[Autonarrada D] De compras para la fiesta
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El sol apenas podía deslumbrarse entre la espesa neblina, pero como habitante de la aldea desde pequeño, él ya podía identificar que había comenzado el día. No hizo falta abrir los ojos, ni esforzarse demasiado por despertarse, la noche anterior (cómo tantas otras) le había costado demasiado dormir. Siempre que cerraba los ojos, volvía una y otra vez su pesadilla recurrente.

Su madre lo llamó. Cómo si todavía lo necesitará. Ya sabía lo que tenía que hacer, pero creía que aveces ella actuaba demasiado sobreprotectora sobre sí. Una de sus teorías era que eso pasaba por el desapego que había sufrido hace tiempo, al salir de su país natal y estar ahora segura, pero sin el cariño del Sol del país del Fuego sobre su cabeza. Quizás lo único que le recordará a su familia realmente fueran los ojos morados de Nintai.

No le importaba demasiado, de hecho pensaba en comenzar a trabajar para poder conseguir dinero suficiente para irse a vivir solo. De solo imaginar el desastre que tendría ese departamento, su madre solía quejarse. Daba igual. Nintai no era de las personas que escuchaban a otras personas. Más bien iba a su propio ritmo, relajado y desentendido de cosas "sin importancia" cómo el orden y la limpieza.

Estaba quizás demasiado acostumbrado a levantarse y que una tostada justo a un té lo recibieran en la mesa, esas cosas no pasarían muy seguido si terminaba por decidir vivir en solitario. Agarro la tostada y saludó con desganas. - Hoy tengo mi primera misión. - comentó al aire. Sus padres lo oyeron y le festejaron la iniciativa, pero no pareció en absoluto escuchar sus devoluciones de cariño y buenas vibras. Mientras tenía la tostada en la boca, apurado recuperó su cuaderno donde le gustaba anotar todas las cosas que le llamaban la atención. Había quedado debajo de su cama, puesto que antes de dormir había anotado la posición de 3 arañas que descansaban en su cuarto. Eso no le sumaba en nada, pero simplemente por TOC no podía dejar de hacerlo. Estar en todos esos detalles innecesarios.

Este primer trabajo era algo simple. Tenía que ayudar a unos ancianos a realizar unas compras, no le llevaría más que mediodía. O eso esperaba.

La casa de los ancianos quedaba a unos 600 metros de su hogar. Salió a la calle principal y camino, con las manos en los bolsillos y unas ojeras que casi tocaban el piso, bostezaba despreocupado mientras avanzaba. Iba en contramano, el resto de las personas caminaban hacía el lado contrario, dirigiéndose a la zona comercial a abrir sus locales, pero él se adentraba más en el área residencial, antes de ir a comprar, necesitaba conocer con detalle la lista de compras. Una ardilla paso por delante de él y captó su limitada atención. La siguió con los ojos hasta ver como subía a la copa de un árbol y parecía alimentarse con tranquilidad, también observando a los transeúntes despreocupada. Alguien lo chocó. Un señor regordete y con lentes pareció no verlo y lo empujo, Nintai no era reconocible por su portento físico así que dio dos pasitos hacía atrás para no caer de espalda al piso. El señor lo miro con desganas, echando con su mirada la culpa del accidente al muchacho, pero Nintai apenas reaccionó.

Ya se había distraído demasiado, si quería evitar que esta tarea le lleve demasiado tiempo, tenía que avanzar con decisión, así que se reincorporo a la calle retomando el camino a su destino. 

Encontró la casa de los ancianos. No era la gran cosa. En general ninguna de las casas de la aldea era famosa por su ostentación, tocó en la puerta tres veces y espero ser atendido. La ventana estaba un poco abierta y se escuchaban a varias personas discutiendo algo dentro, pero Nintai, cómo nos tiene acostumbrado, no prestó demasiada atención a la discusión.
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Le abrieron la puerta con desganas, la dejaron ahí y ni siquiera se tomaron la molestia de recibirlo. La casa era un caos, algo evidente y de cierta manera obvia por la festividad que se acercaba al anochecer. Le llamo la atención que quién le abriera la puerta habría sido un infante de apenas 10 años, que quizás pensaba que estaría recibiendo a otro familiar que veía una vez cada 4 años solo para estas fiestas donde se invita a la gente sin ganas, pero por compromiso.

