Su madre lo llamó. Cómo si todavía lo necesitará. Ya sabía lo que tenía que hacer, pero creía que aveces ella actuaba demasiado sobreprotectora sobre sí. Una de sus teorías era que eso pasaba por el desapego que había sufrido hace tiempo, al salir de su país natal y estar ahora segura, pero sin el cariño del Sol del país del Fuego sobre su cabeza. Quizás lo único que le recordará a su familia realmente fueran los ojos morados de Nintai.
No le importaba demasiado, de hecho pensaba en comenzar a trabajar para poder conseguir dinero suficiente para irse a vivir solo. De solo imaginar el desastre que tendría ese departamento, su madre solía quejarse. Daba igual. Nintai no era de las personas que escuchaban a otras personas. Más bien iba a su propio ritmo, relajado y desentendido de cosas "sin importancia" cómo el orden y la limpieza.
Estaba quizás demasiado acostumbrado a levantarse y que una tostada justo a un té lo recibieran en la mesa, esas cosas no pasarían muy seguido si terminaba por decidir vivir en solitario. Agarro la tostada y saludó con desganas. - Hoy tengo mi primera misión. - comentó al aire. Sus padres lo oyeron y le festejaron la iniciativa, pero no pareció en absoluto escuchar sus devoluciones de cariño y buenas vibras. Mientras tenía la tostada en la boca, apurado recuperó su cuaderno donde le gustaba anotar todas las cosas que le llamaban la atención. Había quedado debajo de su cama, puesto que antes de dormir había anotado la posición de 3 arañas que descansaban en su cuarto. Eso no le sumaba en nada, pero simplemente por TOC no podía dejar de hacerlo. Estar en todos esos detalles innecesarios.
Este primer trabajo era algo simple. Tenía que ayudar a unos ancianos a realizar unas compras, no le llevaría más que mediodía. O eso esperaba.
La casa de los ancianos quedaba a unos 600 metros de su hogar. Salió a la calle principal y camino, con las manos en los bolsillos y unas ojeras que casi tocaban el piso, bostezaba despreocupado mientras avanzaba. Iba en contramano, el resto de las personas caminaban hacía el lado contrario, dirigiéndose a la zona comercial a abrir sus locales, pero él se adentraba más en el área residencial, antes de ir a comprar, necesitaba conocer con detalle la lista de compras. Una ardilla paso por delante de él y captó su limitada atención. La siguió con los ojos hasta ver como subía a la copa de un árbol y parecía alimentarse con tranquilidad, también observando a los transeúntes despreocupada. Alguien lo chocó. Un señor regordete y con lentes pareció no verlo y lo empujo, Nintai no era reconocible por su portento físico así que dio dos pasitos hacía atrás para no caer de espalda al piso. El señor lo miro con desganas, echando con su mirada la culpa del accidente al muchacho, pero Nintai apenas reaccionó.
Ya se había distraído demasiado, si quería evitar que esta tarea le lleve demasiado tiempo, tenía que avanzar con decisión, así que se reincorporo a la calle retomando el camino a su destino.
Encontró la casa de los ancianos. No era la gran cosa. En general ninguna de las casas de la aldea era famosa por su ostentación, tocó en la puerta tres veces y espero ser atendido. La ventana estaba un poco abierta y se escuchaban a varias personas discutiendo algo dentro, pero Nintai, cómo nos tiene acostumbrado, no prestó demasiada atención a la discusión.