[Priv.] ¡Yumeko es mía!
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Última modificación: 25-02-2024, 10:25 PM por Kaname.
La zona comercial de Konoha se movía con una energía distinta en las tardes de la jornada laboral. Las calles adoquinadas se llenaban de un bullicio animado, con comerciantes que arremolinaban sus puestos y desplegaban una paleta vibrante de mercancías. El aire se impregna de los aromas tentadores de las delicias locales, desde puestos de ramen humeante hasta dulces tradicionales que capturaban los sentidos de quienes pasean por la colorida travesía comercial.

Los comerciantes, hábiles en el arte de la persuasión, gritaban a viva voz ofertas irresistibles, compitiendo por la atención de los transeúntes. Sus voces se entremezclan en un coro caótico que parecía dar vida a la propia zona. A un lado, un vendedor entusiasta presentaba los últimos artefactos ninja, mientras que, al otro, una anciana regateaba con astucia por una serie de hierbas medicinales. La variedad de productos era asombrosa: desde kimonos exquisitamente bordados hasta herramientas ninja de última generación.

La bulla de las negociaciones y las risas llenaron después del almuerzo el aire, pero en ocasiones, se mezclaba con el sonido agudo de discusiones más acaloradas. Pequeñas disputas entre compradores y vendedores estallan en la calle, añadiendo un toque de drama a la escena. Sin embargo, estas escaramuzas serían rápidamente resueltas gracias a la intervención de los presentes o, en algunos casos, con la ayuda de un shinobi de la aldea que patrulla la zona para mantener el orden.

Entre el tumulto, se encontraban artistas callejeros que danzaban y ejecutan acrobacias, creando una atmósfera festiva. La arquitectura de los edificios comerciales, con sus fachadas decoradas y letreros llamativos, contribuía a la vibrante escenografía. Las luces parpadeantes de los neones de las tiendas ofrecían también un espectáculo visual adicional, especialmente cuando la tarde daba paso a la oscuridad de la noche (que aún no llegaba) y el comercio seguía su curso bajo la iluminación artificial.

En este trasfondo caótico y animado, la zona comercial de Konoha revelaba su carácter único, un espacio donde confluían los sonidos, colores y sabores de la vida cotidiana de la aldea, transformando cada semana en una experiencia sensorial inolvidable. Kaname andaba por ahí, justo tras entregar turno, con uno de sus atuendos de kunoichi normal y su katana. Yumeko no parecía normal, de hecho, quien la veía, podría asumir con facilidad que había sido restaurada y acabada de comprar.

Perdona...¿Qué valor tienen estas mayas?— preguntó a una de las comerciantes que parecía atender a un foráneo.
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Aunque las tierras lejanas tenían su encanto nunca terminaban de hacerle sentir como en casa. Era natural para alguien como él sentirse un extraño aún en la tierra que le había visto nacer. Y estando en lugares tan verdes, donde la arena parecía haber sido desplazada por pasto, maleza y árboles, se sentía como un pez fuera del agua. Que, hablando de agua, a veces se terminaba cuestionando si prefería las húmedas islas del agua o las verdes tierras del fuego. De cualquier forma no tenía razones más allá que aquellas para quejarse, y estando en labores oficiales mucho menos.

Tenía ya un par de semanas en Konoha, pues había sido enfilado en una misión en solitario a aquellas tierras. Su viaje no había tenido ningún tipo de sorpresa hasta el momento y la paga se veía ya en el horizonte. Solo debía soportar a los oriundos del fuego una semana más hasta que, con algo de fortuna, el paquete con el que debía volver a sus tierras estaría disponible para su traslado.

Contaba con una pequeña fracción del pago por la misión que se le había dado por adelantado para sus propios gastos. El tabulador era alto, permitiéndole un poco más de holgura para que aún él no rechistase ante tal osada propuesta. ¿Usar su propio pago para sustentarse durante la misión? Qué sacrilegio. Por fortuna las cuentas terminaban en números positivos para el ojicarmesí.

— ¿Mil ryos? ¿De qué coño está hecho esto? — Murmuraba con un tono aparentemente bajo para evitar que quien le atendía escuchase. Solo estaba curioseando por aquel mercado, buscando oportunidades que solo un lugar como aquel podía prestarle. Se había detenido en un pequeño puesto de artesanías que rezaban provenir del país del viento. Patrañas, mentiras y toda la intención de estafar. Al Jiki le encantaba estar entre similares.

Vestía sus indumentarias usuales, y por más que te esforzases no podrías identificar su proveniencia. Y lo que es más, no podrías siquiera detectar que aquel peliazul era un ninja. Quizás su forma de perderse entre la multitud y pasar desapercibido le hacía verse como un ladronzuelo.

Una vez dejado atrás aquel puesto de artesanías se pasearía por el resto, echándole un ojo inquisidor a los transeúntes y evaluando oportunidades. Tenía en su poder algunas baratijas que había recolectado en el camino que, con la suficiente palabrería, podría vender a algún incauto por el doble o triple de lo que debería, pero no podía ser cualquier incauto. Debía elegir bien. Y sus pasos le llevarían a un puesto un poco más alejado de la multitud. Era un puesto bastante variado, donde una mujer joven atendía.

— ¡Buenas noches! — Saludaría. — ¿Cuánto por est… — intentó preguntar cuando su atención y la de la vendedora era atrapada por una recién llegada que preguntaba sin anunciarse. Cuan maleducados podían ser algunos.

