La vieja brisa del roble
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Última modificación: 12-01-2023, 03:04 PM por Gea.
No sabía cuántos eran los kilómetros que había recorrido en el mundo ni los que me quedarían por recorrer. Los caminos del País del Fuego eran distintos a los que había recorrido en otros lugares, la vegetación y la fauna que había encontrado no eran parecidos. Predominaba la vegetación de colores verde fuerte, robles, hayas y abedules eran los más abundantes dentro de una multitud de nuevas especies que conocía, pero no tan cerca. La tranquilidad que me daba el bosque y su cobijo me daría la confianza para quitarme la capucha que llevaría a modo de salva identidades. Por debajo de aquel manto oscuro vestiría un mono completo sencillo, separado en el estómago dando lugar a un top ancho y un pantalón, ambos de color también oscuro. Mi cabello como siempre estaría atado en la coleta característica que normalmente acostumbraba a hacerme a modo de comodidad.

Tras unos diez o veinte minutos caminando por el bosque saldría a un camino cuyo final daría en el comienzo de un pueblo ya urbanizado. Algo así como un lugar entre una gran ciudad y una aldea pequeña. Había una clara diferencia entre la zona más pudiente de donde el pan escaseaba. Los edificios más pudientes eran ligeramente altos, como tres o cuatro metros los que más donde se podía apreciar varios pisos de altura y de piedra dura, mientras que los menos agraciados seguramente estaría hechos con guano y algo de escombro mal trabajado. Por las calles de aquel lugar no habría mucha gente, por lo que la capucha de nuevo estaría tapando mi cabeza y la coleta, cuya capacidad para volverse casi invisible bajo el gorro era impresionante. Caminaría por las calles sin mucha preocupación, aunque siempre un ligero pensamiento de manía persecutoria que siempre estaría latente. Darían las nueve de la noche en mi antiguo reloj de mano y mi estómago rugía, por lo que me tocaría buscarme un lugar donde reposar y cenar.

Sin querer derrochar demasiado pero buscando un lugar que no estuviera infestado por ratas, mi destino y mi dolorida espalda dieron con uno de los hostales que parecían de buena calidad. Tenía también servicio de restaurante, si a ese lugar con cinco mesas mal puestas y una barra donde reposaban jarras de cerveza y hombres levantando el tono de voz hablando de sus opiniones acerca del sistema actual se podía llamar así. No me importaba demasiado como fuera, solo quería cenar algo e ir a descansar para proseguir con el siguiente día. – Un plato de ramen, con carne y verduras, ración doble de ambas, por favor – Expresé a la mujer ya adulta que me tomaría nota en una de las mesas cercanas a la discusión, de momento tranquila, que tres grandes hombres estarían teniendo en la barra en la que reposaban tres jarras vacías de cerveza y otras tres jarras cuyo contenido estaba casi a la mitad. Les miraría ligeramente de reojo mientras que repasaría el día.
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La taberna de pocholo, País del fuego.
18:20 hrs.

Se suponía que no todo era trabajo, que las condiciones de vida ahora eran mejores, que incluso podías vivir y que quedaba aun algo de tiempo para divertirse y olvidarse de todo el tema que el sistema imperialista proponía. Claro, eso decían los que tenían el control de las ciudades y eran cabezas del sistema que les beneficiaba. No había falacia más grande dentro del imperialismo que esa, la que buscaba contentar con nimiedades a las personas, engañándolas y llevándolas a una vida de explotación en la que los viejos, incluso, jamás podrían encontrar la libertad de antaño ni disfrutar de su vejez; en la que las madres no disfrutaban de sus hijos y en la que todos, sin excepción, no concebían un futuro si no habías construido al menos este con quince o más años.

La rubia con sus treinta y uno, agobiada por tantos días de trabajo sin descanso, movió sus pies al famoso hostal en el que se rumoreaba, se tenía el mejor ambiente de toda la zona. Era un lugar simple, cinco mesas desordenadas, con las sillas por todos lados, descuadradas por que los hombres durante todo el día bebían, desorganizaban y la mujer que lidiaba con ellos en algún momento se cansaba de poner en su sitio, lo que ellos iban a dejar como mejor les pareciera.

Afortunadamente hay clientes…— se dijo a sí misma a unos cuantos metros de aquel lugar. Entró y precisamente un chico y una chica subían escaleras para una de las habitaciones disponibles, seguro eran codiciadas, así que, ero era primero que la comida.

Disculpe… Vengo a separar una habitación, si es tan amable…— dijo a la mujer quien de inmediato se acercó con ella a la barra para tomar sus datos.

¿Nombre, edad, personas y anotaciones varias? — preguntó la mujer con evidente cansancio en el rostro. Bisha solo tragó con esfuerzo al verla y acto seguido le sonrió.

Seguro no ves demasiadas caras amables por aquí… Mi nombre es Bishamon Senju, integrante del cuerpo médico de Konoha. Mi edad, creo que no interesa, ponme en el registro lo que consideres que tengo. Estaré sola, salvo resulte compañía agradable— miró de soslayo a la gente.

No había posibilidad de que alguno de esos sujetos le diera la talla, pero realmente la vida te daba sorpresas y ella precisamente estaba abierta a ello. La mujer, por otro lado, abrió sus ojos con sorpresa, aquella chica, aunque no aparentaba tener más de veinte cinco años, era alguien importante. De inmediato, separó una de las mejores habitaciones para la chica y se acercó a una de las mesas ocupadas por una chica.

Ustedes me perdonarán, no tengo más espacio disponible que esta silla, puede compartir mesa con esta chica… Si les incomoda, puedo mover a los hombres para que se ubiquen en otro lugar…— su voz, medio temerosa, se había insinuado a la chica recién llegada y quien esperaba su comida. No sabía quién entraba a ese lugar y acercarse a pedir favores podría ser muy mal visto.

Yo no tengo problema…— acotó la rubia mirando con cierta fuerza a la otra. Tal y como si su mirada también le dijera que aceptara la propuesta. Si era así, la mujer, agradecida, se marcharía a buscar las cosas que la mujer había ordenado.
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La conversación acalorada que estarían teniendo los hombres en la barra no hacía más que aumentar de intensidad debido seguramente a la tercera jarra de cerveza que habrían pedido hacia escasos diez minutos y que ya iba por la mitad. Yo elevaría las cejas de forma casi irónica por la velocidad a la que bebían aquellos hombres. Entre tanto esperaría mi pedido mientras que jugaría con mis dedos pulgares a hacer una pequeña espiral con ellos. Una mujer caminaría de aquí para allá mientras que la gente iba llegando y se iba acomodando, haciendo sus pedidos, y teniendo aquel intercambio de miradas con los presentes. Me había percatado de que el viaje a las habitaciones compuesto por mujeres muy jóvenes y hombres cuyo atractivo había pasado hacia muchos, muchos años. ¿Un burdel? No lo creía, simplemente parecía resultar un hostal que se lucraba de aquel que era el oficio más antiguo de la historia.

