La vieja brisa del roble
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Un pequeño sentimiento de compasión se clavaría en mi corazón al tiempo que la rubia me continuaría explicando su vida. – La soledad a veces es muy complicada de llevar, pero no tienes que estar más sola, Bisha, aquí tienes una amiga – Expresaría con una ligera sonrisa que achinaría mis ojos. Tras aquello comenzaría mi historia. Me incomodaba un poco mostrarme vulnerable, me daba un poco de nuevo hasta el punto en que no sabía si confiar cien por cien en alguien que había conocido hoy. La oscuridad muchas veces hacía lo posible para engullirnos y nosotros debíamos aprender a salir adelante como buenamente podíamos, por eso entre otras cosas admiraba a la médica, al menos por lo que me había contado. Cuando hubiera expresado mi historia y hubiera danzado con mis habilidades, mostrándole aquella sanguijuela que desaparecería, Bisha hizo lo propio y utilizando una técnica que conocía bien a pesar de no haber dado sus frutos en el momento que se me hubiera ofrecido un Pacto.

Una babosa pequeña de unos cincuenta centímetros aparecería y haría acto de presencia, para sorpresa de mis ojos que se abrirían en grandes círculos. Pocas veces había presenciado una invocación tan cerca, me apetecía preguntarle muchas cosas, tocarla para ver su aterciopelado y pegajoso tacto, pero la invocación se quejaría en gran medida y no hablaría con un humor de tener muchos amigas y desaparecería recriminándole a la médica el que estuviera bebiendo. – Que carácter, sin duda – Expresaría sonriendo. Estaba agradecida por su actuación y por ver como se había abierto. Ahora era mi turno de abrirme un poco más. La rubia preguntaría acerca de mi capacidad para dejar a todo el bar esperando a mi huida. Podía mentirle, decirle que simplemente había tenido suerte, que simplemente me habían dejado salir por miedo a que tuviera la misma fuerza que la rubia, pero no era justo, no era justo para ella y tampoco para mí, pues si queríamos afianzar una amistad como la que parecía estar creándose, debía ser sincera.

Suspiré, preparada para hablar de ello. – Tengo una habilidad un tanto… especial… digamos que mis cuerdas vocales están tan bañadas en chakra que puedo hacer técnicas basadas en sonido, ya sea con gritos, dulces melodías… tengo una voz que puede resultar melodiosamente alegre o tu peor pesadilla, dependiendo de lo que quiera hacer – Expresaría. Carraspeé la voz y en apenas un segundo entonaría una melodía en voz baja, tranquila, una nana que mi madre me cantaba de pequeña. Así mismo, Bisha podría notar como si sus fuerzas aumentaran por un momento y dicho aumento le diera la fuerza para mover una montaña entera. Alegría y a la vez estupefacción, pues seguramente la médica no habría sentido eso nunca.

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Sonrió de igual forma a Gea —Espero que lo que me ofreces lo tomes de mí también. Pareces bastante ruda, pero es inevitable sentirse vulnerada y sola a veces, así que… promete que contarás conmigo también—Aquel lazo cada vez seguía fortaleciéndose. Parecía indicar que el match había sido tan intenso y tan contundente que difícilmente hallarían a alguien más con quien pudieran mostrarse de esa forma o al menos así lo sentía Bisha. Aquel momento quedaría grabado para ambas como la mayor cursilería que pudieron haber vivido y luego de eso, a pesar de mostrar complicidad en lo que hacían, sabían que siempre eran un par de piedras inamovibles en el camino, salvo ellas lo quisieran.

Sobre lo demás, la explicación de las habilidades fuertes de Gea fueron contundentes. Bisha se quedó perpleja sin saber incluso que decir. Se le hacía increíble que ese tipo de cosas pudieran pasar. Sus ojos denotaban sorpresa y una sed de indagar sobre todo aquello de inmediato.

Soy médico, acabas de hacer que mi celebro explote en preguntas…— sonrió. —Espero verte en acción y claro, no conocía a nadie más con tu don, así que… o eres la única, o los que tienen esa habilidad están muy muy escasos— Bromeó antes de tomar un sorbo de su cerveza. Gea empezaría a entonar una bella melodía y al tiempo, Bisha experimentaría un cambio en sus sentidos.