Una ojeada fugaz de parte del ojicarmesí exploraría a la chica. No por lo obvio y mucho menos por lo menos obvio, sino en busca de oportunidades. Y es que él creía en la suerte. Y la suerte parecía sonreírle. Tal preciosa existencia a su lado, una existencia que fácilmente podía valer una fortuna. Y no, no hablaba de la chica.

Sus ojos se desviaron cual polilla hacia la luz para enfocarse en la katana de la fémina. Él era un conocedor de muchas cosas, y el arte de la espada le regalaba un conocimiento necesario para entender que estaba frente a un artilugio valioso. Sonreiría para sus adentros, con malicia, y en el rostro se le dibujaría una más inocente. — Buenas noches. — le diría a ella una vez el intercambio con la tendera hubiese acabado. — Parece mi noche de suerte. ¿Te molestaría guiar a un completo extraño por el mercado? Pareces conocer bastante bien la zona. — había que lanzar algunos anzuelos arriesgados. — Y yo soy un extraño bastante perdido. — dejaría salir una pequeña risa a ojos cerrados mientras movía un poco sus ropajes para dejar ver la bandana ninja que le declaraba como extranjero. Estaba colgada en su cuello, tapada por su ropa.
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La espada realmente no podía verse, pero solía creerse que la funda del filoso instrumento era un complemento igualmente impresionante que el arma que llevaba dentro. Esta en particular elaborada con materiales de la más alta calidad y diseñada para proteger y realzar la belleza de la preciada hoja. Confeccionada en madera de alta resistencia, la funda estaba revestida con seda negra, adornada con detalles dorados que relataban las hazañas de aquellos que habían portado la espada, así como de la vida de la misma Kaname.

El exterior de la funda mostraba grabados intrincados que narraban historias de honor, valentía y lealtad, representando la esencia misma del bushido, el código ético de los samuráis. La seda que envolvía la funda estaba tejida con hilos resistentes y decorada con símbolos ancestrales que evocaban el respeto y la veneración por el arte de la espada samurái, así como de ciertos detalles alusivos al clan Senju. Al abrir la funda, se revelaba el interior forrado con terciopelo suave, para acoger la hoja con delicadeza y protección. Cada detalle de la funda estaba cuidadosamente diseñado para realzar la majestuosidad de la espada, convirtiéndola en una obra de arte completa que inspiraba admiración e fuerza.

Yumeko, como habían decidido llamarla desde hacía muchas décadas atrás, era una obra maestra de artesanía, forjada con precisión y dedicación por habilidosos artesanos en ataño. Su hoja, pulida hasta alcanzar un brillo resplandeciente, se curvaba elegantemente hacia un borde con una nitidez sobrenatural. El guardamano, elaborado con un metal exquisito, estaba decorado con intrincados grabados que contaba por sí mismo el hilo generacional que le había precedido. Cada detalle de la espada era un testimonio de la destreza y el arte de sus creadores, un reflejo del legado de los Senju dedicados al camino del samurái.

Esta espada samurái codiciable no solo era un arma, sino una obra de arte que encarnaba la tradición, la disciplina y el honor de la cultura samurái. Atraía miradas de envidia y deseo, no solo por su belleza, sino por la historia y el significado que representaba y claro, aquello no asombró a Kaname cuando aquel desconocido se había dirigido a ella. No porque fuera raro, sino porque su naturaleza le ponía la defensiva. Miró de soslayo para posteriormente terminar por girarse hacia él y verle de frente.

Su indumentaria no le convencía y a juzgar por eso mismo, se le podría confundir con un ladronzuelo.

La verdad no, no la conozco bien. Pero no tendría problema… ¿Qué tipo de cosas buscas?— comentó sin perder al otro de vista, justo para notar la bandana ninja que había aparecido buscando darle más información del chico —Por cierto.. …Soy Kaname, jounnin de la hoja.— empezaría a moverse para permitir que otras personas siguieran disfrutando de las artesanías de aquella chica.
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Apostar usualmente se le daba bien. No solo en un casino, y tampoco únicamente en aquellos callejones donde los dados dictaban quién comía y quien se iba a la cama con solo aire entre pecho y espalda. Apostar en su vida diaria le traía emoción y, sobre todo, fortuna. Tenía una capacidad casi innata para elegir buenas bazas, y lanzarse con un todo o nada cuando merecía. Pero esta última apuesta no pintaba del todo bien. — Un jounin, heh… — pensó.

Si bien aquella chica que tenía en frente llamaba la atención casi tanto como la espada que sostenía, no se había detenido a pensar que quizás -y solo quizás- estaba metiendo su arenosa nariz en donde no debía. No fue hasta la mención de un muy alto cargo ninja por parte de la contraria cuando lo consideró. Y no era solo el cargo; el simple hecho de que la otra fuese un ninja complicaba todo. ¿Sería tan desconsiderado para perseguir su propia ambición y arriesgarse a un altercado que podría escalar indefinidamente?

Por supuesto que sí.

Su sonrisa se desvió un poco del camino dulce e inocente que quería mostrar a una que solo aparecía cuando un desafío digno se le paseaba por el frente. Clavó los ojos en la chica, y respondió elocuente. — ¡Lindo nombre! A mi puedes llamarme Arata. Soy un chunin de la roca en una misión. — el primer paso hacia una mentira exitosa era una verdad, y estaba dispuesto a dar tantas verdades como fueran necesarias para que su mentira cobrara vida. — Me quedan unos pocos días acá y estaba buscando algunos recuerdos que llevarme de vuelta a casa. — echó un ojo a la mercancía que la tendera tenía en exhibición.

