—Kuchiyose no Jutsu. —Una voz habló con calma a la vez que colocaba su mano en el suelo, observando cómo se esparcían varias líneas negras en el mismo, pero esta vez, a diferencia de momentos anteriores, no invocaron a Morcen, por el contrario, el rubio se vio envuelto entre las nubes, cruzando hacia el otro lado, la ciudad de invocación de las salamandras, listo para pedir una prueba y convertirse en el maestro del pacto, puesto que ha estado vacío desde hace mucho tiempo ya.
La ciénaga, como era conocida la ciudad, era un sitio pantanoso, dividido casi a la mitad por un gran árbol que parecía compartir características de ambas divisiones, por un lado, se encontraba un lugar hermoso, lleno de vegetación y luz de donde se asomaban incontables cabezas, algunas más grandes que otras, mucho más grandes, todas con curiosidad en sus ojos mientras observaban al rubio que caminaba en dirección al gran árbol. Por el otro lado, un pantano oscuro, desprovisto de vida y de luz se podía observar, de él, pocas criaturas asomaron sus cabezas, pero el marionetista podía sentir sus miradas clavándose fuertemente en su piel; la diferencia claramente no estaba solo en lo estético, sino en la manera de ser de cada salamandra, tan solo divididas por un pequeño camino entre ellas.
Acercándose poco a poco al árbol, Deikum sintió un poco de terror, de lejos aquello no parecía tan grande o majestuoso, pero conforme avanzaba, el árbol se fue haciendo cada vez más grande, llegando al punto en el que había superado con creces el tamaño de su propia marioneta, que medía unos doce metros, ¿qué clase de criatura estaría escondida allí? Sus nervios comenzaron a aumentar cada vez más, no sabía qué tipo de prueba se le sería impuesta, había llegado solo con una idea en su cabeza, pero ahora que estaba a pocos pasos de llegar, sentía que su decisión había sido precipitada o incluso arriesgada. Pero no daré vuelta a atrás. Pensó, enseriando la mirada y comenzando a poner más propósito en cada pisada.
Recorrer el camino fue sencillo, solo soportar miradas de lado y lado fue a lo que se tuvo que arriesgar, por supuesto, las miradas eran distintas, pero aquello no presentó más problema que solo incomodidad. Una vez llegó frente al árbol, se limitó a observarlo en silencio, admirándolo por completo, notando que la madera, a pesar de ser vieja en aspecto, parecía aún ser fuerte, robusta. Sentía que algo distinto lo estaba observando esta vez, pero la presión de esta mirada era distinta, los ojos del rubio escanearon la zona, pero no logró divisar nada en concreto… —¿Qué buscas al venir a la ciénaga? —Una voz grave resonó por todo el lugar, fue ahí cuando los orbes azulados se vieron cara a cara con un solo ojo de casi todo su tamaño. La criatura se movió, despegándose del gran árbol como si fuese parte de este mismo, observando fijamente a Deikum y permaneciendo en una posición cercana a él.
Era el momento, debía permanecer con calma ante tal ser, pero era un simple humano, por lo que no pudo evitar primero asombrarse y luego, por estúpido que fuese, levantar la mano para intentar tocar a la enorme salamandra frente a él, solo el sonido de un siseo en eco, proveniente de todas y cada unas de las criaturas que ahora se encontraban a su alrededor lo hicieron detenerse en seco, volviendo rápidamente en sí y dándose cuenta de su gran error. —Perdón, fue un instinto… —Se veía claramente apenado, pero nuevamente volvía demostrar que era un humano, un ser que comete errores diariamente—. Mi nombre es Deikum Chikamatsu, he venido a presentarme como candidato para ser maestro de este pacto. —No habían terminado de salir las palabras de su boca para cuando un siseo, esta vez más fuerte, resonó por toda la ciénaga, las miradas por primera vez desde que había llegado se sentían unidas bajo un mismo sentimiento...
