[Saga Misión S] El dios del nuevo mundo
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Ost
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Registro de los acontecimientos del 20 de Gogatsu (Mayo) del 15 D.K.
Templo de Kami – Sama — País de los Acantilados.
02:00 Hrs. – Frío.
 
 
El equipo precepto por el Shodai Inari buscaría el fin de las dudas cognitivas expuestas en el tempo de Iwagakure ¿Existía aún aquél dios, cuál era la importancia de señalar los ataques venideros en aquel libro, que propósito tenía todo esté movimiento? El viejo libro aún acompañaba en su inventario a nuestros héroes en caso de querer ojearlo aún más aunque no daría más información, el monje capturado quedaría bajo el resguardo del Sandai Senchō por lo que no se tendrían que preocupar de aquello.
 
El viaje al país de los Acantilados no fue tan placentero como era de costumbre, una tierra llena de turismo, riqueza, y grandes espacios era idónea para cualquier descanso y retiro; sin embargo, el tener que hacer el viaje evitando los vigías y barreras del imperio era una tarea bastante difícil, tal era así que muchos rebeldes murieron en el intento de viajar en anonimato pero por alguna razón nuestros protagonistas lo harían posible, las creencias son algo delicado de nombrar pero era como si alguien o algo estuviese cuidando el escuadrón de la Tierra durante toda su travesía.
 
La expedición del Templo de Iwagakure ciertamente parecía una total perdida de tiempo, pues en principio se buscaba la recopilación de información y pistas sobre la causa del temblor y reportes sobrenaturales de la zona; sin embargo, la dilación en la toma de decisiones del Shodai Inari y el escuadrón fue suficiente para tener que apresurar los planes si se buscaba continuar de forma eficaz aquella tarea encomendada.
 
Ahora las instrucciones, y comentarios del Shodai Senchō habían quedado atrás y está vez sería trabajo del equipo a encontrar a los responsables, en el país se escuchaba una historia con bastante popularidad sobre el secuestro de varios civiles de la zona comercial, entre ellos ancianos y niños los cuales fungirán como sacrificio para restaurar el orden gubernamental. Las instituciones del líder del país obviaban aquella noticias y no le daban la suficiente importancia; por otro lado, los civiles temían a manifestarse por la pena de muerte pública tan común en todo el imperio Boshoku.
 
Los ninjas no tenían que llamar la atención, era la parte más importante del trabajo a realizar ya que se buscaba discreción para aumentar el poder bélico e información de Iwagakure haciéndolo en completo anonimato a ojos del resto de los imperios; por su puesto, sería una tarea un tanto difícil de realizar si no se estaba acostumbrado a este tipo de vida ya que en muchos lugares las paredes no solo tienen oídos, sino que también ojos los cuales observan todas las anomalías de cada lugar.
 
Mientras tanto en una pequeña caberna olvidada por dios se encontraban un puñado de gente creyente y rebota a las viejas tradiciones de Kami – Sama, el dar con este lugar sería bastante difícil en un principio pues inclusive integrantes de la conocida mafia Yakuza supervisaba varias zonas. — La luna llena llegará en 2 días así que nos tenemos que preparar para ofrecer los sacrificios y ascender de humano a divinidad. — Decía uno de los matones del lugar, su voz titubeaba y se arrastraban las palabras seguramente producto del alcohol ingerido durante el día.
 
El ambiente era bastante precario y en el aire se percibía cierto sabor amargo debido a la putrefacción de la madera en la mesas, sillas, y sobre la barra, algo que contrastaba a lo que el imperio estaba acostumbrado habitualmente. — No necesitamos ser precavidos, tenemos a Kami – Sama de nuestro lado. — Decía en tono burlesco y la atmósfera solo se tensaba cada vez más con cada comentario expuesto por los gamberros.
 
Este país es rico gracias a su turismo y grandes corporaciones, por lo que la propia Yakuza puso el ojo sobre este territorio dividendo varias partes del país dónde ellos tienen el poder total, conocidas como “plazas” dónde la mafia controla desde las personas que entran a estás a zona, hasta los comercios ambulantes de las mismas. Los centinelas se ocupan de cuidar las plazas y dar reportes constantes a través de un comunicador inalámbrico el cual llega a un rango de transmisión de unos pobres 15 metros, muchos de estos aparatos tienen el símbolo del imperio de la nube y del agua debido a sus acuerdos con la mafia.
 
Estas zonas son conocidas como puntos rojos según el propio gobierno del país, en total hay un total de 7 plazas a lo largo de todo el país dónde se comercia desde estupefacientes hasta sicarios y mercenarios, los responsables de aquel temblor, los que se esconden en aquella precaria caverna posiblemente se escondan dentro de estos puntos rojos para pasar desapercibidos y sin problemas ya que estas zonas son custodiadas a toda hora.
 
Mapa
 
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Convencerlo para que nos deje seguir a cargo de la misión fue más fácil de lo que creí. — Comentó durante el viaje. Katsuya ya sentía bastante interés por encontrarse con aquel supuesto Dios, por lo que no hubiera aceptado de buenas a primeras que lo aparten de esta misión. Afortunadamente, el tridente que se proyectaba a generar un cambio en el País de la Tierra continuó al mando.

