El comienzo del fin [Priv. ???]
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— Me alegra que todos nos entendamos, ey. Creo que no nos equivocamos, definitivamente este es un buen grupo. — Comentó Kiyoko con una sonrisa en su rostro. Ella ya tenía su sello, así que nada más esperó que su compañero Yuki se lo colocase a todo el resto, gastando ingentes cantidades de chakra en dejar una marca lo suficientemente potente como para evitar una traición y filtración. Era una lástima: esperaba que alguien se hubiese revelado. De hecho, Kano Kurama parecía el candidato ideal; su familiar lejano picaba en punta para ser el primer opositor y dar ejemplo con sangre de qué le pasaría a los opositores de la nueva generación de Espadachines de la Niebla. Sin embargo, el joven simplemente asintió, viéndose acorralado. Normal, que en aquella situación tan arrinconada, nadie quisiera verse en una trifulca con algunos de los impulsores del plan.

— Cuando salgan de aquí, no les recomiendo quedarse mucho. Esta Isla es, probablemente, uno de los lugares del país donde Oyuki tiene más oídos y ojos. Todos los que aquí viven no son de fiar, son criminales y adeptos al Imperio que actúan bajo las ordenes de la Oyabun. — Oyuki era el nombre real de la Shodai Suijin, aunque no era del todo conocido por el mundo, o al menos no era costumbre nombrarla así. Por su parte, la Oyabun era el cargo con el que se representaba al criminal más fuerte del país, en este caso una Onmyōji de nombre Sakura, con una estrecha relación con la Emperatriz. Se acomodó la capucha y se puso de pie sobre el taburete de hielo de un mini-saltito. — Ara, ara, supongo que no podremos quedarnos por aquí mucho tiempo sin levantar sospechas. ¿Ya empezamos con la repartija de objetivos? Estoy ansiosa por saber contra quién nos emparejaremos. — Se frotó las manos con una sonrisa demasiado amplia, a la par que su lengua sobresalía de entre sus filosos dientes. Su postura era la de una adicta a la acción, y la sensación de adrenalina de conocer a su objetivo lo antes posible, hacía aumentar el flujo de circulación de su sangre.
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Finalmente todos cumplieron la consigna. Quizá algunos no estaban tan de acuerdo, pero aquello había quedado ya en segundo plano. El tiempo apremiaba y convencer uno por uno a los implicados al punto de garantizar su lealtad no era más que una utopía.

Hubo cierto revuelo entre los presentes, llegando incluso a plantearse tácitamente la posibilidad de una pelea  entre algunos, pero terminaron reculando por el bien de la reunión. Quedarían de seguro algunas asperezas por limar dentro del grupo tras el encuentro, pero no era nada que no pudiera resolverse con el tiempo, una vez que los asuntos de importancia fueran tachándose de la agenda.

-En esta ocasión creo que todos compartimos tus ansias, Tetsuka.-Sabía que la que hablaba era Kiyoko, pero bromeaba por deporte.

Sus clones, los cuales aún permanecían cerca de cada visitante, procedieron a sacar al unísono pequeños pergaminos blancos cerrados por un sello rojizo con el kanji "confindencial". Sin más dilaciones, los clones procedieron con la entrega a cada uno de los presentes que habían sido sellados, mientras el Hikaru original decía algunas palabras orientativas. Kiyoko, por su parte, ya había recibido su pergamino al igual que el Yuki.

-Bien, así comienza todo esto. Encontrarán en estos pergaminos la información que hemos podido recolectar en el último tiempo durante nuestro servicio en la fuerza imperial. Cada uno tiene entre sus manos una suerte de ficha técnica de un objetivo distinto. Se incluyen aspectos que van desde habilidades de combate hasta probables ubicaciones o lugares frecuentados. En la mayoría de los casos, también podrán ver a qué facción pertenecen sus objetivos y el puesto que ocupan. Hizo una pausa, dando un segundo a todos para al menos identificar quién les había tocado en suerte.

-Como podrán imaginarse, nuestra tarea no es otra que vencer a cada uno de estos portadores de las 7 espadas legendarias y tomar sus armas por la fuerza. Idealmente, una vez que las tomemos podremos reemplazar a Kumotta Tsuki como el principal brazo ejecutor del imperio, para luego ejecutar la siguiente fase del plan.
No se repetiría en todo lo anterior, pues consideraba que ya había sido lo suficientemente claro.

-El plazo para conseguir las espadas será de dos meses, luego de los cuales nos volveremos a reunir en este mismo lugar para planear el siguiente movimiento. En cuanto a la forma de trabajar, no hay ningún tipo de regla. Mientras se presenten con la espada en la fecha señalada, poco importa la forma en que la hayan conseguido. Los objetivos son perfectamente intercambiables si así lo consideran.
No creyó necesario entrar en detalles sobre qué pasaría si no lo conseguían, puesto que lo más probable era que no estuvieran vivos para ese entonces dado el caso.

Miró una vez más a los miembros de la incipiente organización, como si pudiera estimar sus probabilidades de éxito sólo a partir de la expresión de sus compañeros.
-¿Alguna duda? Si no queda nada por atender, podríamos dar por finalizado el encuentro.

-Por cierto, una cosa más. Deberíamos tener un nombre que nos identifique como grupo. ¿Alguna idea?-
Estaría de acuerdo con cualquier nombre planteado, por más bizarro que fuera.
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