Viejos amigos
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Última modificación: 17-05-2024, 05:25 PM por Kenju Issei.
El sol comenzaba su descenso en el horizonte, tiñendo el cielo con tonos anaranjados y dorados que se reflejaban en los cristales de los edificios de Kirigakure. Las sombras se alargaban sobre las empedradas calles, donde los transeúntes, ataviados con túnicas tradicionales, se apresuraban en sus quehaceres diarios, evitando los charcos dejados por las mareas del océano cercano.

La brisa marina, fresca y salada, acariciaba las fachadas de las casas de madera y piedra, llevando consigo el suave aroma del océano y el sonido rítmico de las olas rompiendo en la costa. Los puestos de mercado empezaban a cerrar, mientras los vendedores recogían sus mercancías y los clientes se despedían con amables saludos. En las plazas y parques, los niños jugaban, riendo y correteando, mientras los ancianos se sentaban en los bancos, disfrutando de la tranquilidad del atardecer y compartiendo historias de tiempos pasados.

Las luces de las farolas comenzaban a encenderse, iluminando las estrechas callejuelas y creando un ambiente cálido y acogedor. Las tabernas y bares abrían sus puertas, y el murmullo de las conversaciones y las risas llenaba el aire, mezclándose con el aroma tentador de los platos recién preparados.

Kenju Issei caminaba por las calles familiares de su aldea, con su típica postura erguida y su mirada fija en el camino, perdido en sus pensamientos. A pesar de la tranquilidad del atardecer, su mente estaba plagada de preocupaciones y dilemas.

Mientras avanzaba, una figura familiar captó su atención desde una distancia. Un hombre de mediana edad, con cabello rubio y ojos claros penetrantes, que llevaba una vestimenta que denotaba su posición como un shinobi de alto rango. Era Hayato, un viejo amigo y compañero de la academia ninja, con quien Issei había compartido muchas aventuras y momentos de juventud antes de que sus caminos se separaran.

Issei —llamó Hayato, su voz cargada de emoción y sorpresa mientras se acercaba a él—. ¡Cuánto tiempo! ¿Cómo has estado?

Issei detuvo su paso, su expresión mostraba una mezcla de sorpresa y alegría al ver a Hayato después de tantos años. Aunque la vida los había llevado por caminos diferentes, los lazos del pasado aún permanecían.

Hayato —respondió Issei, esbozando una leve sonrisa mientras estrechaba la mano de su viejo amigo—. Ha pasado mucho tiempo, ¿verdad? Me alegra verte.

Hayato asintió, y su sonrisa se fue ampliando mientras recordaba los días de su juventud.

Sí, demasiado tiempo. Te he estado siguiendo la pista; no quieres llamar mucho la atención en las filas del Imperio, pero te has convertido en un guerrero de pies a cabeza. ¡Estoy impresionado!

Issei bajó la mirada y un destello de incomodidad cruzó sus ojos. Aunque su ascenso había sido rápido, había venido acompañado de sacrificios y decisiones difíciles que lo habían llevado por un camino oscuro.

He hecho lo que he tenido que hacer —respondió el Chuunin con un tono cargado de seriedad—. El camino no ha sido fácil, pero he tratado de servir a mi gente lo mejor que he podido.

Hayato observó a Issei por un momento, con su mirada aguda percibiendo la carga emocional que pesaba sobre él.

Entiendo —dijo Hayato mientras suavizaba su tono—. Todos llevamos nuestras propias cargas y luchas. Pero, dime, ¿cómo está tu familia? ¿Y Hana?

La mención de Hana hizo que el rostro de Issei se tensara ligeramente.

Hana y yo estamos atravesando tiempos difíciles —admitió con preocupación y tristeza—. Pero estamos trabajando en ello, tratando de encontrar una forma de superar nuestros problemas y reconstruir nuestra relación.

Hayato asintió comprensivamente, sabiendo que las relaciones matrimoniales podían ser complicadas y difíciles de navegar.