El nuevo destino se trataba del famoso País de los Acantilados y, aunque en situaciones normales llegar hasta él sería sencillo, esta vez pidieron extrema discreción. Por consiguiente, durante todo el trayecto se tuvo que optar por caminos que eviten ser vistos en todo momento. También debían percatarse de las barreras para no ser detectadas por ellas. A nuestro protagonista en particular le extrañó que tuvieran que hacer todo a escondidas del imperio. Se supone que el alto mando que los envió ahí pertenecía al mismo bando. Bueno, no es como que muchas de las decisiones que toman tengan mucho sentido bajo su lógica. Lo mejor era no cuestionarse demasiado las cosas y solo terminar el trabajo.

Un dato curioso que es clave acotar es que se les permitió llevarse el libro que le quitaron al viajo. Y a diferencia de la vez anterior que fue Katsuya quien lo transportó, esta vez se lo entregó a Arata, ya que demostró bastante interés en ese objeto desde el principio. Ya conocían su contenido, pero darle una repasada tampoco venía mal. Después de todo, cualquier dato que pudieran obtener les servía. No olvidemos que la labor en esta zona sigue siendo recolectar información. Aún hay muchos acertijos que descifrar, por lo que no es tan sencillo como decir que van a buscar al responsable de todo para vencerlo. Sería demasiado fácil en ese caso.

Como sea, pudieron llegar a su destino. Lo primero que pudieron averiguar, y porque no era algo considerado secreto nacional, es la existencia de las distintas plazas comerciales donde se podía encontrar básicamente de todo. Varios lugares que revisar para poca gente. Y por si fuerza poco, debían seguir con el plan de no llamar la atención. Ya con el hecho de ser forasteros podían resaltar en comparación al resto, así que más dificultad para ellos. — Les avisaré si doy con algo. — Ir todos juntos a cada sitio les tomaría mucho tiempo, además de que moverse en grupo podía alarmar aún más a guardias o vigías.

Así es cómo llegamos a la actualidad. Debido al clima frío, el taijutser portaba una especie de capa que también servía de abrigo. Este poseía un color gris. Claramente no llevaba una bandana ninja consigo, recordemos la orden estricta de pasar desapercibidos. Sus movimientos no fueron tan directos. Es decir, no caminó en línea recta al punto rojo que tenía en la mira. Se dio vueltas, se tomó su tiempo. Descansó en puestos de bebida o comida. Intentó aparentar ser una persona normal que disfrutaba el día en ese país. Tener visitantes no era raro, ya que se trataba de una zona turista y económica muy importante.

Por supuesto, no se puede obviar el hecho de los comentarios sobre desapariciones, pero, por lo que se les indicó a los shinobis al momento de recibir la misión, no era una información oficial que hubiera ascendido a ser de conocimiento general. — Niños. — Sí, ellos y las personas de tercera edad eran el principal foco. Como era de costumbre, en todos los países se podían ver infantes robando en este tipo de sitios donde circula continuamente el dinero, buscando atracar y sobrevivir.

Katsuya no querría dárselas de héroe recuperando lo robado ni nada por el estilo, pero necesitaba tenerlos en la mira. Así fue cómo se las arregló para que un niño que huía con su botín, choque con él y ambos caigan al piso. Cabe aclarar que ya se encuentran en un punto rojo. ¿Qué sucederá? ¿Qué podrá ver nuestro protagonista? La recolección de información finalmente empezó.

Resumen
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Lo único audible para los demás era el incesante masticar y crujir de los aperitivos que Renji había acumulado para el viaje. El chico rubio había sido una persona de muy pocas palabras desde que entraron en contexto desde aquella reunión con los Imperiales. Seguía algo disgustado con el accionar y además, desconfiaba de ellos, especialmente del tan queridísimo "Shodai".

La tarea de infiltración, como era de esperarse, no fue para nada sencilla. El trío tuvo que ingeniárselas con maniobras, trucos y jugarretas para llegar al interior de los terrenos del País de los Acantilados. No fue hasta que llegaron a la zona donde "trabajarían" que Renji volvió a intercambiar palabras, esta vez con Katsuya, quien se disponía a realizar una investigación por su cuenta. Renji solo sonrió ligeramente y desvió su mirada mientras daba unas palabras al aire, tratando de mantener la menor relación posible entre ellos. — Bien, nos reuniremos aquí al acabar la investigación. Un sello al cielo para dar nuestra ubicación en caso de emergencia. — Musitó, esperando que solo Katsuya pudiera escuchar esa indicación, dada la corta conversación de espaldas al grupo. Luego, Renji se alejó en una dirección contraria a Katsuya, es decir, hacia el puerto...

Renji, al igual que muchos otros locales y visitantes, portaba una vestimenta mucho más opaca y oscura de lo habitual. La capucha cubría su llamativa cabellera y no había indicio alguno de su oficio como Shinobi. Obviamente, tampoco portaba ningún símbolo que lo pudiera conectar al País de la Tierra. El Rubio tenía una ventaja en el terreno al ser alguien acostumbrado a viajar a lo largo del País de la Tierra y, en pocas ocasiones, a otros Países lejanos.

La llegada de Renji al puerto quizá podría llamar la atención de muchos, pero él solo se enfocaba en su andar. Estaba dispuesto a comerciar o responder si alguien le dirigía la palabra o le ofrecía algo, manteniendo su imagen de "turista" perdido. Además, retiró una bolsa de comida que recolectó en un País lejano para afianzar más esa apariencia. — Vaya, qué animales tan interesantes. — Haciendo uso de su elocuencia natural, lanzó una frase al aire en dirección al desembarque de contenedores con pescados y algún que otro marisco, el olor era un tanto incómodo, pero nada que un Jounin no pudiese manejar.