Sorpresa, todas y cada una de las salamandras ahí presentes, incluida la más grande de todas, sentían sorpresa, ¿quién sabe cuándo fue la última vez que vino alguien con tal idea en la cabeza? Probablemente había sido hace mucho tiempo, pero eso poco importaba, era el ahora a lo que había que prestarle atención. La enorme salamandra simplemente se limitó a observar al rubio con mucho escrutinio, aún sin saber si este hablaba en serio o en broma. —Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que alguien vino aquí y propuso tal cosa, debo preguntar, ¿quién es tu compañero de entre nosotros? —Su voz resonaba con calma por la ciénaga, se notaban sus años de sabiduría con cada palabra, era casi como si el terreno mismo en el que el rubio se encontraba de pie le estuviese hablando directamente, usando a la salamandra como un medio.
Preguntas como esas eran algunas de las cosas que Deikum estaba esperando, respondiendo con un movimiento de mano y dejando ver a Morcen en su palma, quien, a diferencia de su dueño, no parecía tan cómoda con la situación, incluso observando a quien se le podría llamar como el “gran líder” con mucho miedo en su mirada. —Ella, Morcen, fue quien respondió a mi llamado y luego de una prueba me dejó firmar el pacto, es por ella y por mis otros sueños que estoy aquí dispuesto a presentar otra prueba con el fin de ser llamado el maestro de este pacto. —El marionetista sonaba confiado, serio, sentía que debía serlo en esta situación, no podía titubear ante cualquier prueba que se le fuese asignada, por muy temerosa que fuera.
Un rastro de luz apareció en los ojos de la gran salamandra, quien esta vez observaba a Morcen, él la conocía muy bien, tan bien como conocía a todas las demás salamandras en la ciénaga, quienes eran descendientes de él. No había necesidad de hacer muchas preguntas para llegar a la conclusión de cuál prueba había tenido que pasar el hombre frente a él, Morcen venía de la parte oscura de la ciénaga, de aquellos un poco más bélicos y salvajes, pero poseía un corazón de la parte hermosa, lo que la hacía una perfecta mezcla entre humildad, amabilidad y violencia.
Es por eso que luego de un par de segundos de un silencio un tanto incómodo, la gran salamandra se enderezó, levantando la mitad de su torso y observando a todos desde arriba. —La prueba de seguro no fue fácil de superar, pero si esperas ser un maestro del pacto tienes que saber que mis métodos son distintos, e incluso, primero me gustaría saber, ¿cuál es tu motivación?
Sin duda, aquí empezaría una especie de debate, pero siempre y cuando fuese con palabras, el rubio se sentía seguro de que podría lograr pasar. —Mi sueño es Zeon, un lugar libre donde la gente pueda vivir sin miedos, todo lo que hago lo hago en pro de eso, incluso darme como enemigo de tanto los rebeldes como los imperiales, pero, por supuesto, no puedo poner ese sueño como motivación para ser maestro de pacto, la verdad es que lo hago para protegerlos a ustedes, para que no sean usados como escudos en peleas sin sentido y… —Miró a Morcen, con un poco de pena en sus ojos—. Para que dejen de poner pruebas que probablemente maten a un gran porcentaje de los candidatos a firmar. —La salamandra en su mano lo miró con sorpresa, apenándose inmediatamente y tapándose el rostro con sus patas.
Tantas cosas que podía decir, incluso mentir con palabras altruistas y metas de paz mundial, pero no podía hacerlo con la consciencia limpia, eso no era para lo que estaba allí, sabía que sus habilidades lo podrían llevar lejos, pero no era tan estúpido como para dar por sentado en que lo lograría, siempre tenía que mantener humildad en su cabeza, sus sueños eran más grandes que él en este momento, y es por eso que aún estaba en busca de aliados que lo acompañasen en ese arduo camino por el cual tendría que andar.
Afortunadamente, no pasó como un orgulloso egocéntrico, por el contrario, parecía que sus palabras, cargadas de la humanidad más simple de todas, terminaron causando una buena impresión en la gran salamandra, quien se limitó a levantar la mirada y observar la ciénaga con paz en sus ojos. Él era un ser con una edad suficiente como para reconocer maldad y bondad en cualquiera que se le pusiera al frente, sabía que el rubio caía más en la última, pero también notaba que habían muchos demonios dentro de él, muchas decisiones que de seguro aún lo atormentaban.