Por un instante entró en modo calculadora y trataba de definir las variables del próximo paso. Sopesaba la posibilidad de tener que invertir un poco más de lo que quisiera a cambio de aquel botín que tenía en frente. Y no, no se refería a la chica. — ¿Te molestaría acompañarme a comer algo? Me gustaría la recomendación de una lugareña. — volvería a sonreír amigablemente. — Yo invito. — el riesgo de la apuesta seguía subiendo, y más ahora que su propia fortuna estaba en riesgo. — Aunque me disculpo de antemano si interrumpí tu noche de compras. Admito que no pienso con claridad cuando me deslumbro, pero entendería si no deseas compañía.— soltaría una pequeña carcajada al tiempo que se rascaba la nuca.
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Hay frases típicas que en algún momento acaban teniendo sentido. Para este caso, vamos a tomar las de las madres, esas que normalmente en medio de sermones acaban teniendo razón en la mayoría de las cosas que dicen. Ellas, y su instinto, siempre parecían tener especial certeza en relación al futuro, tanto así, que parecían verlo venir. Claro, no faltaba la que no estuviera alienada a esas cualidades, pero la de Kaname, puntualmente, había heredado de la tierra toda aquella fuerza gestora que también le permitía, como bruja, hablar desde la intuición.

Hoy no deberías salir. Siento que es un día extraño.— le dijo la mujer justo horas antes de tomar turno y claro, antes de que ella, a pesar de la advertencia, igual cruzara la puerta con un simple —Mamá, no va a pasar nada, soy una jounin y dentro de la aldea no es que tenga mucho por reportar. Volveré para cenar.— sentenció finalmente.

En ese momento, en el que el chico le hablaba, las palabras de su madre pasaban por su cabeza por dos razones: La primera, la desconfianza que desde el primer instante le generaba aquel sujeto, muy a pesar de contar posteriormente que era un shinobi, al igual que ella.

Un gusto, Arata de Iwa ¿Qué misión era?— mencionó sin aportar mayor interés al hecho. No quería levantar sospechas, pero no era de las que entregaban su confianza de buenas a primeras.

Te daría a Yumeko como regalo y por haber tenido la osadía de abordarme— dijo con una sonrisa y posando su mano, de forma automática, en la espada —pero es una baratija demasiado valiosa para mi y mi clan.— asumió que él entendería que hablaba de la espada que portaba —Hay demasiadas cosas bonitas por estos días, la aldea está en medio de lo que se considera el bazar más importante.— Puso su mirada en la calle —Por esta época, cientos de mercaderes, de diversas partes del mundo, se reúnen en una especie de tsujiki. Así que, no te sorprendas si se la nada vez gente de cualquier aldea aquí.— sonrió tranquila.

Y la segunda, porque sencillamente había quedado en volver a cenar. ¿Era el destino tan cruel como para dejar a una madre con la comida servida y con la esperanza de volver a ver a su hija? ¿Qué pasaría si Kaname no volvía? La muerte de la anterior líder del clan había sido demasiado pronto.

Bueno, podría ser algo más que una recomendación de una lugareña— le guiñó el ojo. —Te llevaré a un lugar que incluso pocas personas de la aldea conocen…Sígueme— dijo tranquila aceptando todo aquello y dando por hecho que comería con él, pero en el lugar que ella decidiera. Posteriormente negó.

No te disculpes, no pasa nada, total, soy yo la que está aceptando seguir contigo a pesar de todo. Además, pagarás tu la comida...— continuó —¿Hace cuánto llegaste? ¿Qué ha sido lo que más te ha gustado y aburrido de Konoha? Y bueno, ya que estoy en modo cuestionario, ¿Concluiste la misión?— le miró de soslayo, ahora caminaban uno al lado del otro por lo que parecía ser una de las calles más concurridas de Konoha.

La avenida principal atravesaba, desde las puertas de la aldea, hasta la montaña Hokage, era demasiado amplia, por lo que Kaname se ubicó en la mitad de esta. Lo suficientemente vacía como para no tropezar con nadie y con el suficiente espacio para caminar tranquilos. Las personas, por otro lado, y con motivo de la feria, se atumultuaban a los costados, casi que apilonados unos sobre otros buscando conseguir aquellas cosas que tanto querían.
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La primera parte del plan estaba en marcha y, aparentemente, marchaba perfectamente bien. Aquel ninja de la roca, en su momentáneo papel de ladronzuelo de pueblo, esperaría el momento preciso para hacerse con el botín. Reía para sus adentros, sin embargo, por lo curioso y particular de aquel capricho nocturno que se le había atravesado en forma de espada. Al fin y al cabo, más allá de lo que relucía a simple vista no sabía si el arma valdría de algo más que las molestias de robarla, si es que lo lograba. Pero ya que estaba, ¿por qué no seguir hasta averiguarlo?

Sus pensamientos, aunque fugaces, le mantuvieron en silencio mientras la chica hacía sus observaciones. Parecía perdido en las eventuales miradas de ella, pero dedicaba aquel “tiempo muerto” a decidir su propia corriente de pensamiento. Cuando tuvo la ventana de tiempo para saciar la curiosidad de la contraria, no la desperdició. — ¿La misión? Tengo que retirar un paquete y llevarlo de vuelta a Iwa. No sé mucho más ni me interesa para ser honestos, solo la paga. — reiría con algo de ironía. Esta también era su parte de la verdad, pues no quería correr el riesgo de dar información falsa a una jounin sin saber qué tan implicada podía estar ella en los asuntos de su aldea.

