El poco orden que ya de por sí los toscos guardias de la Yakuza instauraron en el moribundo pueblo de la antigua Suna se deshizo en una montaña de cenizas cuando los infiltrados dejaban atrás el papel de espectadores para secuestrar activamente la ilusión de paz que el desierto traía consigo. Por supuesto, tras verse acorralados, no tenían otra opción más que hacer valer lo único que nadie podía quitarles; su habilidad.
Cuando los sensores asignados a las zonas del bar y la plaza central alzaron la voz ya era tarde. Aiko se había cargado sin mayor problemas a tres de los guardias en un movimiento que hacía palidecer hasta a los más diestros y, tras este, se había puesto en una posición ventajosa apoyada por el Chikamatsu, quien también se había movido con grácia para traer al campo de batalla a dos de sus herramientas. Las marionetas siguieron el curso necesario, y todo se congeló por un momento fuera del bar.
Dentro, con la calidez del fuego de la cocina y la elocuencia del Yamanaka, la mayoría parecía ignorar al par de guardias que se revolcaban tratando de detener la sangre que salía a borbotones por sus cuellos fileteados. La situación se tensaba, sí, pero en la mirada de la mayoría de mercenarios y criminales predominaba un atisbo de emoción. El caos era el pan de cada día en aquellas profesiones, y frente a ellos tenían no uno, sino tres agentes del caos.
Los dueños del bar parecían discutir entre sí a susurros. La conexión que tenían se encontraba en aguas turbulentas y uno de ellos, el que trataba de mantener la cabeza entre los hombros, buscaba apaciguar al más idealista de los dos. Ninguno prestaba mucha atención a los guardias muertos, que si bien no eran una vista placentera, tampoco resultaba novedosa. Cuando el Yamanaka y los murmullos se silenciaron, el guardia de más rango que se había mantenido todo este tiempo dentro del bar alzaría la voz tras aclarar la garganta.
— No hacía falta armar todo este alboroto. — Su voz era ronca, como la de aquellas víctimas vitalicias del cigarrillo.
— Acá intentamos mantenernos como gente civilizada, lo creas o no. — Su posición era tal que Adan podía ver cada movimiento de su cuerpo, si es que existiese alguno, pues para demostrar calma e iniciativa de colaborar, se mantenía quieto y levantado en su sitio.
— ¿Por qué no bajas de esa silla y compartimos una mesa, muchacho? Quizás pueda darte la información que necesites. Y no se desperdiciaría la comida. — El ofrecimiento, de buenas a primeras, era honesto. Estaba en Adan aceptarlo o no.
Fuera del bar la situación era igual de cruda, con los cuerpos de los tres guardias desparramados en el suelo. La espadachina culpable de tal escena ahora sostenía al sujeto que, fácilmente, le llevaba un palmo de altura. Las cuchillas de la marioneta de Deikum se clavaban en su piel cual mantequilla, aún cuando sus músculos opusieran resistencia.
— Hijos de puta… — Gruñó al sentir el hilo de sangre caer por su pecho. Su mirada parecían dos carbones al rojo vivo, con una furia inusitada. Pero se vería apagada al instante que la kunoichi activó la bomba de humo.
Quien tomaría la palabra, sin embargo, era el portavoz que hace instantes había dado las instrucciones a quienes se enfilaban. Tras un sonoro suspiro y sin mover un solo músculo, hablaría en voz alta.
— Quiero entender que tienen sus razones para hacer toda esta mierda. De verdad lo quiero. Pero hay que ser imbécil para llegar a este punto. Imbécil o suicida. — El malhumor se le notaba a leguas, y no solo por la situación, sino que parecía no querer estar ahí.
— Si escuché bien, chico, lo que pides está a tu alcance. — Haciendo referencia a las técnicas de Suna.
— Basta con unirte a nuestras filas, y compartiremos lo que quieres saber. Tú y tus compañeros son bienvenidos. Casualmente estamos reclutando gente capaz como ustedes. — Diría el sujeto, de nuevo, con expresión calmada. Medio minuto bastó de silencio para que continuara.