Resumen
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Entre bostezos y algún que otro cuchicheo había transcurrido el viaje para el Jiki. Sus pasos transitaban caminos relativamente desconocidos pero sabía moverse con la cabeza baja para evitar levantar sospechas, por lo que no se preocupó demasiado por tener que evadir el foco delator del imperio. Además de que en los últimos tiempos se había vuelto una actividad entretenida el verles la cara de imbéciles a los imperiales, y una oportunidad más no iba a ser desperdiciada.

Traía consigo el tan preciado libro que Katsuya le había entregado, y no dudaría en echarle un ojo una y otra vez cuando la comitiva tuviese la disposición de detenerse a descansar. Era importante saber con qué contaba, pues si buscaba venderlo al mejor postor tenía que saber cómo promocionarlo. Por ello lo leería de principio a fin, o al menos los fragmentos que pudiese entender. Por lo demás, su marcha sería constante con la de los otros dos y se detendría de vez en cuando a comer y descansar. En determinados tramos del trayecto tomaría una dirección más errática, cuando su intuición le decía que debía separarse del grupo y mantenerse como un viajante solitario.

Vestía para la ocasión, con un sobretodo de colores oscuros y ropa que recordaba aquella del desierto. Y esa era su tapadera, pues las mejores mentiras eran siempre las que incluían fragmentos de verdad en ellas. Fingiría ser un comerciante de la antigua suna, uno que parecía llevar eones viajando a través del desierto y que, esta vez, había llegado al país de los acantilados a hacerse con productos que llevar a sus tierras.

— Manténgase lejos de los problemas. — Diría, más para el violento que para el pacífico, mientras entregaba de nuevo un poco de arena a cada uno asumiendo que iban a aceptarla. Ya había pasado mucho tiempo desde aquella primera entrega y era necesario “refrescar” su técnica.

Luego de separarse del grupo el Jiki buscaría indicaciones de los locales, preguntando y curioseando acerca de las zonas entretenidas de la ciudad. Su norte serían los bares, aunque de haberlos preferiría ir a los casinos. Preguntaría a quienes luciesen como locales y no tuviesen aspecto de maleantes, algún mercader o tendero. Y señal tras señal, llegaría a donde el destino quisiese llevarle. Bien sea a la zona que buscaba, o a una que, al menos, estuviese lejos de la elegida por sus compañeros para cubrir más espacio. Independientemente del caso, entraría en algún establecimiento que se notase vivo y entretenido.

Entre sus pertenencias estaban las unidades de satetsu (2) que almacenaba en compartimientos pequeños ocultos en los pliegues de sus anchos ropajes. Un bolso de viajero con sus instrumentos ninja ocultos, que desde fuera se veía como mercancía no bélica, y por supuesto, el libro, que también llevaba oculto dentro del bolso.


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El equipo de Iwagakure una vez arribó de forma segura y cauta al país decidió separarse pues podrían cubrir más terreno de esta forma o ese fue un juicio captado por la mayoría. La madrugada albergaba calma en las calles a excepción de los puntos del comercio dónde parecía no tener descanso alguno, la vía pública era iluminada con lámparas tradicionales lo que hacía ver más pacífico el lugar.
 
Los ropajes utilizados fue un acierto para el trío el cuál no levanto sospecha alguna en las calles. El viaje fue tranquilo para la mayoría obviando el camuflaje necesario pues Arata utilizo aquel tiempo para releer el viejo libro, llenó de rezos y profecías cuestionables nombrando en cada página la reaparición del llamado “Kami – Sama” a este punto parecía ser más una leyenda que un documento veraz pero todo puede cambiar de un momento a otro.
 
Renji por su parte continuaría ingiriendo las botanas sin mucha comunicación con su equipo, tal vez, sobre analizando los acontecimientos recientes o simplemente divagando. Katsuya fue quien tal vez se mantuvo más en alerta o más precavido mejor dicho, en cierta forma era un equipo algo inusual de considerar pero por algo estaban estos tres shinobis intentando poner fin a las anomalías vividas.

 
Plaza sureste – País de los Acantilados.
03:00 Hrs. – Frío
 
La plaza sureste es conocida por albergar hospedaje y servicio alimenticio a los turistas del país, Katsuya fue quién decidió adentrarse a esta plaza muy concurrida tanto por gente adinerada o como gente obrera quién apenas lograba mantenerse con el comercio. Los rumorea en esta plaza realmente abundaban debido al gran tránsito de civiles en la zona; por otro lado, los vigías impuestos por la mafia son muy sobresalientes al ojo de un Shinobi pues llevan un comunicador en el oído y trajes completamente lisos de color negro.
 
El taijutsser podría identificarlos rápidamente custodiando algunas esquinas, dando más prioridad a algunas que otras. Sobre todo el avistamiento de infantes abandonados a su suerte robando para sobrevivir en el mundo, desde carteras y alhajas hasta comida y ropajes. El ninja pudo notar la habitualidad de estos hechos e ingeniándose un plan haría que un infante el cual había robado una cartera chocase con el turista cayendo a la par.
 