Nintai entro con cautela. Su deseo era hacer su trabajo, cobrar lo justo y retirarse, pero apenas ingreso a la casa sus ojos se llenaron de elementos de los cuales tomar nota. Desde artefactos viejos de guerra, hasta bandanas de otras aldeas, fotos de la vida de esas personas, olor a comida para la fiesta, botellas de vino y gaseosas acumuladas en el piso y en la sala, unas 6 personas discutiendo y trabajando al mismo tiempo en lo que parecían ser elementos de decoración. Para sus adentro se cuestionó si era necesario llamarlo a él para hacer las compras teniendo a tanto familiar disponible en las preparaciones, pero no expuso sus quejas sabiendo que esta tarea simple le llenaría el bolsillo por una semana para alguien con sus acotados gastos.

Nadie parecio haberse dado cuenta que había entrado, así que se dirigió a la sala y hablo, primero en voz muy baja, deteniéndose en el papel de color blanco que se había caído al suelo y contenía un mensaje amoroso de conocidos de los novios. - Buenos días yo... - No se molestó en seguir, puesto que nadie le prestaba atención. - Yo... vengo de parte de... - levanto un poco la vista y una señora mayor, sentada en uno de los sillones reparo en que ese muchachito no era ninguno de los nietos que recordaba (a veces) y mando a callar al resto con un grito. - Silencio! Es el muchachito que mando la aldea para los deberes. - comentó, a cualquier otro quizás le hubiera molestado que lo llame muchachito pero la verdad no le enojaba demasiado. - ¿Cómo se llama señor? - replicó, esperando conocer el nombre su ninja asignado. - Nintai. - Respondió seco, posiblemente se dieran cuenta de que no era un chico de muchas relaciones interpersonales.

Dio un par de ordenes a sus nietos reales sentada desde el sillón y mando a traer una lista de compras. Había varias cosas, carnes, verduras y cosas de la panadería. - Ahí tiene en detalle las cosas que debe comprar, las cantidades, incluso los lugares. Le pido que trate la materia prima con cuidado. - La señora había pasado de decirle muchachito a hablar con distancia, posiblemente porque entendía que aquel enclenque si tenía una banda ninja, debería ser considerado como tal. - Esta bien, no me tardo. - Saludo Nintai y se dio vuelta, lista en mano hacía la calle a buscar la mercadería. 

Cuando se estaba yendo, escuchó quejarse a alguien. Parecía que el hombre de la fiesta se había ido de la casa sin avisar temprano. - Siempre hace lo mismo. Desaparece en los momentos más complicados. - Se quejaban, Nintai en su retirada reparo en un cuadro que tenía dos protagonistas, la señora con la que había conversado y el señor que lo había chocado hace algunos minutos. Ahora que se paraba a pensar, ese hombre no se veía muy a gusto. Iba a darse vuelta y comentar que acababa de chocar con él, pero cuando se quiso dar cuenta ya todos estaban de nuevo navegando en sus propios problemas, todos parecían haber olvidado al hombre regordete y al ninja.

Se reincorporo a la calle, esta vez en camino a la zona comercial.
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Entre una cosa y otra, los minutos fueron pasando. Para cuando llegará a la zona comercial, con la paciencia que lo identificaba y el sueño que solía portar a sus espaldas, ya eran alrededor de las 10 de la mañana. Una hora bastante pico, los comercios se encontraban repletos. Demasiada gente para su gusto, a diestra y siniestra, muchas madres con niños pequeños, algunos ancianos renegando por el precio de un zapallo y algún que otro niño travieso amante de lo ajeno que robaba una fruta cuando nadie le prestaba atención.

Se detuvo en medio de la calle e intentó concentrarse. Busco en su bolsillo el papelito con la lista de cosas a comprar. 

No lo encontró.