Espero que podáis encontrar la paz y la felicidad juntos —dijo con su voz llena de sinceridad.

Issei asintió, agradecido por las palabras de apoyo de su viejo amigo.

Gracias, Hayato —respondió el ninja de cristal—. Significa mucho para mí.

Un silencio cómodo se extendió entre los dos hombres, ambos sumidos en sus propios pensamientos y recuerdos. Aunque el tiempo y las circunstancias habían cambiado sus vidas de formas inimaginables, el lazo de su amistad seguía intacto, recordándoles quiénes eran y lo que habían compartido en tiempos más simples.

¿Por qué no vamos a tomar algo? —propuso Hayato, rompiendo el silencio y ofreciendo una oportunidad para reconectar y compartir más momentos juntos.

Issei asintió con una sonrisa genuina iluminando su rostro.

Me encantaría —respondió—. Hay mucho de lo que quiero hablar contigo. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que compartimos un momento como este.

Con esa simple invitación, los dos hombres se encaminaron hacia el bar más cercano. La promesa de un reencuentro y la oportunidad de compartir sus experiencias y reflexiones con un viejo amigo llenó el aire con una sensación de esperanza y expectación.
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A medida que Issei avanzaba por las calles adoquinadas, su mente vagaba por los recuerdos de los días pasados. Los rostros y las voces de aquellos a quienes había conocido lo inundaban, evocando emociones que aún no había resuelto completamente. La figura de Hayato, emergiendo de entre la multitud, había sido una sorpresa, pero también una oportunidad para reencontrarse con un fragmento de su pasado que había permanecido oculto durante mucho tiempo.

Vamos, conozco un lugar donde sirven la mejor cerveza de toda la aldea —dijo Hayato, guiando a Issei por una calle lateral menos concurrida, donde las luces del atardecer se filtraban entre los edificios antiguos, creando un ambiente íntimo y acogedor.

Issei asintió, agradecido por la oportunidad de compartir aquel momento con él. A medida que se adentraban en el corazón del barrio comercial, las tiendas y mercados comenzaban a cerrar, dejando paso a las tabernas y bares que se llenaban de vida con la llegada de la noche.

Al llegar al establecimiento, el shinobi de cristal pudo percibir el aroma a levadura y malta que emanaba del interior. El ruido de las conversaciones y las risas de los clientes llenaba el aire, creando un ambiente animado y festivo. Hayato empujó la puerta de madera tallada, y ambos hombres entraron en el cálido resplandor de la taberna.

Dentro, el ambiente era acogedor y rústico, con vigas de madera oscura y mesas de roble desgastadas por el tiempo. Las paredes estaban adornadas con antiguas herramientas de pesca y mapas marítimos, evocando la rica historia marítima de Kirigakure. El sonido de una melodía suave provenía de un rincón, donde un músico tocaba una guitarra, añadiendo un toque de serenidad al bullicio del lugar.

Aquí estamos —dijo Hayato, buscando una mesa libre en un rincón apartado—. Este siempre es un buen lugar para relajarse y hablar de los viejos tiempos.

Issei asintió, tomando asiento frente a su amigo. Mientras se acomodaban, los dos hombres se quedaron en silencio por un momento, permitiendo que los recuerdos de su juventud los envolvieran.

¿Recuerdas aquellos días en la academia? —comenzó Hayato con una sonrisa nostálgica—. Éramos unos pilluelos, siempre metiéndonos en problemas.

Issei rió suavemente, asintiendo con la cabeza.

Sí, eran tiempos más simples. Aunque, debo admitir que causamos más de un dolor de cabeza a nuestros profesores.

Hayato soltó una carcajada, recordando algunas de las travesuras que habían llevado a cabo.

Oh, sí, ¡esas maldades que hacíamos juntos! ¿Recuerdas cuando llenamos la sala de entrenamiento con ranas durante el examen Chuunin?

Issei se echó a reír, asintiendo con entusiasmo.

