Aquella media tarde era de las típicas en la que el sol parecía decidido a brillar con más ahínco sin detenerse a pensar en los moradores del desierto que ardía a sus anchas. El calor era un problema tan común y general que la gente ya había parado de quejarse al respecto, al menos los lugareños, y las quejas que de vez en cuando se escuchaban venían por parte de turistas y mercaderes. Muchos se cubrían con telas y turbantes para espantar el sol, pero pocos tenían acceso a sedas y materiales con el justo balance entre protección contra el sol y libertad de ventilación. Al final, el populacho debía decidir si sufrir de la inclemencia del sol o el calor.
Otros, más afortunados aún, se podían dar el lujo de mantenerse bajo una sombra. Y era el caso de la pelirroja que se sentaba bajo un toldo improvisado. Alrededor de ella se expandía un terreno casi baldío con tonos de desierto, y una comitiva de al menos 10 personas a su alrededor. Todos jadeaban y buscaban fortaleza para mantener el equilibrio. En un momento determinado, una nueva existencia llegaría y se pararía en el límite del toldo, solicitando permiso para acercarse.
El recién llegado era un joven cubierto por un turbante. Trajeado con lo que parecía un uniforme, se adentró en la sombra del toldo cuando recibió el permiso de la chica.
— ¿A qué debo la interrupción? — La voz calmada de la fémina indicaba que, a pesar de permitirle acercarse, unos cuantos pasos eran suficientes. Y acató, deteniéndose inmediatamente.
— Traigo noticias del destacamento de la puerta sur. — El chico fue breve en su introducción. Todos sabían que, de lograr acercarse a la infame kunoichi y encontrarle con un humor decente, debían aprovechar el tiempo al máximo. Él explicó la situación tan simple y directamente como pudo, y quedó esperando una respuesta que no llegaría sino luego de un suspiro.
— Envía un escuadrón a patrullar. Y que refuercen la vigilancia. Al final del día quiero tres cabezas más colgando de las murallas. La de ellos o las vuestras. — Sentenció ella y el chico partió enseguida junto con una parte de los diez hombres y mujeres que parecían haber estado entrenando bajo el sol.
La pelirroja no estaba ahí para tomar decisiones concernientes al control y defensa de unas ruinas como las de la vieja Suna. Pero sus obligaciones reales le habían llevado a tales parajes y, lamentablemente, debía tomar decisiones.
El bar se aprovechaba del clima inclemente para atraer clientes. De entre todos los locales que la vieja Suna tenía para ofrecer, bares y burdeles se llenaban a esas horas del día. Y no era para menos; todos buscaban un escape. Los tres aventureros que se adentraban en el bar y comenzaban a hacer indagaciones encontrarían escenarios agridulces. Si bien prácticamente todo el mundo hablaba y murmuraba, nadie hablaba de lo mismo salvo quienes iban en grupos. Y pescar un rumor en tales aguas era tarea imposible sin antes preguntar directamente. Pero hacerlo probablemente resultase en una sentencia de muerte, ¿O no? De cualquier forma, y tras encontrar una mesa, uno de los gemelos de la barra se habría acercado a ellos con el fin de atenderles.
Con una libreta en mano y un lapicero, el camarero tomaría nota de los pedidos de Aiko y Deikum.
— Tenemos bebidas locales y algunas extranjeras. Dulces, amargas, como desees. — Respondió al Yamanaka nombrando bebidas esperando que alguna llamase la atención del cliente y en caso de lograrlo, anotaría en la comanda.
— Serán entonces tres especiales y las bebidas. — La expresión del sujeto era un papel en blanco. Se limitaba a hacer su trabajo sin más, hasta la llegada de las preguntas ajenas a este.
— ¿Qué creen poder encontrar en un sitio como este aparte de problemas? Les daré el mismo consejo que le doy al resto; hacer sus negocios y partir de inmediato. Últimamente los humores están más amargos que mis bebidas. — Y como si la providencia llegase desde el cielo, un sonido estruendoso provendría de las puertas abriéndose de golpe. Todos los presentes mirarían hacia la fuente del ruido. Tres sujetos armados entrarían con presteza, uno de ellos se quedaría postrado en la puerta, observando todas las mesas, mientras los otros dos se dirigían al fondo. Una vez allí, transmitirían un mensaje en susurros a otros que compartían un aspecto similar en cuanto a ropajes y armas.
Tras la escena y unos cuantos minutos más, los tres recién llegados saldrían de nuevo por la puerta, y uno de los grupos que había recibido el mensaje les seguiría. El otro grupo, de al menos cuatro personas, seguiría en el bar mirando atentamente cada movimiento.
— Voy por su pedido y vuelvo enseguida. Nada de problemas bajo este techo, por favor. — El camarero dejaría al variopinto grupo con una clara expresión amarga y de desprecio. Estaba curtido en la vida de esas tierras, y sabía lo que aquel movimiento significaba. El variopinto grupo de ninjas camuflados debía, a partir de ahora, cuidar muy bien sus pasos.
