Aunque iba en segundo lugar, aún tenía la confianza suficiente para superar a el que iba puntero y llevarse la victoria. Iba a buen ritmo desde que comenzó, pero creía que, si aceleraba el paso, podría tomar la ventaja. Usó más fuerza en sus piernas para usar semejante aceleración, pero esto fue una grave equivocación. Por un segundo, un mísero segundo, tambaleó un poco, movió la cabeza de una forma que no debió y el huevo se cayó de la cuchara, destruyéndose en el piso. De inmediato el mundo se le vino encima a Samuru, ya no tenía demasiada confianza con volver a tener chances de alzarse con victorioso. Sin embargo, no quiso rendirse. Se mordió con rabia el labio inferior y corrió a toda velocidad para regresar al inicio.
— Por favor, denme otro huevo. No puedo perder el tiempo. — Se le fue entregado y nuevamente lo colocó en la cuchara, mientras que esta era sujetada por sus dientes. Entró a la pista y comenzó a acelerar. De hecho, incluso fue con más velocidad que al principio. Ahí quiso ser mesurado, precavido, no arriesgarse a fallar y que su primer objetivo sea llegar a la meta en algún momento. Esta vez no era así. Solo había tres participantes y quedar tercero no era algo que quería aceptar.
El público comenzó a animarlo más que antes. Les gustó la determinación que vieron en el muchacho de cabellos azules quien, en vez de simplemente ver imposible el ganar y retirarse, no perdió tiempo y retomó la carrera. Aunque no tenía mucho tiempo, sabía que debía ir paso a paso. Lo primero era alcanzar y superar al vigente campeón. Quedar segundo era mejor que tercero, aunque no se conformaría. Quería llegar primero y coronarse como triunfador, pero si no se podía, al menos debía quedarse con un humilde premio de consuelo.
— Atentos, porque de atrás pica el indio.