Era de noche y con los tragos y todo el movimiento del día, más el alcohol, era normal empezarse a sentir cansada, pero aquella sensación desapareció y entonces su fuerza vital y ánimos volvían como si nada. —E…Esto es… magnífico, Gea, es… Brillante— comentó sorprendida. —Literal eres una contrincante única. Yo por ejemplo jamás podría vencerte… No hay formas de evitar el sonido, salvo te los llenes de tierra— volvió a tomar cerveza y la miró ladeando un poco la cabeza —Oye, me apena un poco que yo este bebiendo y tu no… ¿Segura no quieres nada? ¿Agua, una limonada, un zumo de algo?— apenas lo había notado y es que, como su tercera jarra estaba por terminarse, debía ir por más.
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La joven médica habría quedado perpleja al explicarle cómo funcionaban mis técnicas, aunque habría quedado más extrañada cuando, escuchando aquella melodía expuesta por mí misma sus fuerzas fueran completamente renovadas. Sentía como aquella técnica era un canto a la alegría, un canto a la fuerza. – Cuando trabajaba en equipo ese era mi trabajo, ayudar el resto, ser un soporte donde los iguales se bañaran en mi fuente de paz mental – Expresaría frenando así la técnica y dejando que de nuevo aquella fuerza todavía residual quedara en la médica. Sus palabras me resultaron graciosas, pues aunque a primeras pareciese que era imposible esquivar mi don, seguramente habría alguna forma. – Me es bastante igual que encuentren una forma de contrarrestarme, también tengo mis trucos fuera de todo eso, aunque mi poder de fuego y acción baja bastante en solitario – Diría con una media sonrisa. La rubia sabría que me refería a otras técnicas de Ninjutsu, aunque esta vez no habría ninguna de extrañarse, tan solo hablaría de técnicas elementales y taijutsus y genjutsus de bajo rango.

Seguiríamos hablando tranquilamente mientras que la rubia seguía bebiendo. Parecía súper tranquila, como si aquel brebaje no le llevase a ningún puerto, solamente saciaba su sed. – Nunca llegué a saber quién había asesinado a mis padres, pero en la escena del crimen habían encontrado varias botellas de sake y vino barato, se atribuyó su muerte a una trifulca que podría haber sido generado por la borrachera que tendría mi padre – Expresaría, contándole la razón por la que no bebía. Yo sabía que aquello no había sido ni mucho menos la razón, pero tenía mis dudas acerca del posible problema que tuviera mi padre con la bebida, así mismo era la razón por la que yo no bebía. – Desde ese momento yo me negué a beber, aunque nunca he probado una sola gota de alcohol – Mencionaría. – Aunque no me molesta la bebida en sí, en cambio el olor a tabaco sí que lo repugno, no me gusta nada de nada, aunque para eso no tengo una razón tan profunda, simplemente es cuestión de gustos, el olor en la ropa y el aliento… solo de pensarlo me dan arcadas – Comentaría alzando los hombros como si buscara alguna escusa, pero era la realidad.
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El trabajo de Gea y el de la rubia seguramente no era muy diferente, con la diferencia de que su habilidad requería seguramente más esfuerzo. Bisha tenía la opción de poder crear una zona en la que sus aliados pudieran refugiarse sanando sus heridas y de paso, reponiendo su chakra. Ambas tenían mucho por mostrarle a la otra, eso era innegable, pero indudablemente, el campo de batalla de Bisha estaba al frente, muy a pesar de ser médico, el código que tenía como lema de vida le impedía, por completo, después de haber dominado el byakugo no jutsu, quedarse atrás y ser la damisela en aprietos.

Bueno, yo no sabría realmente que decirte frente a eso porque soy precisamente una kunoichi que puedes poner en cualquier parte del campo.— sonrió tratando de no pasarse de lista. —Tengo demasiadas habilidades dentro del ninjutsu y mi combate especializado es el taijutsu. Soy lo que podrías llamar, un tanque… Pero si me dejas atrás, también puedo ser muy buen soporte— comentó. —Imagino que con tus habilidades eres mucho mejor soporte que yo. Lo mío va de curar y de brindar reservas a la gente del campo, ya te imagino haciendo otro tipo de ayudas, seguro eres genial.— Que ella dijera eso realmente dejaba a la otra exaltada, pero no lo hacía por nada en especial, sino por que realmente sabía que era así.