En el burdel se había corrido la voz. Había una suerte de red de soporte bien pensada para saber qué clase de clientes visitaban aquel sitio, y en un mundo donde la información podía valer más que el oro y los deseos carnales una manera muy sencilla de olvidar mantener la boca cerrada, no era extraño encontrarse con situaciones peculiares. El bien parecido extranjero parecía ser una mina de oro, y las cuatro damas de compañía se miraban entre sí buscando establecer una jerarquía en la lucha por el control de tal bien monetario.
Tras unos momentos, las cuatro y el cliente se habían establecido en una de las habitaciones más cercanas a la entrada. Nació un intercambio de historias por parte de todos los implicados, y las chicas no se quedaron atrás. Eran pocos los clientes que se adelantaban con un “juego previo”. Ellas, quizás por su entrenamiento y calidad de entretenedoras, reían con cada broma que el Kumonin hacía y lucían interesadas en cada palabra y cada roce, buscando siempre más.
Cuando la comida y bebida llegaron, y a petición del cliente, la dinámica se volvió una competencia por alimentar al afortunado. Pero la paz se interrumpió, o al menos tentaba con interrumpirse, cuando una conversación proveniente de la entrada del burdel se imponía al ruido ambiente.
— Sabes que no puedo permitirte revisar las habitaciones, cariño. Debes pagar la suma necesaria, y quizás lo considere. — La voz de la recibidora del burdel sonaba seria y coqueta a dosis iguales.
— Repito. Estamos buscando a tres imbéciles que burlaron la seguridad de la entrada sur. Órdenes de arriba. — Respondería otra voz un tanto más impaciente y tosca.
— Quienes dan las órdenes de arriba son clientes habituales de mis chicas justo porque no permitimos que nadie que no sea un cliente venga a husmear. — Con cada palabra la mujer sonaba más tajante.
Ante el “impasse”, una mujer morena de contextura fornida entraría por la puerta del burdel. La encargada del establecimiento dio un salto en su sitio y se acomodó el vestido enseguida.
— Mi señora, no sabía… — Fueron las palabras que salieron de su boca, atajadas por un gesto de parte de la recién llegada.
— Será rápido. Solo queremos revisar las habitaciones. Ya me las conozco lo suficientemente bien, así como a tus chicas y a ti. — Guiñando el ojo sacaría de uno de los bolsillos del uniforme una pequeña suma en billetes y lo pondría en el mostrador. La encargada tomaría el dinero y haría sonar una campanilla que guardaba en el mismo mostrador.
La conversación podía escucharse desde la habitación de Toji si este prestaba suficiente atención. Por supuesto, para las chicas parecía una revisión protocolar y no por ello iban a dejar de atender a su cliente. Al menos hasta que escucharon la campanilla.
Había un protocolo que seguir cuando un cliente quería echarle un vistazo al resto de habitaciones tratando de pescar a una chica ya ocupada. Una vez la suma se hubiese pagado, la encargada haría sonar una campana y todas las chicas detendrían inmediatamente lo que estuviesen haciendo para pararse enfiladas frente a la puerta esperando atrapar los ojos de un nuevo amo o ama. Esto daba también tiempo a los clientes a apostar un poco más para quedarse con sus mujeres, pero eso dependía de cada quien. Víctima del protocolo, las cuatro chicas que acompañaban a Toji se separaron de él y se colocaron en la puerta. En caso de que el kumonin preguntase, alguna explicaría la situación.
OFF
¡Y se va otra ronda!
Para todos:
- Como lo dije en una de las rondas anteriores; había iniciado un conteo (tres rondas) tras el cual se activarían las alarmas e iniciaría una búsqueda general por la aldea, tratando de dar con Toji, Deikum y Adan. Si bien esto suena como una mala noticia -y lo es- también es una oportunidad para conseguir información.
- Según sus acciones, a partir de este punto las confrontaciones pueden ser inevitables.
En el bar:
- Llegan y se instalan en una mesa para luego ser atendidos por uno de los bartenders, quien toma su pedido.
- Con sus preguntas no consiguen mucha información, especialmente por lo ambiguo de sus preguntas.
- Tres hombres entran en el bar, con un aura de imposición. Se nota que son soldados de cierta forma. Uno de ellos se queda parado en la puerta vigilando el bar, y otros dos se separan y van a transmitir información a dos grupos que estaban sentados al fondo del bar. Luego de esto, los tres individuos y uno de los grupos se van del bar. Si alguno se atreve a intentar escuchar, sabrá que se inició la búsqueda de tres intrusos.
- El camarero se va con la orden. Logran darse cuenta de cierto descontento por parte del mesero.
En el burdel:
- La escena iba bien y justo como Toji la narraba.
- Eventualmente un “guardia” entra e intenta obtener permiso por parte de la encargada para revisar las habitaciones.
- La encargada lo retiene por un tiempo, hasta que llega una mujer con más autoridad y la encargada accede a mostrar las habitaciones. Toji puede escuchar la conversación si presta atención.
- Las chicas que están con Toji dejan de atenderle para pararse frente a la puerta (dentro de la habitación) a la espera de un posible nuevo cliente, sin saber que se trata de una revisión.
Sin más, les dejo rolear. Cualquier duda, pregunta, queja, sugerencia o bardo; nos leemos por discord.