Mercado Central
El sol bañaba mis blancos cabellos emitiendo unos reflejos brillantes y luminosos. Era agradable sentir el calor del astro rey en la piel para variar, esos típicos días que aunque fuera Febrero me dieron ganas de ir con ropa un poco más primaveral, sin tantas capas de ropa, precisamente para disfrutar de la luz que todo lo ilumina, en el día de hoy que la niebla no se hacia presente.
Aunque esa agradable sensación solo la tuve al principio la verdad. En las primeras horas de la mañana que aun contábamos con un poco de viento fresco matinal el sol era como una bendición. Pero ahora que el sol estaba en todo lo alto, tras muchas horas expuesta a él, me empezaba a encontrar sudando y algo cansada la verdad. Podía ser Febrero pero no hay que olvidar que Kirigakure se encuentra en la costa con lo que no es una región tan fría como otras si la niebla no era presente y por contra tenemos muchísima humedad, lo cual causaba que el calor fuera muy húmedo, se te pegara a la piel haciéndote sudar más y deshidratándote un poco. Evidentemente no era verano, si fuera así si que en apogeo del sol seria muy molesto e incluso peligroso para algunas personas estar muy expuestas al sol. Era Febrero, por lo cual aunque me encontraba sudando y algo incomoda no era algo intolerable o que me causara una fuerte deshidratación.
Todavía tenía que permanecer vigilando las inmediaciones del mercado un par de horas más. Lo cual me gustaba, porque significaba que seria relevada de mi puesto cuando el sol empezara a bajar, pero aun no se habría ido del todo. Con lo cual seria posible acabar de disfrutar de aquel hermoso día con alguna sesión de compras o simplemente ir a una de las múltiples cafeterías o tabernas de la aldea, las cuales hoy tenían las terrazas exteriores rebosantes. Lo que en ese momento pensé, es que igual seria un poco difícil conseguir un sitio tranquilo tras el trabajo, dado que todo el mundo estaba aprovechando el buen día y las calles se encontraban más ajetreadas que nunca.
No obstante, el bullicio de las calles era lo que hacía que hoy estuviera aquí. La aldea de Kirigakure evidentemente siempre cuenta con unas patrullas que tienen sus turnos y rutas para controlar el perímetro exterior de la aldea, pero tambien el interior. No todas las amenazas para la gente tienen porque venir del exterior. Tarde o temprano a todos los ninja de la aldea nos tocaba realizar algún turno en las patrullas de la ciudad, ya fuera como ninjas públicamente o vestidos de civiles actuando de paisano. Aunque en días como hoy que con todo el estrés y congoja del invierno brillaba el sol por primera vez como un atisbo de la llegada de la primavera, a todo el mundo le nacía en el alma salir a dar una vuelta por la ciudad. Lo que generaba una afluencia de gente mucho mayor a la habitual, aumentando las posibilidades de hacer ataques muy dañinos entre la población o de ocultarse entre ella para perpetrar algún crimen. Por eso se requerían de shinobis adicionales para las patrullas, sino era imposible que los grupos normales dieran abasto.
Aunque para mí por lo menos la mañana había procedido de forma bastante tranquila. No vi nada anormal ni fuera de lugar. Pero no debía confiarme, cuando uno se relaja es cuando ocurren los accidentes y era mejor estar alerta. Pero si que era una realidad que el 90% de las veces que se realiza una patrulla, no ocurre absolutamente nada y todo procede con normalidad, seguramente aun es mayor el porcentaje. Pero nuestro trabajo consiste en estar ahí en ese 10% de las situaciones. Así como ser un faro que daba sensación de seguridad a la gente, al mismo tiempo que un elemento disuasorio para los maleantes y criminales que acecharan entre las sombras.
Pero dejando mis paranoias a parte, como era de esperar el día procedió con normalidad. Al fin y al cabo era un día ajetreado pero no es como si fuera un Black Friday en los que la gente se mata por las ofertas y se torna todo más peligroso. Así que simplemente terminaría mi jornada laboral y me iría a buscar algún sitio que sirviera té con mochis en una terraza.