¡Vaya caos que armamos ese día! Aún puedo recordar la expresión en el rostro del maestro Takeshi cuando abrió la puerta. Nunca olvidaré cómo nos persiguió por toda la aldea durante horas.

Hayato rió a carcajadas, asintiendo con la cabeza.

Sí, y no olvidemos la vez que convencimos a Yumi de que podía volar si saltaba desde el tejado del edificio principal.

Issei soltó una risa aún más fuerte, recordando la imagen de Yumi con su capa improvisada, saltando con entusiasmo antes de aterrizar en un montón de hojas.

¡Pobre Yumi! Aunque debo admitir que tenía mucho valor. ¿Recuerdas cómo nos prometió venganza durante semanas después de aquello?

Ambos hombres rieron, sumergiéndose aún más en sus recuerdos compartidos. A medida que la conversación continuaba, Issei comenzó a darse cuenta de cuánto había extrañado esos momentos de ligereza y camaradería. Hablar con Hayato sobre sus travesuras pasadas le recordaba una parte de sí mismo que había dejado atrás en su camino hacia la madurez y la responsabilidad.
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Dentro de la taberna, el bullicio y la calidez del ambiente envolvieron a Issei y Hayato mientras se sumergían en la conversación. A medida que compartían risas y anécdotas sobre los viejos tiempos en la academia, la atmósfera se volvía más íntima, pero también más cargada de tensiones no resueltas. Los recuerdos de la academia pronto dieron paso a un silencio incómodo, como si ambos hombres estuvieran evitando los temas más importantes.

Recuerdo aquellos días como si fuera ayer —dijo Hayato con un suspiro—. Éramos jóvenes e imprudentes, ¿verdad?

Issei asintió con solemnidad, pero el brillo de sus ojos se oscureció mientras miraba fijamente su jarra de cerveza.

Sí, aquellos tiempos eran más felices —respondió, su voz apenas era un murmullo.

El tono del espadachín estaba cargado de pesar, recordando los días en los que la vida parecía estar llena de posibilidades y esperanza. Sin embargo, los fantasmas de su pasado como ninja lo acechaban, recordándole las decisiones difíciles que había tenido que tomar y las consecuencias que habían seguido.

¿Y tu familia? —preguntó Hayato, desviando la conversación hacia un territorio más incómodo—. ¿Cómo están Hana y los niños?

La pregunta de su amigo resonó en la taberna, y el aire se volvió denso con la tensión no dicha entre los dos hombres. Issei frunció el ceño, sintiendo la mirada penetrante de su amigo sobre él.

No te metas en eso, Hayato —respondió bruscamente, con su voz cargada de frustración—. Mis asuntos familiares no son asunto tuyo.

La respuesta del Kenju fue como un golpe en el estómago para Hayato, quien retrocedió visiblemente sorprendido por la reacción de su amigo. Sin embargo, en lugar de alejarse, se mantuvo firme.

Lo siento, Issei, pero no puedo ignorar lo obvio —dijo con calma, pero con un toque de firmeza en su voz—. Sé que las cosas no han estado bien entre tú y tu familia. Y como tu amigo, estoy preocupado por ti.

El pelinegro dejó escapar un suspiro, su rostro reflejaba una mezcla de emociones: tristeza, resentimiento, y un toque de arrepentimiento.

Lo sé —admitió finalmente, su tono era más suave ahora—. Las cosas entre Hana y yo... no están bien.

La confesión colmó el aire entre ellos con una pesada sensación de tristeza y complicidad. Hayato inclinó la cabeza en un gesto de comprensión, pero su mirada seguía firme, buscando el rostro de su amigo en busca de alguna señal de esperanza o consuelo.

Lamento escuchar eso —respondió con sinceridad—. Sé que has estado luchando mucho últimamente, pero también sé que eres un hombre fuerte y valiente. Siempre has sido así, incluso cuando eras solo un estudiante en la academia.