El dinero salió volando al igual que las credenciales e identificaciones albergadas en la cartera, un infante de aproximados 8 años miró al desconocido algo sorprendido pues durante su escape no presto atención al camino y se centro en su perseguidor. — ¡Demonios! — Se incorporó lo más rápido que pudo recogiendo varios billetes del suelo, aquellos que estaban en su fácil alcance pues en la lejanía ya venía corriendo un hombre agitado utilizando un traje de línea.
 
El pequeño chocó una vez más con Katsuya para proseguir con su huida pero está vez durante el segundo choque buscaría robar el dinero o algo de valor al ninja para continuar corriendo y finalmente adentrarse a un callejón sin salida alguna a unos cuantos metros del desconocido Shinobi, las piernas comenzaron a temblar por el miedo de las acciones venideras que podrían efectuarse, era común el dar palizas a los niños ladrones para que aprendieran la lección.
 
Katsuya lograría distinguir el nombre del hombre robado debido a las identificaciones regadas en el suelo, identificándose como un originario del país colaborador y empleado de la gran mafia mundial, el hombre correría hasta llegar al lugar del choque buscando con la mirada al infante por todos lados. — ¡Mas te vale no volver a salir maldito mocoso! — El ninja de Iwagakure a este punto debería estar lo suficiente cerca para escucharlo, o en caso de no seguir al pequeño y quedarse en el sitio mirar al hombre ¿Qué pasaría?

 
Plaza Sur – País de los Acantilados
03:00 Hrs – Frío / Húmedo
 
La plaza sur o también conocido puerto sur era bastante concurrido por comerciantes de todo tipo, desde las personas originarias como las externas. Los vigías en esta parte no eran demasiados pues muchos de los negocios del lugar mantenían una estrecha relación con la mafia para estar al pendiente de los acontecimientos, sobresaltaba el comercio de pesca y algunos cargamentos de insumos los cuales no parecían dejar de arribar al puerto.
 
A pesar de las altas horas de la madrugada la gente iba y venía con total calma; por su puesto, Renji pasaría completamente desapercibido en todo momento, ver cómo descargaban alimentos e insumos era bastante común y el hedor que desprendían los cadáveres acuáticos tal vez era demasiado notorio a quien no estaba del todo acostumbrado. Algunos comerciantes parecían más bien empresarios de grandes ganancias y algunos otros parecían vagabundos sin mucho rumbo, pero la gente de los comercios no dejaba de gritar ofreciendo cada vez mejor sus productos.
 
En su caminata decidió tomar la iniciativa para brindar algunas palabras las cuales cautivaron a un hombre grande tanto de estatura como de ombligo, su barba era larga al igual que su cabellera y su aspecto era algo desalineado junto con algunas salpicaduras por el pescado en su pequeño local. — Veo que tiene buen ojo para los grandes ejemplares mi amigo, ven. — El hombre se agachó para tomar un atún rojo y aún con su gran corpulencia mover con dificultades el animal sobre la mesa de su establecimiento, un ejemplar de aproximados 2 metros con un peso rondando los 300 kg. — Estás bellezas nos acaban de llegar no hace mucho, se están yendo como humo amigo. — Tomó un par de cuchillos para mostrar el animal al ninja.
 
Varía gente volteaba con sorpresa al ver el atún pues su costo era alguien que muy poca gente se lograba permitir y era común que se utilizará en banquetes de la clase altas, en ocasiones muy especiales. — Aún está fresco, la mayoría ya está en camino a la plaza central parce que tendrán un gran festín en ese lugar. — El hombre se dejó llevar por su labor y habló de más. — Veo que no eres de por aquí, así que te diré esto amigo… dame 1,300 ryos por el y te lo llevas de una vez ¿Qué dices? —

 
Plaza Oeste — País de los Acantilados
03:00 Hrs – Frío
 
Arata siempre parecía un tipo bastante precavido al brindar un poco de su satetsu al dúo que lo acompañaba por cualquier emergencia que se pudiese presentar, la plaza oeste estaba repleta de casinos, bares, y lugares de alterne por igual. A estas horas de la madrugada era posiblemente el lugar más concurrido de todas la plazas, habían mujeres hermosas posando en algunos establecimientos otros más eran discretos con un aura tenue y de cierto conflicto, todo mundo parecía tener su grupo de pertenencia en este lugar.
 
El Jiki recorrería sus calles adornadas con lámparas tradicionales y miradas entre risas o amenazantes según quien se las brindará, los centinelas en esta zona estaba más vivos que nunca debido al tipo de comercio de la plaza; por lo tanto, eran más amenazantes y evidentes de sentir su presencia a diferencia de las otras zonas.
 
Fue así hasta que su atención fuese tomada por una mujer de unos 30 años la cuál se paró enfrente del turista para intentar tomar sus manos y mirarlo directamente a la cara para brindar una sonrisa al joven ninja, la mujer era hermosa y bastante amable pero si el shinobi se fijase más detenidamente podría ver vestigios de maltrato en algunas partes de la cara, cuello, brazos de la chica por igual. — ¿Por no vienes a divertirte y relajarte un poco con nosotras eh? — La chica no dudó en invitarlo a una de los comercios del lugar para poder beber, hablar, y tener una buena noche con algunas damas consigo. En caso de entrar podría ver a diferentes clientes, tanto a los viejos pervertidos, como a los empresarios y parte de la mafia en este lugar.
 
