Con un pinchazo en la nuca sentiría como su mundo entero se venía abajo. Por un instante previo se consideraba dentro del bando vencedor de la contienda. Asumía, erróneamente, que habían logrado repeler al desagradable intruso y se dirigía a la seguridad absoluta con su empleadora en brazos. Cuando pudo notar que aquel cuerpo yacía sin dar rastros de vida era tarde. Para él, y para ella. Al ser víctima de la pistola de agua de la marionetista cayó hacia adelante, soltando el cuerpo inerte de la Yuki por la inercia de su propia carrera. El Tokage había caído.
El Suzume se alertaría por el sonido, pero sería tarde para él también. Sin poder hacer mucho para reaccionar y confiando que su ataque hubiese sido suficiente para “terminar el trabajo” como se la había ordenado, no pudo hacer frente -pun intended- a la misma pistola de agua que momentos antes había terminado con la vida de su compañero en armas.
Ahora el campo de batalla se sumía en un silencio sepulcral. Algunos trozos de madera de las prótesis y marionetas de Muki ardían tras la última ofensiva del Suzume. Los cuerpos de todos los guardias, desperdigados entre sí, mostraban un claro indicio de haber sido asesinados a sangre fría por alguien especialista en ello. La sangre seca que recorría la nuca y el cuello del Nagamushi hacía contraposición con la fresca que brotaba del cuello y nuca del Tokage, y la frente del Suzume no se quedaba atrás con la frescura de una herida letal y recién abierta.
El cuerpo de la Yuki, por otro lado, se encontraba a unos 30 metros de Muki. El cuerpo del Tokage a unos 25. El Suzume a unos 16, y el Nagamushi cerca de la marionetista. Los nuevos actores de la obra se acercaban por dos flancos, el norte y el sur. Los primeros en llegar serían los que notarían el cuerpo de la Yuki, a escasos dos segundos de haberse desplomado el Tokage. Era un grupo de 3 hombres y una mujer. Soldados, si se les puede llamar así, de bajo rango entre los criminales. La mujer y uno de los hombres fueron directo a resguardar a quien consideraban como su jefa, con una expresión amarga en el rostro. No por lealtad, sino por el desagradable sentimiento de haber hecho mal su trabajo. Este primer par de refuerzos ya se encargaban de llevarse a la Yuki tan lejos del campo de batalla como pudiesen, hacia el norte, donde podrían resguardarla y discernir si estaba inconsciente o muerta. El otro par de hombres fue directamente hacia el Tokage para confirmar que, efectivamente, yacía sin vida.
Otro grupo, esta vez de 3, se acercaría por el sur (Donde Muki se encontraba). Estos verían una nube de humo sin poder mirar más adelante o hacia adentro, provocando que se frenasen ante la incertidumbre de encaminarse hacia una muerte segura. Ninguno pronunciaba palabra alguna, y se miraban nerviosamente entre sí en los recesos que su función principal lo permitía; ubicar a Yuki Tao.
A lo lejos, y de nuevo desde los dos flancos, otros grupos más numerosos se acercaban a la escena. Era el momento de la marionetista para decidir su curso de acción, pues el escape se veía cada vez más complicado por estar en medio de filas enemigas.