Una babosa pequeña de unos cincuenta centímetros aparecería y haría acto de presencia, para sorpresa de mis ojos que se abrirían en grandes círculos. Pocas veces había presenciado una invocación tan cerca, me apetecía preguntarle muchas cosas, tocarla para ver su aterciopelado y pegajoso tacto, pero la invocación se quejaría en gran medida y no hablaría con un humor de tener muchos amigas y desaparecería recriminándole a la médica el que estuviera bebiendo. – Que carácter, sin duda – Expresaría sonriendo. Estaba agradecida por su actuación y por ver como se había abierto. Ahora era mi turno de abrirme un poco más. La rubia preguntaría acerca de mi capacidad para dejar a todo el bar esperando a mi huida. Podía mentirle, decirle que simplemente había tenido suerte, que simplemente me habían dejado salir por miedo a que tuviera la misma fuerza que la rubia, pero no era justo, no era justo para ella y tampoco para mí, pues si queríamos afianzar una amistad como la que parecía estar creándose, debía ser sincera.
Suspiré, preparada para hablar de ello. – Tengo una habilidad un tanto… especial… digamos que mis cuerdas vocales están tan bañadas en chakra que puedo hacer técnicas basadas en sonido, ya sea con gritos, dulces melodías… tengo una voz que puede resultar melodiosamente alegre o tu peor pesadilla, dependiendo de lo que quiera hacer – Expresaría. Carraspeé la voz y en apenas un segundo entonaría una melodía en voz baja, tranquila, una nana que mi madre me cantaba de pequeña. Así mismo, Bisha podría notar como si sus fuerzas aumentaran por un momento y dicho aumento le diera la fuerza para mover una montaña entera. Alegría y a la vez estupefacción, pues seguramente la médica no habría sentido eso nunca.