El grupo de shinobis había llegado exitosamente y sin incidentes. Tanto el veterano Kin como Melessar, quien ya había realizado una misión recientemente en esos lugares, fueron los primeros en alcanzar el punto de encuentro designado para todos los shinobis contratados para aquella misión. Sin embargo, solo faltaba un miembro en el equipo, ya que la urgencia de la situación obligó a buscar candidatos disponibles rápidamente. Aunque esta misión no parecía peligrosa o importante para la mayoría de las aldeas, solo se encontraron tres personas caritativas dispuestas a ayudar a la gente en estas fechas idílicas.
El último miembro en llegar sería Yukine, un nómada que estaba visitando por primera vez esas tierras y había tenido algunos percances para llegar al lugar. En su camino hacia el lugar citado en el pergamino de la misión, se encontró con un transeúnte poco educado que iba apurado y continuó su camino hacia el norte de la ciudad. Cuando se levantó, aunque inicialmente no lo notó, al muchacho de tez pálida se le había quedado pegada en su ropa, en la zona del hombro, una pluma marrón.
Finalmente, el grupo logró reunirse a las puertas de la sede de los comerciantes locales, donde Kin no dudó en detener a uno de los trabajadores del lugar para encontrar a su jefe, como tenían programado. El hombre al que pararían en medio de sus labores era un hombre fornido que cargaba cajas llenas de papas, hasta cuatro cajas apiladas sobre su hombro, superando en altura a los tres shinobis. Se giró hacia Kin mostrando una anchura de hombros como un armario en la que podríamos incluir tanto a Yukine como a Melessar.
— ¿El jefe Yinchiro dices...? — Diría con una voz algo ronca y grave, y luego carraspearía un poco tosiendo
— Ahh, pues sí, está justo en el piso de arriba. Subes por esas escaleras y lo encontraréis al final del pasillo — De golpe, su voz se había aclarado y suavizado, mostrando una cara amable.
Con el índice de su mano libre señalaba unas escaleras que había al otro lado del interior del almacén, que subían hasta la planta superior. En el camino, los ninjas encontrarían a múltiples trabajadores transportando mercancías y cargando cosas en pilas de palets y cajas; algunos almacenaban y otros se llevaban productos. Incluso se podía ver cómo algunos negociaban alguna transacción en tiempo real por allí.
Una vez subidas las escaleras, los shinobis encontrarían una serie de pequeños despachos donde seguramente se reunían diferentes grupos dentro de la asociación de comerciantes, utilizándose como salas de actas. Algunos de ellos podrían ser despachos debido a que tenían algún nombre en su puerta. Finalmente, aparecería el nombre de Yinchiro en la puerta del último despacho del pasillo. La puerta estaba abierta y, si los shinobis entraban, encontrarían a un hombre firmando algunos papeles, mostrando seguridad y virilidad.
Al notar la presencia de los shinobis, y en especial al discernir el chaleco de Chunin de Kin, aquel hombre dejaría su pluma en la mesa y colocaría el último recibo que había firmado en una pila a su izquierda. El interior del despacho se veía muy ordenado y limpio, con una buena iluminación a pesar de no tener ventanas. En las estanterías se podían ver muchos archivadores y pergaminos enrollados.
— Supongo que sois los shinobis que aceptaron la misión. Un placer, mi nombre es Tokinada Yinchiro — Transmitía un tono relajado.
El hombre sacaría tres tarjetas de visita de un cajón y se levantaría para dárselas a los shinobis.
— Supongo que ya están informados por la información que enviamos con la recompensa, pero llevamos desde hace tres días recibiendo reportes de granjeros que reportan la desaparición de sus pavos. Empezaron por el sur del país y parece que los casos han ido escalando hasta el norte, siendo el último esta misma madrugada en una granja en las afuerzas de la ciudad al sur — Se puso un poco serio mientras decía aquello.
El hombre volvió a su mesa y se sentó de nuevo, cruzando sus manos y mostrando una expresión más ruda y seria ante la situación.
— El hombre que sufrió este último robo es Kawaguchi, un viejo amigo mío. Con él, oficialmente podemos decir que todos los pavos de la nación han desaparecido. Ya no solo peligra la comida de dentro de dos días en Navidad, sino que sin pavos no será posible criarlos para recuperar las pérdidas e incluso es posible que no haya opciones para el próximo año. Sin duda, las naciones vecinas especularán mucho con el precio. De hecho, no descartamos que alguna de ellas haya sido responsable — El asunto se veía serio.
El hombre encendió un cigarillo, dio una larga calada y suspiró, dejando escapar una pequeña ráfaga de humo hacia un lado para no molestar a los shinobis.
— No hay mucho más que pueda decirles sobre el asunto, pero estaré encantado de resolver las dudas que tengan... — Concluyó Yinchiro.