Arbol Ginseng.
Aunque podría tomarse más tiempo o renunciar a su trabajo como chunnin. No era lo que esperaba él, su legado, y su maestro. Este paraíso se volvió más una intranquilidad. Necesitaba explorar las tierras que él vivió, y exploró en su corta vida. La adrenalina se había dormido por unas largas temporadas, sus rivales eran simios, necesitaba algo más de dificultad en su vida, aliviar su corazón ayudando a personas, dar esperanza, es lo que necesitaba el Sarutobi. Ahora mismo, sé había vestido como lo que le habían entregado hace años de la mano de Kojiro, maestro del combate. Un uniforme de combate, saco largo oscuro, con una camisa por dentro roja carmesí, un cinturón de tela anaranjado, y pantalón suelto aunque ajustado en la parte cercana a su pies color negro, y zapatos simples. Pues esa sería su nueva vestimenta por ahora, puede ser usarla seria una forma de representar su vestigio de humildad, valores, y progreso conseguido. Estaba con la espalda ancha mirando el árbol con una leve sonrisa, su placa de Konoha brillaba reluciente. Su cara levemente hacía arriba, notar la flora que estaba, y sus últimas horas en ese lugar hermoso.
–Espero que no me mate...Senra, debería avisarle que me iré, mejor cuando llegue a Konoha...Cuando haga una misión bastante lejos donde no me pueda buscar... y así me pueda salvar de sus sermones por un tiempo.– Completaba sus palabras en voz baja hasta que sintió una presencia, sus ojos se volvieron blanco, y sintió un agujero en su corazón. Estaba el viejo Senra largando humo por sus orejas cómicamente. –¿Ahora quién te va a salvar de los sermones, y de los bastonazos ahora mísmo?– Senra era alguien fácil de expresar lo que pensaba, opinaba o sentía. Su cara de cabreado, sus cejas fruncida que con la tensión generaban al musculo volverse una roca. agarró del cuello al Sarutobi, y lo empezó a revolver su cabello a lo loco, él que estaba lejano de ahí, se podía escuchar gritos que ya sobrepasaban lenguaje humano.
Después un rato que estaban peleando, lo pudo soltar el simio viejo al humano. Los dos amigos quedaron en silencio, Kazu ordenaba su cabello, y el simio cruzaba sus brazos. –Creo que entendí...Pero bueno, discúlpame por no avisarte con anterioridad, sin embargo, me llama mis antes pasados para cuidar Konohagakure.– Expresó con una voz calmada, aunque agitada su voz por esa mini pelea. Son no pudo sostener una respiración triste, y dejándola que se vaya, sacando un cigarro con yerbas verdosas para pedirle a Kazu que utilice su técnica, asi lo prende. Llenando sus pulmones de ese humo con olores medicinales, que tapó su nariz el Sarutobi. –Nadie te detiene...Aunque no podré hacerte trabajar como esclavo.– Sonrío levemente mientras lo decia, un tono de molestia, y de ya extrañarlo teniendolo a su lado, aunque no era muy demostrativo Son Senra. –Creo que eso me da motivos de irme unas temporadas. Creo que debo cumplir mi deseo, algún día me verás con una gran capa blanca con kanjis rojizos.– Levantando su puño con un orgullo en su cara, pues estaba bastante confiado. Senra solamente chocó los puños, y desapareció como si el humo era ya el pasado, y desapareció sin dejar rastros. El Sarutobi no quiso irse aún, parece algo lo detuvo. Solamente miraba al árbol, pidiendo un deseo para sí mismo, para cumplir lo que él le prometió a su maestro.