Destino
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Zona Comercial

El invierno comenzaba a acercase en el País del Fuego. Mañanas más frías, días más cortos, y una sensación de familiaridad que solo era posible sentir durante esos días cuando las noches eran más largas de lo que la mente debería de aguantar. Desde niño el ojiverde disfrutaba del invierno a su manera, sin comparar esos momentos con las experiencias que disfrutaba en el verano. Siempre supo que el invierno se aceraba cuando se despertaba con el olor a chocolate y canela. Nanahoshi continuó una tradición familiar; desde que se podía sentir una diferencia en temperatura los Tanaka acostumbraban a desayunar con chocolate recién hecho y churros de canela. Nada muy sofisticado, pero era hogareño y eso convertía las mañanas en un acontecimiento especial. 
 
—   Supongo que es mi turno de preparar esta mierda. — musitó el hombre acostumbrado a que su madre se hiciese cargo de su alimentación. Desde hacía un año él estaba a cargo de todo dentro de aquel pequeño apartamento. Con su madre la mayor parte del tiempo en el hospital todo desde la cocina hasta la limpieza pasaba por sus manos. Era torpe, pues no estaba acostumbrado. La pelinegra siempre insistió en que debía aprender a sobrevivir por sí mismo, pero nunca fue exitosa en promover dicha iniciativa. Tokuma era más de hacer su vida fuera de la casa, por lo menos así era desde que comenzó a trabajar en la obra. Los únicos momentos donde era feliz haciendo algo dentro del hogar era cuando el apartamento necesitaba algún tipo de remodelación. — La receta debe de estar por aquí — hablaba consigo mismo mientras sus manos rebuscaban entre los archivos de su madre — ¡perfecto! — exclamó al encontrar la receta de los churros de canela que tanto deseaba. El chocolate ya hervía a fuego lento mientras el preparaba el acompañamiento. Aquel día no tenía deberes militares, así que había hecho planes de visitar una de las obras en la que sus compañeros de trabajo estaban trabajando. 
 
Con los churros hechos y el chocolate servido comenzó a alistarse. Pantalones color marrón claro, camisa maga larga blanca de lino con cuello en forma de ‘v’ que mantenía levemente atado con un cordón de cuero. Botas de cuero de un marrón aún más oscuro que sus pantalones; altas, pero no tan altas como sus botas militares. Justo después de su última mordida al último churro ajustó su pelo para que su famosa cola de caballo reposara justo en su espalda — Listo. — la mañana apenas empezaba y desde su edificio de apartamentos hasta la construcción apenas había una caminata de unos treinta minutos. Saludó a la señora Yamamoto, que siempre salía a esa hora a fumar su primer cigarrillo del día, con un simple movimiento de su mano antes de seguir con su caminata. 
 
La obra en sí no era más que una remodelación a un antiguo edificio en la Zona Comercial. No tenía la intención de ayudarles, por ello había dejado todas sus herramientas en la casa, pero si la ocasión se presentaba no lo descartaría. Al final de cuentas nada lo hacía más feliz que trabajar con sus manos. A paso firme se aceraba con cada movimiento aún más a su destino, claro, eso si nadie lo interrumpía.

Tokuma, apariencia
 
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El sol comenzaba a asomarse en la lejanía indicando que un nuevo día comenzaba, una mañana fría con un poco de viento frío, a pesar del sol, parecía como si la estrella sólo funcionara para otorgar luz y nadamas. El Uchiha como era costumbre, se levantó de su cama y abrió un poco las cortinas, se vistió y bajó las escaleras. Su madre y su padre estaba ausentes, ambos se encontraban fuera de la villa, uno por su parte, vendiendo su múltiple mercancía en otras tierras y la otra, ocupada en una de sus muchas misiones ninja encomendadas por Konohagakure, acostumbrado, Kin no le dio mucha importancia y solo se dedicó a preparar un pequeño desayuno para él.

Una vez terminó su desayuno y con el día libre, decidió ir a hacer las compras de la casa, básicamente, iba a hacer la despensa. El Uchiha salió de su hogar y comenzó a caminar a paso lento por las calles de Konohagakure, acercándose cada vez más y más a la zona comercial de la villa. Una vez dentro de la zona, pudo notar como algunas tiendas apenas comenzaban a abrir y los puestos apenas comenzaban a colocarse para poder vender sus productos, Kin siguió caminando buscando lo que necesitaba.