Issei asintió con gratitud, pero el peso de su dolor no se desvaneció. Aquellas palabras eran reconfortantes, pero también le recordaban la magnitud de los desafíos que enfrentaba.

Gracias —dijo, su voz apenas era un susurro—. Significa mucho para mí que estés aquí para apoyarme.

Su amigo le devolvió una sonrisa cálida, pero había una sombra de preocupación en sus ojos.

Siempre estaré aquí para ti —dijo—. Eres mi amigo, y no hay nada que no haría por ti.

Los dos hombres se quedaron en silencio por un momento, permitiendo que el peso de sus palabras se asentara entre ellos. La taberna seguía llena de vida y bullicio a su alrededor, pero en aquel rincón apartado, Issei y Hayato estaban solos con sus pensamientos y sus emociones.

¿Qué piensas hacer ahora? —preguntó Hayato después de un momento, rompiendo el silencio con suavidad—. ¿Tienes algún plan para resolver las cosas con Hana y los niños?

La pregunta sacó al Chuunin de sus pensamientos, obligándolo a enfrentarse a la cruda realidad de su situación. Suspiró profundamente, buscando las palabras adecuadas para expresar la tormenta de emociones que lo consumía.

No lo sé —admitió con sinceridad—. No sé qué hacer para arreglar las cosas con Hana y los niños. He intentado hablar con ella, he intentado disculparme y explicarle mis razones, pero parece que cuanto más intento acercarme, más se aleja. No sé cómo llegar a ella, cómo hacerla entender que todo lo que hice fue por el bien de nuestra familia.

La angustia en la voz de Issei era palpable, y Hayato sintió un nudo en el estómago al ver el sufrimiento de su amigo. Quería ayudarlo, quería encontrar una solución a sus problemas, pero sabía que no sería fácil.

Entiendo —respondió con tristeza—. Pero no puedes rendirte. Tienes que seguir intentándolo, seguir luchando por tu familia. Tal vez las cosas no estén bien ahora, pero con el tiempo y el esfuerzo, las cosas pueden mejorar. No pierdas la esperanza, Issei. Eres más fuerte de lo que crees, y estoy seguro de que puedes superar esto.

Las palabras de Hayato fueron un bálsamo para el alma herida de Issei, pero también fueron un recordatorio de la magnitud de los problemas que enfrentaba. Sabía que no sería fácil, sabía que el camino por delante estaría lleno de obstáculos y dificultades, pero también sabía que no podía rendirse. Porque al final del día, lo único que importaba era su familia, y haría todo lo que estuviera en su poder para protegerla y mantenerla unida.

Gracias, Hayato —dijo con gratitud y determinación—. Gracias por estar aquí para mí, por tu amistad y tu apoyo. Significa más de lo que puedo expresar.

Hayato le sonrió con ternura, sintiendo un profundo sentido de conexión con su amigo. Habían pasado por mucho juntos a lo largo de los años, y aunque sus caminos habían tomado direcciones diferentes, su amistad seguía siendo tan fuerte como siempre.

Siempre estaré aquí para ti —respondió con sinceridad—. No importa lo que pase, siempre puedes contar conmigo.
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Mientras la noche avanzaba, las luces de la taberna comenzaron a atenuarse y el bullicio disminuyó. La conversación entre Issei y Hayato continuó, ahora menos intensa, más relajada, como si cada palabra compartida ayudara a liberar un poco de la carga que ambos llevaban. Eventualmente, las risas se desvanecieron y el cansancio empezó a hacer mella en ellos. 

El Kenju, ahora completamente borracho, apenas podía mantenerse en pie. Su amigo, preocupado por su estado, decidió que era hora de irse.— Vamos, Issei, te llevaré a mi apartamento —dijo Hayato mientras se levantaba y pagaba la cuenta. Issei asintió débilmente, sin protestar. Apenas podía articular palabras coherentes mientras se tambaleaba, apoyándose pesadamente en su amigo. 