Mapa
 
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Guardias en diferentes esquinas. Era fácil verlos, lo que significaba que no se esforzaban en ocultarse. Esto también le daba a entender que las personas que recorrían la ciudad estaban acostumbrados a tener ojos sobre ellos. Una parte de él entendía que haya protección en un lugar turístico y con mucho comercia, pero también le parecía exagerado el número y su forma de trabajar. Creyó que esos mercados un poco “corruptos” no era tan públicos, pero al parecer se equivocó en su pensar.

Pudo ver perfectamente el momento en que el niño le robó a un tipo de aparente estatus social alto. Aquel choque le permitió ver la identificación del hombre y así enterarse de su conocida identidad. Si esa clase de individuo estaba por aquí, obtener más información de otros nombres le podría servir. Ya que luego al investigarlos debería lograr establecer conexiones que lo lleven a un punto en común y eso le ayude a resolver el misterio de su misión.

Así es que Katsuya logró interponerse en el trayecto del infante. Dejó deliberadamente una pequeña bolsa con un poco de dinero para que el ladronzuelo se la lleve. Aquella tenía una marca de su Hiraishin, así que mientras no se fuera de la ciudad, iría con él en un santiamén. Usó la diferencia de físico de ambos para que el hombre de alto dinero vea interrumpida su visión con el ninja de Iwagakure y así lograr que el pequeño se escabulla por las calles. Obviamente, no dejaría que desaparezca para siempre, por supuesto que no.

Hiraishin no Jutsu

Chakra: -40

Cuando el otro llegó hasta su posición, Katsuya se sacudió el polvo de la ropa tras haberse levantado del piso. Escuchó los gritos molestos y decidió iniciar un pequeño diálogo con él. — También me robó, por lo que veo. Qué muchachito tan perspicaz y molestoso. — Esperaba con el segundo adjetivo calificativo que dio crear una especie de opinión compartida con el empleado, logrando tal vez que él otro le responda de una manera que puedan seguir el diálogo. En estos casos, creyó que también serviría darle palabras de aliento, generando así un mejor ambiente entre ambos. Todos sabemos que el de ojos carmesí no es el mejor con las palabras, así que usaría oraciones cortas, dudando de si podría lograr su cometido o no.

Seguramente los guardias lo han visto. No se preocupe. Espero también recuperen mi dinero.

Una parte de él confiaba en que un niño acostumbrado a trabajar de esa forma sepa como huir de la vigilancia. En caso de que no sea así, pronto iría tras él para ayudarlo a escapar. Ese tipo de infantes siempre eran una buena fuente de información si se les sabía utilizar.

Por ahora, Katsuya mantendría este diálogo con el otro afectado por robo para ver qué podía sacar de él. Tenía unos cuantos minutos aún. También existía la posibilidad de que ese hombre fuera todo lo que necesitara y pueda dejar al niño de lado. No es que le molestaba darle aquellas monedas para que tenga con qué comprar alimentos y así sobrevivir.

Resumen
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Aún a aquellas horas de la noche la vida podía palparse en cada esquina de aquel sector a donde había ido a parar por fortuna o desgracia. Sus ojos iban de aquí para allá paseando por los lujos, las luces y las sugerentes presencias femeninas que invitaban al desastre. No podía evitar sonreír casi inocentemente, pero lejos de lo usual; reía al pensar en lo ostentoso y descuidado de toda alma que había allí. Cada rincón que sus ojos veían representaba un posible negocio. Y habían apuestas, encima, por lo que la misión tambaleaba de una de las patas que la sostenían. — Katsuya y Renji tendrán mejor suerte que yo. — Murmuró. Se quería convencer a sí mismo que su papel en la misión sería esperar pacientemente a que sus compañeros consiguieran información.

Eventualmente se encontraría en el medio de un camino muy transitado. Sintió algunos ojos encima de él, quizás más por propia paranoia que realidad, pues consideraba estar bien mezclado con el entorno y no había hecho nada -aún- que le hiciera resaltar. Quizás algún vigilante se lo hubiese topado, pero no temía por su disfraz. Cuando se dedicó a echar un ojo a los locales que le rodeaban, intentó buscar un lugar donde pudiese conseguir algo de beber, compañía y apuestas. Pero las frías -y cálidas al tiempo- manos del destino le sacaron de su trance.

Era una mujer relativamente joven. Además de su buena presencia y hermosura, su intención era clara al buscar tomar las manos del Jiki, quien lo permitió. El joven fijó los dos rubíes que llevaba por ojos en el rostro de la mujer, notando claros indicios de maltrato. — Clientes caprichosos… — Murmuró con un tono tan bajo que la otra, pese a su cercanía, probablemente no escucharía.

En una fracción de segundo la intrusa que había entrado en su campo de atención sin ser invitada le trajo de vuelta a la realidad, y por tanto, a su misión. No podía dejar escapar un cebo como aquel sin más, aún cuando el sonido de las lejanas tragamonedas le retumbara en los oídos. Por tanto, ideó un plan mientras ella le ofrecía compañía y más. Tardó un par de segundos en discernir hacia dónde llevar la conversación, y respondió con una sonrisa inocente. — Buenas noches, señorita. — Dijo, con tono amable. — De hecho estoy buscando a alguien. Soy parte de la caravana de un noble muy rico y se me ha pedido buscarlo. ¿Sabe dónde debería buscar? — La intención era darle un poco más de organización al mapa mental que tenía de ese sector y saber qué lugares frecuentaban los más adinerados. Enseguida sacaría de uno de sus bolsillos un par de monedas de alta denominación que, curiosamente, estaban llenas de un polvo plateado que no se despegaba del metal. Entregaría las monedas a la chica, como pago por adelantado por la información. — Prometo que si me ayudas a conseguirlo te pagaré el doble. — Sonrió otra vez.

