[Autonarrada - C] Ojos tras la niebla
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Nunca había sido una mujer que le gustase demasiado los rumores, especialmente porque solían ir acompañado de verdades en la mayoría de los casos. Todo rumor tenía una base, un detalle que era real y del cual partía el resto de las teorías que pudieran generarse a raíz, generando esos rumores. Si le estaban enviando en aquella ocasión hacia un rumor debía ser porque algo de certeza debían tener que realmente ocurría aunque fuera un mínimo de nivel de amenaza. Tampoco es que fuera a oponerse a los mandatos del Imperio, de esas misiones enviadas o ni siquiera negaría la curiosidad que sentía siempre por descubrir qué podría estar pasando que pudiera haber algún yokai. — Así será. — Respondió en el momento que fue entregada el papiro con la misión, donde vendría la localización. Tuvo la suerte, y ventaja, que no hacía mucho había estado en una aldea cercana respecto a un monstruo del lago, así que ciertamente le pillaba de camino para volver a la ciudad principal, tomando tan solo una pequeña desviación por la costa.

Esta vez fue corriendo, o trató de desplazarse lo más rápido que pudo en los momentos que viajaba, tomando descansos para recuperarse y comer. Se puso a estudiar las zonas del entorno en busca de presencia de yokais, cosa que no tuvo resultado aparente porque no vio ni presintió nada. Si bien era cierto que podía seguir habiendo, no es que estuvieran a rango de vista o se quedasen sin mostrarse, porque no todos los yokais eran malos ni todos eran especialmente buenos. Las travesuras podían seguir dándose, especialmente cuando los deseos y personalidades podían variar tanto entre todos ellos. Este camino además le servía para tratar de pensar en todos los tipos de yokais que se había enfrentado hasta el momento, que tampoco era tantos como hubiera podido ser de seguir su familia en vida porque podría haberse centrado más en aquel ámbito que en el de resolver asuntos como genin. ¿Y por qé pensaba en ello? Porque precisamente eso era lo que le iba a servir de experiencia para tratar de ir averiguando a lo que podría enfrentarse en cuanto llegase. 

Llegó finalmente a la aldea tras unas horas de viajar desde la última en la que estuvo, la niebla era tan presente como en muchos otras e incluso la ciudad, tan solo que esta niebla se sentía especialmente acompañada. Al principio, poco pudo divisar. Una vez llegó, se encontró con algunos que hacían la función de guardianes, quienes buscaría fuera sus primeras fuentes de información. — Muy buenas, he venido a atender los asuntos que anda afligiendo a la aldea, ¿tienen alguna información que pueda ser de ayuda? — Los guardias se miraron entre sí en un intento mental de saber qué decisión tomar y miraron a la Onmyoji. — Enseña la asignación. — Dijo uno de ellos, a lo que la mujer acabaría por mostrarle el papiro y demostró que tenía el sello correspondiente de ser la encargada. — Ya veo... han venido varios curiosos haciéndose pasar por los que iban a ayudar y han... desaparecido. — Pero eso a los oídos de la pelivioleta podrían haber sido simplemente cotillas que se marcharon para no volver. — ¿Estás segura de estar preparada para algo que no ... ? — La Onmyoji le paró con la mano, para se detuviera de hablar en aquella ocasión y asentir. — No se preocupen, yo me encargo, solo díganme toda la información que tengan... — Comenzaron entonces a contarle que por la parte más al norte de la costa habían comenzado a desaparecerle a los pescadores sus cañas y algunos cuchillos, quedando la aldea más indefensa al no ser una muy grande, y más tarde le guiaron hacia uno de los aldeanos para que le siguiera contando.

Tras hablar con el aldeano, descubrió que había ciertas personas, o lo que creyeron persona, que se ocultaban en la niebla demasiado bien, unos ojos que daban miedo, pero que nadie sabía mucho más que el estar asustados por las cosas extrañas que comenzaban a pasar. 

Esto obligó a que la joven Onmyoji se adentrara al lugar donde más sucesos extraños se dieron, la desaparición de objetos, para comenzar a ver aquellos ojos entre la niebla, hasta que finalmente salió de ella, dando a la costa, y se percató que había una cantidad de al menos unos cinco korobukuru sujetando sus hojas por encima de su cabeza con una caña de pescar cada uno de ellos. Poco a poco, la imagen de lo que ocurría se hacía más grande. — No pensé en encontrarme con vosotros — Se cruzó de brazos, viéndose cada vez más rodeada por ellos. — ¡Fuera de nuestras tierras! ¡Estás lejos de tu aldea! — Gritó uno con voz chillona, pero eran pequeños, pero no quitaba pudieran hacer algo, pero... ¿Contra ella? — No devolveremos nada, ¡denos nuestros pescados! — Y de fondo comenzaron a llegar a unos yokais que habían tomado la forma de objetos abandonados, pero que no llegaron muy lejos. — Veo que también tenéis amigos... ¿Estáis coleccionando amistades o los objetos en sí? — Los korobukurus entonces se miraron entre sí. — Espera, ¿no te damos miedo? ¡Vete! — Aparecieron entonces los cuchillos robados, o eso pudo intuir, poseídos. — Solo escúchenme el pueblo no quiere robar vuestro territorio, solo se están protegiendo porque tienen miedo de vosotros... ellos no os ven como yo.

Así fue durante un rato, teniendo que negociar los términos en los que iban a quedar finalmente. Los rumores eran al final ciertos, pero no tan peligrosos del todo para ella, por suerte... los korobukurus tenían claro lo que querían y el pueblo no quería más problemas, por ello acabó llegando a un acuerdo entre ambos para que pudieran convivir: compartiendo las costas y los peces cada cierto periodo para trabajar juntos en la defensa y sustento de las dos agrupaciones, tanto yokais como aldeanos. Puede que no se vieran los unos a los otros, pero aquellas ofrendas temporales ayudarían a que los yokais finalmente cedieran parte de su terreno y seguir haciendo su vida de manera pacífica, solucionando los problemas.
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Misión Finalizada
Recompensa


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