Entre tanto y varios minutos habían pasado, la misma mujer que iba y venía hacia atrás y hacia delante del local se dirigió a mí, acompañada por una rubia cuyos atributos eran notorios. Sus palabras fueron amables, y aunque compartir el lugar con una completa desconocida no era de mi agrado, su mirada me inspiró tranquilidad. Además de que estar acompañada seguramente ahuyentaría la idea de que fuera una trabajadora más esperando a que el cliente de turno pagase su tiempo. – Claro, no hay problema – Expresaría tranquila mientras que de forma amable le indicaba a la rubia el asiento que estaba justo delante de mí.

Una vez que la rubia, si accedía al asiento libre, lo ocupase, me mantendría en silencio. De vez en cuando la miraría sin pretensiones y buscaría un pequeño análisis de su conducta. A decir verdad tenía un físico envidiable, ya no solo por los atributos femeninos notorios, si no por los brazos, firmes y trabajados, que poseía. No era una mujer normal, aunque tampoco sería yo quién le preguntase. No quería ni importunar ni tampoco comenzar una conversación banal como el resto de mesas. Le echaría un vistazo a la barra donde los tres gorilas seguían hablando y pude observar cómo, de la puerta que parecía comunicar con la cocina, saldría la misma mujer que nos habría tratado con dos platos. Estaba hambrienta, así que agradecía la rapidez en caso de que fuese para nosotras.
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La chica, a la vista unos años menor que la rubia que tenía en frente, accedió sin problema la propuesta de la mujer. Esta, como había quedado aclarado, se marchó dejándolas solas. Bisha, en ese momento, decidió tomar asiento dejándole a su compañera de mesa una sonrisa tranquila.

Por cierto, un gusto, soy Bishamon Senju. ¿Hace mucho llegaste aquí? — indagó nada más para poner un tema trivial en la mesa y no quedarse como desconocidas.

Por lo demás, aquellos hombres seguían bebiendo, unos salían ebrios sin poder con el peso de su propio cuerpo. Se sujetaban de las paredes y de lo que pudieran y otros, entraban a pasar un rato agradable. La rubia suspiró mientras divagaba en sus pensamientos.

No sé por qué se ha convertido esto en un lugar de renombre… Basta con ver a los que se aparecen como clientes habituales para saber que hay muchos mejores. Además, qué dolor de cabeza…

Su codo izquierdo se había apoyado sobre la mesa y la palma de su mano abierta en donde dejaría caer su barbilla. Su cuerpo, también estaba a medio girar, no quería perderse nada de lo que pasara allí dentro. La mujer entonces salió con dos platos, uno lo puso en una de las mesas al otro lado de la cantina y el otro, lo dispuso a la chica que acompañaba a la rubia.

Espero no haber tardado, si desea algo más hágamelo saber… ¿Usted desea algo? — se dirigió a la rubia.

Hmm… Si, a mí me regala algo igual, por favor. Y tres jarras de cerveza de malta— sonrió con modestia.

Normalmente no se veía mujeres bebiendo y menos en ese lugar. Por alguna razón, aquella chica de apariencia fornida gustaba de beber en grandes cantidades y eso, de entrada, ya era mucho decir. Lo primero, era que definitivamente le gustaba el estado en el que la inducía el licor para estar “contenta”, sentía que parte de sus preocupaciones se iban al igual que sus pesares; lo segundo, porque se forzaba a que sus células trabajaran en la digestión del licor. De esta forma, no solo aceleraría el estado de embriaguez, sino que también podría tener el mismo tratamiento con venenos, o al menos eso quería.


Anotaciones
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Aquella chica parecía ser una persona de amables palabras, buscaría presentarse de forma educada mientras que yo la miraría con mirada neutra y escuchando. – No mucho, de hecho es la segunda vez que estoy por el País del Fuego – Expresaría de la misma forma en la que la joven me habría hablado. Tampoco debía de ser desagradable, aunque no era muy afín a hablar con personas desconocidas. Su posición era sosegada, y con su codo apoyado y su figura ligeramente girada hacia la barra, se habría percatado de la misma forma que yo de la discusión sobre el mundo y las soluciones – a veces disparatadas – que ofrecían entre los tres. Entre tanto la cuarta jarra de cerveza sería servida al grupo. – Mi nombre es Gea, encantada – Me presentaría para no ser malagradecida.

La mujer llegaría con ambos platos al tiempo que la rubia sentada delante de mí hacía ademán para pedir no una ni dos, si no tres jarras de cerveza. No pude evitar alzar las cejas al escuchar la petición, solamente a modo de asombro sin pretender un juicio por mi parte. Parecía que quería seguirles el juego a aquellos que en la barra parecían darse más y más gritos. – Madre mía… tremendos orangutanes – Expresaría mientras que me dedicaba a dar vueltas al contenido del plato con la cuchara de metal y soplando ligeramente. No me gustaba la comida demasiado caliente, así que aprovecharía el pequeño tiempo entre que la mujer llegaba con la bebida de la rubia.

Entre tanto y mientras iba probando el manjar que habrían traído, el grupo de tres de la barra se acercarían a una de las mesas donde un hombre estaría en solitario para preguntarle acerca de que pensaba de su discusión. Claramente estaban buscando un nuevo apoyo para las opiniones que tenían. Mi mueca de asco y repulsión se hizo notoria en el rostro elevando el labio superior, gesto que no pasaría desapercibido para la rubia seguramente. – Perdona, no era para ti, es que me da vergüenza ver cómo está tomando cauce esta historia – Aclararía.
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Escucho las respuestas de la pelinegra al mismo tiempo que asentía y comentaba alguna cosa que sintiera necesaria.

Espero te guste… La gente aquí tiene una calidez extraña y bueno, el clima tampoco está mal…— pensó un poco en las tierras que conocía. El extremo de Suna, Kiri, Iwa, Kumo, en su momento, eran de climas complejos.

El placer es mío, de verdad espero no incomodarte ya que, por hoy, serás mi compañera de mesa. — sonrió y guiñó su ojo izquierdo.

La rubia estaba tranquila a sabiendas de que la otra desconocía por completo a qué se refería y es que con la forma de beber de la rubia nada bueno podía esperarse. Siempre era igual, comer, beber, agarrar confianza y liarla, volverla a liar y seguirla liando. Amaba eso de hacerse pasar por la damisela en apuros, la típica señorita tranquila, dulce y apacible y luego, resultar siendo un ser con fuerza descomunal. Nada la hacía sentir mejor que ver a los “buenos hombres” traumados por no poder ganarle en vencidas.

La comida, por otro lado, olía de maravilla —Aquí más que el jaleo que se arma siempre está claro que la comida es lo primero… eso huele demasiado bien.— sus ojos se entrecerraron y alzó su cara un poco para que su nariz pillara por completo el olor de aquel plato.

Luego, abrió poco a poco los ojos para ver una cara de desagrado demasiado importante como para dejarla pasar. La rubia abrió los ojos y parpadeó un par de veces tratando de entender, pero la explicación vino sola antes de que ella pudiera darse lugar a malas interpretaciones.