Ante la mención del nombre de la espada guardó silencio para escuchar la explicación posterior. No por gusto, sino por tomarse su tiempo para entender que aquel nombre iba de etiqueta en su botín. — Curioso nombre para una espada, he de decir. — murmuró. — Y si, he notado que hay un montón de cosas que llaman la atención por aquí. En contraposición con Iwa, todo y todos se ve más… agradables a la vista. — continuó.

La conversación tomó el mismo rumbo que sus pasos cuando ella por fin decidía aceptar la propuesta del chico. A su petición de seguimiento asentiría con una sonrisa y echaría a andar detrás de ella manteniendo la distancia justa para poder conversar sin que ninguno de los dos tuviera que alzar la voz y esta misma no se perdiera entre los ruidos del resto de los presentes.

— Tengo acá un par de semanas ya. Según el informe, el paquete que debía recoger iba a estar listo para mi llegada pero la vida de un ninja está llena de imprevistos. — esto último sonó más irónico de lo que intentaba. — Tu aldea es encantadora. Siempre hay cosas interesantes que hacer, me hace sentir que vivo debajo de una roca. — La literalidad de aquella frase le causó gracia a lo interno. — Pero al mismo tiempo es un poco agotador. Todos parecen demasiado amables y con mucha energía todo el tiempo. — quizás lo suyo había sido la suerte -buena o mala- de toparse justo con ese tipo de gente.

— Ah, por cierto. Ya que eres de un rango mayor al mío, ¿debería tratarte con más formalidad? No quiero terminar en la hoguera por confianzudo, señora Kaname. — su tono burlesco acá resultaba evidente. Pero, independientemente de la reacción o respuesta de la otra, continuaría en cuanto tuviese la oportunidad de hablar de nuevo. — ¿Qué hay de ti? ¿Qué es lo que más te gusta de tu aldea? ¿Has visitado Iwa o alguna otra? — por un instante empezaba a olvidar que aquello estaba siendo una estratagema para robar la espada. Le costaba mantener esa idea en la cima del desastre que tenía por pensamientos, pero debía evitar dejarse llevar por las circunstancias.
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La conversación con el otro se mostraba amena. La barrera que se había formado al principio, momento en el que Kaname había sentido cierto recelo por el chico, en parte empezaría a disminuir poco a poco al tiempo que este parecía ganar su confianza. Aquel aspecto de ladronzuelo se había convertido en una razón interesante, cuando supo que era de Iwa y no precisamente porque las personas de allá lucieran así, sino porque tenía mucho más sentido que su apariencia se le hiciera sospechosa a la Senju.

La respuesta de la misión había sido bastante tranquila. Parecía que aquel encargo no era importante y que, además, era capaz de hacer la tarea solo, eso, más que todo lo pensaba porque no se imaginaba al chico bajo órdenes de alguien más, sin embargo, luego le haría saber a la fémina que era realmente un chunnin.

Entiendo. Bueno, realmente todos trabajamos por el pago. Algunos se encarnizan más que otros por el hecho de proteger la aldea y por cuestiones de principios, pero no deja de ser un trabajo que te remuneran al final del día…— comentó caminando.

Bueno, la verdad desconozco por qué Yumeko, se compone por Yume que significa sueño y Ko que es hija, así que el significado sería niña de ensueño, niña de los sueño o niña que sueña— sonrió —como si el abuelo hubieras dejado este nombre para mi— agregó.

Que te dijera yo de los imprevistos de un ninja… Tengo medallas y los más altos reconocimientos en esos casos— continuó la ironía del otro. —Es lo que tiene este estilo de vida, a veces se está bien y otras tantas… Solo quieres desaparecer— aquello último sonó como un anhelo, más que a una frase de cajón normal, porque había sido precisamente eso, ese sentimiento de sentirse en medio del caos, lo que la había hecho moverse por el mundo durante años. Alejarse de la bulla de la aldea, de sus conflictos y de sus movimientos, siempre pesados.

Nunca me han dicho señora— sonrió. —Llámame sólo Kaname, o Name o Kana, como quieras. Así lo hacen mis cercanos— y aunque él no lo fuera de momento, tampoco le parecía una idea salida de los cabellos que alguien más, que recién la conocía, la llamada con diminutivos. —Bueno, la verdad he viajado mucho, pero si es cierto que me gustaría conocer más… Iwa por ejemplo, nunca he ido. — seguían caminando. —Y sobre la aldea… lo que más me gusta es su gente. Sigo creyendo que proteger la aldea, es lo mejor para defender a la gente, a los ninjas, a los niños. No permitiré que nadie se vuelva contra la aldea, aunque sean mis amigos, mis hermanos o mis propios hijos.— esas palabras estaban cargadas con una convicción impoluta, casi que se podía sentir la determinación de las mismas y palparlas, Kaname amaba konoha, la volutad de fuego había podido palparse en sus palabras.

Según me cuentas Iwa no es muy interesante, pero hay lugares llenos de historia que amaría conocer…— dijo tranquila —Estamos por llegar, a un par de cuadras…— comentó. Seguían caminando por la calle principal y la gente, poco a poco iba escaseando. Claro, el comercio hacia la zona en la que estaban era más reducido así que sería mucho menor el movimiento, pero en unas cuadras, saldrían de aquella calle para entrar en una especie de lugar sagrado. Era una zona residencial un tanto rara, las casas empezaban a verse más grandes con frentes inmensos, con detalles de madera nunca antes vistos y con jardines muy bien tenidos.