Esto lo hizo esbozar una sonrisa, por fin había logrado llegar a una prueba decente, una capaz de probar no solo el ingenio del marionetista, sino también hacerlo reflexionar sobre sí mismo, quizás dándole una enseñanza más profunda que solo la habilidad de pasar pruebas con solo su cabeza o su cuerpo.
Sería una de esas pruebas en las que la sencillez opacaba la dificultad de lo que se pedía, pero sin importarle mucho, la enorme salamandra se limitó a decir: —Algunas son queridas, otras son odiadas, e incluso si son perdidas, contigo se quedan. Esa es mi prueba para ti, encuentra la respuesta, tráemela y dejaré que nos representes en tu mundo, piensa bien en mis palabras, tienes hasta que el sol se oculte para responder. —Sus orbes amarillos miraban fijamente al rubio, la intensidad era palpable y la prueba había comenzado ya.
“Sencillo” no era algo que el rubio tuviese en mente cuando escuchó las palabras de la salamandra, se trataba de un acertijo, completamente distinto a su primera prueba, no pudo sino sentir un poco de ira, ya que su primera experiencia había sido casi letal para él, pero esto no duró mucho, luego de haber llegado aquí a la ciénaga, había logrado entender la diferencia moral entre las salamandras de un lado del pantano y las del otro, no podía juzgar a su compañera por haber nacido con la mentalidad de violencia, así como no podía culparse a sí mismo por muchas otras cosas.
Morcen, para este punto, ya había dejado de esconder su rostro, bajando de la mano del rubio y caminando hacia el “gran líder”, su andar fue un tanto lento, su silencio un tanto preocupante, pero no fue sino hasta que quedó bajo el gran torso de la enorme salamandra que se dio la vuelta, observando a Deikum directamente y dándole unas palabras de aliento: —No puedo acompañarte ni ayudarte, pero te he visto hacer cosas un poco más difíciles de completar… —Tragó fuerte, porque sabía que estaba hablando de su propia prueba—. Igual, tu sueño es mucho más grande que esto y, si fallas este acertijo, dirá mucho de lo que puedes y no puedes lograr.
Era el momento de partir, de deambular por la ciénaga mientras pensaba en la respuesta, la opción de quedarse y meditar también estaba, pero el rubio sentía que su mente trabajaba mejor con una acción que había hecho toda su vida, caminar. Se dio entonces media vuelta y empezó a andar, ponderando en las palabras de la gran salamandra, analizando cada parte del acertijo para poder llegar a una mejor respuesta, por momentos pensaba que la tenía, pero luego daba un par de pasos y entendía que aquello no era lo correcto; esto duró un tiempo hasta que de repente llegó a él una posible respuesta.
Metas. Pensó, llegando a la conclusión de que tal vez la respuesta iba más allá, hecha casi a la medida. Había que destacar que su primer pensamiento había ido a “sueños”, pero decidió estirarlo un poco más a su respuesta actual, su razonamiento era un poco sencillo, algunas metas son queridas, como la liberación de un pueblo o la protección de un ser, otras son odiadas, como la subyugación, la dictadura, el asesinato; e incluso si son olvidadas estas permanecen con uno, como parte de nuestro ser, de lo que somos.
Obviamente la idea quizás era forzada, pero sentía que tal era la prueba a la que la salamandra lo había puesto, una en donde tuviese que ver dentro de él, de las cosas que quería y de los pensamientos que lo componían. Todas esas cosas lo llevaban a sus metas, las cuales fueron transformándose poco a poco en lo que era hoy en día, Zeon.
Regresar era lo único que debía hacer, había caminado ya un gran tramo mientras estaba absorto en sus pensamientos, por lo que solo debía regresar y ofrecer su respuesta. —Aún tengo tiempo —dijo, observando el horizonte y viendo cómo el sol comenzaba a ocultarse poco a poco, eso le daba, quizás, un par de horas más para terminar aquella prueba.
Irradiaba confianza mientras avanzaba de vuelta al gran árbol, pensaba durante el camino en todas las cosas que lo habían traído hasta aquí, en sus comienzos como nómada y en cómo durante sus viajes pudo observar la realidad del mundo, de la crueldad desmedida de parte y parte, de su decisión para formar algo en lo que estaría orgulloso, de su camino recorrido y los aliados encontrados, fue en ese momento en que se detuvo en seco, llegando a la realización de las cosas.