¿Esta… historia? — miró de reojo tratando de entender y tras esto, nuevamente, guiñaría el ojo a la otra. —Ya me encargo yo de ponerla en donde corresponde, deja nada más como y agarro confianza— comentó nada más viendo como la mujer aún no tenía su plato listo.
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El comentario del tiempo no podía estar más que acertado. En general me gustaba el tiempo cálido, el verano era mi estación favorita mientras que odiaba las estaciones de frío por motivos obvios. – De hecho es de las cosas que más me gustan de estos lugares: el clima – Expresaría para seguir el devenir mientras que seguía soplando con tranquilidad la comida que habría llegado y cuyo sabor me daba ligeros recuerdos de la primera vez que había pisado tierras de este país. Aquellos recuerdos estaban bastante frescos a pesar de que hubieran pasado ya varios años, habría sido en una de aquellas misiones con el escuadrón de mercenarios que se había formado, una misión que parecía sencilla pero en la cual fallecieron varios del grupo. Yo era apenas una niña que acababa de cumplir la mayoría y mis habilidades, aunque controladas, no estaban del todo a la altura, no quizás como lo estarían ahora.

A decir verdad, creía que aquella conversación era banal, sin muchas pretensiones, y había una pregunta que en todo momento me rondaría la mente. Era obvio que aquella mujer no era una damisela en apuros normal, que estaría acostumbrada a los movimientos extraños de gente y que seguramente una pelea no la ahuyentaría de ningún lado. – No te preocupes, no es incómodo, de hecho… eres kunoichi, ¿verdad? Eso me tranquiliza – Preguntaría sin mucha seguridad de que me fuese a contestar. Quizás me estaría metiendo en terreno resbaloso, pero reconocía ese apellido como algo importante dentro de estos lugares. No sabía hasta el punto que sería muy importante, pero algo tenía aquella muchacha que me llamaba la atención y claro, la curiosidad era algo que tenía demasiado latente.

De nuevo una sorpresa apareció cuando la joven me tranquilizaría con un guiño mientras que avistaría a los hombres que estaría molestando mesa por mesa. No tardarían mucho en llegar a nosotras. – Bueno, quizás no hace falta ni que respondas a la pregunta, es obvio que no te da miedo la situación así que alguna instrucción en militancia debes tener – Expresaría agarrando un pedazo de carne con los cubiertos y llevándomelo a la boca. – Maldita sea, esto está delicioso, sin duda ha sido una buena idea comer aquí – Comentaría.
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Su mirada de inmediato se afiló sobre la otra. No era normal aquella pregunta. Había sido demasiado directa y contundente como para no significar lo mismo.

Si, soy como tú, un poco, aunque lo mío es ir tras bambalinas. Soy ninja médico, así que, sabrás que no hago trabajo de campo salvo estricta obligación— mintió a saber por qué. Lo de ella nunca había sido ir atrás, de hecho, su código, el de ella y sus antecesoras, bien le decía que jamás podía quedarse atrás.

Ahora, si lo dices por mi cuerpo, creería que me gusta estar en forma— sonrió ladina. Ciertamente aquel juego de palabras era algo que amaba. De hecho, entre más acertijos tuviera, más le distraía la conversación.

¿Miedo de los hombres? ¡Cariño, no estamos para temerles, estamos para que nos teman!— su mirada con esa frase se había tornado sombría y de inmediato, había vuelto a cambiar. —Ciertamente creo en el poder de la mujer, en que no debemos dejarnos subyugar… Ese tema de que somos el sexo débil es de otras esferas— continuo con su postulado como si la otra se lo hubiera preguntado.

Apuesto que crees lo mismo… Y bueno, por mi va perfecto si puedo imponer un poco de orden. ¿No crees? — acotó antes de escucharla comentar su comida.

Jaaaa… ¿En serio? — se giró un poco para ver a la mujer venir despacio con varios platos encima. Claro, el de la rubia y unos cuantos más. No se haría esperar, iría colocando poco a poco para ir liberando hasta llegar a la mesa de las chicas que estaban más cerca a la puerta.

De nuevo, lamento la tardanza, hemos tenido más movimiento hoy que en el resto del día.— sonrió antes de marcharse nuevamente a sus labores.

La rubia por otro lado no esperaría, a diferencia de la contraría, aquel tipo de comida le gustaba en el término en el que era servida. —¡Que aproveche!— partió sus palillos y empezó a comer con tal ánimo que podría estar acabando en cinco minutos el tazón que le acaban de poner en frente.
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Había sido demasiado directa. Sí. Aquella mirada de la mujer que, por un momento, cambiaría completamente de color, me había demostrado que estaba en lo cierto. La mirada, a mí gusto, por mucho que los ojos no cambiasen de color, las miradas sí. Había miradas rojas, azules, verdes, de diferentes tonalidades… y negras. Demasiada directa y lo había captado, quizás por eso fue por lo que sellé mis labios. No sabía cómo explicarlo, pero había algo, quizás la seguridad que aquella muchacha plasmaba en sus movimientos que me hacía estar cómoda. Tras ello y sus siguientes palabras, decidí que había hecho una nueva amiga, o al menos que podría llegar a serlo.

No podría evitar reírme ligeramente cuando la rubia mencionase el mítico comentario del “sexo débil”. – Me encantaría ver a esos que dicen ser el sexo fuerte sufriendo esa maldición divina que sufrimos las mujeres una vez al mes – Expresaría mientras que seguía comiendo. Y no era que les tuviese miedo a los hombres, ni mucho menos, solamente aquella situación me generaba tensión y me preocupaba tener que defender a cualquiera que estuviera a mi lado, aunque sabiendo que la médica se sabría defender sola, mi tranquilidad aumentaría. – Yo soy una mercenaria libre, me dedico a venderme al mejor postor. Hubo una temporada que formé parte de un grupo y estaba feliz, pero en una misión se nos jodió todo por un mal uso del chakra – Expresaría. Quizás añoraba esos momentos de grupo, pertenecer a algo, una causa, un hogar, o simplemente era que la soledad no estaba hecha del todo para mí.

Entre tanto, la comida se iría convirtiendo en una conversación entre dos amigas que hacía tiempo que no se veían, aunque en nuestro caso nos acabábamos de conocer. Mi mirada cambió drásticamente y de seguro la médica se podría haber dado cuenta. Uno de los hombres que habían estado en la barra, uno de tres, se acercaría dando tumbos a nuestras mesa con cara de querer venir a molestar. La mirada perdida, bastante perjudicado y con síntomas de pocos amigos, mandíbula desencajada ligeramente abierta a un lado y pasos totalmente descompasados. Por mi parte soltaría los cubiertos y entrelazaría las manos a la altura de mi boca posando los codos en la mesa. Con las cejas haría un pequeño ademán para avisar a Bisha mientras que clavaría mi mirada en el borrachuzo que alcanzaría nuestra mesa.

– Hoombreeeee pero mi-mira que tenemos aquiiiii – Diría el hombre alzando la voz por encima de lo normal. En ese momento el local se quedaría casi mudo, todos parecían expectantes y se habían percatado de las voces sin sentido que estaría dando. El hombre apoyaría su mano derecha en el respaldo de la silla de la rubia y la zurda en la mano, bajando su cuerpo para tener su cara a la altura de la médica. – Doosss putiiillaaasss – Diría al tiempo que yo me tensaría más si cabía. Me daría demasiado asco aquello, aunque no solo por la vergüenza ajena que me estaría dando, si no por el seguro aliento a podrido y alcohol que estaría sintiendo la rubia en sus fosas nasales.
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La rubia había empezado a comer —Uhuh— tragó. —No podrían, son demasiado llorones y quejicas como para soportarlo. De hecho, tampoco soportarían que una mujer tuviera dos amores al mismo tiempo. — volvió a sonreír con malicia.