Normalmente, una comida en un lugar de estos podría costarte un ojo.— comentó al tiempo que seguía caminando. En una de esas, de detuvo al frente de lo que parecía una casa normal. No había indicios de que fuera un lugar comercial y mucho menos que fuera un restaurante. Sacó unas llaves de sus cosas y abrió la puerta. Para sorpresa de ambos, la familia de Kaname y las personas más allegadas, habían planeado una especie de comida especial, un banquete con comida tradicional de la aldea en señal de festejo ante el ascenso de la jounnin.

E…Esto…— se quedó en shoko justo antes de que todos gritaran —¡SORPRESA!— eran al menos unas veinte personas, todas del clan Senju con sonrisas de lado a lado y con el símbolo del clan por doquier. —— se giró medio paniqueada —Sor… sorpresa, ha ha ha...— incómoda, entró despacio a la casa. —No tenía ni idea de nada de esto, venía con un amigo a dejar mis cosas para ir a cenar…— comentó rascando su mejilla.

El es Arata, de Iwa— le hizo un ademán mientras las personas empezaban a especular del “presunto amigo”. —Bueno, pues ya que está aquí, ¡que disfrute del banquete!— dijo uno de los hombres más viejos del lugar, con barbas largas y con cabello largo y liso completamente blanco. —Si no te incomoda, podemos comer aquí— hizo una mueca de tensión al tiempo que avergonzada, pasaba al interior de la casa.
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El chico de la roca no podía evitar balancear sus pensamientos hacia el mar de posibilidades pasadas que de vez en cuando visitaba. Se preguntaba a sí mismo dónde estaría y qué estaría haciendo de no haberse topado con un botín tan llamativo como aquel que andaba a su lado por el mercado. La respuesta, aunque amarga, era una que no le sorprendía; probablemente estuviese echado en la habitación donde se quedaba mientras estaba en sus labores. Por tanto, no estaba del todo mal el destino que poco a poco se iba desenvolviendo ante él, y un poco de aventura era bienvenida siempre y cuando él no tuviese que poner un ryo sobre la mesa. Lo mejor de todo era que seguía confiando en que, eventualmente, se haría con la espada.

Entre los tantos y tan variados pasos que se escuchaban alrededor, el del par de ninjas se habían sincronizado entre sí para dirigirse a algún sitio que el Jiki desconocía. — Honestamente no sé si haría este trabajo de no ser por la paga… — fue una respuesta muy honesta ante la puntual observación de la chica. A veces prefería mostrarse transparente, aparentar demás era muy agotador.

— ¡Oh! ¿Acaso estoy hablando con una celebridad de la mala suerte? — dijo jocosamente ante la mención de premios y condecoraciones. — ¿Sabes? De alguna forma envidio a las personas con ideales fuertes como los tuyos. Nunca consideré Iwa como mi hogar más que por cuestión de fortuna, pero supongo que algunas cosas rescatables podría sacar de ella. — respondió a lo pertinente. Ya el bullicio y los montones de personas empezaban a reducirse. — Si te paseas por Iwa un día no dudes en buscarme. No sé qué tan buen guía turístico sea, pero haré mi mayor esfuerzo. — con algo de suerte el ojicarmesí esperaba no ver nunca más a esta chica. Y mucho menos luego de perpetrar el plan que tenía entre manos para su espada.

Su mirada se iría perdiendo entre las enormes y lujosas casas. Estaba luchando por mantener bajo control la urgencia que le producía lanzarse en busca de tesoros mal ubicados para hacerse con alguno. Intentaba recordar, al mismo tiempo, si alguna vez consiguió ver alguna casa de la envergadura de aquellas en Iwa. Quizás sí, pero no con el pintoresco y atractivo aspecto de estas construcciones. Por un instante se sintió genuinamente asombrado, volviendo la mirada hacia la chica cuando mencionó la comida de nuevo. — Escucha… Sé que dije que yo pagaría pero no quisiera perder un ojo. — sus palabras no fueron lanzadas a tiempo pues la chica se dedicaba a entrar a una de las casas usando lo que parecía una llave.

La continuación de esta historia resultó de lo que el Jiki denominaba como balance. La suerte le había estado sonriendo desde hace mucho, y él sonreía de vuelta tentándola aún más. En sus adentros, sin embargo, sabía de sobremanera que un mal repartir de cartas llegaría. Y esta vez llegaba en forma de banquete inesperado.

Abrió los ojos de par en par y resistió la urgencia de dar un paso atrás cuando la multitudinaria reunión gritó al unísono. No le tomó mucho discernir entre una agradable sorpresa y una emboscada con colores de Konoha, así que bajó los hombros y se dedicó a disfrutar de la Kaname avergonzada. Como podía, hacía un gesto de picardía siempre que ella le hablase intentando explicar la situación. — Parece que después de todo si me topé con una celebridad. — fue uno de sus comentarios. — Y no te preocupes, podemos comer aquí. Pero seguiré en deuda contigo por lo del tour. — agregó después para intentar darle un poco de serenidad al alterado estado de ella. Agradecía enormemente no tener que pasar por el tedioso proceso de pagar por una cena, así que parecía una situación beneficiosa para ambos.

