Centy tenía razón. Akío se imaginó a si mismo como lo había descrito el rubio, vestido de conejito, o.. ¿conejita?, con pantaloncitos extremadamente cortos y transparentes. Aquello sería groteso, le acabarían echando de la aldea. Miró a Centy.
-
Tu amiga tiene unas ideas... digamos, peculiares. No hay forma de que me ponga eso. - Dijo riendo. -
Asustaría a los niños seguro.
Después observó la actuación de Muki con aquella mujer maligna, un poco más y le hubiera quitado hasta las llaves de su casa, pero lo tenía bien empleado por haberse comportado de aquella lamentable manera. Convenientemente, había encontrado a un niño que de buena gana aceptaba los regalos chocolateros, y después lo trajo para jugar la carta de "por los niños" con Centy. -
Rayos, esta mujer es realmente diabólica. - Pensó para si mismo. Mientras aquello pasaba, Akío pudo notar unos movimientos extraños tras ellos, curiosamente en un ángulo que Centy no vería desde ahí. Se dio cuenta de lo que estaba pasando, y decidió tomar parte, podía ser divertido, al fin y al cabo esperaba que no se enfadara mucho el jóven.
-
Vaya... si lo dice el chiquitín, ¿Quién soy yo para llevarle la contraría? Al fin y al cabo tiene razón ella, ellos son los protagonistas de esta fiesta. - Dijo Akío a Centy sonriendole, poniéndose delante de él para que solo viera su figura y la del niño, y pudiera ver menos los alrededores.
Dio otro pasito hacia el, colocándose aún más cerca, pues ahora tenía buena visual de las intenciones de la chica, y de nuevo se dirigió a el. -
Piénsalo, serás el alma de la fiesta. - Y cuando dijo aquello, colocó su dedo índice cerca del pecho de Centy, y empujó levemente en su dirección, clavándoselo un poco en el esternón, sin la intención de hacerle ningún daño, solo hacer un poco de presión para desestabilizarlo ligeramente y que trastabillara un poco hacia atrás.