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11 de Junio del 15 D.K
Isla Madre Nanpou
El Gran Árbol
Gingseng
La tarde caía lentamente sobre el Gran Árbol mientras Satoru y Kenta compartían unas jugosas frutas que habían traído consigo. Los pequeños monos los rodeaban con curiosidad y emoción, sus ojos brillaban con la fascinación de tener a un humano en su presencia. Para ellos, era una rareza ver a alguien de otra especie en su hogar, y no podían contener su entusiasmo por hacer preguntas y aprender más sobre el visitante. Las ultimas generaciones de Simios no habían tenido la suerte de encontrarse un Maestro de Pacto, por lo tanto Satoru era toda una novedad para los más jovenes.
¿Cómo te llamas? - preguntó uno de los monitos, con su vocecita aguda y juguetona.
Soy Satoru - respondió el joven shinobi con una sonrisa.
- Y este es mi amigo Kenta. Vengo de un lugar lejano, vine hasta aquí para perfeccionar mi técnica.
Los monitos asintieron con interés, colgándose de las ramas cercanas mientras escuchaban con atención las palabras de Satoru. Parecían no cansarse de hacer preguntas y saber más sobre él y su tierra natal.¿Cómo llegaron hasta aquí? - preguntó otro monito mientras pelaba una fruta con sus pequeñas manos ágiles.
Llegamos aquí a través de una técnica de invocación llamada "Kuchyose" - respondió Satoru con una sonrisa.
- Es una habilidad especial que nos permite viajar a través de distintos lugares de manera rápida y eficiente
Es un honor estar aquí - dijo Satoru sinceramente.
El Reino de los Monos es un lugar asombroso y lleno de historia. Estoy encantado por aprender de ustedes.
Los monitos continuaron haciendo preguntas, desde cómo era su hogar lejano hasta las habilidades especiales que tenían como shinobis. Satoru respondía pacientemente a cada una de ellas, compartiendo historias y experiencias que capturaban la imaginación de sus pequeños amigos.Kenta, por su parte, observaba la interacción con una sonrisa cómplice. Sabía que a Satoru le encantaba compartir sus conocimientos y experiencias con otros, y verlo interactuar con los monitos era un testimonio de la conexión que podía establecer con cualquier ser vivo, sin importar su especie. La conversación continuó durante un buen rato mientras la luz del atardecer se filtraba entre las hojas del árbol y pintaba el ambiente con tonos cálidos y dorados. Los pequeños monos seguían fascinados, y cada vez más cómodos con la presencia de Satoru y Kenta.
Finalmente cuando la noche empezó a hacerse más notoria los monitos se despidieron con risas y alegría. Saltaron de rama en rama, desapareciendo entre la espesura del gran arbol para continuar con sus juegos y travesuras nocturnas.
Satoru y Kenta se quedaron allí, disfrutando de la paz y tranquilidad que el anochecer traía consigo. La experiencia con los monitos había sido divertida y gratificante, y les recordaba lo especial que era el Reino de los Monos y su gente.
Con la promesa de completar la escalada del Gran Árbol, los dos amigos se prepararon para descansar y recuperar fuerzas. Mañana sería un nuevo día lleno de descubrimientos y desafíos en el Gran Árbol estaban listos para enfrentarlo juntos. Con la noche cubriendo el reino, Satoru y Kenta se recostaron en el acogedor refugio, listos para descansar y soñar con las maravillas que el reino aún tenía por ofrecer.