Un poco de tensión. Repaso en su cabeza donde creyó que lo había guardado. Volvió a revisar su bolsillo, sin obtener un resultado diferente. Al parecer había perdido la lista. Se giro sobre sus pasos para buscarla, cuando la encontró tirada en el piso. Se arrojó al suelo, entre algunas pares de piernas que andaban por allí y lo obtuvo casi al mismo tiempo que un señor regordete con lentes levantaba el papelito. - Puf, reconocería esta letra en cualquier lugar. Más de casi 50 años de casados. - Sentenció y Nintai repaso su apariencia en un instante. Claramente era dos cosas: el hombre que lo había chocado más temprano y el hombre que lo había contratado para hacer las compras. - Toma muchacho, no quiero arruinar tu trabajo. - Le dijo y le estiró la mano para devolver el papel, Nintai asintió y lo tomó. - Gracias, sigo con lo mio. - comentó y estaba dispuesto a marcharse cuando el hombre siguió hablando. - Es díficil ser viejo. Ya ni siquiera te creen capaz de realizar unas compras sin perderte o sin equivocarte de local. Todo el resto del mundo se cree mejor solo por tener algunos añitos menos... - Nintai no terminaba de comprender a que se refería, pero si entendia que se estaba quejando de como lo trataba su familia. - Parecían buenos. - acotó, pensaba que una frase cortante daría por terminada la conversación y podría terminar más rápido sus tareas.

-No me mal interpretes, si que lo son. Solo que no me respetan como me hubiese gustado después de jugarme tanto la vida por que ellos vivieran mejor. - refunfuño y camino a la altura de Nintai. - Si no te molesta pasar la mañana con un viejo cascarabia, podemos hacer las compras juntos. - lo invitó a socializar, cosa que no se le daba muy bien. - Quizás lo haga más... - le estaba por responder para cortarlo y seguir solo cuando una cicatriz en su muñeca le llamo la atención, cortante desde la muñeca hasta el antebrazo, posiblemente dejando sin demasiada utilidad el miembro. - Cuando uno es ninja algunos años, el cuerpo paga. Aveces pienso que hubiera sido mejor morir joven y viril en alguna misión importante. - se dio cuenta de que Nintai había reparado en su herida. - Seguro puede ser de ayuda con alguna bolsa.  - le replicó y se dio vuelta, esperando que lo siguiera, había sido más bueno de lo que normalmente era con las personas, pero seguro el anciano tenía alguna buena historia para contarle.

Primero pasaron por la carnicería. Un señor flaco y largo cortó con gracia el cerdo tal cuál como la señora lo compraba en ocasiones especiales, mientras trabajaba, intercambiaba algunas palabras con el señor, parecía que este habría conocido a su padre que también habría atendido el local años antes y le comentaba alguna anécdota a la que el carnicero apenas prestó atención, posiblemente, tampoco era la primera vez que lo escuchaba. Le dio la mercadería en dos bolsas grandes, Nintai abono lo pactado y siguieron camino hacía  la verdulería. - Su padre si me escuchaba, eramos buenos amigos. Se suicido hace algún tiempo, algunas cosas que vimos no lo dejaban dormir por las noches. - si supiera lo poco que dormía Nintai por culpa de las pesadillas... algo que se podía observar con facilidad por sus ojeras. - Veo que tú tampoco duermes tanto muchacho, debería buscar alguna forma de corregir eso para estar más atento en tu día a día. - quería darle un consejo, pero no comprendía todos los problemas que tenía el jovencito en su cabeza. - Supongo que es mejor aprender a convivir con los demonios. - dijo al pasar. Al anciano le parecio tan raro el comentario, que prefirió no decir nada más.

El paso por la panadería y la verdulería paso sin mayor sobresalto, al cabo de una hora los dos iban repleto de bolsas en la mano de camino a la casa donde se llevaría a cabo la fiesta. Desde la esquina si uno prestaba atención ya se podía escuchar las discusiones banales sobre la posición de la mesa o cuanto condimento era suficiente para que la receta saliera bien. Se acercaron los dos y dos jovenes salieron a recibir al hombre y agarrar las bolsas que llevabas. - Si seras cabeza dura, no tenes que hace esfuerzo físico viejo. - le comentaba uno de ellos, que Nintai entendía era un nieto suyo, el otro muchacho agarro las bolsas del ninja y llevaron todo a la cocina. El anciano se dio la vuelta para despedirse de Nintai, pero este ya estaba dandose la vuelta para regresar. - ¡Muchacho! Estás invitado hoy si quieres pasar a comer algo o si te cuesta dormir por las noches, eres joven pero un poquito de sake podría ser una opción, jeje. - la invitación sonaría decente para cualquiera, menos para el Kurama que prefería simplemente volver a su casa a descansar. Había hablado demasiado en relación a lo que estaba acostumbrado.
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Misión Finalizada

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