Nuestra peculiar competición cosechó un gran número de miradas. Unas divertidas, otras de incredulidad, como era el caso del camarero que seguía sirviendo la mesa, y otras tantas de desaprobación y enojo. A mi vera ya tenía varios platos completamente vacíos y todavía planeaba sumar alguno más a la pequeña montaña de vajilla que empezaba a montar. La camiseta ya estaba salpicada aquí y allá con las diferentes salsas y licor, así como de algún trozo de comida que se había escapado de la boca al masticar por las prisas.
-¡Eh! No. Creo que no me he explicado bien. La casa en la que vivo era de un viejo Hyuga, pero jamás llegué a vivir con él. Únicamante con mi hermana. Por lo que sé de él era un vejete encantador, con una tienda de bonsais en la zona comercial y que ya siendo octogenario decidió ser gennin de la Hoja. Todo eso ocurrió años antes de la guerra – comenté con total naturalidad. Tratar el tema como tabú, como muchos pretendían hacer, me resultaba estúpida. Si para mí, una infante cuando ocurrió había sido real, los más mayores no podían haberla olvidado y hacer como si jamás hubiera pasado. Por lo que sabía había marcado un antes y un después.
Comencé a comer algo más despacio puesto que la comida ya empezaba a escasear. Miré de reojo al dibujo que había estado haciendo de manera instintiva y no eran más que un montón de garabatos casi sin sentido. Si uno quería e intentaba ver algo quizás podía llegar a encontrar algún mensaje oculto fruto de la imaginación, del mismo modo que los niños, y no tan niños, podían ver animales y todo tipo de escenas dibujadas en las nubes del cielo.
-Sí, deberíamos – respondí a su invitación – Sería muy divertido hacer la ronda, para variar… - añadí. La idea de tener una amistad con ella me agradaba sobremanera. Desterré los pensamientos lujuriosos una vez más y les di la espalda para no volver a tenerlos, al menos por el momento – ¡Y será genial tenerte como amiga! ¿Qué quieres de postre? Seguro que conoces el mejor del lugar – concluí guiñándole el ojo derecho.
-¡Eh! No. Creo que no me he explicado bien. La casa en la que vivo era de un viejo Hyuga, pero jamás llegué a vivir con él. Únicamante con mi hermana. Por lo que sé de él era un vejete encantador, con una tienda de bonsais en la zona comercial y que ya siendo octogenario decidió ser gennin de la Hoja. Todo eso ocurrió años antes de la guerra – comenté con total naturalidad. Tratar el tema como tabú, como muchos pretendían hacer, me resultaba estúpida. Si para mí, una infante cuando ocurrió había sido real, los más mayores no podían haberla olvidado y hacer como si jamás hubiera pasado. Por lo que sabía había marcado un antes y un después.
Comencé a comer algo más despacio puesto que la comida ya empezaba a escasear. Miré de reojo al dibujo que había estado haciendo de manera instintiva y no eran más que un montón de garabatos casi sin sentido. Si uno quería e intentaba ver algo quizás podía llegar a encontrar algún mensaje oculto fruto de la imaginación, del mismo modo que los niños, y no tan niños, podían ver animales y todo tipo de escenas dibujadas en las nubes del cielo.
-Sí, deberíamos – respondí a su invitación – Sería muy divertido hacer la ronda, para variar… - añadí. La idea de tener una amistad con ella me agradaba sobremanera. Desterré los pensamientos lujuriosos una vez más y les di la espalda para no volver a tenerlos, al menos por el momento – ¡Y será genial tenerte como amiga! ¿Qué quieres de postre? Seguro que conoces el mejor del lugar – concluí guiñándole el ojo derecho.
Narro ~ Hablo ~ Pienso