El retorno del exiliado [Maestro de pacto]
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En una noche silenciosa y envuelta en sombras, Kaito, se encontraba inmerso en la preparación de su próximos estudios, partes de marionetas adornaban todo su entorno mientras sacaba medidas de sus propios brazos tratando en alguna extraña intención, como si estuviera en medio de la creación de una pieza de madera a medida.. La luna, apenas visible entre las nubes, lanzaba una luz tenue sobre el pergamino violeta de donde normalmente surgía la bestia ajolote quien se había vuelto un habitual en los estudio y experimentos de Kaito y a las marionetas que rodeaban al joven shinobi.

Entre las marionetas, surcaba la enorme y plana cola de Katsuryoku. -Que esto es lo mejor que puedes hacer enano- Mencionaba la rosada criatura mientras hacía ajustes a algunos de los mecanismos internos de una de las piezas entre la gran multitud que yacían desordenadas. Sí alguien supiera conectar correctamente los perfiles de fibras nerviosas al musculo artificial no batallaríamos tanto- Respondió burlón Kaito. Ambos cientficos compartían momentos de genuino humor y amistad respaldados en respeto por el en un momento de conexión entre invocador e invocación, Kaito sin embargo decidía por fin tratar de ahondar más en aquella criatura que se había convertido cada vez más en su amiga. Percibiendo que la conexión entre ambos se fortalecía día a día, se aventuró a indagar más en los pensamientos profundos de Katsuryoku.

La salamandra, con su mirada fría y penetrante, parecía inmersa en pensamientos profundos. Kaito, intrigado por la sabiduría que yacía en las profundidades de Katsuryoku, decidió explorar más allá de los límites establecidos en su relación.

- Katsuryoku, he oído hablar que criaturas como tú habitan en lugares fuera de nuestro plano. ¿De dónde es que provienes tú? - preguntó Kaito, con curiosidad chispeante en sus ojos.

La salamandra, con sus ojos centelleantes fijos en el marionetista, respondió con una voz melódica y llena de misterio, compartiendo detalles sobre su origen y las sombras que albergaban los bosques lejanos.

La salamandra, con sus ojos centelleantes, dejó de ajustar las piezas y miró a Kaito con cierta seriedad. - Provenimos de un plano distinto, uno lleno de sombras y secretos. Fui exiliada de mi propio pueblo, los otro idiotas, no eran capaces de entender mi genialidad, así que me echaron, ellos afirmaron siempre que fue debido a mi desprecio hacia los de mi clase y mi búsqueda insaciable de conocimientos prohibidos - confesó Katsuryoku, revelando un rastro de melancolía.

Kaito, intrigado por la revelación, continuó la conversación: - ¿Y qué sucedería si algún día regresas? - indagó, queriendo explorar más a fondo la misteriosa historia de su invocación.

La salamandra, recordando las estrictas leyes de su pueblo, explicó: - Las leyes entre las salamandras son estrictas pero útiles. Mi exilio es imposible de romper más que por el actual maestro de pacto.  Y hace tiempo que desapareció el ultimo idiota que tenía ese cargo, el era la figura que mantenía el equilibrio entre nuestra sociedad. Sin su guía, las cosas han cambiado.

Kaito, percibiendo la oportunidad de desentrañar más misterios, continuó con interés: - ¿Cómo eran las leyes y quién era este Maestro de Pacto? - indagó, deseoso de entender mejor la sociedad de las salamandras.

La salamandra, con una expresión reflexiva, respondió: - Las leyes eran necesarias para mantener el orden. Solo aquellos que demostraban respeto por la sabiduría ancestral y estaban dispuestos a seguir las reglas podían permanecer en la sociedad de las salamandras. El Maestro de Pacto era la guía que aseguraba la armonía y supervisaba la transmisión de conocimientos. Desde su desaparición, la Ciénaga ha perdido parte de su antigua gloria.

