— Me alegra que todos nos entendamos, ey. Creo que no nos equivocamos, definitivamente este es un buen grupo. — Comentó Kiyoko con una sonrisa en su rostro. Ella ya tenía su sello, así que nada más esperó que su compañero Yuki se lo colocase a todo el resto, gastando ingentes cantidades de chakra en dejar una marca lo suficientemente potente como para evitar una traición y filtración. Era una lástima: esperaba que alguien se hubiese revelado. De hecho, Kano Kurama parecía el candidato ideal; su familiar lejano picaba en punta para ser el primer opositor y dar ejemplo con sangre de qué le pasaría a los opositores de la nueva generación de Espadachines de la Niebla. Sin embargo, el joven simplemente asintió, viéndose acorralado. Normal, que en aquella situación tan arrinconada, nadie quisiera verse en una trifulca con algunos de los impulsores del plan.
— Cuando salgan de aquí, no les recomiendo quedarse mucho. Esta Isla es, probablemente, uno de los lugares del país donde Oyuki tiene más oídos y ojos. Todos los que aquí viven no son de fiar, son criminales y adeptos al Imperio que actúan bajo las ordenes de la Oyabun. — Oyuki era el nombre real de la Shodai Suijin, aunque no era del todo conocido por el mundo, o al menos no era costumbre nombrarla así. Por su parte, la Oyabun era el cargo con el que se representaba al criminal más fuerte del país, en este caso una Onmyōji de nombre Sakura, con una estrecha relación con la Emperatriz. Se acomodó la capucha y se puso de pie sobre el taburete de hielo de un mini-saltito. — Ara, ara, supongo que no podremos quedarnos por aquí mucho tiempo sin levantar sospechas. ¿Ya empezamos con la repartija de objetivos? Estoy ansiosa por saber contra quién nos emparejaremos. — Se frotó las manos con una sonrisa demasiado amplia, a la par que su lengua sobresalía de entre sus filosos dientes. Su postura era la de una adicta a la acción, y la sensación de adrenalina de conocer a su objetivo lo antes posible, hacía aumentar el flujo de circulación de su sangre.
— Cuando salgan de aquí, no les recomiendo quedarse mucho. Esta Isla es, probablemente, uno de los lugares del país donde Oyuki tiene más oídos y ojos. Todos los que aquí viven no son de fiar, son criminales y adeptos al Imperio que actúan bajo las ordenes de la Oyabun. — Oyuki era el nombre real de la Shodai Suijin, aunque no era del todo conocido por el mundo, o al menos no era costumbre nombrarla así. Por su parte, la Oyabun era el cargo con el que se representaba al criminal más fuerte del país, en este caso una Onmyōji de nombre Sakura, con una estrecha relación con la Emperatriz. Se acomodó la capucha y se puso de pie sobre el taburete de hielo de un mini-saltito. — Ara, ara, supongo que no podremos quedarnos por aquí mucho tiempo sin levantar sospechas. ¿Ya empezamos con la repartija de objetivos? Estoy ansiosa por saber contra quién nos emparejaremos. — Se frotó las manos con una sonrisa demasiado amplia, a la par que su lengua sobresalía de entre sus filosos dientes. Su postura era la de una adicta a la acción, y la sensación de adrenalina de conocer a su objetivo lo antes posible, hacía aumentar el flujo de circulación de su sangre.