Durante el banquete aprovecharía para probar distintos y diversos platillos. Algunos eran de su agrado, y otros no tanto, cosa que haría saber a sus anfitriones sin dudarlo mucho. Beneficios de venir de otras tierras, el poder ser crítico y honesto con lo que probaba. De vez en cuando hablaba con alguno de los que quisieran hablarle, y aquellos más escépticos se mantenían en guardia.

— …Y así fue cómo nos conocimos. Kana me encontró perdido como un cachorro en el mercado y no pudo evitar compadecerse de mí. — acompañado de una pequeña carcajada explicaba a algunos de los presentes que tenían curiosidad.

Cuando tuvo la oportunidad de hablar con Kaname de nuevo, con el banquete ya avanzado, no dudaría en agradecer la invitación con un gesto sonriente. — Ahora entiendo un poco el por qué resultas tan idealista. — miró el vaso del que bebía. Dentro, un líquido con tintes verdosos y olor a té aún humeaba. — Esto se siente como una verdadera familia. Casi podría quedarme aquí. — le devolvió la mirada. — ¿Crees que valdría la pena desaparecer y dejar todo esto atrás? Yo habría matado por crecer en un ambiente como este. ¿O hay más de lo que mis ojos pueden ver? — regresaba a algo que la chica había dicho aún en el mercado. Su curiosidad crecía cada vez más, y aunque la espada seguía siendo su objetivo principal, saciarla ahora cobraba fuerza en la lista de prioridades. — Por cierto, lamento si mi presencia fue inoportuna. — terminó, antes de quedar atento a alguna respuesta por parte de ella. En cuanto al proseguir, ella sería quien decidiese qué hacer. Él no se iba a mover a menos que le fuese explícitamente requerido. No quería perder la oportunidad de marcar aquella espada.
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Encogió sus hombros, quizá decepcionada de las palabras de Arata, pero lo cierto era que lograba entender a personas como él más de lo que ella misma quería. Ciertamente, algo en ella también operaba por la cuantiosa suma que le era pagada, de hecho, sus ahorros no estaban nada mal incluso cuando había aportado una gran cantidad de dinero al funeral de Sakul, pero bueno, poco importaba eso ahora, el punto es que, incluso ella, a pesar de tener la convicción y la fuerza para luchar por los ideales de vida que tenía impuestos, también se movía por el dinero.

Negó —Más que la mala suerte, es el hecho de vivir infortunios, pero bueno, no me voy a poner con esos temas, los dejaré para cuando esté borracha— bromeó, o… bueno, aquello quizá no era broma. —Los ideales son solo eso, Arata, ideales…— hizo una pausa —Personas con ideales podrían hacerlo todo o no hacer nada… Personas sin ideales podrían hacer incluso más— le sonrió animándolo.

Para Kaname, aquello de los ideales era un arma de doble filo. Los tenía, pero al tiempo, en algunas ocasiones habría querido desprenderse de ellos, nada más porque significaba no tener que cargar el peso de generaciones o de expectativas de personas que incluso, hicieras lo que hicieras, iban a vivir en descontento. Ahora era la líder del clan Senju y su día a día estaba lleno por ver personas felices con su gestión y a otras tantas, nada más que criticando cada paso que ella diera.

Esperemos sea pronto… Si el destino que te trajo a mí me lleva allá, entonces te buscaré— le guiñó el ojo. A ratos se ponía mística, hablando del destino y cosas de las que ella misma dudaba, pero lo cierto era que se sentía un tanto perdida. Apenas había regresado y ya tenía encima un sinnúmero de tareas que jamás había pedido llevar.

Tienes buen sentido del humor.— respondió sonriendo ante Arata, justo antes de volver al presente que los tenía en la casa de la Senju, en medio de una reunión familiar. Niños, jóvenes, viejos, adultos de edad media, otros un poco más jóvenes y chicos de la edad de Kaname hablaban, reían, otros se movían con bebidas, comida y demás, era todo un festín. —Sigues con el sentido del humor por las nubes…— dijo en medio de risas —pero si, olvidé mencionar que ahora soy la líder del clan Senju— aquello lo había soltado con naturalidad, como si Arata fuera uno más de su familia. Sin reparos, sin dádivas ni malos pensamientos.

El banquete había dado inicio. La mesa sobre la que estaban puestos los platos atravesaba la sala de lado a lado, misma hecha por algún Senju, porque era claro que ninguna mesa de ese entraría por la puerta, tenía que hacer sido creada desde el interior de la casa. Sobre la comida, agasajo japonés tradicional, conocido como "kaiseki", presentaba una amplia variedad de platos exquisitamente preparados y presentados de manera artística. La comida se servía en una secuencia cuidadosamente diseñada para resaltar los sabores, la estacionalidad y la armonía.

Algunos platos típicos que podían encontrarse entre tantos otros eran: Los sashimi; finas rebanadas de pescado crudo, como salmón, atún o hamachi, presentadas con elegancia y servidas con rábano picante y salsa de soja; rollitos tempura, con verduras frescas y mariscos cubiertos con una masa ligera y fritos hasta obtener un dorado crujiente, servidos con un dip de rábano picante y jengibre rallado; yakitori, las famosas brochetas de pollo, carne o mariscos a la parrilla, glaseadas con una deliciosa salsa teriyaki; chawanmushi, un suave flan de huevo al vapor, con langostinos, hongos y kamaboko (pasta de pescado), todo servido en una pequeña taza de cerámica. Y claro, no podían faltar los nigiri sazonado con vinagre, coronados con una fina rebanada de pescado crudo o mariscos, como salmón, atún o camarón y tasas de ramen con adiciones como cerdo asado, huevo cocido, cebolla verde y brotes de bambú, todo servido con palillos.