Mientras caminaba, pudo ver una pequeña obra, se trataba de la remodelación de uno de los muchos edificios de la zona, un edificio ya bastante antiguo, Kin veía esa escena todos los días que pasaba por ahí preguntándose cuando acabarían. Mientras pensaba eso pudo notar a lo lejos a un hombre de cabellos castaños acercándose. Kin ya había visto algunas veces al hombre, tanto en esa obra como en otras a lo largo de la aldea, talvez el hombre no notaba la presencia del Uchiha, por lo que fuera, talvez estaba muy ocupado en su trabajo o simplemente lo ignoraba. Fuese como Fuese, Kin decidió esperar y una vez estuviera algo cerca, lo saludaría alzando un poco la mano

- Buenos Días… nuevamente trabajando? -

Serían las palabras de Kin quien también, mostraba una pequeña sonrisa hacía aquel hombre…

OFF: Puse que mi Pj ya había visto al tuyo anteriormente, pero nunca habían hablado para ayudarme a comenzar :D
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El edificio en sí no era nada especial. Quizás una construcción poco vieja para los estándares modernos — ya llevaba en pie unos cincuenta años. De unos tres niveles, quedaba justo en una esquina en el centro de la zona comercial; esto dificultaba aún más su reparación. La obra consistía en reforzar la fachada del edificio con materiales más resistentes con la intención de otorgarle fuerza estructural. Desde vigas de madera para el soporte principal del edificio, hasta refuerzos de acero para la integridad de la fachada. Todo bien organizado a las afueras del local para que no estorbara con la circulación de los civiles que hacían su día a día como sí nada estuviese pasado. El bullicio y los gritos dentro de una de las zonas más vivas de la aldea casi que maquillaban los ruidos constantes de los hombres en reparación. Un grupo pequeño, pues la ubicación limitaba la cantidad de personas que podían trabajar al mismo tiempo, pero bastante capaz se podía divisar dentro de un esqueleto fabricado de madera y tubos de hierro que servía como estación de trabajo al mismo tiempo que protegía a las personas en suelo firme de cualquier accidente relacionado con la reparación. Muy común, muy familiar, por lo menos así lo sentía Tokuma que se acercaba aún más a su destino. 
 
Takashi, compañero de obra y que sí estaba involucrado activamente en la reparación, se encontraba a nivel de suelo recibiendo la entrega de unos materiales que hacían falta — ¡Que bien te veo hijo de puta! — Vociferó el militar a su amigo civil, provocando que este volteara al instante que reconoció la voz áspera del hombre — No también como tú, gonorrea inservible — ese era el tipo de amistad que se gastaban, no podían estar sin bromear o despreciarse entre ellos mismos, algo muy interno. Sin embargo, cualquier otra persona que irrespetara al otro tenía que responderles a ambos. Unión, lealtad, respeto, eran las bases primordiales de aquella amistad que se había forjado en los confines de la construcción — dame un minuto, tengo que terminar de recibirte este pedido. — Informó el pelinegro, sonriendo. Por su lado Tokuma no respondió verbalmente, simplemente alzó su pulgar derecho como sinónimo de aceptación. 
 
—   ¿Huh? — escuchó una voz masculina dirigirse a él desde su espalda justo al terminar su interacción con Takashi. No lo dudo ni un segundo y se dio media vuelta para encontrarse con un chico un tanto más joven que él, quizás aún en su adolescencia. Nunca lo había visto, más sin embargo parecía familiar. Aquel joven era de menor estatura que Tokuma, aunque a simple vista parecía ser solo unos pocos centímetros, su pelo negro, con un extraño color de ojos que resaltaba en su pálido rostro, poca exposición al sol pensó el castaño — buen día, disculpa pero ¿te conozco? — respondió finalmente el carpintero, guardando cierta distancia pues no sabía lo que sucedería.  


Takashi
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Mientras el Uchiha se acercaba cada vez más y más a la pequeña obra, pudo escuchar algunas palabras y la gran confianza que ya se tenían Tokuma y Takashi, después de todo, no era posible que se le hablara de esa forma a alguien que acababas de conocer, a no ser que no tuvieras nada de educación, verdad?. Una vez Kin saludó al Senju, no recibió una respuesta directa a su pregunta y era obvio, Tokuma no conocía de nada a Kin y Kin no conocía de nada a Tokuma.

- Eh no… en realidad no nos conocemos, pero ya te había visto anteriormente en otros trabajos dentro de la aldea, eres constructor o algo así? -

Decía el Uchiha con una sonrisa sincera, normalmente no era tan amable con los extraños, pero debido a que ya había visto a Tokuma anteriormente, había generado un tipo “confianza” para hablarle un poco más suave que a otros desconocidos

- Por cierto, deja que me presente, soy Kin… Genin de Konohagakure, un gusto, y cuál es tu nombre? -