Antes de que ella aceptase o no la propuesta, daría algo más de información queriendo arriesgar un poco el cuello. — A quien busco es un hombre muy religioso, casi como un fanático. — Con lo último trataría de bajar un poco el filtro. Si la mujer insistía en llevarlo al local aceptaría, y pagaría bebidas para todos los presentes con las mismas monedas impregnadas del polvo plateado.

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"Este olor es realmente fuerte..."  pensó por segunda vez. Para el Jounin, quizás no era tan insoportable como muchos otros que había experimentado a lo largo de su vida, pero ciertamente lo catalogaría como molesto. Era un aroma peculiar que se filtraba en sus fosas nasales a pesar de sus intentos por regular su respiración.

Los cantos de los vendedores y el ir y venir de las personas le dieron la pista al rubio de que estaba, de hecho, en la plaza sur. Sus ojos no alcanzaban a ver más allá del borde del amplio y extenso puerto, marcando uno de los límites de la ciudad.

Aburrido y sin nada más que lo cautivase, Renji consideró la idea de dirigirse hacia otra plaza para explorar más a fondo. Sin embargo, su intención fue interrumpida por la llegada de un hombre de estatura impresionante y apariencia llamativa. Se preguntó qué podría querer este individuo mientras el fortachón se aproximaba.

— Eh, sí, claro. — respondió con una inocencia que posiblemente superaba sus propias intenciones. Renji se encontró envuelto en una extraña jugada por parte de uno de los vendedores, que sostenía un ejemplar más que envidiable. Sus ojos se abrieron como escaparate de tienda, y apenas pudo articular unas palabras acompañadas de respiración entrecortada. — Vaya. — Su asombro era sincero y evidente.

— En efecto, no lo soy. — contestó con concisión. — Es un animal extraordinario. Estoy dispuesto a pagar esa suma y un poco más si incluye el costo de transporte hasta la plaza central. — Hubo una pausa mientras intercambiaba su bolsa, ahora vacía de bocadillos, por otra, sin prestar demasiada atención a la reacción del vendedor. — Quiero dirigirme a esa plaza central y compartir un almuerzo con quienes se encuentren allí. Supongo que portando uno de estos podré unirme a la diversión, ¿no es así? — planteó mientras sacaba una cantidad precisa de Ryos de sus bolsillos.

El aroma persistente seguía flotando en el aire, y Renji esperaba una respuesta mientras mantenía su dinero listo.
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Plaza sureste — País de los Acantilados.

03:10 Hrs — Frío
Todo pasó en un instante, casi siempre era de ese modo. El pequeño pudo finalmente escabullirse y robar a un segundo sujeto en su huida, la complicidad de éste era desconocida tanto para el pequeño ladrón como para el mafioso y por ende las palabras de Katsuya serían tomadas en cuenta al escuchar el golpe entre el ninja encubierto y el infante. Katsuya confirmaría lo que el trabajador del crimen supuso haciendo solo una rabieta entre dientes.
 
Su postura continuaba rígida y tensa, incluso su cuerpo temblaba en pequeños espasmos, algo muy visible para el forastero. — Lo dudó, parecen una maldita plaga no importa los que atrapen, siempre llega una nueva rata. — Hasta ahora el hombre estaba mas centrado en su irá que en el propio aspecto del desconocido tomando una rápida “confianza” efectuada por el enojo. Su respiración continuaba acelerada pues al parecer persiguió al niño varios metros y al tomar un descanso solo agitó más su respiración para descansar un poco
 
Finalmente se acercó para recoger sus credenciales e identificaciones ordenando todo de nueva cuenta, también vió algunos ryos regados por el suelo pero a este punto para el mafioso sería difícil deducir si eran de el o del recién hombre robado así que por el momento solo se centro en sus identificaciones. — Ese maldito si que me hizo correr. — Por fin notaba al turístico, pero no le dio importancia pues estás tierras eran bastante concurridas por desconocidos intentando vender o consumir diversos productos. — ¿Qué te trae al país? — Pregunto un tanto tajante, más por su asfixia que por educación. — Ten cuidado con esas pequeñas porquerías, viven en su mayoría en alcantarillas pues el drenaje de la plaza está conectado con la plaza noreste y así de mueven rápido. — Le aconsejo. — Podríamos dividir los ryos del suelo si te parece bien o comprar algo de alcohol para ambos. — Lo invito a seguir está conversación en un lugar más privado.

 
Plaza Sur – País de los Acantilados
03:10 Hrs – Frío
 

El hombre vendedor se sorprendió al ver que el desconocido ofrecía incluso más para que lo llevará hasta la plaza central junto al enorme atún rojo, por lo que casi considero una mina de oro al joven. — Ya veo, así que tú también tienes asuntos en centro. — No dijo más, los asuntos que se trataban en la plaza central no eran tocados o mencionados demasiados por los civiles y comerciantes fuera de la mafia, aquella plaza era dónde se encontraba la mayor parte de la mafia del país concentrada así que también era la más problemática en una buena parte.
 