Kaito, comprendiendo la complejidad de la situación, propuso una idea audaz: - ¿Y si presentara mi candidatura para ser el nuevo Maestro de Pacto? Podría ayudarte a regresar y, al mismo tiempo, encontraríamos un terreno fértil para nuestras ambiciones. ¿Qué opinas de la idea?

La salamandra, con una mirada astuta, consideró la propuesta sonriendo en una mueca grotesca: - Podría ser una oportunidad. Con tu presencia, podríamos transformar la Ciénaga en nuestro patio de recreo y laboratorio personal. Serías el puente entre los mundos, marionetista. ¿Estás dispuesto a aceptar este desafío?, hacerte con el control no será tan sencillo como lo fue ganarte mi confianza.

Kaito, intrigado por la propuesta y la posibilidad de adentrarse en nuevos territorios de conocimiento, sopesó la idea por un momento. - Ser el Maestro de Pacto y transformar la Ciénaga en nuestro espacio de experimentación suena tentador. Estoy dispuesto a aceptar este desafío - afirmó con determinación.

La salamandra, con una risa sutil, expresó su satisfacción. - Entonces, marionetista, comencemos este viaje hacia el renacimiento de la Ciénaga. Con tu ayuda, obtendré mi legitimo lugar, nos colocoremos sobre la voluntad de esos carentes de cerebro.

Con una complicidad recién forjada, Kaito y Katsuryoku se prepararon para el camino que les aguardaba. La alianza entre el genio científico y el ajolote malicioso prometía cambiar el destino de la Ciénaga Kaensa y abrir nuevas posibilidades en el mundo shinobi. Juntos, se aventurarían en la búsqueda del título de Maestro de Pacto, desafiando los límites establecidos y explorando los secretos ocultos que aguardaban.

Kaito y Katsuryoku, decididos a forjar su destino en la tierra de las salamandras, se sumergieron en intensas sesiones de entrenamiento. La salamandra, con su sabiduría ancestral, guiaba al joven marionetista en los misterios del Jutsu de Invocación Inversa, una técnica que les permitiría conectarse desde la distancia, superando los límites entre sus mundos.

En las noches silenciosas, bajo el resplandor de la luna, Katsuryoku explicaba los intricados sellos de manos y la concentración necesaria para realizar el jutsu. Kaito, con su pergamino violeta de invocación en mano, absorbía cada palabra con atención, sus ojos reflejando la determinación de quien ansía dominar en su campo.

Finalmente tras pasadas un par de semanas de extenuante e intensa preparación, ambos cientificos estaban listos para dar rienda a su recorrido continuo y hacerse con el control de Kaensa.

La salamandra, lista como habían acordado, deslizando sus garras sobre el suelo húmedo de la Ciénaga, inició la ejecución del Jutsu de Invocación desde su hogar. Simultáneamente, Kaito, en el mundo humano, trazaba los mismos sellos con la precisión aprendida. Un vínculo etéreo se tejía entre los dos, conectando las sombras de la ciénaga Kaensa con el taller de marionetas en el mundo humano.

Ambos, en un esfuerzo coordinado, pronunciaron las palabras del jutsu. La realidad misma pareció estremecerse mientras la conexión se establecía. La Ciénaga y el taller de Kaito se volvían uno en ese instante, unidos por la magia ancestral que fluía a través de los sellos.

Desde la Ciénaga, Katsuryoku sonrió con malicia mientras la sombra de la figura de su invocador se materializaba en aquel lugar rebosante de energía natural, apartados de la cuidad principal, maestro e invocación se miraron mientras la gran criatura habló - Bien, marionetista, has demostrado que puedes traspasar los límites entre nuestros mundos, ahora solo debemos llegar a con el gran anciano y veremos si realmente tienes madera de lider-.
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Explorando la Ciénaga Kaensa junto a su astuta salamandra, Kaito se adentró en un paisaje surrealista de vegetación exuberante y canales cristalinos. Las sombras danzaban entre las hojas, creando una atmósfera misteriosa mientras avanzaban hacia el corazón de la tierra de las salamandras.