La escuchó mientras devoraba su plato. —Bueno, de tus historias tendrás que contarme un poco más aprovechando que la noche es joven, eso de pelarse por mal uso de chakra suena divertido. Creería que tienes bastantes historias y aventuras que yo... Lo mío ha sido un poco más aburrido, la vida de un médico es estar aquí o allá haciendo lo mismo. — no dijo mucho más antes de terminar su plato.

De repente, todo se tornó pesado. Aquel instinto que te decía que algo no iba bien seguido a la actitud de Gea. Todo indicaba que la diversión estaba por empezar. La rubia pasaría la lengua relamiendo sus labios y acto seguido pasaría su pulgar limpiándose la comisura de los mismos.

¿Quieres jugar?— preguntó a la otra justo antes de que el gordinflón irrumpiera la conversación.

El silencio reinaría. Todos se había quedado quietos, incluso la mujer que antedía. Su mano se puso de inmediato en la boca avergonzada por lo que había visto pasar un sinfín de veces anteriores. Movió sus pies con intención de pararlo, pero entonces otro de los hombres de la barra la detuvo anteponiendo sus brazos entre el camino que la llevaría a las chicas y ella.

No te metas en esto mujer… sabes bien lo que pasará después.

El primer borracho no habría podido tener mejor final. Antes de siquiera terminar su frase y dejar su asqueroso aliento por casi toda la mesa, la rubia giraría sobre su eje sin pararse de la silla y asestarle a una velocidad inconcebible un puñetazo en la cara que lo enviaría varios metros atrás.

Vaya, vaya, parece que alguien olvidó los modales en la casa. Lo ayudaría y lo acompañaría a ir por ellos... si pudiera levantarse.

De nuevo, otro silencio y antes de ello, los rostros de los hombres indignados, ávidos de sangre por el daño ocasionado a un caído. Empezaron a apretar sus puños y en ese momento la rubia volvió a sonreír.

Antes de que hagan cualquier movimiento estúpido les propongo algo… Mañana a esta misma hora haremos afuera de esta taberna un pequeño concurso de vencidas. — se señaló con el pulgar —El que logre ganarme, tendrá todo el botín que logre captar por un año completo y uno noche con mi compañera. — La miró de soslayo y le guiñó un ojo. —Por lo demás, creería que podemos salir de aquí para no generarle dolores de cabeza a nuestra anfitriona— el tipo anterior había barrido con varias sillas y claro, el golpe lo había dejado fuera de combate.

¿Habían esperado demasiado? Quizá, pero para cuando se dieran cuenta, la rubia ya estaría afuera nada más que esperándolos al tiempo que hacía un par de sellos dando luz a otras dos Bishamon salían de estelas de humo. ¿Qué haría Gea? Total, varios de aquellos hombres la tendrían como objetivo directo.
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Sin duda una de las cosas que más me hacía admirar a alguien era el hecho de saber sobreponerse a los infortunios que el curioso destino sabía poner en el camino. Quizás era por eso por lo que me valoraba tanto y me miraba todos los días al espejo expresándome el poder que yo misma tenía sobre mi destino. A diferencia de muchas otras personas, yo sabía responder con el muro, y parecía que aquella rubia y yo, por muy distintas que pudiéramos parecer, estábamos en misma sintonía. Sus movimientos fueron precisos, rápidos, y sin apenas darle tiempo a aquel hombre a terminar su frase su cuerpo ya estaría volando por el lugar del puñetazo que la médica le había dado. Había escuchado muchas de las leyendas que corrían acerca de los médicos puros en su disciplina, yo había experimentado con otro tipo de rama médica, pero Bishamon parecía ser de las puras, de las que todavía creía que el mundo tenía solución, de las que todavía pensaba que había buenas personas detrás de los que ahora mismo dominaban el mundo. – Parece que la leyenda de la fuerza médica del País del Fuego es cierta – Expresaría en susurros para que solo la médica me escuchase mientras que me levantaba y me ponía a la par que Bisha, apoyando mi cuerpo sobre la pierna derecha y dejándola hablar.

La rubia hacía que una mujer más segura de si misma saliera de mi interior. Hacía que el poder femenino rugiera en mi interior. Sin saberlo, había descubierto una parte de mí que no conocía, así como las ganas de asesinar a aquellos idiotas. Eran débiles, sin fuerzas y condenados a ser simples mortales jugando al juego con las reglas de un Dios que ni si quiera existía. No pude evitar girar mi mirada hacia la médica al tiempo que ofrecía unos servicios por mi parte totalmente inexistentes. Una ceja arqueada y una mirada de desaprobación fueron suficientes, aunque viendo lo que ella misma estaba ofreciendo seguramente estaría muy segura de si misma al momento de saber que no iba a perder, y menos con aquellos seres inferiores que no tenían perdón de ninguna divinidad.

Los otros dos hombres se me quedarían mirando una vez que la rubia hubiera salido del lugar y uno de ellos haría un ademán de intentar dar un paso hacia delante, lo que no sabía era que en el mismo instante que yo abriera la boca y soltara una simple nota, sus movimientos y los que todos los presentes estarían bajo una parálisis temporal que me dejaría el tiempo para salir tranquilamente caminando hacia fuera. No sin antes acercarme a la barra y dejar el dinero apropiado para que la mesera se cobrase la comida y los desperfectos, así como una pequeña propina por el espectáculo que habríamos dado.

Una vez hubiera salido del local podría ver a tres mujeres, tres rubias igualitas entre sí. – ¿Kage Bushin? – Preguntaría de forma retórica. – ¿A que ha venido ese ofrecimiento? – Exigiría explicaciones.
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La fuerza monstruosa era quizá cualidad de muchos, pero pocos llegaban a ese límite que Bisha conocía. El umbral en el que la fuerza descomunal propasaba cada posibilidad imaginable, incluso para ellos como ninja. Las palabras de la mercenaria no serían sino música para sus oídos. Le gustaba mostrarse fuerte, imponente y en absoluto débil. Así era, el poder de la mujer en el fuerte puñetazo que había asestado dejaba claro que ella no se andaba con juegos, se iba a todo o nada.

Sin embargo, desde su ubicación logró notar que Gea se había movido con total libertad al interior del estadero. Aquellos hombres, fornidos, de brazos anchos y de fuerza impresionante se quedaron abismados ante el poder de ese par.

Bueno, realmente creí que serían más los que vendrían— sonrió al tiempo que sus clones desaparecían.

Ciertamente, no harían falta. Ellas dos eran más que suficientes para acabar con esos dos y con medio pueblo si así se lo proponían. Del lado de derecho, una especie de flash se dejaría sentir. Un joven cargaba un artefacto para dejar plasmado en un recorte de papel, la cara de ambas mujeres (una foto (¿?)).

