La bruma matutina se cernía sobre Kirigakure no Sato, ocultando parcialmente la figura de Yusuke mientras avanzaba por las estrechas calles del mercado. La misión encomendada no era como las demás; esta vez, se trataba de infiltrarse en una red de comercio ilegal que había empezado a echar raíces en las afueras de la aldea. Los informes iniciales hablaban de un comercio creciente de sustancias prohibidas, y la tarea de Yusuke era sencilla en apariencia: obtener información sin levantar sospechas.
Las instrucciones eran claras, pero la realidad era siempre más compleja. Yusuke llevaba consigo un sencillo disfraz de comerciante errante, una apariencia que había perfeccionado con el tiempo. Su ropaje estaba desgastado, con colores terrosos que se mezclaban con el entorno, y su rostro estaba parcialmente cubierto por una bufanda para ocultar cualquier señal de identidad. En su bolsa, llevaba pequeñas herramientas de trabajo que cualquier comerciante llevaría consigo, lo suficientemente discretas como para no atraer atención no deseada.
Llegó al mercado central temprano en la mañana, observando a los comerciantes que comenzaban a montar sus puestos. La vida en Kirigakure seguía su curso normal, pero Yusuke podía sentir una tensión subyacente entre la gente, que probablemente fuese su imaginación. Las sospechas indicadas en el informe de la misión decían que la red de comercio ilegal estaba dirigida por un hombre llamado Goro, alguien cuya influencia se extendía más allá de la aldea.
Yusuke avanzó con paso tranquilo, dejando que sus sentidos captaran los murmullos y susurros a su alrededor. Se dirigió a uno de los puestos de frutas, cuyo dueño, Taro, había reportado incidentes sospechosos recientemente. Taro, un hombre mayor con arrugas profundas y una mirada sagaz, lo recibió con una sonrisa.
— Buenos días, joven. ¿Qué puedo ofrecerte hoy? — dijo Taro, con un tono amable que ocultaba su preocupación.
Yusuke sonrió bajo su bufanda y tomó una manzana, examinándola con aparente interés antes de responder en voz baja.
— He oído que han ocurrido cosas extrañas por aquí, Taro-san. Movimientos nocturnos inusuales, por decirlo de alguna manera… — dijo Yusuke, manteniendo su tono casual.
Taro asintió, su expresión se tornó más seria. Sabía que podía tropezar con una mina de tierra si no tenía cuidado con sus palabras, pero ya estaba harto de la calaña que últimamente poblaba aquel mercado.
— Es cierto. Esos desgraciados se están cargando la tranquilidad del mercado. Siempre de noche, y siempre desaparecen como si no hubiesen existido nunca. He visto sombras moviéndose rápido, pero nunca lo suficiente como para identificar a alguien. Eso sí, ninjas no son. —
Yusuke agradeció la información y se despidió con una inclinación de cabeza, continuando su recorrido por el mercado. Cada comerciante con el que hablaba añadía piezas al rompecabezas, pero ninguna tan significativa como para llevarlo directamente a los culpables. Sabía que tendría que esperar hasta la noche para obtener respuestas más claras.
Cuando la oscuridad cayó sobre Kirigakure, Yusuke se preparó para la vigilancia. Se escondió en un rincón estratégico del mercado, su figura oscura se fundía con las sombras. El aire era frío y húmedo, y el silencio solo era roto por el ocasional murmullo de un animal nocturno.
Pasaron las horas y la paciencia de Yusuke fue recompensada. Cerca de medianoche, detectó movimientos furtivos entre los puestos. Un grupo de individuos, claramente intentando pasar desapercibidos, se deslizaba entre las sombras. Yusuke los siguió discretamente, su entrenamiento en sigilo demostrando ser invaluable.
Los siguió hasta una cueva oculta en las afueras de la aldea. Desde su posición de observación, pudo ver la entrada custodiada por tres bandidos armados. Parecían estar bien organizados, lo que indicaba que no se trataba de simples ladrones oportunistas. Yusuke decidió esperar y observar, tomando nota de cada detalle.