Su viaje comenzó desde la solitaria y fría cueva donde el gran ajolote había tejido su guarida, rumbo a lo que Katsuryoku denominaba la ciudad, distinguible a la distancia por un colosal árbol que parecía llegar hasta las nubes. A medida que se aproximaban a la majestuosa ciudad construida alrededor del imponente árbol gigantesco, las miradas de los habitantes de la Ciénaga se posaron sobre Katsuryoku con expresiones de desconfianza y cierto asco. La salamandra ajolote, sin inmutarse ante las miradas hostiles, guió a Kaito a través de los extraños pasillos y bordes entre burdas pero majestuosas construcciones que llamaban calles de la ciudad.

Kaito, acompañado por su astuta salamandra, avanzó aun más hacia el corazón de la Ciénaga Kaensa. La majestuosidad del lugar se revelaba con cada paso, mientras la ciudad se extendía alrededor del imponente árbol gigantesco. Plataformas y puentes entrelazados formaban una estructura compleja, y escasos puentes de madera cruzaban sobre los ríos cristalinos que serpentean por la ciénaga.

El ambiente se volvía más denso a medida que avanzaban, pero Kaito no dejaba de observar la singular belleza de aquel lugar. Las plataformas y puentes entrelazados formaban una estructura compleja, y escasos puentes de madera cruzaban sobre los ríos cristalinos que serpentean por la ciénaga.

Finalmente, llegaron a un lugar sagrado donde el Gran Anciano reposaba majestuosamente. La salamandra de un rojo degastado que dejaba a la imaginación un ya perdido en ataño carmesí intenso, con ojos centelleantes, era una figura colosal que emanaba sabiduría milenaria. Su piel brillaba bajo la luz tenue, y su presencia imponía respeto.

Katsuryoku, con un tono reverente, explicó a Kaito susurrando: -Este es el Gran Anciano, el sabio que guía a las salamandras en la Ciénaga Kaensa. Mira a tu alrededor, marionetista. Observa cómo las salamandras, en su ignorancia, desprecian mi genialidad y buscan la guía de este antiguo líder, de ideas muertas-.

El Gran Anciano, con ojos centelleantes y una sabiduría milenaria, dirigió su mirada hacia Kaito y Katsuryoku. El ambiente se cargó de una energía ancestral mientras la majestuosa criatura hablaba: -¿Quién osa perturbar la armonía de nuestra morada?-

Katsuryoku, con respeto, se adelantó y presentó a Kaito. -Gran sabio, volviendo de mi exilio me presento para introducir como el nuevo postulante al puesto de Maestro de Pacto a mi joven compañero Kaito el Marionetista-. Las miradas de las salamandras congregadas expresaban incredulidad y desdén.

La salamandra ajolote continuó explicando a Kaito lo que percibía en ese momento tratando de no ser escuchado por el resto. -Observa, marionetista, cómo nos juzgan. La ignorancia y el miedo nublan sus mentes. Pero tú y yo podríamos cambiar este lugar y abrir la mente de estos insulsos-.

En ese instante, Kaito sintió la carga de la responsabilidad sobre sus hombros. La ciudad de salamandras aguardaba, llena de desafíos y secretos que solo un genio científico y un ajolote malicioso podrían desentrañar. La alianza entre marionetista e invocación prometía desafiar las leyes establecidas en la tierra de las salamandras.

Kaito, sintiendo la gravedad del momento, avanzó con su salamandra a su lado. La asamblea de salamandras congregadas los observó con hostilidad. El Gran Anciano, con una voz profunda que resonaba en todo el lugar, habló: "¿Quién te ha dicho a ti, exiliado, que tu humano está a la altura".

Kaito, demostrando determinación, se adelantó: -Soy Kaito, marionetista y estudiante ávido de conocimiento. He venido en busca de la sabiduría que solo las salamandras poseen, y está criatura a la que llamas exiliado, se ha convertido en un maestro más que valioso en mi mundo, lanza lo que tengas-.