Aunque Renji realmente no parecía ser parte de la mafia del lugar; tal vez, un mercenario o alguien contratado externo a la nación de los reinos del sur pues era bastante común el que esté tipo de personas los invitaran a menudo. — Muy bien. — Comentó para mover de nueva cuenta el atún, está vez a una carroza bastante grande la cuál contaba con espacio suficiente para que el ser acuático pudiese ser transportado con facilidad, aunque no menciono ningún precio en especifico. Esto era común al buscar que el alma caritativa diese lo que el considerase justo, cerrando momentáneamente su establecimiento para ponerse a los mangos de la carroza y empezar a tirar de ella.
 
Así pues comenzarían a recorrer las calles dirigiéndose a la plaza central, el hombre parecía bastante confiado en el trayecto por sus varias recorridas en diversas ocasiones. — Son muy f encuentres los forasteros por esta zona, espero no sea un problema todo esto, nadie sabe con certeza lo que ocurre en realidad. — Esperaba que con la charla le pudiese sacra algo de información al desconocido.

 
Plaza Noroeste — País de los Acantilados
03:10 Hrs. — Frío
 

La respuesta del Jiki no fue lo que esperaba la mujer en primer lugar, con la guardia baja la chica respondió a la pregunta del turista. — ¿Poderoso y fanático religioso? Hmmm… en la plaza suroeste se encuentran los principales templos y débitos del lugar, pero suelen ser muy especiales con esas cosas en verdad. — La chica parecía bastante confiable, pues lo dijo con total naturalidad. — Aunque…. — Soltó al desconocido para llevar su diestra a su labio intentando recordad algo. — Creo haber escuchado que en la plaza central se hará una reunión, pero eso es todo lo que puedo decir al respecto. — La chica no era estúpida , sabía que algunos temas no debían de ser tratados pero por una buena paga tal vez diera lo suficiente.
 
Ahora se había arriesgado lo suficiente por las monedas de Arata, por último se acercaría un poco más al chico para dar una pequeña advertencia. — Pero deberías encontrar a tu jefe antes de ir a la plaza suroeste por qué esos fanáticos religiosos están algo locos. — Esperaba que lo escuchase pese susurrarlo, pero no perdería su vida de aquella manera en la que muchos se habían ido, espero un poco la respuesta del Jiki pero la verdad después de aquello no dijo mucho más interesante más que sus servicios y casa de compañía en la que trabajan.
 
Tomó el dinero del desconocido para finalmente hacer una pequeña reverencia y retirarse en seguida; por su puesto, parecía que la invitación al establecimiento fue cancelada por la información brindada pero ahora todo parecía quedar en manos del ninja ¿Dónde pensaba que sería mejor dirigirse, bajo que términos estaba la plaza suroeste para ser advertido por la mujer? Ahora todo se reducía a lo que se podría plantear con la poca información brindada.
 
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Renji sonrió sutilmente y apartó la mirada brevemente, aparentemente casual. Su siguiente movimiento estaba calculado, quería asegurarse de no llamar demasiado la atención con lo que iba a hacer. Aunque no era un prodigio en fuerza o resistencia, estaba bastante seguro de que superaba a la mayoría de los pescadores o vendedores comunes en ese sentido. — Tu comentario me ha intrigado. — Renji levantó ligeramente la bolsa de comida en un movimiento lento y comenzó a alejarse, sin embargo, dio unos pasos hacia adelante para alcanzar el hombro izquierdo del hombre de aspecto llamativo.

La presión que ejerció era considerable, y si el hombre tenía la capacidad de notar sutilezas o entender su posición, probablemente se percataría de la diferencia. — Estoy presente aquí y en todas partes, podría serte de ayuda en cualquier momento... Siendo un hombre sensato, no tendría problema en pagar lo que sea necesario para asegurarme de que estés cómodo. Pero me gustaría saber más acerca de esa frase que soltaste. — Renji soltó el agarre y se alejó, mostrando su expresión amigable y casi inocente. Si todo sale según lo planeado, te llevaré fuera de este lugar. Tengo una oportunidad de trabajo mucho más beneficiosa para ti. — En su último comentario, su tono de voz cambió, transmitiendo sus verdaderas intenciones. Era una forma de dejar claro que no se cruzaría con él si no era necesario, incluso si eso implicaba amenazas veladas.

Finalmente, el hombre comenzó a hacer el transporte, arrastrando la carroza con el atún sobre ella. Durante el trayecto, Renji logró obtener cierta información útil a través de una conversación con el vendedor temporal. — ¿Han llegado muchos forasteros últimamente? ¿Se sabe de dónde vienen o cuál es su motivo? — Preguntó Renji, ampliando su búsqueda de información. — En realidad, soy bastante ignorante en lo que respecta a eso. A decir verdad, vengo de una familia acomodada y simplemente busco disfrutar de un banquete en la plaza central con los lugareños. — Renji viajaba en uno de los costados de la carroza, sentado junto al conductor para no tener que alzar mucho la voz.