Kin dio un pequeño paso para recortar un poco la distancia que los separaba y alzó su mano en dirección a Tokuma, esperando a que él la estrechara y pudieran continuar con aquella conversación. El instinto del Uchiha le decía que aquel hombre de cabellos castaños no era un constructor normal o que se dedicará al cien a eso, podía sentir que talvez se trataba de un Ninja, pero esperaría un poco más para confirmar su suposición
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—   Constructor, constructor, no, pero de construir se muchas cosas — dijo el ojiverde un tanto enigmático, no era muy bueno con las presentaciones y mucho menos cuando la persona que había iniciado dicha conversación era un completo extraño — soy carpintero, aunque hoy no estoy trabajando. — Finalmente informó, sin dar más detalles sobre su presencia en aquella obra. No por qué no quería, sino porqué la presencia de aquel individuo en esa escena se la hacía extraña. El chico que tenía enfrente no tenía la apariencia de un trabajador, todo lo contrario. Su aspecto pálido, cuerpo frágil, y cabello oscuro le recordaba más al conde Drácula, una historia de cama que su madre le contaba a menudo cuando era niño. 
 
Detrás de Tokuma se podía apreciar como Takashi dirigía a sus tropas; unos ocho hombres de diferentes edades, tamaños, complexiones, y estaturas. Todos ocupados en recibir el encargo de preparativos y herramientas que necesitaban aquel día. Disponían de poco espacio, dado que el local se encontraba en una intersección céntrica y concurrida, por lo que tenían que moverse con agilidad e intención. Ese tipo de obras eran mucho más tediosas que las demás, ya que usualmente dependían de que la materia prima llegase a tiempo todos los días y sin falta alguna. Quizás esa eran una de las razones por las que el carpintero no formaba parte del grupo de trabajo. Tokuma tenía una metodología de trabajo diferente, un tanto más organizado. Al hombre le encantaba tener al alcance todo lo que iba a necesitar desde el primer momento, experiencias pasadas le habían forjado una manera de manera de trabajar única. 
 
La sonrisa del pelinegro confundió aún más al hombre. Estaba acostumbrado a la simpatía y el carisma de la clase trabajadora de la aldea. Guerreros, guerreros de verdad, que se despertaban antes de que saliera el sol, alistándose muchas veces sin poder decir adiós a sus seres queridos, otras veces sin pan que comer, para salir a las mismas calles donde aquellos dos machos se encontraban. Guerreros que hacían todo lo posible para asegurar que nadie en casa pasara hambre. Guerreros como su madre, o como él antes de que se rindiera al aparato militar. Esa simpatía, la simpatía de los pobres infelices, podía entender. Aunque quizás, estaba juzgando aquel chico muy pronto — Mi nombre es Tokuma, Tokuma Tanaka. Un placer conocerte Kin. — Su rostro devolvió la sonrisa al militar, claro que tenía que ser un militar, con razón seguía vivo a pesar de su apariencia tan deprimente. Extendió su mano diestra a la par que la sonrisa aparecía en el rostro, Kin iba a poder apreciar cual rustica eran las manos del carpintero, llenas de callos y pequeñas cicatrices, reflejaban años de trabajo arduo en caso de que le devolviera el saludo.
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El Uchiha sonrió y de igual manera que el chico carpintero, levantó su mano y estrechó la mano de Tokuma de manera amable, Mientras lo hacía, Kin pudo sentir en su mano lo rústica que era la mano de Tokuma, pensó que eso se debía a lo que le había dicho anteriormente, se dedicaba a la carpintería.

- Tokuma Tanaka… un gusto, pero… siento algo “extraño” en ti, es como si no fueras un aldeano normal… -

Decía Kin soltando la mano de Tokuma y colocando sus dedos en su barbilla mientras alzaba un poco la mirada y pensaba por unos segundos, luego bajaría la cabeza para mirar de nuevo al carpintero, notando detrás al resto de constructores trabajando en aquella remodelación

- Chakra… sabes que es no?, siento Chakra en ti, eres un Ninja, verdad? -

Como se había dado cuenta?, fácil, el Uchiha estaba utilizando su instinto Ninja, o como aveces le llaman por ahí, su “Presencia” para detectar el Chakra que emanaba de Tokuma, no podía verlo, eso seguro, pero… podía sentirlo. Kin sonrió para después hablar

- A juzgar por tu aspecto, creo que eres mucho más grande que yo, en edad, aunque en estatura también me llevas algunos centímetros, dime… si eres un Ninja, cual fue la edad a la que te graduaste de la Academia?-

Claro, el convertirse en Ninja no solo dependía de acudir a la Academia Shinobi, también se podría llegar a serlo sin acudir a ésta y siendo entrenado por alguien más, pero la Academia era la forma más clásica de llegar a graduarse como Genin, y Kin tenía curiosidad sobre el asunto. Resulta que el Uchiha había tardado unos años más en graduarse, después de todo, no era tan talentoso como sus compañeros de clase, o incluso, sus compañeros del Clan Uchiha.

A Kin no le gustaba compararse con nadie, pero nunca estaba de más el saber la edad de graduación de otros Ninjas en Konohagakure
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