Finalmente, entre charla y charla, la contraria soltaba la razón por la cual no bebía. —En verdad lamento que haya sido así… Los seres humanos obramos inconscientes y pasado de tragos, bueno, perdemos más que un estribo…— La rubia empezaría a caminar para salir de la habitación con la idea, igual de traerle algo para beber. —¿Podría usted darme tres jarras más de cerveza?— pidió a la mujer amablemente.

Normalmente, con tres jarras, un hombre con buena resistencia seguramente había quedado listo para la foto. Pero Bisha estaba lejos de sonrojarse y siquiera ponerse contenta por el trago. La mujer extrañada, había empezado a servir todo. —De paso… ¿puedo pedirle algo para mi amiga? Ella no bebe y pues, no sé si usted venda algo que ella pueda tomar para acompañarme.— comentó. La mujer afirmaría como respuesta al tiempo que le entregaba dos jarras de cerveza.

Si quieres adelántate, encontraré algo para tu amiga y te llevaré la otra jarra de cervaza.— la rubia asintió y dio las gracias antes de subir nuevamente las escaleras. Entró y se haría en el mismo lugar. —La señora va a subirme otra cerveza y le pedí que te trajera algo de beber sin ningún tipo de licor… Esperemos que te sorprenda— comentó como si nada. —Hablando de todo un poco, por qué la aversión al olor del cigarro. ¿Te pasó algo con ello?— indagó antes de volver a empezar a beber.
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La conversación con la rubia era cuanto menos interesante. Hacía mucho tiempo que compartía algo así con alguien, y de nuevo me mostraría ligeramente preocupada por no saber el hecho de porqué me había abierto así a alguien desconocido, sin embargo, tampoco tenía que buscarle cinco pies al gato, ¿verdad? Simplemente era una velada tranquila con alguien que quizás no viera por mucho tiempo más, o quizás nunca. – Sí, puedo ser bastante molesta en grupo y cuando estoy atrás, en la retaguardia – Expresaría sonriendo recordando aquellos tiempos en los que las batallas resultaban un paseo por la molestia que resultaba a los enemigos batallar con algo así. – Digamos que soy como el zumbido de una mosca detrás de la oreja – Era un símil bastante sencillo que seguramente la rubia entendería sencillo, pues además del hecho de lo molesto que resultaría el insecto tras la oreja, también hacía alusión al sonido que este produciría.

Tras aquello podía ver ligera preocupación en los ojos de Bisha cuando le habría contado acerca de la trágica muerte de mis padres. Yo negaría con la cabeza para quitarle importante, realmente había pasado ya tiempo de eso. No podía decir que no me doliese, pues tenía recuerdos muy dulces con mis progenitores, pero también había en claro que ya había pasado mucho tiempo tras aquello, por lo que la herida estaba sana y no dolía. De aquellos años me llevaba recuerdos bonitos, y al final era lo único que debía importarme, pues el destino ponía a cada uno en su lugar y sabía que si debía averiguar algo acerca de su muerte, lo acabaría haciendo.

La noche parecía no haber terminado, pues tras un par de minutos de soledad, la rubia volvería habiendo pedido más alcohol e intentando que me animara a la fiesta pidiendo algo sin décimas. Yo lo agradecía, pues alguna que otra vez la gente no entendía el porqué de mi decisión y querían obligarme a la ingesta de alcohol. No solía caer en ese tipo de presiones sociales, pero siempre me sentía mal porque la gente no lo entendiese o respetase. Parecía que la rubia era alguien distinto, así que lo agradecía. La médica, aparte, preguntaría también acerca de mi repulsión al olor del tabaco. – Me hubiera gustado ofrecerte una explicación detallada de eso, algo más profundo, pero es simple y llanamente por gusto, no me gusta su olor y, aunque no lo he probado nunca, estoy segura de que su sabor tampoco me agradaría – Mencionaría tranquilamente cruzando miradas con la rubia. – Es como esos niños que nunca han probado las verduras pero saben que no les gustan, aunque en mi caso ni soy una niña ni son verduras – Explicaría riéndome con aquella tontería.
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Bisha escuchó a Gea. Le gustaba eso de que la otra usara todo el tiempo el símil en sus oraciones. Se hacía todo mucho más fácil de entender. Claro, en principio, se había quedado pensando, primero, con el tema de ser molesta a la espalda y luego, con el tema del cigarro.