La gran sabia salamandra, con su mirada fija en Kaito, dirigió la mirada hacia  Katsuryoku y frunció el ceño. -¿Porque tu humano cree tener derecho de habalr frente a los antiguos?.

Katsuryoku, con malicia en sus ojos, respondió desafiante: -Soy el más listo entre ustedes remedo de reptiles, y este humano está a la altura de tener un sitio entre nosotros Juzgad por vosotros mismos-

Kaito, aprovechando la situación, intervino: -Gran Anciano, es cierto que he venido acompañado por un exiliado y clamando un derecho que no me ha sido concedido aún, pero también he venido según sus tradiciones solo, por medio de invocación y acompañado de uno de los suyos, esto me permite presentarme para desafiar el vacío dejado por vuestro Maestro de Pacto desaparecido. La Ciénaga Kaensa necesita un representante entre los shinobi humanos, y estoy dispuesto a aceptar el desafío-.

Las salamandras congregadas murmuraron entre ellas, expresando incredulidad y desconfianza. Katsuryoku, con su mirada desafiante, añadió: -Hace tiempo que la Ciénaga carece de un Maestro de Pacto. Las leyes son estrictas, no podéis negarle la oportunidad al muchacho. ¿Acaso teméis el cambio?-.

Kaito, sin titubear, se sumó a la provocación: -¿Quién mejor que yo, con la guía de Katsuryoku, para liderar el pacto entre los humanos? no veo a otro postulante aquí-

El Gran Anciano, evaluando la situación con sus ojos centelleantes, habló: -Vuestro desafío no se toma a la ligera, marionetista. La prueba será rigurosa, pero si sois digno, podríais llenar el vacío dejado por nuestro anterior Maestro de Pacto. Ahora, sí de verdad te crees digno. has de hacer frente a nuestro campeón -.

Kaito miró a su compañero mientras este se retiraba, y e preparó para el inminente enfrentamiento
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Kaito y Katsuryoku se prepararon para enfrentar la prueba en la Ciénaga Kaensa, a respuesta de las palabras del gran sabio, un grupo de decenas de pequeñas salamandras de todos colores, todas de tamaño similar a un ser humano promedio, surgieron de entre la multitud escoltando a Kaito y Katsuryoku por la ciudadela.

Navegaron por los intrincados pasillos de la ciudad, guiados por aquel grupo de salamandras armadas, hasta llegar a la entrada de un lugar particular. -Aquí es donde suelen suceder los combates - comentó la invocación en dirección a Kaito. Ante ellos se desplegaba un paisaje de sombras danzantes y un sendero bordeado por imponentes cataratas que descendían desde lo alto. La salamandra ajolote, con su mirada maliciosa, explicó a Kaito la naturaleza de la prueba.

Las salmandras pqueeñas que hasta ahí los habían acompañado sacaron de uno de sus multiples bolsos un espejo ovalado y de color negro, del cual de pronto emanó la voz del gran sabio. -El enfrentarse aquí es un desafío ancestral que pone a prueba la destreza y astucia de los aspirantes. Pero, más allá de los obstáculos físicos del aire de esta zona, deberéis enfrentar al Campeón Salamandra, el guardián de la ciénaga. Una criatura formidable que ha protegido la seguridad de nuestra tierra durante generaciones".

En ese momento, desde lo alto de las cataratas, descendió una salamandra de tamaño colosal, su piel resplandecía con un tono dorado que contrastaba con el entorno sombrío. El Campeón Salamandra, con ojos centelleantes y una mirada feroz, se presentó con majestuosidad. Sus colmillos afilados y garras robustas dejaban claro que enfrentarlo no sería tarea sencilla.

Katsuryoku interrumpió: -Según el reglamento de la ciénaga, marionetista, este combate lo deberás enfrentar tú mismo. Las leyes son estrictas, y la conexión entre maestro e invocación debe ser probada individualmente-.