Juntos salieron de la taberna y se adentraron en las silenciosas calles de Kirigakure. La niebla nocturna envolvía la ciudad, creando un ambiente casi irreal bajo la tenue luz de las farolas. Mientras caminaban, medio cargado por Hayato, el espadachín comenzó a hablar, su voz era un murmullo arrastrado por el alcohol y la desesperación.— Hayato... no sé qué hacer... Hana... Hana me odia —dijo, su tono reflejaba una mezcla de tristeza y resignación—. Desde que me uní al imperio, todo se desmoronó. Ella perdió a su familia... sus padres, sus hermanos... todo por culpa del imperio... y ahora estoy sirviendo a esos mismos monstruos.

Hayato escuchaba en silencio, asintiendo de vez en cuando, sin interrumpir a su amigo.— Hana no puede perdonarme —continuó Issei—. Y no la culpo... a veces, ni yo puedo perdonarme.— Issei, hiciste lo que creías correcto en ese momento —respondió Hayato, con voz suave pero firme—. No puedes seguir castigándote. Todos cometemos errores, y a veces, las circunstancias nos obligan a hacer cosas que nunca pensamos que haríamos.

El Chuunin soltó una risa amarga, una risa sin alegría, mientras una lágrima solitaria se deslizaba por su mejilla.— Pero no son solo errores, Hayato. Son vidas... vidas que constantemente se pierden por mi culpa.

Hayato se detuvo un momento, girándose hacia él y colocándole una mano en el hombro.— No estás solo en esto. Te ayudaré a superar esto. No puedo cambiar el pasado, pero puedo estar aquí para ti ahora, y eso es lo que importa.

Continuaron caminando en silencio, y cuando finalmente llegaron al edificio donde vivía Hayato, la situación se tornó más íntima. Su amigo abrió la puerta y le ayudó a entrar. La penumbra del vestíbulo se iluminó con una luz suave cuando encendió una lámpara pequeña.— Vamos, te ayudaré a acostarte —dijo mientras le guiaba hacia un pequeño sofá en la sala de estar. Issei, aún tambaleándose, se dejó caer con un suspiro pesado, cerrando los ojos por un momento. Sentía una mezcla de vergüenza y gratitud por la ayuda de su amigo. 

De repente, sintió la mano de Hayato acariciando su mejilla, un gesto que lo sorprendió y lo dejó un poco descolocado. Abrió los ojos y vio su mirada suave, pero intensa, fija en él.— Hayato... —comenzó a decir, pero fue silenciado por un gesto gentil.— Shh... está bien. No tienes que decir nada —murmuró, acercándose más. La proximidad de su amigo hizo que el espadachín sintiera una mezcla de emociones. Estaba confundido, inseguro de lo que estaba pasando, pero también sentía una calidez que no experimentaba desde hacía mucho tiempo. Antes de que pudiera procesar sus pensamientos, Hayato se inclinó y lo besó. Fue un beso suave, tentativo, pero lleno de una emoción que no esperaba.

Durante unos segundos se quedó paralizado, su mente luchaba por entender lo que estaba sucediendo. Luego, lentamente, correspondió al beso, sintiendo una extraña sensación de paz y consuelo que lo envolvía. Cuando finalmente se separaron, ambos se miraron, respirando con dificultad.— Lo siento si te he confundido —dijo Hayato, con una voz apenas audible—. Pero no podía evitarlo. No quiero que te sientas solo en esto. Estoy aquí para ti, en todos los sentidos.

Issei asintió lentamente, aún procesando lo que había sucedido. Sus sentimientos estaban en conflicto, pero una cosa era clara: la presencia de su amigo era un bálsamo para su alma herida.— Gracias —susurró, con una voz quebrada pero sincera—. Realmente... gracias.

Hayato sonrió suavemente, acariciando nuevamente la mejilla de Issei.— Descansa ahora. Mañana será otro día, y lo enfrentaremos juntos.