Logras que te entienda perfecto. Como médica, seguro no serías tan buena— bromeó —Para decir ciertas cosas es mejor no ir por las raíces— comentó recordando las veces que alguien había muerto en sus manos y había tenido el peso de tener que decirlo a la familia. —Pero es muy cierto lo que dices, los niños muchas veces son reacios a cosas sin haberlos probado, aunque si te soy sincera, el humo del cigarro me parece molesto y tampoco soy de fumar… De hecho, nunca lo he hecho.— comentó antes de beber un poco y oír a la señora tocando la puerta.

Les traje la otra cerveza y, además, una receta especial de la casa. No tiene licor, por si acaso y… nada, cualquier cosa sigo atenta— dijo antes de recibir las respectivas gracias y marcharse.

Ella es adorable… jamás podría ser así de vieja… me imagino como alguien cascarrabias. — se rio con fuerza justo antes de volver su vista a Gea. —Ahora, hay algo que quiero saber… ¿qué hiciste, después de que tus padres se marcharan? — la pregunta, y el tema como tal era bastante denso, pero la rubia a pesar de eso quería saber qué escondía la chica. —Y tu edad, por cierto… porque te ves demasiado joven y no quiero parecer una acosadora— la miró de soslayo un tanto apenada por el comentario.
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A decir verdad también tenía varias técnicas con las que curar, pues una de las técnicas que habría entrenado de aquella rama médica más oscura me permitía curar, pero estaba segura que no al final que podía hacer Bishamon o los médicos que realmente habrían ido por una parte más “clara” de esta. – A decir verdad puedo curar, pero muy poco, mi palma curativa es menos efectiva – Expresaría conociendo bien las técnicas que seguramente la rubia podía distinguir por su nombre. La conversación seguía y las preguntas iban y venían, no detectaba ninguna mentira en la rubia, y seguramente eso era lo que estaba haciendo que me abriera tanto, no detectar maldad en ella, no detectar ninguna fuente de mentira ni de malas intenciones estaba haciendo que la médica, poco a poco, se fuera convirtiendo en alguien de fiar.

– Muchas gracias, de verdad, hace usted un trabajo excelente – Expresaría una vez que la mujer nos hubiera traído la bebida a cada una. Por un momento esperaba que realmente no tuviera alcohol, ya que de por sí me gustaba prepararme mi propias bebidas para asegurarme de ello, pero aquella mujer no había mentido tampoco. Ninguna vibración maligna en sus palabras y en sus actos. > Cierto, si quiero tener confianza con Bishamon tendría que contárselo < Ese don gracias a mis dotes rastreadores era, sin duda, algo que me había mantenido con vida muchas veces. – Cierto – Expresaría a las palabras de la rubia. Todavía aquella decisión estaba en mi mente.

Dejando que la rubia me preguntase lo que corriese por su mente, le di un pequeño trago a la bebida. En apenas un sorbo se me vino al paladar un gran sabor a frutas del bosque: Fresas, cerezas, frambuesas, moras, arándanos… Todos ellos mezclados con agua y azúcar, seguramente. Estaba delicioso. – Pues… me convertí en un poco mercenaria un poco asesina a sueldo, aunque a decir verdad nunca he matado a nadie, solamente quería ganarme el pan – Explicaría elevando los hombros esperando que la médica no estuviese muy en desacuerdo con lo que decidí en su momento. – No tenía nada ni nadie, así que me tiré a lo primero que sabía hacer: pelear – Expliqué de nuevo, cerrando un poco aquel tema y carraspeando la voz. – Una cosa que debes saber de mí… y creo que debo contártelo, ya que no es justo para mí que yo lo sepa y tú no, así que allá va – Expresé dejando unos pequeños segundos entre palabras y palabra. – Soy un radar andante de mentiras, gracias al chakra y dependiendo de la rapidez mental de la persona puedo detectar vibraciones en sus palabras y en sus actos, si la persona está cerca y todo se cumple, puedo descubrir si alguien está mintiendo, está dentro de mi entrenamiento como rastreadora – Diría dándole otro sorbo a la bebida y esperando a la reacción de la rubia. – Y de normal yo no confío en nadie, pero quería decírtelo ya que en ningún momento ha habido esa sensación en ti, y creo que es justo – Expresaría dándole tiempo a la rubia para que digiriese lo que le acababa de contar.
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La especialidad médica de Gea parecía mostrar demasiadas posibilidades. Todo parecía indicar que la chica podía sanar, pero no como Bisha y aportar al equipo otro tipo de energías desde la espalda. Todo aquello la hacía interesante como contrincante y como aliada aún más. Su campo era de igual forma muy versátil, todo parecía indicar que con un compañero más podrían ser imbatibles. Le miró con cierta fuerza al ver que bebiera de lo que la mujer le había traído, o sea, confiaba en lo dicho por aquella.

