Caminó por las calles empedradas, flanqueado por tiendas y puestos de mercado que ofrecían todo tipo de productos. El bullicio de las conversaciones de los comerciantes y los compradores llenaba el aire mientras la multitud se movía con energía y entusiasmo. La arquitectura de Konoha, con sus edificios de madera y tejados puntiagudos, le parecía única y fascinante.
Sus ojos de mirada aguda se posaban en cada escaparate y puesto de mercado que encontraba. Desde antigüedades hasta armas, desde alimentos exóticos hasta ropa de estilo ninja, había una gran variedad de mercancía a la venta. La curiosidad y el deseo de adquirir nuevos conocimientos lo impulsaban a explorar cada rincón.
Detuvo su paso en una tienda que llamó su atención. En el escaparate, había una colección de marionetas, distintas a las armas que el Chikamatsu usaba, pequeños muñecos exquisitamente tallados y decorados. Kaito se sintió atraído por las habilidades artesanales que se exhibían en estas creaciones. El dueño de la tienda, un anciano con una barba larga y blanca, notó el interés de Kaito y se acercó con una sonrisa amable.
─ ¿Te gustan las marionetas, joven viajero? Estas son algunas de las mejores que puedes encontrar en Konoha ─dijo el anciano mientras señalaba las marionetas.
Kaito asintió, admirando la artesanía con ojos expertos.
─ Son verdaderamente impresionantes.¿podría darme más detalles sobre estas obras maestras? ─preguntó Kaito con un tono educado.
El anciano artesano se iluminó con entusiasmo y comenzó a explicar las características y la historia detrás de cada marioneta en exhibición. A medida que hablaban, Kaito compartió sus propias experiencias y conocimientos, creando una conversación animada y enriquecedora.
Después de un tiempo, Kaito se despidió del anciano y continuó su recorrido por la zona comercial. Sus pasos lo llevaron a una tienda de libros antiguos, donde hojeó textos que despertaron su interés. Luego, se detuvo en un puesto de comida callejera para probar algunos platos locales, saboreando los sabores únicos de la aldea oculta entre las hojas. Mientras embelesado aún por los sabores de aquella rica gastronomía, Kaito abrió los ojos como platos mientras a lo lejos le pareció ver una figura familiar, para el marionetista era inconfundible, esas espadas, aquella silueta, sin duda era aquel amistoso muchacho del coliseo