Apuró entonces el andar, corriendo casi a toda velocidad a la base del árbol, donde lo esperaban Morcen, la gran salamandra y el resto de los habitantes de la ciénaga. Todos lo observaban, algunos esperando que su respuesta fuese satisfactoria, otros simplemente indiferentes, pero contentos de poder compartir un momento con sus familiares. —Tengo mi respuesta… —dijo, para nada cansado de su carrera que le había tomado poco menos de cinco minutos—. Es “□□□□□□□□”.
Su rostro tenía una sonrisa, habían pasado un par de horas desde que había dado su respuesta, la gran salamandra había sonreído en ese momento, aceptando la respuesta del rubio, ofreciéndole unas cuantas palabras de sabiduría que sin duda este llevaría consigo: —Nunca olvides tu respuesta, reflexiona en ella cada vez que sientas que te has chocado, es gracias a ellas que eres quieren eres hoy en día y siempre, sin importar lo que suceda, estarán contigo, ahora parte, Deikum Chikamatsu, represéntanos con la cabeza en alto en el mundo de los humanos, de parte de mí y de todas las salamandras, bienvenido a la familia. —Finalizó, otorgándole un gran pergamino al marionetista; todas las salamandras observaron el momento con atención, esto era un momento histórico para ellas, por fin había llegado el día en el que otro humano llevaría el nombre de maestro de pacto de las salamandras.
“Difícil”, fue la palabra que se presentó en la mente del rubio mientras caminaba de regreso al punto en donde había aparecido cuando usó el Kuchiyose hace ya unas horas, aquel reto sin duda había sido sencillo, pero era difícil cuando te dabas cuenta de que el único oponente para superarlo se trataba de uno mismo. Que tonto había sido mientras en su andar se dirigía con propósito cuando su cabeza había llegado a la respuesta errada, de no ser porque su confianza lo había llevado a reflexionar sobre otras cosas, en este momento se estaría yendo con las manos vacías, derrotado con palabras y quizás replanteándose sus metas.
—Kuchiyose no Jutsu. —Una voz nuevamente se escuchó, esta ahora sonaba contenta, calmada, su mano tocó el suelo, dejando nuevamente ver unas líneas negras esparcirse en el suelo, llevándolo de vuelta a su mundo a la vez que las nubes se reunían a su alrededor.
La ciénaga, como era conocida la ciudad, era un sitio pantanoso, dividido casi a la mitad por un gran árbol que parecía compartir características de ambas divisiones, por un lado, se encontraba un lugar hermoso, lleno de vegetación y luz de donde se asomaban incontables cabezas, algunas más grandes que otras, mucho más grandes, todas con curiosidad en sus ojos mientras observaban al rubio que caminaba en dirección al gran árbol. Por el otro lado, un pantano oscuro, desprovisto de vida y de luz se podía observar, de él, pocas criaturas asomaron sus cabezas, pero el marionetista podía sentir sus miradas clavándose fuertemente en su piel; la diferencia claramente no estaba solo en lo estético, sino en la manera de ser de cada salamandra, tan solo divididas por un pequeño camino entre ellas.
Acercándose poco a poco al árbol, Deikum sintió un poco de terror, de lejos aquello no parecía tan grande o majestuoso, pero conforme avanzaba, el árbol se fue haciendo cada vez más grande, llegando al punto en el que había superado con creces el tamaño de su propia marioneta, que medía unos doce metros, ¿qué clase de criatura estaría escondida allí? Sus nervios comenzaron a aumentar cada vez más, no sabía qué tipo de prueba se le sería impuesta, había llegado solo con una idea en su cabeza, pero ahora que estaba a pocos pasos de llegar, sentía que su decisión había sido precipitada o incluso arriesgada. Pero no daré vuelta a atrás. Pensó, enseriando la mirada y comenzando a poner más propósito en cada pisada.