Entiendo, igual que yo… Parece que todos los que perdemos a nuestros progenitores a temprana edad perdemos parte del sentido moral de la sociedad… Aunque bueno, no habrá mucho por perderse ahora— comentó hablando del estado en el que el imperio los tenía sometidos.

En aquel momento, Gea había podido detectar una alteración en Bisha. Hasta ahora, ninguna de las dos había mostrado su postura frente al tema del imperio y todo lo que le atañía; con aquello que había dicho, básicamente había mostrado su negación a todo lo concerniente al régimen militar y social al que pertenecían.

Lo demás pondría a la rubia en aviso, así que, puso atención. —Bueno, lo cierto es que he sido sincera con respecto a todo…— hizo una leve pausa —pero algo acabé de decir que siempre me mueve una fibra diferencia— bebió de su cuarta jarra— El tema del imperio… Muchas personas, imperialistas, son extremistas, a otros, les da igual si vienen o van por que no dependen del sistema, estás los antimperialistas, que básicamente se matan con los otros y luego, estamos los que no vamos acorde al sistema, pero tampoco vamos con el proceder del antimperialista...— resumió sintetizando la razón de su sobresalto. Claro, aquello podía ser, fácilmente, punto de una fuerte confrontación con cualquier persona.

Desde mi punto de vista y esperando no ir en contra de tus doctrinas políticas, esto apesta… El sistema nos tiene mal, a los pobres más pobres, no hay equidad de nada con nadie, el sistema de salud un asco y el mundo… Cada vez más deteriorado.— suspiró antes de volver a beber —nos vendría bien un cambio. Un algo que pueda mover todo el sistema, abatirlo y montar otro completamente diferente… A veces, veo todo tan mal, que incluso creo que no importaría el precio, en tal ese cambio se diera…— terminó con sus orbes violáceos sobre Gea.

Aquello, sin quererlo, definiría un punto importante en la amistad de ambas. Si bien era normal que las personas, así fueran amigas, compartieran gustos diferentes, en temas políticos era mejor andar con gente que pensara o siquiera sintiera algo similar a lo que uno sentía.
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La forma en la que me alegraba que realmente a Bisha no le hubiese importado que estuviera invadiendo ligeramente su intimidad me había hecho abrir un poco los ojos. No era algo que pudiera controlar, no era algo que realmente pudiera detectar a algunas personas y otras no, simplemente era una forma de defenderme, quizás por eso la habría desarrollado de tal forma que se había convertido en algo más que invisible para mí. Una segunda voz que me avisaba cuando estaba en peligro, así definía yo a aquella habilidad adquirida tras años de entreno.

Segundos después, la energía alrededor de Bisha se volvió más oscura, aunque podía detectar nervios más que mentira. Cuando se sinceró, entendí el porqué de aquella mala energía. Su mirada estaría indecisa, no sabía si expresar su sinceridad ante el mundo que no rodeaba. Yo por mi parte solté el vaso con la bebida y estiré mi mano diestra hasta tocar la suya. – Tranquila, no te juzgaré – Expresaría con una mirada tenue, tranquila y humana. Algo así como una mirada de hermana, de “yo te entiendo, no te preocupes”. Tenía el firme pensamiento de que todas las personas en este mundo necesitaban que les escuchasen sin juicios de valores. Si en este momento yo era la escucha de Bisha, haría lo propio, escuchando sus palabras y sin juzgarle.