Disculpe ¿podría poner lo de las vencidas en una especie de periódico semanal? Así tendrán más contrincantes mañana. — Diría desde la distancia con algo de miedo. Ciertamente Bisha no tenía problema, pero el cuento de ser mercenario era un poco más por debajo, así que, dejó que Gea fuera quien decidiera sobre las acciones del joven.

Sobre lo otro… No sé, algo de motivación a nadie le viene mal, pero si te molesta, a la próxima, ofrezco mejor una noche de pasión con ambas.— sonrió con picardía. Los hombres del bar, uno a uno, empezaban a recobrar sus movimientos. Por fortuna o desgracia, no todos se unirían a la pelea. Muchos de estos, asustados, simplemente tomarían asiento nuevamente y seguirían con sus discusiones vacías. Los otros, fueron saliendo y construyendo un círculo en el que la dupla sería el epicentro. Los hombres, poco a poco fueron sacando de sus bolsillos navajas, palos, machetes y cualquier cosa que pudiera servirles para defenderse.

Solo dios sabe lo que les espera… ¿Harás tú los honores? — dijo a su compañera para que fuera ella quien iniciara la pelea.

Off: Creo que dijiste que eran 2, peor bueno, más machos pecho en pelo se han unido al salseo. De los que estaban afuera, de los que estaban dentro y bueh... ahora creería que son bastantes xD Que empiece la fiesta.
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Sin duda aquella situación era entre graciosa y algo preocupante. No me apetecía que cualquier pudiera ver de las habilidades que teníamos la rubia y yo, por lo que me quedaría sin más esperando, a su derecha, a que la historia diese su fin o siguiese el curso. De uno de los lados, y sin apenas poder predecirlo demasiado, un flash saltó como una liebre en medio del bosque queriendo escapar de su depredador. – Mierda – Expresaría poniendo una mano en el intento muy fallido de bloquear aquella foto. No me agradaba mucho el hecho de saber que saldría en cualquier lugar como foto de portada y siendo mi imagen y mi cara el reclamo para muchos idiotas que buscarían llenar su vida con las vidas de los demás. > Maldita Bishamon, está loca < Pensaría mientras que vería como le pedía a aquel hombre si nos podía poner en primera plana para que al día siguiente vinieran más y más hombres a querer batirse con la fuerza de la joven rubia.

– Mierda Bishamon, yo no tengo tu fuerza – Expresaría entre dientes y buscando que solamente ella me escuchara. Mi habilidad pasiva de clan lo haría posible. Adoraba poder hacer eso, era un reclamo muy fácil que usaba mi grupo para misiones más avanzadas y que hacía mucho que no usaba. Mi garganta estaría algo oxidada, aunque nada que un buen entrenamiento no volviera a hacer funcionar. Seguiría escuchando a la rubia mientras que vería como varios hombres saldrían del hostal donde minutos antes habríamos estado. Personas que no había visto allí adentro pero que seguramente estarían violando a las mujeres con las que compartirían cama en los pisos de arriba. Eso me ponía enferma, me daba tremendo asco y además, me hacía adquirir un grado de malhumor bastante impropio de mí. De hecho, me centraría en uno de ellos, un hombre de unos cuarenta y largos años que habría visto subir a las habitaciones con una chica que seguramente ni si quiera rozaría la mayoría de edad. – Ese es mío – Expresaría bajando mi punto de gravedad y, esta vez, desactivando mi habilidad pasiva, simplemente para que él me escuchase, aunque muy lejos de atemorizarse, sacaría una navaja preparada para el combate y sonreiría tétricamente. – Te voy a borrar esa sonrisa, hijo de puta – Exclamaría lanzándome hacia él y esperando a que Bishamon hiciera lo propio.

Tras mi lanzamiento, escanearía de forma pasiva el campo para cerciorarme de que no habría ningún chakra preocupante a parte del de mi nueva y rubia compañera, el cual ya tendría almacenado en mi archivo. Por eso mismo sabía que no era una persona normal y de que, por su gran chakra, debía ser kunoichi. En apenas medio segundo habría barrido la poca distancia que tendría con el que sería mi objetivo. Su cara de susto sería tal que no vería venir aquel derechazo que le saltó desde mi costado hacia su rostro, volando un par de dientes y poniendo en alerta a los dos matones que tendría a cada uno de los lados, lanzándose ambos hacia mí con sus afiladas navajas. No sería un problema, pues de un pequeño salto haría que ambos se golpearan el uno con el otro. El salto me haría caer con los pies a cada uno de los lados del tronco de mi objetivo. Sus ojos se abrirían de nuevo y su gaznate sería separado por mi mano izquierda que le cogería del cuello de su vestimenta mientras que la diestra propinaba puñetazo tras puñetazo. Su sangre empezaría a salir despedida mientras que mi ira iría siendo desprendida con cada una de los golpes. – Ahora aprenderás... – Primer golpe. – …a que no debes violar… – Segundo golpe. – …ni aprovecharte de una… – Tercer golpe. – …¡¡niña!! – Y cuarto y último golpe. No sabía si estaba muerto o inconsciente, tampoco me importaba.

Mi respiración era entrecortada, pero estaba sosegada y pletórica. Me daría la vuelta para proseguir, aunque el panorama ya era bastante desolador.
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Las expresiones de Gea solo le daban risa a Bisha. Ella sabía bien que como mercenaria aquella pelinegra no era ninguna santa. Además, no dejarse impresionar y seguirle el paso a Bishamon daba fe de que podría con lo que quisieran ponerle en la mesa.

A mí no me engañas, Gea. Libérate, disfrútalo. — fue lo único que le respondió cuando habló específicamente del tipo de 40 que acababa de estar con una nena mucho mejor que él. La peli azabache abriría la contienda, los hombres de hecho, a pesar de ser tan lanzados y corajudos, dudaban si enfrentarse a la dupla. Era evidente que aquellos humos les duraban hasta que la posibilidad de perder contra ellas fuera visible.

¿A ahora qué?¿TIENEN MIEDO?— gritó Bishamon como loca.

Siguió los pasos de la otra. Aunque la velocidad era la misma, los golpes de Bisha parecían devastadores. Su combate era limpio. Si Gea si fijaba, podría leer en su cuerpo años de experiencia. Esquivaba las patadas, los puños y las puñaladas con demasiada facilidad. Su cuerpo se movía agraciado por la tierra dando un giro mientras asestaba puñetazos y patadas a diestra y siniestra. En su rostro, una sonrisa casi como si disfrutara de aquel momento. Pero lo cierto es que desbocaba allí toda la sed de justicia, al tiempo que dejaba claro la supremacía de las mujeres en el campo de batalla.

Poco a poco, aquel grupo de forajidos se redujo de treinta a quince. De esos otros quince varios sin posibilidad de moverse, otros repletos de moretones con fuerzas apenas para ponerse de pies e irse y otros, temerosos, decidieron por las buenas marcharse antes de sufrir las consecuencias de enfrentarse a dos chicas que “inofensivas” podrían barrer con los hombres de dos pueblos enteros. Lo peor de todo esto no era siquiera eso, sino que ambas no estaban haciendo el menor esfuerzo, estaban, casi, que en su estado de lucha natural.