Recorrer el camino fue sencillo, solo soportar miradas de lado y lado fue a lo que se tuvo que arriesgar, por supuesto, las miradas eran distintas, pero aquello no presentó más problema que solo incomodidad. Una vez llegó frente al árbol, se limitó a observarlo en silencio, admirándolo por completo, notando que la madera, a pesar de ser vieja en aspecto, parecía aún ser fuerte, robusta. Sentía que algo distinto lo estaba observando esta vez, pero la presión de esta mirada era distinta, los ojos del rubio escanearon la zona, pero no logró divisar nada en concreto… —¿Qué buscas al venir a la ciénaga? —Una voz grave resonó por todo el lugar, fue ahí cuando los orbes azulados se vieron cara a cara con un solo ojo de casi todo su tamaño. La criatura se movió, despegándose del gran árbol como si fuese parte de este mismo, observando fijamente a Deikum y permaneciendo en una posición cercana a él.
Era el momento, debía permanecer con calma ante tal ser, pero era un simple humano, por lo que no pudo evitar primero asombrarse y luego, por estúpido que fuese, levantar la mano para intentar tocar a la enorme salamandra frente a él, solo el sonido de un siseo en eco, proveniente de todas y cada unas de las criaturas que ahora se encontraban a su alrededor lo hicieron detenerse en seco, volviendo rápidamente en sí y dándose cuenta de su gran error. —Perdón, fue un instinto… —Se veía claramente apenado, pero nuevamente volvía demostrar que era un humano, un ser que comete errores diariamente—. Mi nombre es Deikum Chikamatsu, he venido a presentarme como candidato para ser maestro de este pacto. —No habían terminado de salir las palabras de su boca para cuando un siseo, esta vez más fuerte, resonó por toda la ciénaga, las miradas por primera vez desde que había llegado se sentían unidas bajo un mismo sentimiento...
Sorpresa, todas y cada una de las salamandras ahí presentes, incluida la más grande de todas, sentían sorpresa, ¿quién sabe cuándo fue la última vez que vino alguien con tal idea en la cabeza? Probablemente había sido hace mucho tiempo, pero eso poco importaba, era el ahora a lo que había que prestarle atención. La enorme salamandra simplemente se limitó a observar al rubio con mucho escrutinio, aún sin saber si este hablaba en serio o en broma. —Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que alguien vino aquí y propuso tal cosa, debo preguntar, ¿quién es tu compañero de entre nosotros? —Su voz resonaba con calma por la ciénaga, se notaban sus años de sabiduría con cada palabra, era casi como si el terreno mismo en el que el rubio se encontraba de pie le estuviese hablando directamente, usando a la salamandra como un medio.
Preguntas como esas eran algunas de las cosas que Deikum estaba esperando, respondiendo con un movimiento de mano y dejando ver a Morcen en su palma, quien, a diferencia de su dueño, no parecía tan cómoda con la situación, incluso observando a quien se le podría llamar como el “gran líder” con mucho miedo en su mirada. —Ella, Morcen, fue quien respondió a mi llamado y luego de una prueba me dejó firmar el pacto, es por ella y por mis otros sueños que estoy aquí dispuesto a presentar otra prueba con el fin de ser llamado el maestro de este pacto. —El marionetista sonaba confiado, serio, sentía que debía serlo en esta situación, no podía titubear ante cualquier prueba que se le fuese asignada, por muy temerosa que fuera.
Un rastro de luz apareció en los ojos de la gran salamandra, quien esta vez observaba a Morcen, él la conocía muy bien, tan bien como conocía a todas las demás salamandras en la ciénaga, quienes eran descendientes de él. No había necesidad de hacer muchas preguntas para llegar a la conclusión de cuál prueba había tenido que pasar el hombre frente a él, Morcen venía de la parte oscura de la ciénaga, de aquellos un poco más bélicos y salvajes, pero poseía un corazón de la parte hermosa, lo que la hacía una perfecta mezcla entre humildad, amabilidad y violencia.
Es por eso que luego de un par de segundos de un silencio un tanto incómodo, la gran salamandra se enderezó, levantando la mitad de su torso y observando a todos desde arriba. —La prueba de seguro no fue fácil de superar, pero si esperas ser un maestro del pacto tienes que saber que mis métodos son distintos, e incluso, primero me gustaría saber, ¿cuál es tu motivación?