Tras su opinión y testimonio, sus orbes se clavaron en los míos. Yo habría escuchado todas las palabras de la médica sin testificar nada, sin gesticular si quiera, quería que supiese que la estaba escuchando y que ningún gesto de mi parte, ni bueno ni malo, aparecería en mi rostro. Cuando los orbes de la rubia pareciesen querer contestación, separé mis labios y tragué saliva. – Como médica entiendo que no estés a favor de nadie ni en contra, solo quieres… que todo pase, que nadie salga herido… y te entiendo – Expresaría volviendo de nuevo a tocar su mano con la mía. El tacto cálido llegaría hasta la rubia, esperando que estuviera tranquila. No quería incomodarla, no quería tratarla como una niña, pues ya era una mujer entera. – Pero tú y yo mejor que nadie sabemos que este mundo no es justo… que muchas veces será tu cabeza la que ruede por el suelo si no tomas la decisión correcta… Mucha gente no dudaría un segundo en matar a cualquiera que se le interpusiese en el camino, y ahí es donde está la diferencia – Mencionaría tragando saliva y preparando las palabras, duras y reales. – Que tú dudarías, Bisha, dudarías, y no te estoy juzgando, pero lo que menos quería ahora es pensar que en un futuro puedas morir por no haber sabido tomar la decisión correcta – Explicaría. Retiraría mi mano de la de la rubia, pues aunque estuviera tranquila, mi pulso se empezaría a acelerar. Los nervios estarían empezando a surgir. – No quiero que mueras, Bishamon – Sincera y directa, solo como a veces yo sabría hacer. – Y por mucho que duela, a veces hay que matar para sobrevivir – Explicaría. Yo muchas veces había tenido que tomar decisiones que acabarían con la vida de alguien, no directamente, pues nunca había matado a nadie, pero si por el simple hecho de frenar a alguien aunque fueran dos segundos para que otra persona hiciera un hueco en su tráquea. – Ojalá todo se termine pronto – Mencionaría volviendo a coger la bebida y dándole un pequeño sorbo. Aunque estaría de acuerdo a medias con la opinión de la rubia, seguía estando tranquila y agusto allí.
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El toque de la mano de Gea la había sacado de aquel estado en el que indecisa, se había tornado pensativa. Volvió en sí al tiempo que dedicó a la otra mirada sutil en medio de una sonrisa de complicidad. Le alegraba haber podido dar con aquella chica y relacionarse de esa forma. Claro, ahora sentía que estaba mucho más en confianza y si, de entrada, no la atacaba, entonces no iban por caminos diferentes.

Luego de esto, las primeras palabras de Gea retumbaron en la rubia. Claro, esperaba el cambio y claro, quería que todo pronto diera vuelta, que acabara el sufrimiento, que la vida se convirtiera un poco en lo que era antes. Quería ver a los niños correr, quería volver a ver a los viejos en un parque nada más que riendo, jugando o bebiendo, quería ver a las mujeres tranquilas al criar a sus hijos y esperaba por sobre todo ver un mundo limpio, próspero y puro. La utopía existía.

Lo orbes de la rubia, de nuevo sobre los de Gea fueron contundentes de una forma diferente. Es cierto que dudaría, para ella, la vida estaba por encima de cualquier cosa, pero había un límite, uno delgado que siempre podía sobrepasarse llegado el estímulo correcto. Suspiró y afirmó despacio antes de beber un poco.

Siento que… en algún momento será así. No puedo seguir jugando y yendo a hurtadillas si de verdad quiero un cambio en todo esto.— comentó apenas audible a su compañera de habitación. —Y tu tranquila, definitivamente no moriré, tampoco es como si pudiera— bromeó, pero en algo de eso, la sinceridad era absoluta. Bishamon tenía formas para prolongar su vida, incluso con una sola de sus células. Por fortuna, no había llegado al punto de necesitar ese tipo de reconstrucción en su cuerpo, pero una cosa era segura, cuando saliera de su zona de confort, tendría que ir a por todo.