Kaito, con su salamandra a su lado, evaluó con atención al Campeón Salamandra. "Impresionante", murmuró para sí mismo, consciente de la magnitud del desafío que se avecinaba.

La salamandra ajolote continuó con su explicación: -Para superar la prueba, deberéis derrotar al Campeón Salamandra en combate. Su agilidad y ferocidad son legendarias, pero no olvidéis que también es un símbolo de la fuerza de nuestra ciénaga. Enfrentarlo es enfrentar no solo a un oponente, sino a la historia que resguarda-.

El Campeón Salamandra rugió, haciendo temblar el suelo a su alrededor. Kaito saltó al freente cayendo ante las turbulentas aguas a unos pocos metros de la criatura ahora, se encontraba solo en este desafío, enfrentando la imponente figura del guardián.


Kaito, con la mirada fija en elCampeón Salamandra, asintió con determinación. Agradeció a las pequeñas salamandras guardianas que los habían escoltado hasta ese punto y se preparó para el enfrentamiento. La salamandra ajolote, desde la distancia, observaba con malicia, ansiosa por presenciar cómo su invocador se desenvolvería en el combate.

El sendero de sombras parecía cobrar vida a medida que el Campeón Salamandra avanzaba con paso majestuoso. Las cataratas rugían a un lado, añadiendo una sinfonía natural al escenario. Kaito centró su energía, invocando sus habilidades de marionetista para anticipar los movimientos de su colosal oponente.

El combate inició con una ráfaga de movimientos ágiles por parte del Campeón Salamandra. Sus garras brillaban con un resplandor dorado mientras se movía con gracia y ferocidad. Kaito, por otro lado, esquivaba con destreza y utilizaba sus habilidades lo mejrón que podia para ganar distancía.

La batalla se desarrollaba en un juego de sombras y luces, con el brillo de las cataratas iluminando brevemente el campo de batalla. Kaito, aprovechando cada oportunidad, trataba de lanzar rafagas de viento o algón arma en dirección a la salamandra dorada.

La salamandra ajolote, desde la distancia, murmuraba instrucciones y estrategias a Kaito que él era incapaz de escuchar.

El Campeón Salamandra, aunque formidable, no era invulnerable. Kaito, con astucia, identificó patrones en sus movimientos y debilidades en su defensa. Cada interacción entre marionetista y colosal guardián era una danza coreografiada por la naturaleza misma.

Con el tiempo, el agotamiento empezó a hacer mella en ambos contendientes. El rugido del Campeón Salamandra resonaba con menos fuerza, y Kaito, aunque fatigado, mantenía su enfoque. La senda de las sombras y las cataratas del conocimiento eran testigos de una prueba que trascendía la mera confrontación física.

Kaito, ante la imponente figura del Campeón, decidió emplear una estrategia elaborada. Con una destreza ágil, realizó los sellos necesarios para crear dos clones. Uno de los clones desapareció de inmediato, mientras que el otro se lanzó hacia el colosal guardián con una kusarigama en mano.

La kusarigama se desenvolvía con elegancia y velocidad, buscando abrir grietas en la imponente defensa del Campeón Salamandra. El sonido metálico de la cadena resonaba en el aire, mientras Kaito, desde la distancia, observaba la reacción del coloso.

Simultáneamente, el segundo clon de Kaito desplegó una marioneta especial, conocida como "Sanshōuo". Esta marioneta,, poseía la apariencia de un reptil cuadrúpedo de considerables dimensiones. Se movía con agilidad y, aprovechando sus características únicas, se lanzó contra el Campeón Salamandra con una serie de movimientos calculados, ahora era como si campeon peleara contra otro de sus congeneras a demás del otro clon con su arma cortante.

Sanshōuo, con su tamaño imponente, buscaba distraer y confundir al guardián mientras la kusarigama en manos del clon restante giraba a gran velocidad y realizaba sus ataques coordinados. El Campeón Salamandra, aunque formidable, se veía desafiado por la combinación de la velocidad del clon y la naturaleza impredecible de la marioneta.