Al final cerró los ojos, dejando que la tranquilidad de ese momento lo envolviera. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió un poco menos solo, un poco más esperanzado, mientras la oscuridad de la noche daba paso a un nuevo amanecer.
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Issei se quedó dormido rápidamente, el agotamiento y el alcohol lo arrastraron a un sueño profundo y sin sueños. Cuando despertó al día siguiente, los primeros rayos del sol se filtraban a través de las cortinas de la ventana, y una terrible resaca martilleaba su cabeza. Con un gemido, se incorporó lentamente, cada movimiento se sentía como un esfuerzo titánico, sus músculos se sentían pesados y su mente estaba envuelta en una niebla espesa.

A su lado, en una pequeña mesa, había un vaso de agua y algunas pastillas para el dolor de cabeza. Con manos temblorosas, tomó las pastillas y bebió el agua con avidez, como si fueran un bálsamo necesario para su estado maltrecho. El aroma de algo cocinándose llegaba desde la cocina, mezclado con el familiar sonido de sartenes y ollas, creando una sensación extraña de normalidad en medio de su tormento. El murmullo distante del tráfico completaba la escena, proporcionando un trasfondo reconfortante a su caótica mañana.

¡Buenos días, dormilón! —la voz de Hayato resonó desde la cocina, llena de alegría y despreocupación.

El Kenju se levantó con dificultad, cada paso parecía un desafío mientras se dirigía hacia la cocina, donde encontró a su amigo preparando el desayuno. El aroma del café recién hecho y el tocino llenaba el aire, proporcionando un contraste reconfortante a la brutalidad de su resaca.

Siéntate —dijo, señalando una de las sillas.

Se dejó caer en el asiento, aceptando agradecido la taza de café que el rubio le ofrecía. Durante unos momentos, se centró únicamente en beber y comer, tratando de aliviar la pesadez que sentía tanto en su cuerpo como en su mente. Cada sorbo de café y cada bocado de comida parecían traer un poco de claridad a su cabeza aturdida. Hayato, mientras tanto, se movía por la cocina con facilidad, como si la intensa noche anterior no hubiera tenido lugar.

Después de un rato se sentó frente a él, con una expresión seria pero amistosa. Su mirada era penetrante, como si estuviera buscando las palabras correctas para iniciar una conversación difícil.

Issei, ¿quieres hablar de lo que pasó anoche? —preguntó el rubio con un tono suave, pero cargado de intención.

Issei sintió un nudo formarse en su estómago. Los recuerdos de la noche anterior, especialmente el beso, lo golpearon con fuerza, mezclándose con el remordimiento y la confusión por su relación con Hana.

Yo... no estoy seguro de qué decir —respondió nervioso, evitando el contacto visual—. Anoche... fue todo tan confuso.

No tienes que tener todas las respuestas ahora mismo —le respondió, inclinándose hacia él con una mirada comprensiva—. Pero quiero que sepas que estoy aquí para ti, sin importar lo que pase. ¿Recuerdas lo que dijiste sobre Hana?

El espadachín asintió lentamente, los recuerdos de las palabras llenas de dolor que había compartido en su estado de ebriedad volvían a su mente. La culpa y el pesar lo abrumaban nuevamente.

Sí, recuerdo. Hana... ella nunca podrá perdonarme. Y no la culpo —dijo en un susurro apenas audible.

Hayato lo miró con una profunda compasión, queriendo ofrecer algún consuelo. Sin embargo, antes de que pudiera decir algo más, Issei se levantó abruptamente, incapaz de soportar más la conversación.

Necesito aire —dijo rápidamente—. Gracias por todo. De verdad, gracias... pero tengo que irme.

La urgencia en su voz era palpable, y sin esperar respuesta, salió apresuradamente de la cocina. Cada paso lo alejaba más de la confusión que sentía, pero no de la realidad de sus emociones. Afuera, el aire fresco de la mañana lo golpeó, dándole una sensación momentánea de claridad mientras se sumía en sus pensamientos, tratando de encontrar algún sentido en el caos interno que lo consumía.

Este tema ha sido cerrado.

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