Con el alba acercándose, Yusuke retrocedió, regresando a la aldea para preparar su siguiente movimiento. Sabía que no podía confrontar a los bandidos directamente sin arriesgar su misión, así que decidió adoptar un enfoque más encubierto. Durante el día, modificó ligeramente su disfraz para parecer más un comerciante interesado en el mercado negro.
Al día siguiente, Yusuke regresó a la zona de los bandidos. Se acercó a un grupo de individuos que parecían estar relacionados con el comercio ilegal, con las manos en alto en señal de andar indefenso. Con una actitud relajada, inició una conversación casual.
— He oído que este lugar es conocido por tener mercancías especiales — dijo, su tono era seguro y amigable.
Uno de los hombres, un individuo con cicatrices en el rostro y una mirada penetrante, lo observó con interés.
— Depende de lo que estés buscando, forastero — respondió el hombre, haciendo un gesto para que Yusuke lo siguiera a un lugar más discreto.
Lo llevaron a una tienda oculta, donde se reunió con otros miembros de la red. La atmósfera era tensa, y Yusuke sabía que cualquier error podría delatarlo. Se presentó como un comerciante errante interesado en oportunidades lucrativas, y pronto se sumergió en la conversación, escuchando atentamente cada detalle.
— Goro ha estado muy ocupado últimamente, supervisando los envíos — mencionó uno de los contrabandistas, sin darse cuenta del interés de Yusuke.
— Sí, el almacén ha estado recibiendo más mercancía de lo usual — añadió otro, condescendiente.
Yusuke hizo preguntas sutiles, cuidando no parecer demasiado inquisitivo. Logró obtener la ubicación del almacén y el hecho de que Goro lo visitaba regularmente. Con la información necesaria, se despidió con una promesa de regresar para negociar más adelante. Pero, por supuesto, su suerte no iba a alcanzar para esto. Ya mucho había gastado llegando hasta la puerta de los criminales. — ¿A dónde crees que vas? — indicó el de las cicatrices.
— Debo volver, estimado. No traigo todo el dinero conmigo. No soy estúpido para acercarme a ustedes con las bolsas llenas. Me voy, pero con la promesa de volver para hacer negocios. — fueron sus palabras, determinantes, pero inefectivas. — ¿Y acaso piensas que podrás salir vivo de esta cueva para ello? Te hemos contado información que no deberías de saber. ¿Qué garantía tenemos de tu cooperación? — era sensato, aunque un malhechor al fin y al cabo, pero sensato.
— Tienes razón. — dijo, moviendo lentamente su mano para adentrarla en uno de sus bolsillos. Este movimiento alertó a algunos de los presentes, que tomaron picas y espadas roídas como armas en caso de cualquier movimiento en falso. Yusuke, sin embargo, sacaría una pequeña bolsa con monedas y las arrojaría a aquel comerciante ilegal. — Supongo que puedes quedarte con el dinero de mi viaje de regreso. Encontraré mi camino de vuelta. Espero que esto sirva de garantía de mis intenciones. — aquel que se encontraba contando las monedas asintió, con una sonrisa maliciosa que dejaba ver que en su dentadura faltaban un par de dientes.
Yusuke fue libre de irse entonces, y tomaría el camino largo de vuelta a casa, no por decisión, sino por fortuna. De vuelta en Kirigakure, redactó un informe detallado sobre sus hallazgos. Describió la ubicación del almacén, las operaciones de los contrabandistas y la presencia de Goro como líder. Presentó el informe a sus superiores, quienes quedaron impresionados con la precisión y el éxito de su misión encubierta.
La red de comercio ilegal había sido infiltrada, y gracias a Yusuke, Kirigakure estaba un paso más cerca de desmantelar la operación. Su habilidad para moverse en las sombras y obtener información vital sin levantar sospechas había demostrado ser crucial. La misión concluyó con éxito, dejando a Yusuke con la satisfacción de haber cumplido con su deber sin comprometer la seguridad de la aldea.