— Sin embargo. — Se robó el foco una vez más.
— La Yondai Senchō no verá con ojos amables que alguien se tomara el atrevimiento de acabar con… — Echaría un ojo a los tres cadáveres de la plaza y a uno de los que estaban dentro del bar.
— … varios de nuestros hombres. Así que lo dejo a elección de ustedes; bajar las armas, enlistarse a nuestras filas, y que alguno de los tres termine con la cabeza clavada en una saliente del muro. Recomendaría a la loca de la espada. — Señalando a la nube de humo donde estaría Aiko.
— Solo eso basta para obtener la información que buscan. Un pequeño sacrificio para limar asperezas, digamos. — Terminaría y quedaría observando atento a la ubicación de los dos ninjas.
Toji sería escoltado por una cuadrilla de 3 guardias y la mujer morena. Le bastaría con dar un par de pasos fuera del burdel para tener visión de la plaza. La escena era cuanto menos preocupante para el bando local. Si bien ya se había despejado por completo de gente y mercaderes, los pocos “civiles” que quedaban intentaban huir de la escena mientras dos eran objetivo de la atención total de los guardias que acordonaban la plaza. Uno de los criminales de bajo rango se acercarían a la morena para actualizarla con detalles.
— Mi señora. Parece que han encontrado a los tres infiltrados. Hay varios hermanos caídos. Uno de los infiltrados está dentro del bar de los gemelos y los otros están en la plaza. Uno de los hijos de puta tiene al señor Ushio de rehén. — Tras acabar su informe en cuestión de segundos se quedaría expectante. La chica lo empujaría mientras emitía un gruñido de frustración.
— ¡Vigilen a estos de aquí! — Refiriéndose a los tres hombres escoltados fuera del burdel.
— Que ninguno se mueva hasta que vuelva yo. — Sería la última orden que daría antes de partir hacia la plaza, rodeando el perímetro para terminar subiendo a los tejados y aproximarse desde ahí.
Toji quedaría, junto con los otros dos hombres, rodeado de tres guardias de poca monta que sostenían espadas y garrotes en su dirección. Todos parecían nerviosos, intercambiando miradas entre ellos antes de volver a fijarlas en sus vigilados.
OFF
Se va otra ronda. Tienen 48 horas para responder, o serán saltados.
Aiko: Todo bien con tus acciones, te cargaste a los guardias y tomaste de rehén al grandulón, apoyada por Deikum y su marioneta. Quedas envuelta en el humo de la bomba. Ubicación: En medio de la plaza, con el grandulón a tu merced. Estás a 5 metros de Deikum y a 15 metros del jefe de guardias (el que habla en azul).
Deikum: Invocas a tus marionetas y te cargas a dos guardias dentro del bar, apoyando a Aiko fuera. La pregunta que le haces al grandulón la escucha -y responde- el guardia que parece tener más rango de entre los presentes. Ubicación: En la puerta del bar. A 5 metros de Aiko y 10 metros de Adan. Estás a 20 metros del jefe de guardias que te responde, y a 20 metros del guardia que está dentro del bar (el que habla con Adan).
Adan: Llamas la atención de todos dentro del bar y el guardia que estaba ahí dentro te invita a acercarte para conversar. Quizás puedas obtener información útil de él. Ubicación: A 10 metros de Deikum, y a 10 metros del guardia que te habla.
Toji: Dado que buscan a tres infiltrados (y ya los tienen) el nivel de sospecha hacia ti baja considerablemente. Quedas frente al burdel, bajo vigilancia de 3 guardias de bajo rango. Si decides escapar no van a poder detenerte. Ubicación: Fuera del burdel, rodeado por 3 guardias y acompañado de otros dos hombres (usuarios de chakra ambos). Los guardias están todos a 1 metro de ti. Tú estás a 20 metros de la plaza, por lo que logras escuchar lo que el guardia le dice a Deikum (El que habla en azul).