Sin duda, aquí empezaría una especie de debate, pero siempre y cuando fuese con palabras, el rubio se sentía seguro de que podría lograr pasar. —Mi sueño es Zeon, un lugar libre donde la gente pueda vivir sin miedos, todo lo que hago lo hago en pro de eso, incluso darme como enemigo de tanto los rebeldes como los imperiales, pero, por supuesto, no puedo poner ese sueño como motivación para ser maestro de pacto, la verdad es que lo hago para protegerlos a ustedes, para que no sean usados como escudos en peleas sin sentido y… —Miró a Morcen, con un poco de pena en sus ojos—. Para que dejen de poner pruebas que probablemente maten a un gran porcentaje de los candidatos a firmar. —La salamandra en su mano lo miró con sorpresa, apenándose inmediatamente y tapándose el rostro con sus patas.
Tantas cosas que podía decir, incluso mentir con palabras altruistas y metas de paz mundial, pero no podía hacerlo con la consciencia limpia, eso no era para lo que estaba allí, sabía que sus habilidades lo podrían llevar lejos, pero no era tan estúpido como para dar por sentado en que lo lograría, siempre tenía que mantener humildad en su cabeza, sus sueños eran más grandes que él en este momento, y es por eso que aún estaba en busca de aliados que lo acompañasen en ese arduo camino por el cual tendría que andar.
Afortunadamente, no pasó como un orgulloso egocéntrico, por el contrario, parecía que sus palabras, cargadas de la humanidad más simple de todas, terminaron causando una buena impresión en la gran salamandra, quien se limitó a levantar la mirada y observar la ciénaga con paz en sus ojos. Él era un ser con una edad suficiente como para reconocer maldad y bondad en cualquiera que se le pusiera al frente, sabía que el rubio caía más en la última, pero también notaba que habían muchos demonios dentro de él, muchas decisiones que de seguro aún lo atormentaban.
Esto lo hizo esbozar una sonrisa, por fin había logrado llegar a una prueba decente, una capaz de probar no solo el ingenio del marionetista, sino también hacerlo reflexionar sobre sí mismo, quizás dándole una enseñanza más profunda que solo la habilidad de pasar pruebas con solo su cabeza o su cuerpo.
Sería una de esas pruebas en las que la sencillez opacaba la dificultad de lo que se pedía, pero sin importarle mucho, la enorme salamandra se limitó a decir: —Algunas son queridas, otras son odiadas, e incluso si son perdidas, contigo se quedan. Esa es mi prueba para ti, encuentra la respuesta, tráemela y dejaré que nos representes en tu mundo, piensa bien en mis palabras, tienes hasta que el sol se oculte para responder. —Sus orbes amarillos miraban fijamente al rubio, la intensidad era palpable y la prueba había comenzado ya.
“Sencillo” no era algo que el rubio tuviese en mente cuando escuchó las palabras de la salamandra, se trataba de un acertijo, completamente distinto a su primera prueba, no pudo sino sentir un poco de ira, ya que su primera experiencia había sido casi letal para él, pero esto no duró mucho, luego de haber llegado aquí a la ciénaga, había logrado entender la diferencia moral entre las salamandras de un lado del pantano y las del otro, no podía juzgar a su compañera por haber nacido con la mentalidad de violencia, así como no podía culparse a sí mismo por muchas otras cosas.
Morcen, para este punto, ya había dejado de esconder su rostro, bajando de la mano del rubio y caminando hacia el “gran líder”, su andar fue un tanto lento, su silencio un tanto preocupante, pero no fue sino hasta que quedó bajo el gran torso de la enorme salamandra que se dio la vuelta, observando a Deikum directamente y dándole unas palabras de aliento: —No puedo acompañarte ni ayudarte, pero te he visto hacer cosas un poco más difíciles de completar… —Tragó fuerte, porque sabía que estaba hablando de su propia prueba—. Igual, tu sueño es mucho más grande que esto y, si fallas este acertijo, dirá mucho de lo que puedes y no puedes lograr.
Era el momento de partir, de deambular por la ciénaga mientras pensaba en la respuesta, la opción de quedarse y meditar también estaba, pero el rubio sentía que su mente trabajaba mejor con una acción que había hecho toda su vida, caminar. Se dio entonces media vuelta y empezó a andar, ponderando en las palabras de la gran salamandra, analizando cada parte del acertijo para poder llegar a una mejor respuesta, por momentos pensaba que la tenía, pero luego daba un par de pasos y entendía que aquello no era lo correcto; esto duró un tiempo hasta que de repente llegó a él una posible respuesta.