Son… SON MONSTRUOS! — gritó uno de los más chicos antes de salir corriendo. Y no, no iba a escaparse. A aquel, Bisha lo perseguiría nada más que con un sushin no jutsu, poniéndose en frente de él.

No somos monstruos— el chico estaba paralizado. La rubia había dejado su cara mirando a Gea y su cuerpo casi que en contacto directo con el más joven —Solo somos mujeres… Mira y aprende del sexo fuerte—. Relamió sus labios y acto seguido tomaría al chico por el brazo derecho y lo giraría sobre su propio eje con una fuerza y velocidad descomunal para dejarlo fuera de combate en el piso no sin antes romper con el cuerpo ajeno parte del piso sobre el que había caído.

El número, por otro lado, seguía disminuyendo y el chico en oculto con su cámara, siguió tomando fotos del combate artístico de aquellas dos. Se marchó en un momento inesperado, quizá en el que ambas estuvieran ocupadas con algún estorbo entre manos. Pronto, su trabajo estaría editado y varias personas del pueblo y de pueblos aledaños tendrían en primera plana la convocatoria. Una rubia parecía haber causado revuelo, invitaba a los hombres a tener vencidas con ella prometiendo lo que parecía ser, una especie de fortuna. Si, el chico desconocía lo de la noche romántica con ambas, pero efectivamente ese asunto fue repuesto con dinero. Eso, definitivamente llamaba más la atención que cualquier noche con dos hermosas damiselas.
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Todos y cada uno de los allí presenten quedarían bastante impresionados con los movimientos que la rubia y yo mismo habíamos hecho. Entre las doblegaríamos a varias decenas de hombres cuyo único propósito era conseguir aquello que la médica había prometido. Claramente al final ninguno conseguiría nada, pero entre tanto las féminas nos divertiríamos. Entre unos golpes y otros, fintas de un lado y de otro, nuestros ojos y miradas se cruzarían varias veces, una sonrisa de mi lado y un guiño del otro, tranquilas y sosegadas, así como si ya hubiéramos hecho esto en un pasado, como si ya hubiéramos peleado ya fuera en conjunto y en grupo como la una contra la otra. Su mirada no me sonaba de nada, pero desde el primer momento que la hubiera visto sentía que había algo en ella que me revocaba a alguna vida pasada. ¿Estaba segura que no nos habíamos cruzado antes? No tenía ni idea, pero seguramente tendríamos toda la noche para contarnos historias. Yo tenía muchísimas, a decir verdad, pues todos los años que habríamos estado de lugar en lugar, de misión en misión, y de grupo en grupo, habrían dado para mucho.

El último hombre en pie caería rápidamente con un tremendo puñetazo de la rubia, y sacudiendo mis manos una con la otra a la vez que mis pasos se acercaban a la rubia. Mi respiración se tranquilizaba con cada paso y entre que esquivaba algún cuerpo dolorido en el suelo y veía como alguno se levantaba tras varios minutos en el limbo, reduje el espacio con Bisha para estar a su lado rápidamente. – Admito que ha estado muy divertido, por un momento pensé que sería demasiado – Expresaría girándome para ver el destrozo de hombres que habríamos causado. Era gracioso ver cómo me “transformaba” a la hora de pelear. De normal era tranquila, como si pensara que todo lo que estaría por venir en una pelea me viniera demasiado grande, pero luego cuando los golpes empezaran a lanzarse, mi instinto hacía que una nueva Gea saliera al exterior, que como un demonio se convirtiese en una máquina de pelea y matanza. Me preocupaba un poco eso, pero hasta el punto sabía que podía controlarlo.

Entre tanto los hombres empezarían a levantarse, algunos muy doloridos, expulsarían sangre con un importante ataque de tos. – Ups… lo siento por ti – Expresaría con una ligera sonrisa en los labios y tapando mi alegría con el dorso de la mano derecha. – Mañana os ganaremos en el torneo de vencidas, ¡ya veréis! – Exclamaría con el puño en alto. Yo le ignoraría y miraría hacia la rubia. – ¿Te parece si subimos a las habitaciones y nos tomamos algo? Has dejado la cerveza dentro del bar sin apenas tocar – Mencionaría hacia la rubia esperando su respuesta.
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Empezaron a quedar pocos, la diversión, si no eran más de quince, empezaba a disminuirse demasiado. Inicialmente por que eran demasiado lentos y seguido a esto, la incapacidad de usar ninjutsu hacía que todo aquello fuera mucho más de patearle el culo a los hombres, que era divertido, pero que no se hacía por mejorar ni por crear estrategias de combate.

Como fuera, en aquel baile de puños, patadas, cabezazos y codazos, la rubia podía sentir lo mismo que Gea. La forma en la que hacían equipo era única tal parecía que toda su vida la hubieran pasado juntas, parecía como si aquello no fuera más que otras de sus juergas a hacerle la vida imposible a la gente. También sonreía y también le guiñaba el ojo. Ver hombres con el desespero de querer siquiera asestar un golpe en tal de tener a la peli azabache por una noche, daban pena.

Lo seguro, era que aquel lazo en adelante se reforzaría. El último cayó tras un puñetazo propio y en ese momento se giró para ver a su compañera. Negó —¿ves? Te falta tenerme confianza, conmigo no te faltarán las risas— bromeó antes de negar entre risas a las palabras del tipo que decía que ganaría en las vencidas.

Anda a dormir, las heridas no se curan solas. Ah, y trae mucho dinero mañana… entre más intentes, más probabilidades tendrás para ganar— la mentira más grande. Escuchó a su compañera justo después posando su mano en la cintura con un gesto de aburrimiento, evidente porque todo el salseo se había terminado.

¡MIS CERVEZAS!— se puso la mano en la cabeza y sin pensarlo, tomó a Gea de la mano a toda prisa para entrar en el bar y ver, en la barra, las tres jarras de cerveza gigantes, espumosas, frías… aún la esperaban. Su rostro cambió de aburrimiento a preocupación y de este último a felicidad completa en menos de cinco minutos.

Las acabo de servir, nada más ver que habían limpiado el local sabía que iban a acabar sedientas, así que… provecho, ¿señora...?— la mujer, servicialmente quería conocer el nombre de la rubia. —Kaname.— respondió mirando a Gea y guiñándole el ojo que la señora del bar no podría ver.

He reservado una habitación antes, por si las demás se ocupaban por esa manada de cerdos. Iremos a ella, ¿me puedes ayudar con una cerveza?— indicó a Gea justo antes de tomar dos y beber de la de su mano derecha hasta dejarla a la mitad. —¡Jaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! que buena está. — jadeó extasiada.

