Reencuentro [priv.Kurosame]
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Issei caminaba por las calles adoquinadas de Kirigakure, con San, Shi y Yon correteando a su alrededor. El sol se filtraba entre las nubes, iluminando levemente la oscura ciudad. San, con su cabello castaño ondeando detrás de ella, reía alegremente mientras saltaba de un lado a otro, buscando aventuras en cada esquina. Shi caminaba a su lado, con paso tranquilo y sereno, observando el mundo con ojos curiosos y contemplativos. Yon, por otro lado, corría adelante con un entusiasmo contagioso, explorando cada rincón del camino con energía desbordante.

Al llegar al parque, los niños se dispersaron en todas direcciones, ansiosos por explorar el terreno. San se subió a los columpios, balanceándose con gracia mientras cantaba una canción que ella misma había compuesto. Shi se sentó en un banco cercano, observando con calma a su hermana mientras se perdía en sus propios pensamientos. Yon, por su parte, trepó a un árbol cercano, lanzando gritos de emoción mientras se balanceaba de rama en rama como un mono travieso.

El Chuunin los observaba con una mezcla de orgullo y nostalgia. Ver a sus hijos tan llenos de vida y alegría le recordaba los momentos felices que habían compartido juntos, pero también lo hacía consciente de lo mucho que habían cambiado las cosas. La risa de San lo transportaba de vuelta a los días en que él mismo era un niño, lleno de sueños y fantasías. La tranquilidad de Shi le recordaba la sabiduría que había encontrado en los momentos de silencio y contemplación. Y la energía de Yon lo llevaba de vuelta a las aventuras salvajes y emocionantes de su juventud.

Mientras los niños corrían y jugaban, Issei notó a Shi sentado en un banco apartado del parque, sumido en sus pensamientos. Se acercó con pasos tranquilos, observando cómo su hijo parecía absorto en algún mundo interior. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, se sentó a su lado y le dirigió una suave sonrisa.

¿Qué piensas, Shi? —preguntó Issei, con un tono cálido y lleno de curiosidad.

Shi levantó la mirada hacia su padre, sus ojos oscuros brillaban con una chispa de curiosidad.

Estoy pensando en cómo construir el castillo de arena perfecto —respondió Shi con calma, su voz era suave y serena, como si estuviera compartiendo un secreto—. Uno lo suficientemente grande para que todos podamos jugar juntos.

La respuesta de Shi hizo que Issei sintiera un profundo amor y admiración por la imaginación y el deseo de su hijo de crear momentos de unión familiar.

Eres todo un arquitecto, ¿eh? — comentó con una risa suave, mientras pasaba un brazo alrededor de los hombros del pequeño peliblanco—. Crear un castillo de arena suena como una gran aventura. ¿Por dónde empezamos?

San

Shi

Yon
[Imagen: Picsart-24-05-21-23-42-52-195.jpg]
Pasivas
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Kurosame rara vez se cruzaba con compañeros del pasado. Si acaso, casi ninguno permanecía vivo y aquellos con fortuna se habrían separado de la Niebla desde la nueva dictadura imperial. Kurosame, en cambio, quedaría y la apoyaría, casi más por obediencia que convicción. Tan solo pensaba que este era el camino que la Niebla necesitaba para progresar, y Kurosame no podía verlo de otro modo - hasta que todo cambiaría un día en la playa.

Aún así, rara vez podía considerar que tenía aliados. Conexiones importantes, sí, pero aliados o amigos, era difícil de contemplar. Aún así, se dice que sobrevivir en tiempos de guerra crea lazos que nunca se rompen, y tal era el caso de cuando el tiburón era siquiera un renacuajo ingenuo en el país del Rayo.

¿Issei? Lo reconocería a lo lejos mientras andaba por el parque, preso de sus pensamientos. No lo reconocería de inmediato ya que no lo vería de hacía más de una década, en un mundo totalmente distinto.

Se acercaría ante la figura de su viejo amigo, si es que ése realmente era él. O si seguían siendo amigos. Y notaría tres figuras más pequeñas junto a él, niños. Lo escucharía a lo lejos hablando de castillos de arena, y si bien la voz era un poco diferente, podía reconocerla inmediatamente. Era él.

Casi por reflejo decidiría apartarse e irse, si bien la curiosidad lo atrapaba, ver a su compañero jugando con sus tres criaturitas lo detenía un poco. Pero como si tuviese que enfrentar la realidad y consecuencia de sus acciones, no podía permitirse escapar.

Hola, Issei. Diría, serio. Sin saber cómo su antiguo amigo y compañero de guerra reaccionaría.
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Issei estaba a punto de levantarse para ayudar a Shi con su proyecto de castillo de arena cuando su atención fue captada por la figura de piel azul que se acercaba a lo lejos. Un escalofrío recorrió su espalda al reconocer vagamente el aspecto del hombre, que recordaba a la ferocidad de un tiburón. Shi, notando la tensión en su padre, se escondió ligeramente detrás de él, temblando ligeramente pero con la curiosidad brillando en sus ojos.

¿Qué ocurre, papá? —preguntó Shi con voz temblorosa, asomando la cabeza por detrás de Issei.

El espadachín se quedó pensativo por un momento, observando al hombre tiburón que se acercaba. Algo en su memoria se agitó, trayendo consigo imágenes borrosas de batallas pasadas y el aroma de sangre y sudor en el campo de batalla. Entonces, como un destello, recordó el rostro de Kurosame, un antiguo compañero de lucha de la guerra que había quedado grabado en su mente.

La presencia de Kurosame despertó una mezcla de emociones en Issei: la nostalgia de tiempos pasados, el peso de las batallas que habían librado juntos y una pizca de incertidumbre sobre su encuentro inminente. Pero sobre todo, había una sensación de precaución, una alerta silenciosa que le decía que las cosas quizá no eran lo que parecían.

Es solo un viejo conocido, Shi —respondió al peliblanco, tratando de mantener su voz tranquila a pesar de la incomodidad que sentía—. No te preocupes, ¿de acuerdo? Estaremos bien.

Aunque intentaba tranquilizar a Shi, no podía evitar sentir una inquietud creciente en su interior. A medida que el Hoshigaki se acercaba, las sombras del pasado se alzaban en su mente, recordándole que la paz era frágil y que los fantasmas de la guerra nunca estaban demasiado lejos.

Cuando el hombre le saludó, aquello confirmó que se trataba de quien pensaba. Su presencia era mucho más imponente que hacía años, reflejando su madurez y el transcurso de los años sirviendo al imperio. Sin embargo, la incomodidad inicial dio paso a una ligera sensación de alivio. Pese a todo, siempre era un alivio ver con vida a un viejo compañero, ya que las vidas de los shinobis tendían a ser muy efímeras.

Kurosame... ─murmuró al principio en una mezcla de sorpresa y disimulada emoción. Aunque al final, no pudo evitar esbozar una leve sonrisa de medio lado mientras extendía su mano para estrechar la del Hoshigaki─. Es un gusto volver a verte, viejo amigo. ¿Qué te trae por estos lares?
[Imagen: Picsart-24-05-21-23-42-52-195.jpg]
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