Mientras tanto, el Kaito auténtico se preparaba para el siguiente paso. Realizó sellos de manos, una tecnica comenzó a crecer mientras levemente de la boca del marionetista rugió una frase -Hane no Ame-. En un instante, miles de gruesas gotas de agua y rocas comenzaron a caer del cielo, creando una atmósfera hipnotizante, pero la dorada salamandra no podia concentrarse en ellas debido a los constantes embates

Aprovechando esta distracción provocada por sus clones , Kaito ejecutó su siguiente movimiento. Una vez que su expansión había concluido Kaito finalmente se desplegó en la mente del Campeón Salamandra. Nadíe podia entender desde fuera que había sucedido, pues los ataques de todos los presentes cesaron y el campeon salamandra se colocó de rodillas. Aunque nade salvo Kaito y la propia salamandra dorada podían verlo, aquel campeon veía como miles de pequeñas pirañas saltaron desde el agua mordiendo y deborando grandes partes de el mismo, el dolor fue tan insportable que simplemente no pudo continuar.

Al cabo de unos pocos segundos el guardián de la Ciénaga Kaensa había caído el Chikamatsu era el vencedor.
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La intensidad de la batalla aun resonaba en la Ciénaga. Los restos de madera y las decenas de armas lanzadas aun se sentían presentes, testigos silenciosos del enfrentamiento entre Kaito y el Campeón. Cada movimiento estaba imbuido con la estrategia calculada y la destreza táctica del marionetista.

Con la conclusión de la batalla, las pequeñas salamandras que habían escoltado a Kaito y Katsuryoku regresaron, esta vez escoltando al joven marionetista hacia el Gran Anciano. El ambiente se tornó solemne mientras el grupo avanzaba hacia la majestuosa figura del sabio líder de las salamandras.

El Gran Anciano, con sus ojos centelleantes, observó la escena con detenimiento. La ciudadela se sumió en un silencio expectante mientras Kaito y sus acompañantes se acercaban al sabio líder.

Katsuryoku, a pesar de su naturaleza astuta, mostraba un atisbo de respeto y sobre todo orgullo mientras se dirigían hacia el anciano. La salamandra ajolote, guía y aliada en esta travesía, también se sumía en un aura de expectación.

Finalmente, frente al Gran Anciano, Kaito se inclinó con respeto, reconociendo la grandeza y sabiduría de la figura ante él. El anciano líder, con una voz profunda y resonante levantando la cabeza orgulloso por primera vez desde que Kaito habia pisado Kaensa, habló: -Has superado las pruebas impuestas, marionetista. Sabía que no me equivocaba contigo-.

El Gran Anciano, tras un momento de reflexión, continuó: -En mi largo tiempo como líder de las salamandras, pocas veces he presenciado tal combinación de habilidad y astucia. Me guste o nó las reglas son inquebrantables. Como Maestro de Pacto, serás el guardián de nuestras tradiciones y el guía de nuestra ciudadela-.

Con estas palabras, el anciano sabio levantó la restricción sobre Katsuryoku, el ajolote exiliado. Una sensación de liberación y aceptación envolvió al astuto ajolote mientras el Gran Anciano declaraba: -Katsuryoku, ajolote exiliado, tu humano ha mostrado ser digno, no puedo ya mantener tu exilio, eres bienvenido y serás respetado como un pilar de nuestra sociedad.

Kaito, ahora reconocido como Maestro de Pacto, asumió la responsabilidad de liderar y proteger la Ciénaga Kaensa. La alianza entre marionetista e invocación, forjada en las sombras y desafiando las normas establecidas, marcaba el comienzo de una nueva era para la tierra de las salamandras. Con la bendición del Gran Anciano, Kaito y Katsuryoku se embarcarían en una travesía para explorar los secretos ocultos y desvelar el destino de la Ciénaga Kaensa.
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