El olor que se desprendía de aquella mesa no tenía antecedente ni competencia, pero lo más importante es que, en un abrir y cerrar de ojos, Kaname se había alejado. No se iba a quedar toda la noche con su atuendo de turno mientras los demás posaban con elegantes trajes samurai o del clan. Hizo lo propio y volvió justo para escuchar las palabras de Arata.

¿Ahora rescato perros perdidos?— bromeó —me alegra que lo estés pasando bien. Esto es mucho mejor de lo que esperé.— Si el Iwense se fijaba bien, la espala ya no estaba con ella. —Son demasiado para mi, prefiero ser ermitaña, de lugares callados y escondidos.— dijo posando la vista en su familia. Muchos de ellos ya alborotados, con las mejillas rojas y sin poder parar ni controlarse. Las palabras de Arata apuñalaban cual afilado kunai el pecho de la chica atravesándolo. Sus ojos parecieron desnudarse mientras se posaron sobre el contrario. Tragó con esfuerzo y se enmudeció por un instante en medio de aquel bullicio. —No todo lo que brilla es oro, ni todos los que andan vagando están perdidos—.

Tras una leve sonrisa justo tras escuchar las palabras de Arata y ver como uno de sus tíos se abalanzaba sobre el moreno —¿I…Ina..pro…ductivo?— apestaba a licor, definitivamente estaba ebrio y claro, era uno de los que no tenía reparo alguno —¿por qué mejor no le dices que te gusta y ya?— inesperado. Los ojos de Kaname se abrieron como platos —¡Tío!— gritó justo antes de llevar su mano a su frente decepcionada al tiempo que reía sin poder contenerse de la vergüenza que le había provocado. —perdónalo, evidentemente está… pasado de copas— el sujeto iba a alegarle a la líder del clan, pero entonces se desplomó, pero antes de caer el piso, una rama de uno de los Senju le tomaba de los pies y lo dejaba colgando.

La velada podría hacerse larga y en últimas, si la fiesta era por ella, no tenía más opción que quedarse a disfrutarlo y hacer presencia por aquellos que sentían que por haber asumido aquella carga, debían celebrar. No están todos porque claro, muchos de los Senjus del barrio estaban en desacuerdo con el festejo después de que alguien había muerto y mucho más a sabiendas de que estaban en parte, desprotegidos.
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Una sola mano le bastaba para contar momentos en los que podía desprenderse de su bagaje por un instante y disfrutar como alguien sin su historia. Como norma general la necesidad y la avaricia le impulsaría a tomar aquellas situaciones como una bendición de la que tenía que aprovecharse y lo haría como un animal desenfrenado, pero esta vez resultaba diferente. Cuando la posibilidad de robarse la espada se difuminaba estando ante la líder de uno de los clanes de Konoha más famosos fronteras afuera, perdía el motivo principal para mantenerse ahí.

Partiendo de ese punto solo restaba sopesar qué valía más; disfrutar del banquete al que le habían invitado o salir por donde entró para no volver atrás. Y, por supuesto, la primera opción había ganado hace rato ya. El ojicarmesí comía cuanta variedad pudiese, y bebía como si de un barril sin fondo se tratase. Degustó platos aparentemente regionales, otros más conocidos fuera del país del fuego. Pero, en un panorama amplio, aprovechó la invitación para saciarse por unos buenos dos días. ¡Dos días sin comprar comida! La vida seguía sonriéndole, como siempre.

El alcohol ya empezaba a permitir que el de las arenas se soltase un poco más, riendo y bromeando con otros comensales, especialmente los más mayores. En general el espíritu venía en alza para todos los presentes, o eso sentía él, pues salvo algunos que aún se mantenían reacios a relajarse con un completo extraño y encima extranjero, todos parecían darle la bienvenida tan como Kaname lo había hecho.

Aún así el de ojos rojos no era ajeno a lo que sus palabras causaban en Kaname. No decía aquello con intenciones de amargarle la velada a la contraria, sino por convicción propia, aunque malos azares hiciesen que ella recibiese sus palabras cual puñales. Ante todo, el chico intentó mantener los ánimos altos, mostrando sonrisas pícaras y riendo a carcajadas ante incluso las más tontas de las bromas, como aquella última.

Tras una pequeña carcajada se ofrecería para ayudar al desdichado que ahora colgaba de sus pies. — A ver, si el alcohol se le va más a la cabeza no despertará en un mes. — dijo jocosamente mientras descolgaba a aquel hombre y lo sentaba de vuelta en la mesa. — Y no debo decirlo tan pronto, luego pensará que soy un perro faldero. A las chicas les gustan los chicos difíciles. — dijo en voz alta mientras daba una palmada en el hombro de aquel sujeto recién descolgado, para volver la mirada a Kaname. — ¿Son siempre en Konoha tan amigables? — preguntó a la chica.

Una vez pudo captar su atención de nuevo cambiaría un tanto el semblante a uno un poco más sereno y lejos del humor que le caracterizaba, y con una dosis de seriedad justa le miraría a los ojos directamente antes de hablarle. — Quiero que tu clan me adopte si todos sus banquetes son como este. — por supuesto que estaba bromeando aún, y lo haría saber con una última sonrisa antes de girarse sobre sí mismo sin esperar ninguna respuesta.

