— ¿Qué es lo que oculta? Hay algo que no sabemos. — Piensa mucho durante el tiempo que se encuentra dentro del edificio. Por lo que se sabe, siempre ataca cuando hay gente presente, pues le gusta llamar la atención. No se trata de un típico ladrón que intenta hurtar cuando nadie más ve. Eso significa que incluso puede estar ahí en este preciso momento. ¿Qué puede hacer nuestra protagonista para estar un paso por delante? Sinceramente, es casi imposible.
Por ahora, lo único factible es posicionarse justo detrás de la espada. La misma se encuentra cubierta por un cristal especial que, apenas hay contacto con él, suena una muy fuerte alarma en el recinto, avisando a la policía local de inmediato. Los ojos de Mei no se alejan del objeto, creyendo que es suficiente para reaccionar cuando sea correcto.
Pasan horas y todo parece ser sumamente tranquilo. Su cuerpo ya experimenta cierta fatiga al no moverse nada, estando solo de pie. Sin embargo, toda esa paz es destruida de un momento a otro. Balines son disparados desde distintas ubicaciones, obligando a Mei a lanzarse al piso en una voltereta para esquivar. A la vez, desenvaina su wakizashi y la utiliza para bloquear. — ¿Dónde estás, maldito? — Al mismo tiempo que esto ocurre, los visitantes del museo gritan atemorizados mientras huyen del lugar. Eso sí, ninguno de los balines va en su contra, así que estarán a salvo.
Lo curioso es que uno de los proyectiles se impacta en el cristal protector de la espada, agrietándolo. Mei se preocupa, pero queda desconcertada al ver que las supuestas y tan famosas alarmas no suenan. Esto le genera cierto momento de duda y desconcierto, provocando que ni cuenta se dé del término del bombardeo, así que no pudo ver quién le ha disparado. — ¿Desde distintas posiciones? Se supone que no es un ninja. — Así que, a priori, no debe tratarse de una técnica de clonación. ¿Es que acaso el famoso ladrón tiene compañeros? No, imposible, es demasiado egocéntrico como para solicitar ayuda y compartir el prestigio que le da su “profesión”. Entonces, ¿qué diablos ocurre?
Vuelve en sí y de inmediato atina a correr a la cabina de seguridad donde debe haber un guardia vigilando cámaras. Además, aquel hombre es el único responsable de activar o desactivar la alarma del vidrio. “¿Por qué deja la espada sola?”, preguntarán, pero Acheron concluye que esa no debe ser la verdadera espada. Es una hipótesis, tal vez haya cometido un verdadero error.
Al llegar a la sala correspondiente, se encuentra la siguiente escena. En una silla el humilde trabajar se ubica inconsciente, mientras aquel tipo vestido de blanco, una lentilla y un sombrero del mismo color, se encuentra sentado sobre una mesa. Enseña una sonrisa burlona, inspirando que la victoria ya es suya. Más aún cuando su mano diestra sostiene la tan nombrada espada, confirmando la teoría de Mei. Estuvo horas vigilando un objeto falso. — No dejaré que escapes de aquí, ladrón. — Nuevamente con wakizashi en mano. Kaito se abalanza a atacar con la espada reliquia, preocupando a la genin. En vez de bloquear, solo esquiva e intenta contraatacar. No quiere arriesgarse a hacerle daño a un mítico objeto del museo.
Eso sí, Kid en ningún momento busca cortarla, pero sí se asegura de mantenerla bajo presión. Demuestra ser un experto en el arte de la espada, dato hasta ahora desconocido.
Mei trastabilla y cae hacia atrás, incluso soltando su arma blanca. En ese momento se da su derrota y siente el filo del arma histórica cortar su mejilla y enterrarse en el piso, justo a su lado. La blanca piel de la gennin sangra y ella entiende que sufre una derrota. No muestra ninguna expresión particular, se mantiene seria.
— No, no, no, esta vez me han subestimado. — Se escucha aquella voz con tono fanfarrón. — Han enviado a una novata por mí, esto no tiene emoción. — Aquello lastima el ego de Mei, quien se levanta de inmediato, desenvaina una nueva herramienta, un tanto, y lanza un corte frontal a su oponente. Este tipo, cuya velocidad es superior, simplemente esquiva. Y, además, ríe.
— Mejora y volveré a por ti. No estás lista. — Y así su función llega a su fin. El objeto a robar se queda ahí, justo a la kunoichi.
Bueno… ¿misión cumplida? Sí, aunque de manera extraña.