La mujer del bar parecía estar agradecida —¿Usted desea algo para tomar? Anteriormente no había pedido nada, solo su comida— comentó mientras Bisha se iba adelantando con sus dos jarras de cerveza en cada mano. Subiría las escalas sin problema, daría con la habitación que le habían asignado y empujó con el pie la misma luego de haber tenido que dejar una cerveza en la mano para poder abrir la puerta. —¡No tardes!— gritó desde el marco a Gea.
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Cuando la joven rubia se diera cuenta de que había dejado sus tres cervezas en el bar de donde habríamos salido a hacer semejante espectáculo, sus ojos se volverían dos cristalinos orbes de sorpresa. Así mismo, me agarraría del brazo y con un tirón que por poco no me desencajaría el hombro me metería sin mucha dificultad de nuevo por la puerta del establecimiento. – ¡Aaaayyaaaaa! – Expresaría a modo de queja y, una vez dentro y me soltase, haría espirales con rostro molesta y estiramientos con el brazo para hacer volver a su sitio el músculo que habría estirado sin mucha dificultad. Desde luego tenía mucho que aprender sobre el Taijutsu de la rubia, pero ella debía aprender a controlar sus emociones, pues aunque conocía de sobra su fuerza a la hora de pelear y emplearla para pegar golpes a diestro y siniestro, quizás no se daba cuenta de que yo era bastante más frágil.

Entendiendo el motivo del nombre falso que la rubia le había dado a la camarera de aquel restaurante. – Atsuko – Expresaría presentándome también y dando también ese nombre que siempre me había gustado dar cuando no tuviera que ofrecer mis datos personales. Seguramente en algún momento haría eso que llamaban documentos falsos para poder moverme sin mucha complicación, moverme por las aldeas y recopilar la información que necesitaba para mi cometido. Por el momento no tendría ninguna misión asignada, pero algo me decía que tardaría poco. Así mismo, negaría con la cabeza a la petición de la rubia. No bebía, nunca lo había hecho y no pretendía empezar ahora a consumir alcohol. – No bebo alcohol, Kaname, así que me temo que las tres serán para ti – Expresaría agarrando la cerveza que la rubia habría dejado como presente para mí, pero que sería devuelto en cuanto llegase a la habitación.

Sin duda aquella pequeña aventura había estado interesante. – Sabía de la fuerza médica del País del Fuego, pero eso ha sido bastante impresionante – Expresaría mirándole con una sonrisa sincera. No trataba de ser sirviente ni pelota a la rubia, tan solo debía decir la verdad en todo momento y más si queríamos afianzar aquella relación de amistad. – Bueno, tenemos toda la noche, ¿no? ¿Por dónde quieres empezar? – Expresaría dándole paso a las preguntas que la joven tuviera sobre mí. Seguía sin entender aquella confianza que la tenía tan pronto, no solía ser así, pero el destino siempre tenía cosas increíbles para cada persona, y la sensación de que mi destino estaba ligado a aquella rubia era algo innegable.
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Que bien que no bebes, será más para mi— respondió de inmediato feliz no tener que compartir su bebida ni nada más. —Estas son solo el preámbulo, mi media van siendo tres o cuatro botellas de sake y esto no tiene el mismo licor— sonrió como si hablara del shampo que usaba para el pelo, que por cierto le tenía el cabello espectacular. Lo demás, fue dejar que las cosas pasaban en el orden propuesto y las dos chicas acabarían con tres jarras de cerveza en la habitación con la puerta cerrada.

Bueno, lo cierto es que hacía mucho no contaba con alguien como tú de mi lado.— la cara, tono de voz y semblante de la rubia cambiaron de inmediato. Su rostro denotaba cierta tristeza, tal y como si su soledad no le gustara y que Gea le hubiera hecho sentir, por fin, que podía contar con alguien en quien confiar más cosas que su vida a escondidas. Suspiró antes de terminarse de golpe lo que quedaba de la primera jarra de cerveza y después de eso, puso las palmas de las manos abiertas atrás, para poder apoyarse y levantó su mirada al techo.

Lo del tema de la fuerza funciona con el control de chakra —¿Qué tenía aquella chica? ¿de verdad Bishamon soltaría el secreto de sus habilidades a alguien a quien conocía de apenas unas horas? —Básicamente es tal que puedo acumular aquí— señaló su diamante en la frente —cantidades inconcebibles de chakra para múltiples usos y de esa forma, también puedo canalizarlo para… destruir lo que se ponga en mi camino.— la miró con cierta fuerza en sus violáceos orbes.

Mañana, si llega alguien digno, tendrás oportunidad de ver lo que soy capaz de hacer. Si no, podemos tener un entrenamiento en el que nos mostremos que podemos hacer… Capaz y luego de esto podamos hacer mucho dinero juntas— le guiñó el ojo. —A hoy, realmente no sé quiénes o cuántas personas hayan llegado a mi nivel… Dicen que llego a hacer proezas, aunque a mí no me parece tan épico. — hizo una leve pausa.

Ya que estoy… bueno, te contaré por qué mi aversión a los tipos como los que ubicamos hoy, y por qué razón disfruta tanto haciéndoles infelices— la historia la había contado pocas veces, pero ahora mismo, Bisha era una chica diferente. Su dolor la había hecho fuerte y ahora no era algo que cargara como una historia triste, aunque lo fuera, sino como el punto que la llevó a ser quien era.

Mi madre murió cuando tenía 7. Mi padre se fue a una misión suicida para traerla… Nunca volvió. Esperé por días, pero no regresó. El hambre me consumió y me vi en la obligación de dejar lo que era la casa de ellos. Busqué comida y recibí golpes por ello, pasé por el frío, por la lluvia, por los golpes… por muchos de ellos. Curiosamente, las mujeres fueron de gritos, pero una que otra vez una de ellas se mostró piadosa y me daba comida. Los hombres, por su parte, siempre han sido de armas tomar, mandaban perros y me perseguían hasta dar conmigo.— tomó un trago de su cerveza, la de la segunda jarra.

Finalmente pasé mucho tiempo deambulando por las calles de konoha sin quien me reconociera dentro de mi clan y sin que mis padres aparecieran para rescatarme.— Hizo un breve silencio. —Di, sin embargo, con una mujer, una médico… Matsuko. Ella me llevó hasta una especie de orfanato en donde recibían niños para formarlos dentro de las doctrinas del templo de fuego, en el país de la hoja. Me acogieron, los primeros días fueron bien. Dejó de faltarme comida, el agua, la cama donde dormir e incluso hice amigos… El tiempo pasó rápido allí, aprendí lectura y mis habilidades fueron enfocadas desde entonces a la medicina, lo cual agradezco a hoy enormemente.— bebió antes de continuar.

Con el tiempo, aquellos monjes se fueron renovando hasta quedar con un plantel de jóvenes de entre los 25 y 35. Ellos empezaron a llevar al monasterio por donde no era. Organizaban peleas entre los niños y a las niñas… bueno… Éramos su fuente de desfogo para el acto.— Suspiró. —Nunca me tocaron, realmente y cuando pasó… organicé con varios para escaparnos… y matar al hijo de puta que me había violado.— Le sonrió con cierta inquina. Quizá aún le dolía, pero al menos ahora podía decirlo. tomó la segunda jarra y la llevó a cero de golpe. —¿Y tú? ¿Qué te trajo aquí?— indagó a la otra.
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No podía no sentirme impresionada cuando la rubia me advirtió de que normalmente solía beber muchísimo más. En momento así me sentía un poco estúpida por mantener una creencia y por no seguir el juego de lo que parecía ser bastante más divertido que quedarte en una esquina sin beber nada mientras que el resto se lo estaba pasando bien. No conocía la sensación de embriaguez, pero no pretendía faltar a mi persona y a mis decisiones. Bisha lo aceptaba y además, se alegraba, porque habría más alcohol para ella, por lo que no habría problema ninguno.

