Durante el transcurso de todo lo ocurrido tras su última intervención, el enmascarado sencillamente observaría con cierta curiosidad a los dos shinobi implicados en tomar la última vida y sus completamente opuestas reacciones.
Por una parte, Kiseki, con una reacción mucho más humana y dentro de lo normativo al ser expuesto a tal carnicería, se negaría a dar el golpe final, aun recuperándose de "haber vaciado sus propias entrañas" en las cercanías; una respuesta bastante comprensible, pero que había dibujado una mueca cómica bajo la máscara del perro. La iniciativa sería tomada finalmente tomada por Kaito, que algo sorprendido por la reacción de su aliado (como bien expondría con tono mordaz) y con una opinión diametralmente opuesta sobre el cómo proceder, se adelantaría para dar el golpe de gracia, no sin antes preparar un plan de respaldo por si la indefensa víctima se resistiera... No sería el caso.
Los suriken impactarían sin esfuerzo contra el ninja; normalmente se trataban de armas casi inofensivas, pero con la gran exposición del hombre y el tiempo que se tomaría el marionetista para asegurar el golpe, el impacto resultaría mortal... O al menos lo suficientemente incapacitante como para hacerle caer al suelo, balbuceante, sin terminar de comprender lo que ocurría a su alrededor en el momento en que fuera expuesto nuevamente a la realidad
(por los daños recibidos). Miraría con pánico y confusión a aquellos que le rodeaban, palideciendo casi tanto por su propia pérdida de sangre como por la escena presente de su líder terminando de desangrarse con la cabeza de su compañero a poco más de dos palmos de distancia. Mientras la vida le abandonaba, buscaría con la mirada con una mezcla de pánico y esperanza al cuarto miembro de su grupo, esperando un milagro que no solo no llegaría, si no que le sería brutalmente arrebatado cuando el enmascarado subiera lo suficiente su máscara como para que el sentenciado pudiera ver el rostro sonriente del que les había traicionado -
Tranquilo, yo me ocuparé de Miat. Prometo que haré todo lo posible para que tú pequeño se convierta en un reputado soldado Imperial - Casi incapaz de retener una carcajada, el "traidor" volvería a colocarse su máscara, observando con macabra satisfacción como las lágrimas de su supuesto aliado se mezclaban con su propia sangre antes de rendirse ante la muerte.
El silencio finalmente inundaría la escena, ahora cubierta de cadáveres -
Gracias, de verdad. Aunque esperaba que llegarás algo antes, creía haber logrado agitar el avispero lo suficiente como para que me rastrearais hasta aquí con intenciones asesinas - Mencionara el enmascarado -
Yo solo no habría podido eliminar a estos tres, las cosas son fáciles cuando atrapas al enemigo con la guardia baja, pero eran enemigos a tener en cuenta. En fin... Lo único que os queda es guiar el carromato de vuelta a la tetería en la que nos encontramos, allí debería haber un compañero Imperialista esperando vuestro reporte. Yo ahora debo marcharme a informar a la base de que hay tres cucarachas menos de las que preocuparnos. ¡Un placer! - Sin más dilación, el shinobi volvería a repetir la actuación de su primera desaparición, rodeándose tras una pequeña explosión de una cortina de humo antes de desaparecer de la vista... Sin embargo, en esta ocasión no se escuchaban pisadas u otros sonidos que lo delataran en la lejanía; quedando claro por lo tanto que la primera vez, efectivamente, intentaba que le siguieran.
En caso de seguir las indicaciones del shinobi enmascarado, al volver con el carromato y su contenido al lugar de encuentro inicial, se encontrarían con un par de hombres armados y cubiertos con uniforme imperial. Estos habían venido con su propio transporte, uno más blindado que el original, al que pasarían la mercancía para "asegurarse de que no hubiera más problemas", al tiempo que mostraban a los tres jóvenes los documentos que les permitían hacer dicho traspaso, conscientes de que los mismos pudieran estar escépticos al respecto.
Tras unos pocos minutos, los guardias terminarían el traspaso, clavando en el antiguo carromato un cartel con el sello del imperio en el cual se podía leer que un equipo de desguace se pasaría en los siguientes días para eliminar los restos del mismo y que la gente del lugar ya podía volver a caminar tranquila, debido a que los peligrosos terroristas habían sido eliminados antes de que pudieran usar el dinero, cuyo destino original era la reforma de unos barrios derruidos, para causar más golpes de terror... El discurso les había quedado perfecto, y cualquier mente hábil trataría de discernir en busca de algún detalle extra, porque, a fin de cuentas... ¿Por qué iban a robar los rebeldes el dinero de los pobres y necesitados? ¿No estaban con la gente? ¿O sencillamente esta sección estaba compuesta por poco más que verdaderos lobos con piel de cordero? La realidad, a partes iguales cercana y lejana a tales conjeturas, quedaría oculta en el bosque, junto al cadáver de, posiblemente, los tres únicos hombres que podrían haber intentado justificar aquellas acciones; si es que tenían justificación alguna.
Misión Completada
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