Sus manos se deslizaron ligeramente sobre el atún, inyectando varias de las semillas que había preparado. Semillas que habían sido tratadas para crecer con la influencia de su chakra. Era un espectáculo en el que Renji tenía muchas esperanzas puestas. Si todo el acto habría sido de mucha sorpresa para el vendedor, ahora sería un poco más confuso, puesto que el rubio extendió su bolsa de comida a quien manejaba la carroza... — Toma, come un poco, te vendrá bien para reponer fuerzas. — Comentó, observando el camino que tenían por delante.

Resumen
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Aunque el mafioso se mostró enojado, sí hizo que la conversación no fuera solo por parte de Katsuya, sino que de ambos. Rápidamente le soltó el dato de que los ladrones se movilizaban bajo tierra, específicamente en los drenajes. Debe haber un interesante mundo en las alcantarillas, el cual probablemente querrá conocer luego. Aún tiene la ventaja del sello del Hiraishin, así que podría llegar hasta ahí en un instante. Aunque claro, mientras más se aleje, más le costará ir, pero eso ya es un problema futuro.

Tratemos de ser optimistas. — Fue conciso al recordar. Luego, ante la propuesta del hombre, nuestro protagonista asintió con la cabeza y se agachó para recoger la mitad del dinero. La verdad es que no le pertenecía, pero no es que sentiría mal por quedarse con capital económico de alguien de ese estilo, sino que todo lo contrario. Sin embargo, lo que le preocupaba ahora era la pregunta que le hizo. Necesitaba inventarle una historia creíble y que vaya acorde con su apariencia. Recordemos que se trata de un tipo alto y, aunque lleve un abrigo, se veía que no era un muchacho escuálido.

Vine a ver si consigo trabajo como guardia de alguna tienda. Me dijeron que quizás aquí podía encontrar a alguien que busque empleados, pero no empecé con el pie derecho. — Refiriéndose al supuesto robo sufrido. Una vez contestado, se dispuso a seguirlo al sitio en donde podían beber algo y así seguir conversando. Uno de sus dos planes comenzó bien. Si lograba hacerlo hablar podría sacar información interesante, o al menos acercarse a más individuos de ese estilo.

La forma normal de proceder de Katsuya sería llevarlo a la fuerza a un sitio solitario e interrogarlo de forma agresiva, pero con tanta seguridad dando vuelta por cada esquina, aquello se veía como una misión imposible. — Soy el menos indicado para esto. A ver qué consigo… — Y claro, su don para mantener charlas amistosas no era el mejor. Cualquiera de sus compañeros obtendría un mejor resultado, pero no le quedaba de otra más que esforzarse. Lo peor de todo es que si era descubierto de alguna forma, estaría en peligro. Iniciar un conflicto bélico estando solo en un sitio como ese sería una derrota segura.

Me sorprende que a estas horas haya tanta gente en las calles. De donde vengo, todos se acuestan temprano. — Comentó mientras seguía al mafioso. Esperaba que ese comentario lo muestre como alguien más humilde y así no levantar ninguna clase de sospecha. ¿Lo logrará?

Chakra: 968/975


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Como norma general el Jiki era poco paciente. Ciertas cosas hacían que el medidor de aquella virtud se fuese poniendo más chico, y una de esas era entregar dinero. Bajar, aunque fuese en una escala minúscula, sus arcas, requería una retribución prácticamente inmediata si no quería sentir que la había cagado de una forma u otra. Y por ello el fragmento de tiempo entre que entregó las monedas a la chica y su respuesta fue prácticamente eterno. Sin embargo, cuando llegó, los ojos carmesí del oriundo del desierto se encendieron.

— Unas monedas bien invertidas… — pensó, mientras trataba de grabarse los detalles para sí y tratar de cortar la interacción lo más pronto posible, pues su plan consistía de varias partes y una de las más importantes iba a tener lugar pronto.

Una vez solo de nuevo, echaría un ojo a sus alrededores.Tenía información de la que tirar, un hilo que tomar y seguir hasta llegar al final, pero no podía evitar sentir que estaba en una zona gris. Algo le faltaba, y lo notaba al pensar en sus próximas acciones. El ardor que subía por su esófago le recordaba que la ansiedad ante el desconocimiento era real. Eso, y el malestar de comer comida de mierda durante el viaje. De cualquier forma esperaría a que la chica estuviese lo suficientemente lejos y de espaldas para hacer un gesto de manos curioso y al tiempo particular; como si estuviera atrayendo algo invisible. Algo que se encontraba algún obstáculo, naturalmente, pero con la suficiente suavidad impresa en sus movimientos lograría recuperar sus monedas sin que la chica pudiese percatarse, probablemente. Con suerte, las monedas viajarían en el aire, atraídas por un hilo invisible que en realidad era la misma arena magnética que estaba pegada al metal.

Ya de vuelta a sus labores, no le tomó más que un par de minutos de estudio discernir que tomar rumbo a aquella zona donde los fanáticos religiosos solían reunirse era descabellado y peligroso, pero mientras mayor el riesgo mayor la recompensa. Aprovechó que aún no había amanecido y el tránsito de gente era relativamente bajo para tomar rumbo a la plaza suroeste.

— Habrá que volver una vez acabe la misión. — Haciendo referencia a aquel distrito donde la diversión parecía estar encapsulada. Llevaba las manos ocultas entre su ropa, y andaba con la frente en alto. Poco a poco iba adaptándose a la gente que caminaba a su alrededor, tomando una posición que le permitiese pasar desapercibido, sintiéndose y viéndose como uno más.

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