Ahora, dime… ¿qué opinas tú de todo esto, tienes un bando?— sabía bien que Gea iría por el dinero, estaba para el mejor postor, o al menos había dejado claro eso en el primer momento, pero… ¿Realmente era así? Quería saberlo y en caso de no coincidir, entonces buscarían la forma de entonar con la otra. Luego de esto, volvería a beber.
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Por desgracia sería así, en algún momento debíamos empezar a levantarnos, a pelear por el futura de los generaciones venideras. Cuando todo estalló yo apenas era una niña que no conocía el mal del mundo, no conocía lo que era el chakra. Solamente era una niña que quería vivir, quería disfrutar del mundo, viajar y conocer todos los lugares que pudiera. Jugar con muchos niños y niñas, enamorarme de forma tan fuerte como lo estarían mis padres. Vivir. Pero el caos llegó, recordaba bien el día en que descubrí el mundo como realmente era, y dos años después, me vi sola, con una mano delante y otras detrás, valorando cada día en el que vivía y valorando todas las posibilidades de sobrevivir que tenía. Y es que los gritos nunca habían podido ser tan esperanzadores… o mortales.

La rubia no mentía cuando decía que no podía morir, o que no era realmente su intención. Me hubiera gustado indagar más en aquel poder que ella tenía, seguramente encarnado en aquel diamante que poseía en la frente. Había escuchado de la vitalidad innata que tenían los médicos, incluso yo misma sabía de algunas técnicas para regenerar daños irreparables en apenas unos segundos. Estaba segura de que los médicos que iban por la rama en la que se encontraba la rubia eran expertos en eso, pero eso daría para otra larga y tendida conversación, por lo que decidí obviarlo.

Así mismo en la siguiente pregunta de la médica, alzaría la mirada. Nunca realmente me había hecho esa pregunta, siempre me había intentado mantener al margen de todo aquello. Solamente intentaba sobrevivir en un mundo donde todos intentaban quitarte todo el bien preciado que tú tenías. Nunca esas preguntas habían venido a la mente ni me las habían preguntado tan directamente como la rubia había hecho. Ya era hora de contestarlas. Era una mujer ya, y no tenía por qué esconder algo que estaba tan a la orden del día. – Conocí un monje, uno de esos que tenía ochocientos años y que sabía del mundo – Claramente estaba exagerando con la edad, pero era para que Bisha entendiese que era alguien que había vivido mucho. – Me contó muchas historias de cómo era el mundo antes, de las guerras del País del Rayo, y claro, antes las guerras también existían… pero no al nivel de ahora… la gente ahora apenas se puede mover sin que tenga dos kunais apuntando a su cabeza – De nuevo, otra exageración, pero el control era seguramente algo que la rubia entendería. – Yo solo quiere que el mundo vuelva a ser como antes – Expresaría con una lágrima en los ojos. Aquella lágrima simbolizaba cuánto echaba de menos a mis padres. Su cariño, su afecto y sus sentimientos eran puros, eran personas buenas, y no se merecían lo que les pasó. – Creo… creo que por mí está bien por hoy, Bisha, deberíamos descansar, en apenas cuatro horas tendremos que estar en pie, ¿no crees? – Diría restregando mis ojos. Acto seguido bebería el resto del brebaje de un golpe y sonreiría hacia la rubia. Aquella conversación sin duda había sido un gran descubrimiento.
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La rubia escuchó con atención a la pelinegra. Con sus expresiones no podía evitar reírse. Ciertamente las exageraciones y el símil en las frases, de ahora en adelante, era algo que siempre le evocaría a Gea, sin importar mucho donde estuviera, y era bueno sentir eso. Por otra parte, tenía razón en su intervención cuando hablaba del mundo antes de ella. Las oportunidades, las formas, no era, en absoluto, lo que era el mundo ahora mismo. Incluso ella, un médico, encargado de dar vida y socorrer al que lo necesitara, se pensaba ahora dos y tres veces el hecho de ayudar a alguien. Definitivamente no era sano tener que dar un paso y requerir autorización para el mismo.

Luego de esto, una faceta nueva de Gea había salido a la luz. La chica no había revelado su edad, pero era obvio que la rubia le llevaba, al menos, unos diez. Su comportamiento, el dolor que expresaba a través de sus movimientos y sus palabras, llegaron al interior de la rubia. En cuanto acabó la rubia afirmo correspondiendo a la sonrisa y posteriormente, se abalanzaría hasta ella para darle un fuerte abrazo.

