco. ¿Qué te tiene tan ansiosa? ¿Que el resto del grupo se le abalance? Lo hacen, tanta gente contra un solo objetivo... Hasta rosas hechas de papel le lanzan a su amigo, eso puede notar ella una vez el choque de sus cascabeles reanuda a medida que se acerca, podrían haberse considerado un halago de no ser porque una vez cerca a él explotan.

Todo sucede muy rápido y ellas están al tanto de eso, sus comentarios se vuelven desastrosos e incomprensibles, desesperadas por ser oídas. Fastidian aunque Shizuku finja que no, que presentes para ella no están pese a los gritos confusos que dan en su oídos. ¿Puedes callarte un poco, no?

Todas deberían.

Puede que sea el conjunto de tales voces lo que la obligan a formar un par de sellos, puede que lo haga plenamente consciente con tal de agregar su participación en el guión, o puede que lo haga porque a Don Sombrero ha decidido tomarle un raro aprecio en ese breve tiempo. Quizá nada de eso, quizá todo. Sea lo que sea, los pequeños fantasmas de fuego que ella misma forma se lanzan contra... ¿Don Sombrero?

O al bravucón detrás de él, duh.
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