Ubicó con la mirada a quienquiera que luciera más amigable y se acercaría con unos pasos un poco tambaleantes por el alcohol. — Disculpa, ¿donde puedo encontrar un baño en tal mansión? — pediría direcciones. Si se le era indicado el camino lo tomaría, y si le tocaba ir escoltado también lo aceptaría. Claro que, detrás de aquella jugada iba algo más; si la espada se atravesaba en su camino o siquiera se colaba por la vista periférica del Jiki, sabría dónde enfocarse.
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El ambiente seguía su curso. Si bien aquello había empezado como una sorpresa, se tornó de repente en un jolgorio único. Las horas habían pasado sobre Kaname, Arata y los Senju presentes. Tanto, que se había oscurecido y precisamente el barrio empezaba a quedarse en completo silencio, salvo por la casa en la que estaban. Las risas y las conversaciones no paraban, aquello no era muy frecuente en el barrio de los Senju, ancestral y desde tiempo inmemoriales dedicados al estilo samurai, criados en medio de la meditación de los buenos hábitos.

De hecho, era la primera vez que celebraban, oficialmente, el ascenso de alguien del clan a líder del mismo, y es que, efectivamente, el trasfondo de todo aquello tenía un peso tan triste y tan denso, que todos habían buscado estar en el mejor de los ánimos (borrachos) para expresarlo. Siguiendo las recomendaciones del Jiki, bajaron al borracho dejándolo sobre una silla y este, había empezado a roncar de inmediato. A la pregunta de Kaname, la Senju solo negó decepcionada con una risa. Había de todo en la aldea y el mundo y uno que otro solía pasarse de ánimos.

Creo que conseguiste ganarte el favor de todos ellos, así que… Te invitaré al próximo— le guiñó el ojo.

Aquello significaba que, cuando hubiera otro líder del clan y ella hubiera fallecido, entonces el estaría invitado a su… ¿funeral? Era una forma jocosa de hacerle frente al miedo que sentía. Era de las cosas que la fémina no lograba decir por cobardía, pero que sentía a cada instante en cada célula del cuerpo. Posteriormente, alguien le contestaría.

¿Baño?... Ahí— una chica, un poco menor que Kaname señalaría una puerta en medio de la enorme sala.

La casa tenía entre muchas habitaciones, y cuartos de baño, uno específico y “a los ojos de todos” uno especial para las visitas. No por desconfianza, sino porque aquel sitio tenía lo indispensable, sin mucho más que el sanitario y un lavamanos, a diferencia de los otros que solían contar con ducha y demás.

Ve tranquilo, te esperaré aquí antes de irnos, hay algo que quiero mostrarle, señor turista— comentó Kaname antes de darle una palmadita en la espalda y moverse, de nuevo hacia la fiesta.

Poco a poco, muchas de las personas que estaban allí empezarían a despedirse, lo habían estado haciendo ya, desde antes, pero justo ahora era mucho más evidente y fuerte el movimiento. Pasaron de irse de uno en uno, a irse de tres en tres o de familia de cuatro y hasta de más integrantes. Finalmente quedarían unos pocos, casi que la familia más cercana de Kaname: abuelos y abuelas paternos y maternos, padres, primos, primas, tios, tías y sus hermanos. Uno de sus abuelos tomó una copa.

Quedamos pocos, y casi que quienes quiero que estén...— sonrió, intentando decir que aún habían integrantes del clan que no eran de su agrado —quiero dirigir unas palabras a Kaname— alzando la copa y llamando la atención de todos en aquel momento —Esta ha sido una velada sinigual, con un fin un tanto oculto... Como bien sabes, la resposabilidad que tienes no solo pone sobre tus hombros las decisiones de todo un clan, sino, el reconocimiento en la aldea, en el país, y seguramente a nivel mundial.— tragó un poco justo antes de poner la mirada al suelo y entonces Kaname lo entendió —Queremos guardar este momento, porque dos se han ido sin permitirnoslo, sin podernos dedicar, debidamente,a la familia... Aunque muchos no estuvieron de acuerdo, hoy nosotros, tu familia, queremos expresarte nuestro más lean y sincero agradecimiento, por haber aceptado la resposabilidad y porque efectivamente estás en un punto en el que podrías mañana dejar de verte...—.

Dicho esto, varios de los integrandes de la familia ahora, medio borrachos, estaban entre lágrimas. La tristeza les había invadido de alguna forma y ahora sentían que las palabras de abuelo decía y explayaba la razón por la que todos ellos estaban ahí. Una última cena en familia, llena de risas y buenos recuerdos. Si kaname llegaba a faltar, entonces esa fiesta sería recordada por todos.

Por lo demás, solo nos resta decir que nos llenas de orgullo, que no eres menos de lo que esperábamos, al contrario, ahora demuestras qye siempre has sido mucho más y que superaste las expectativas de todos. Que este sea nueva travesía esté llena de aprendizajes, de buenos momentos, y de muchos viajes, como siempre te ha gustado, ¡salud!— dijo el viejo. Para este momento, todos con copa en mano respondieron de igual forma —¡Salud!— Kaname se abalanzó en medio de lágrimas a su abuelo, sumiéndose con él en un fuerte abrazo y posteriormente, elr esto de la familia procedió a despedirse. Quedaría un enorme desorden por recoger, sillas, mesas, restos de comida, pero eso efectivamente se haría al día siguiente con la ayuda de un par de clones.
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