Las siguientes palabras de la joven médica sin duda me dejaron ligeramente confundida, así como su semblante cambiado a más triste, como buscando un pasado que debió haber llegado. Se la notaba perdida, sin muchas opciones, sin saber qué camino seguir ni cuál sería su destino. A decir verdad yo estaba un poco en la misma estacada, no sabía por dónde tirar ni cuál camino elegir, aunque claramente yo estaba bastante más acostumbrada a que mi vida fuese un poco así. La Kunoichi, además, había vivido en otra época donde las cosas eran bastante más distintas y seguramente añoraría esos tiempos. Tenía ganas de consolarla y abrazarle, pero advertí que lo que la rubia necesitaba era simplemente alguien que le escuchase sin juzgarla, así que me mantuve quieta y receptiva a sus palabras.

La joven empezó a hablar, las palabras salieron de su boca casi como un discurso que ya tenía aprendido pero que, gracias a mis habilidades, sabía que estaría diciendo la verdad. Para mí eso era muy importante, la sinceridad era algo que valoraba muchísimo en alguien, quizás por eso había desarrollado ciertas habilidades pasivas para reconocer de forma bastante eficaz la mentira en alguien. Nada de eso habría en la rubia, ni un ápice de confusión. Su monólogo pasó por explicarme de dónde provenía semejante fuerza, y era que todo estaría concentrado en ese diamante que portaba en la frente. No había pasado desapercibido cuando la había conocido, pero tampoco era algo que pensase fuera de tanta importancia. Al parecer sí, pues se trataba de unas habilidades que concedía a la rubia una fuerza sobrehumana capaz de partir muchos muros que se pusiesen en su camino. Me gustaba haber hecho migas con alguien fuerte, ya no solo físicamente o en pelea, si no fuerte en carácter, que realmente al final era lo que definía a una persona.

Tras la historia de la rubia, me quedaría quieta, mirándola con una mirada neutra. No quería que pensase que le tenía compasión, que me daba pena, pues era una de las cosas que más echaban hacia atrás a una persona para que se abriese a ti. No me daba pena, simplemente la escucharía cuando ella la necesitase y era lo único que la rubia debía saber. No había juicios por mi parte, tan solo una buena amiga que la escuchaba. – Has debido de pasarlo bastante mal, Bishamon – Expresaría intentando agarrarle su mano para pasarle la calidez de la mía.

Por mi parte no tenía mucho que contar. – Sinceramente no tengo una historia tan elaborada, las cosas no me han ido del todo bien tampoco – Expresaría para carraspear mi voz. Así mismo le contaría todo, le contaría acerca a mis padres y su fallecimiento, a lo que se dedicaban y cuál había sido su tumba. La forma en la que aquella organización me lo enseñó todo, tanto en el campo de la caza como de la agricultura y ganadería. Aprendí a cocinar, a coser heridas y poco a poco fui desarrollando una Gea en mí muy amiga de la ciencias sanitarias, aunque no de la misma forma en la que la médica que tenía delante. Entre tanto, un simple movimiento de mis manos con las fases necesarias haría que una pequeña sanguijuela fuera creada en mi mano, dando vueltas por mi brazo y quedándose ahí quieta. – Sé que quizás sea algo que te choque de primeras, pero mis estudios en medicina me han llevado por el lado digamos… oscuro, aunque claramente no soy alguien que lo use como algunos que he visto, yo solo lo uso para investigar y protegerme en caso de necesitarlo – Expresaría deshaciendo la sanguijuela y haciendo que se desvaneciese. Solo esperaba que la militar no me juzgase, pues claramente se podía notar como nuestras ramas médicas eran completamente dispares.
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Ciertamente así fue, Gea— tomó la mano de la contraria con la mano ajena a la cerveza —¿Pero sabes?— La soltó despacio —Sin todo ese pasado, yo hoy… no sería yo. Capaz fuera una simple niña mimada en brazos de sus padres, incapaz de hacer nada ante la inexistente necesidad de tener las cosas… A pesar de todo, hoy lo prefiero así. He disfrutado mi trayecto y aunque a veces la soledad golpee fuerte… siempre tengo claro que no pararé de avanzar.— comentó sin más antes de de escuchar a la contraria con su intervención.

Bisha, al igual que ella, pondría especial cuidado en los detalles menores. Tampoco había sido todo de color rosa, total, por algo estaban las dos solas medio deambulando, aunque sentía que Gea efectivamente estaba bien con ello. Bisha, por otro lado, sentía la incapacidad de no poder retener a nadie. Sakul y Mako ya no estaban, Adan y Gin tampoco. Ni Eifen, ni su sensei, ni Matsuko… Ni siquiera sus padres. Nadie, que Bisha hubiera conocido en antaño se había quedado y ella tampoco había buscado que esas personas se quedaran. Tenía demasiados recuerdos de demasiadas personas que simplemente habían pasado por su vida dejando un fuerte recuerdo, pero no más. Eso era ella, un cúmulo de historias que quizá habían podido ser diferentes, pero tampoco se daban por terminadas.

Entre tanto, Gea había empezado la historia de su vida, los detalles eran claros y bueno, podía entreverse que tampoco había tenido una vida fácil. —Mujeres como nosotras siempre tenemos un motivo para ser como somos ¿no? Las demás crecen y se hacen corrientes, más presas del sistema, del montón— Le dijo sonriéndole. Terminaría por hablar de su trabajo con la medicina. No parecía precisamente lo que Bisha hacía, pero no dejaba de verse interesante. Ella conocía el daño que podían hacer las sanguijuelas.

Bueno, lo primero es decir que no me disgusta en absoluto, de hecho, encuentro fascinación en tus formas… Ahmmm, soy portadora del pacto de las babosas, ¿escuchaste alguna vez de él?— dijo antes de mover sus dedos a toda velocidad —¡Kuchiyose no jutsu!— Aquella Katsuyu era de menos de 50cm, pero mucho más grande que la sanguijuela de Gea. —Hay una técnica que me permite crear una lluvia de Katsuyus que drenan chakra, pero nunca he llegado a usarla en combate.— comentó tranquila —Además, ella tiene la facultad de dividirse en múltiples partes, sirve como radio, apoyo en combate y me permite sanar a quien porte una, desde donde yo esté.— Efectivamente el ninjutsu médico de Bisha había sido llevado a otro nivel, por encima de Tsunade y Sakura incluso. —Princesa, trate de no hacer estas cosas, además… está bebiendo— comentó la babosa sería antes de desaparecer dejando una estela de humo.

Katsuyu tiene una personalidad un tanto fuerte… pero no le prestes atención. Si alguna vez estamos en combate y debe sanarte, lo hará sin ningún reparo. Para eso, creería que somos iguales. ¿Las tuyas como funcionan?— hablando de técnicas y de habilidades, la rubia también tenía dudas sobre la otra —Y ya que estamos… Antes de la pelea de esta tarde ¿cómo fue que dejaste a esos hombres inhabilitados para moverse? Yo no podría sin tener que agregar venenos y paralizantes a sus bebidas.— concluyó antes de beber de nuevo.
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