Los rumores podrían ser ciertos, sin embargo, darme una vuelta para comprobarlos era una buena idea. Nada bélico, ningún asalto, simplemente un chico sucio, de ropas sucias de tierra, con un costal lleno de hojas, hierbas y flores que fué recogiendo en su camino.
En la puerta de la aldea, me detuvieron unos momentos, observaron mi saco, me esculcaron las ropas y me hicieron una preguntas.
-¿De donde vienes?- me cuestionaron.
-Del País de la Tierra, acabo de llegar del País del Viento. Estoy vendiendo plantas medicinales para mantenerme, como me enseñó mi abuelo en paz descanse. Vengo a hablar con los botánicos y curanderos para surtirlos y tener una ganancia extra-dije sonriendo tímidamente mientras veía al guardia indirectamente a los ojos, como con miedo.
-Eh, niño, mírame a los ojos al menos-dijo el guardia. Alcé la mirada.
-¿Usted no me va a quitar mis hierbas, verdad?- le pregunté, con los ojos llorosos.
Los guardias se conmovieron. Debieron pensar que en otros lugares me habían quitado mis hierbas medicinales. El guardia que me esculcaba suspiró. El guardia que revisó mi costal, mis hierbas y mis ropas le indicó que estaba limpio, y el que me cuestionaba asintió con la cabeza.
-Vale, pasa niño y no des problemas-dijo el guardia, dejándome pasar.
-Gracias, señor-dije sonriendo, caminando a paso apresurado hacia dentro de la aldea.
Tras lograr pasar los controles, me introduje en la aldea, pasando rápidamente desde el nivel superior hasta el nivel inferior, mezclándome con la multitud de trabajadores que subían y bajaban de los niveles. Buscaría quedarme unos días en los niveles bajos y medio, mezclándome entre los pobladores, indigentes y demás personas, escuchando conversaciones y metiéndome en diferentes lugares donde podría obtener la información que me interesaba.
Definitivamente, había zonas en donde podría obtener dicha información y el paradero de esos ADN que me interesaban. La pascua habría sido un buen momento, pero tardé días en llegar desde Suna hasta Iwa. Debía ser discreto, por ahora, antes de comenzar a planear mi siguiente golpe.
En la puerta de la aldea, me detuvieron unos momentos, observaron mi saco, me esculcaron las ropas y me hicieron una preguntas.
-¿De donde vienes?- me cuestionaron.
-Del País de la Tierra, acabo de llegar del País del Viento. Estoy vendiendo plantas medicinales para mantenerme, como me enseñó mi abuelo en paz descanse. Vengo a hablar con los botánicos y curanderos para surtirlos y tener una ganancia extra-dije sonriendo tímidamente mientras veía al guardia indirectamente a los ojos, como con miedo.
-Eh, niño, mírame a los ojos al menos-dijo el guardia. Alcé la mirada.
-¿Usted no me va a quitar mis hierbas, verdad?- le pregunté, con los ojos llorosos.
Los guardias se conmovieron. Debieron pensar que en otros lugares me habían quitado mis hierbas medicinales. El guardia que me esculcaba suspiró. El guardia que revisó mi costal, mis hierbas y mis ropas le indicó que estaba limpio, y el que me cuestionaba asintió con la cabeza.
-Vale, pasa niño y no des problemas-dijo el guardia, dejándome pasar.
-Gracias, señor-dije sonriendo, caminando a paso apresurado hacia dentro de la aldea.
Tras lograr pasar los controles, me introduje en la aldea, pasando rápidamente desde el nivel superior hasta el nivel inferior, mezclándome con la multitud de trabajadores que subían y bajaban de los niveles. Buscaría quedarme unos días en los niveles bajos y medio, mezclándome entre los pobladores, indigentes y demás personas, escuchando conversaciones y metiéndome en diferentes lugares donde podría obtener la información que me interesaba.
Definitivamente, había zonas en donde podría obtener dicha información y el paradero de esos ADN que me interesaban. La pascua habría sido un buen momento, pero tardé días en llegar desde Suna hasta Iwa. Debía ser discreto, por ahora, antes de comenzar a planear mi siguiente golpe.