El anciano simio extendió el pergamino con cuidado, revelando caracteres antiguos y hermosos trazados en tinta sobre el papel amarillento. La caligrafía estaba meticulosamente realizada, como si cada pincelada contuviera siglos de sabiduría ancestral.
Satoru, con respeto y reverencia, aceptó el pergamino de las manos de Muten. Sabía que lo que estaba a punto de aprender sería invaluable, una ventana al conocimiento que podría cambiar la forma en que veía esta misteriosa isla.
Pero Muten no se detuvo allí. También le entregó a Satoru un libro antiguo y polvoriento, cuidadosamente encuadernado y adornado con símbolos que solo podían ser descifrados por aquellos que entendieran el lenguaje secreto de los monos. Este libro contenía los secretos más profundos de la isla, desde sus orígenes hasta sus peculiaridades naturales y las leyendas que la envolvían.
El Maestro de Pacto agradeció a Muten con una inclinación de cabeza y una sonrisa. Sabía que ahora tenía en sus manos un tesoro de sabiduría que podría compartir con otros y que lo ayudaría a comprender mejor el lugar al que había llegado.
Con el pergamino y el libro en su poder, Satoru se retiró de la Biblioteca de la Isla Madre Nanpou...
Cita:Pergamino: Jardín de EsporasEn los archivos inmemoriales del tiempo, durante las eras olvidadas que yacen más allá del alcance de la mayoría, cuando las sombras de la amenaza se ciernieron sobre la Isla Madre Nanpou, tres venerables ancianos simios, conocidos como los Custodios del Edén, llevaron a cabo un acto trascendental de sacrificio y sabiduría que perduraría a través de los eones. Sus nombres, que resplandecen como estrellas fugaces en el firmamento del legado, están en los susurros del viento que susurran en los corazones de quienes honran su memoria.En un intento desesperado por preservar la inmaculada belleza y la vida que florecían en su sagrado hogar, estos sabios ancestros emprendieron un ritual místico, una danza etérea entre lo divino y lo terrenal. Fusionaron su conocimiento ancestral con la esencia misma de la naturaleza y, con la magnificencia de su chakra, tejieron un tapiz de vida y poder. Convocaron las fuerzas primordiales del cosmos y, a través de ceremonias que atravesaron los siglos como las huellas de dioses, dieron origen al Jardín de Esporas que se alza como un monumento a su genialidad.Este Jardín, un enclave donde los hongos y las setas gigantes se alzan como pilares de arte celestial, no solo es un manantial de maravillas para los sentidos, sino también un baluarte invulnerable contra la devastación. Las esporas, como guardianes etéreos de la Isla Madre Nanpou, atienden a la llamada de la amenaza. Cuando una sombra oscura siembra su presencia sobre este paraíso, las esporas se alzan como guardianes etéreos, absorbiendo el chakra de cualquier ser audaz que osara profanar la pureza de su suelo sagrado.Este acto de protección es un tributo eterno a la incomparable belleza de la isla y una manifestación perpetua de la profunda unión entre sus hijos y la madre naturaleza. El Jardín de Esporas permanece como un recuerdo de la extraordinaria habilidad y el altruismo de estos tres sabios simios. Es un rincón de esplendor y peligro, un testimonio de la relación simbiótica entre la humanidad y la naturaleza. En estas escrituras, la historia de este lugar adquiere la dimensión de un documento sagrado, un testimonio eterno de los vínculos indestructibles que unen a la humanidad con la divinidad de la naturaleza y la expresión artística de su majestuosidad.