2 de Noviembre, 15:03.
La llamada de los carteros a la misma mañana que iban en cada casa de cada rico y familia adinerada era muy llamativo, y sin prejuicio en gritarlo, seguramente él que pase por esa zona va saber de esa gran subasta. Hasta los mismos chicos pobre, donde su déficit de atención hacía tener problemas a mayores invitaba también a cada persona que veía aunque sin darle una carta rojiza, así hicieron por un pueblo más lejano y pobre, dando rumores sobre esa fiesta, y aumentando el enojo de los pueblerinos.
En esa noche. En el corazón de un barrio privado y lujoso, sé podría visualizar una mansión con una arquitectura detallista de tres pisos rodeada de un vasto terreno, se celebraba una subasta de artefactos valiosos de forma anónima. El acceso a este evento exclusivo implicaba adentrarse por un camino fino de 60 metros, flanqueado por césped impecablemente cuidados. Carrozas adornaban el trayecto, dando la bienvenida a los invitados que llegaban con un halo de misterio y gloria.
A la entrada de la mansión, dos guardias, enmascarados y en posesión como unos caballeros, aguardaban. Cada invitado pronunciaba una palabra clave, un susurro apenas audible y sin sentido, para obtener acceso al interior de la residencia.
La estructura de tres pisos se alzaba majestuosa, con columnas blancas de concreto que adornaban su facha. Desde el interior, la luz blanca emanaba de las ventana. En la planta baja, los invitados se congregaban alrededor de mesas repletas de manjares exquisitos. en el fondo del lugar, un escalón elevado de 20x20 albergaba mesas con joyas expuestas bajo cristales cuadrados, seguramente será el lugar donde subasten esas joyas de gran valor.
En el segundo piso, algunas celebridades enmascaradas se movían entre la multitud, añadiendo un toque adicional de glamour al evento. Por donde no se ve, los cocineros, meceros trabajaban a mil caballos de fuerza moviéndose de un lado a otro, llevando mucha comida, platos sucios a los lavamanos, y así repetidas veces. Mientras tanto, el tercer piso permanecía misteriosamente vacío y oscuridad, siendo restringido el paso por un guardia en las escaleras.
Retomando el exterior, justo en la entrada más larga para ingresar al domicilio, habia un hombre ya con unas copas de más, su mascara estaba un poco caída, tambaleaba aunque apoyaba su espalda sobre el respaldo de una carroza que no era de su propiedad. –¡Fiesta!...¡Fuiesta!.– Emocionado, y con una amplia mirada expansiva que arrugaba su frente por su calvicie notoria, y con iris tan gigante que no era de este mundo.
En el alrededor de esa mansión, no era de tanto detalle informar, siendo lo más interesante caballos comiendo de la paja, ver algunas ventanas del tercer piso abiertas por como ingresaba el viento, y chocaba con la tela blanca si tenia buen ojo para notar eso.