Metas. Pensó, llegando a la conclusión de que tal vez la respuesta iba más allá, hecha casi a la medida. Había que destacar que su primer pensamiento había ido a “sueños”, pero decidió estirarlo un poco más a su respuesta actual, su razonamiento era un poco sencillo, algunas metas son queridas, como la liberación de un pueblo o la protección de un ser, otras son odiadas, como la subyugación, la dictadura, el asesinato; e incluso si son olvidadas estas permanecen con uno, como parte de nuestro ser, de lo que somos.
Obviamente la idea quizás era forzada, pero sentía que tal era la prueba a la que la salamandra lo había puesto, una en donde tuviese que ver dentro de él, de las cosas que quería y de los pensamientos que lo componían. Todas esas cosas lo llevaban a sus metas, las cuales fueron transformándose poco a poco en lo que era hoy en día, Zeon.
Regresar era lo único que debía hacer, había caminado ya un gran tramo mientras estaba absorto en sus pensamientos, por lo que solo debía regresar y ofrecer su respuesta. —Aún tengo tiempo —dijo, observando el horizonte y viendo cómo el sol comenzaba a ocultarse poco a poco, eso le daba, quizás, un par de horas más para terminar aquella prueba.
Irradiaba confianza mientras avanzaba de vuelta al gran árbol, pensaba durante el camino en todas las cosas que lo habían traído hasta aquí, en sus comienzos como nómada y en cómo durante sus viajes pudo observar la realidad del mundo, de la crueldad desmedida de parte y parte, de su decisión para formar algo en lo que estaría orgulloso, de su camino recorrido y los aliados encontrados, fue en ese momento en que se detuvo en seco, llegando a la realización de las cosas.
Apuró entonces el andar, corriendo casi a toda velocidad a la base del árbol, donde lo esperaban Morcen, la gran salamandra y el resto de los habitantes de la ciénaga. Todos lo observaban, algunos esperando que su respuesta fuese satisfactoria, otros simplemente indiferentes, pero contentos de poder compartir un momento con sus familiares. —Tengo mi respuesta… —dijo, para nada cansado de su carrera que le había tomado poco menos de cinco minutos—. Es “□□□□□□□□”.
Su rostro tenía una sonrisa, habían pasado un par de horas desde que había dado su respuesta, la gran salamandra había sonreído en ese momento, aceptando la respuesta del rubio, ofreciéndole unas cuantas palabras de sabiduría que sin duda este llevaría consigo: —Nunca olvides tu respuesta, reflexiona en ella cada vez que sientas que te has chocado, es gracias a ellas que eres quieren eres hoy en día y siempre, sin importar lo que suceda, estarán contigo, ahora parte, Deikum Chikamatsu, represéntanos con la cabeza en alto en el mundo de los humanos, de parte de mí y de todas las salamandras, bienvenido a la familia. —Finalizó, otorgándole un gran pergamino al marionetista; todas las salamandras observaron el momento con atención, esto era un momento histórico para ellas, por fin había llegado el día en el que otro humano llevaría el nombre de maestro de pacto de las salamandras.
“Difícil”, fue la palabra que se presentó en la mente del rubio mientras caminaba de regreso al punto en donde había aparecido cuando usó el Kuchiyose hace ya unas horas, aquel reto sin duda había sido sencillo, pero era difícil cuando te dabas cuenta de que el único oponente para superarlo se trataba de uno mismo. Que tonto había sido mientras en su andar se dirigía con propósito cuando su cabeza había llegado a la respuesta errada, de no ser porque su confianza lo había llevado a reflexionar sobre otras cosas, en este momento se estaría yendo con las manos vacías, derrotado con palabras y quizás replanteándose sus metas.
—Kuchiyose no Jutsu. —Una voz nuevamente se escuchó, esta ahora sonaba contenta, calmada, su mano tocó el suelo, dejando nuevamente ver unas líneas negras esparcirse en el suelo, llevándolo de vuelta a su mundo a la vez que las nubes se reunían a su alrededor.