Has sido a lo largo de tu vida una mujer muy fuerte, lo hemos sido… Y lo seguiremos siendo— se alejó despacio. —Yo aún no estoy para dormir, así que… descansa, veré en qué puedo ayudar a la anciana en el primer piso.— Se puso de pies acabando la cuarta jarra y caminando con la quinta en mano hacia una especie de ventanal que tenía la habitación. Ahí se quedó unos momentos mientras Gea se organizaba para dormir. Posteriormente a ello, y posiblemente con solo una jarra de cerveza en la mano, iría al bar.
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Quizás había sido demasiado expresiva y me había abierto demasiado a la médica. O quizás era simplemente que hacía mucho tiempo que no hablaba con nadie, que no me abría a nadie y la conversación, el momento o lo que hubiera sido, había dado lugar a aquellas confesiones por parte de ambas. Nuestros pensamientos estaban un poco unidos, había diferencias, obviamente, pero ninguna que no se pudiera limar u obviar. Mis orbes se abrieron en sobremanera cuando la rubia se abalanzaría hacia mí con la intención de abrazarme. Me gustaba su calidez, algo así como el de una hermana que nunca había tenido y siempre habría deseado tener. Yo haría lo propio y la abrazaría igualmente, buscando un hogar en ese gesto y un lugar donde esconderme de todo lo malo que habría tanto descubierto como por descubrir.

Afirmé a las palabras de la rubia todavía con un ligero congojo en el alma. Sonreí y afirmé. Cuando la rubia dijo su negativa a dormir, por un momento, se me pasó por la cabeza seguir despierta y seguir con aquella conversación, pero mis ojos claramente estarían en negativa cuando pestañearía y sentiría ese ligero pesar en los párpados. Afirmé y me preparé para dormir mientras que la rubia esperaría a ello, y cuando esta saliera por la puerta con la jarra en la mano, sentí como si un pedazo de mí se fuera por la puerta. Sin duda había extendido muchos lazos a la rubia, tan solo esperaba que estuviera bien y no tuviera ningún problema. Cerré los ojos pensando en ese abrazo, y poco a poco sentiría como Morfeo se llevaría mi alma, apagando mi energía y empezando un sueño, como cada noche, donde soñaba cosas bonitas y un tanto idílicas.
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Última modificación: 22-01-2023, 02:19 PM por Bishamon.
Gea finalmente correspondería al abrazo. La calidez de ambas en ese momento le había dado a la rubia también un calor que pocas veces había llegado a sentir. Lo cierto, era que muy a pesar de todo, ambas eran dos chicas faltas de cariño, del cariño entrañable que algunos padres habían podido dar a sus hijos. Como fuera, en aquel marco la rubia divagaba. Pensaba en qué sería de ambas. Era un poco triste que aquel lazo, luego del tema de las vencidas se vería diluido en el tiempo. No sabía si volverían a verse, y tampoco sabía si en algún momento volvería a encontrarse con alguien como ella. No sabía si volvería a abrirse en medio de copas a alguien.

Cuando la vio acostarse, una pequeña sonrisa salió de sus labios. Sabía bien que era hora de marcharse, así que, tras salir de la habitación y llegar a la cantina, buscaría un lugar para ella y sus dos jarras de cerveza. La mujer, claramente ya se encontraba organizando, así que no prestaría mucha atención a la rubia, quien no evitó quedarse quieta. Se pondría a organizar la taberna junto a aquella mujer. Poco a poco, todo el desorden que habían dejado se fue desapareciendo y sus cervezas fueron dejadas en la barra.

Finalmente, la mujer cerró sus puertas y solo quedaron ella y la rubia en la barra —Creo que… no te hemos agradecido lo suficiente por el trato que nos brindaste. En serio te agradezco mucho— comentó antes de terminar la quinta jarra. La cuarta había quedado en el olvido hace rato —mujeres como tu hace que luchar valga la pena ¿sabes?— la mujer escuchaba atenta. —Espero no haya un hombre aprovechándose de tu trabajo o hijos inútiles, vagos y que solo tu seas la que sostiene la casa—. La mujer simplemente se había quedado callada y para cuando Bisha terminó simplemente se había despedido con un “gracias”. La jounin tenía razón, la mujer trabajaba como loca para otros, que efectivamente no merecían todo su esfuerzo. La velada había terminado, Bisha subiría nuevamente a la habitación unas dos o tres horas después. Se quitó parte de sus ropas y se dispuso a morir en paz.

Este tema ha sido cerrado.

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